A la mitad del destartalado discurso del genial por imprevisible Ruiz-Mateos, soltó esa frase como sin buscarla y se me saltó una lágrima. Cuando estoy enfermo, como pasaba a papá en sus días peores, me apetece llorar con todo. La frase de Ruizma ha hecho reir a muchos. Dice en gran medida en que nos hemos convertido. Dios no cuenta si no está en Supervivientes o House no lo mienta. De la honra ni hablo.
Luego lloré también con dos peliculones de vaqueros. No saben que tengo, pero entre los mocos verdes que cago como un geiser, las vomitonas, las sudadas y las lloreras me estoy quedando en los huesos. No sé estar sin trabajar y la culpa de una baja me hace daño. The Professionals (1966), que se pasa por los cojones ese timo del "yo trabajo por ideales y tu por sucio dinero", me dejó helado como la primera vez. Helado de voracidad. Que bestia es todo. La lectura del subtexto repipi ese te come con la trama misma y a la vez. Lloré dos veces.
La otra llorera la tuve hoy con The Hanging Tree (1959). El Dr. House encuentra en esta película su origen. Me juego los huevos ya... Allí se prestan fieras a las máximas potencias de la vida el mítico Gary Cooper y la austriaca María Schell (madre del totem de la interpretación Maximillian) que hace nada falleció a los 79 años. Yo la descubrí en su carnalidad mas límpida y creible en The Brothers Karamazov. Vamos, Paz Vega.
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