jueves, noviembre 06, 2014

Triste y misterioso Hess

Los dos máximos responsables soviéticos de Spandau se ensañaron con el lugarteniente de Hitler, Rudolf Hess, durante las dos últimas décadas de los cuarenta años que pasó en reclusión solitaria en esa prisión aliada berlinesa. La noticia en otras webs en español. Eso es lo que se desprende de documentos que se conservan en el archivo nacional de Kew (Reino Unido), citados por el diario The Times, y que presentan a esos funcionarios soviéticos como una versión siniestra de la pareja del cine cómico conocida como "el gordo y el flaco". Los soviéticos se negaron hasta el último momento a escuchar los ruegos de los representantes en la prisión de las otras potencias vencedoras de la Alemania nazi para que relajaran el duro régimen que le habían impuesto. Frente a los llamamientos a la compasión que lanzaron EEUU, Gran Bretaña y Francia, los soviéticos decidieron que Hess debía "purgar hasta el último aliento los crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial". Las minutas de las reuniones entre los cuatro gobernadores, que representaban a cada uno de los cuatro aliados, muestran cómo los soviéticos estaban decididos a mantener su propia "guerra fría" en Spandau pese a la supuesta distensión entre Moscú y Occidente en los años setenta. 

Según los documentos publicados, el gobernador británico de Spandau, Bob de Burlet, escribió en mayo de 1974: "El gobernador soviético, Voitov, bajo y gordo, y su secuaz principal, Fedorov, delgado y cetrino, son un par de individuos mezquinos y huidizos que cumplen a la perfección el papel de unos siniestros Laurel y Hardy". En contra de los deseos de los otros tres gobernadores, los funcionarios soviéticos se empeñaron en quitarle a Hess las gafas todas las noches para que no pudiese leer y se negaron a darle calcetines de invierno para que pudiese protegerse mejor del frío. Asimismo ordenaron la destrucción de todos los cuadernos en los que anotó sus pensamientos. En febrero de 1974, cuando Hess estaba a punto de cumplir los ochenta, el gobernador británico escribió a propósito del comportamiento de sus colegas soviéticos: "La guerra fría de Spandau está dirigida tanto contra los aliados como contra Hess". El prisionero solitario de Spandau tenía órdenes del gobernador soviético, Voitov, de levantarse cada vez que éste entraba en su celda. Los funcionarios soviéticos insistieron asimismo en censurar las cartas que Hess escribía regularmente a su esposa aunque, según el gobernador británico, esas cartas eran el único "ejercicio intelectual" que tenía el ex jerarca nazi. Hess fue condenado a cadena perpetua en el proceso de Nuremberg (Alemania) al final de la Segunda Guerra Mundial tras ser declarado culpable de conspiración para lanzar una guerra de agresión y otros crímenes contra la paz. Junto a otros seis prisioneros nazis, fue enviado a la prisión militar aliada de Spandau el 18 de julio de 1947, donde moriría cuarenta años después a la edad de 93 años. Hess había pasado los cuatro últimos años de la Segunda Guerra Mundial en una celda en la Torre de Londres tras lanzarse en paracaídas sobre Escocia, cerca de Edimburgo, desde un avión Messerschmitt en el transcurso de una misión secreta para negociar una paz con Gran Bretaña.



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Marias, olvidado y resucitado por un YANKEE

ABC.
Fue un maestro de energía: escribiendo, pensando, leyendo... Infatigable, sabio, siempre regresaba al verso de Cervantes: «Tú mismo te has forjado la ventura». Se fue un invierno de hace dos años, entre el frío de una España oficial que fue bastante cicatera y tacaña con él: un «bien cultural». Sufrió represalias por parte del franquismo, y luego por los gobiernos de uno u otro signo, pero nunca le importó. A Julián Marías, casi toda su vida ligado a ABC, le importaban sus lectores, que eran legión, dentro y fuera de España. Su lema «Que por mí no quede» lo fue hasta su final, «pese a las muchas traiciones que alguien con tal carácter inevitablemente padece, como cuando paró en la cárcel al terminar la guerra denunciado por quien había sido hasta entonces su mejor amigo, y eso no le impidió seguir creyendo en la gente...», escribió en ABC Javier Marías, que le debe «mucho como escritor» a un padre al que siempre recuerda trabajando.
Don Julián era «un pozo de sabiduría, de inteligencia, de sagacidad, de patriotismo, de religiosidad, un hombre con una ternura emocionante, con una bondad de niño, con unas ingenuidades increíbles», lo esculpió Santiago Castelo. Y ese hombre de la «visión responsable» es vindicado a partir de mañana en un Congreso Internacional organizado por la Asociación Española de Personalismo, la Complutense -que concederá a Julián Marías a título póstumo su medalla de oro- y CEU-San Pablo. El Colegio de Doctores y Licenciados le nombrará Colegiado de Honor, y Páginas de Espuma reedita las memorias de Marías, «Una vida presente».
El hispanista Harold C. Raley, de la Universidad de Texas, amigo personal del pensador, que clausurará el Congreso, define a Julián Marías como un dechado de rectitud intelectual, y moral; una persona superior: «Hubiera sido un excelente americano», matiza. Raley considera que «sin Marías la filosofía de Ortega queda manca. Inexplicable sin él, irreductible sin él. Don Julián dio unos pasos más allá de Ortega, y más acá. Él es previo a Ortega, cuyo pensamiento sitúa en un contexto amplio, universal, en la tradición occidental. Te ayuda el sentido cristiano que mantiene, del que hay mucho en Ortega. Y está el impacto de Unamuno. Los escritos de Marías son esenciales para comprender a Ortega».
Para Raley, la manera de pensar de Marías «hace mucha falta en EE. UU: su filosofía de la persona, porque se tiende a interpretar las cosas desde un plano secundario, en términos políticos, sociológicos, económicos. Y falta lo fundamental: la antropología de la persona. Me interesan sus ideas sobre la persona como objetivo estético, su interpretación de la persona, y su manera de filosofar dentro de un un contexto religioso, de una fe personal. Marías me enseñó cómo ser intelectual, y me sirvió de maestro de lengua inglesa. Mis dos maestros de inglés han sido españoles: Ortega y Marías».
Juan Manuel Burgos, presidente de la Asociación Española de Personalismo, señala la plena vigencia del pensamiento de Marías, «muy leído, pero poco estudiado, muy vital y actual». Francisco Javier Jiménez, responsable de la reedición de las Memorias, sostiene que Marías es «un filósofo con el que España tiene una deuda importante. Él nos invita a un ejercicio coherente y responsable de preguntarnos por el sentido de la persona».