Dieta: código mágico (según articulo de EL PAIS) El reto: engañar a la grelina. Es la hormona que mide la saciedad y el hambre. La dieta eficaz se ha convertido en la búsqueda del Santo Grial. Llenos, saciados, hartos. A vueltas con la grelina, las dietas se han convertido en uno de los mayores retos en la sociedad contemporánea. Quien encuentre un fármaco eficaz que reduzca el apetito habrá conseguido algo así como un ¡eureka!, que hará a algunos privilegiados multimillonarios y a millones de personas felices en cierta medida. El apetito fue, según se lee en La verdad sobre la comida, un impulso innato que garantizaba la supervivencia cuando los alimentos escaseaban. Algo así como una señal de alarma, como el dolor nos protege muchas veces de una muerte segura. Pues ahora, en este mundo patas arriba, el apetito se ha convertido para muchas personas en un enemigo que es necesario controlar para que no nos engulla. Mientras aparecen los fármacos milagrosos para combatirlo se imponen otras cosas. Como despistar al mecanismo y las señales que arroja una hormona como la grelina, la responsable de indicar al cerebro cuándo tenemos hambre o no. Jill Fullerton-Smith y sus chicos de la BBC la torearon a base de sopas, como se ve en la serie. Los expertos aconsejaron sustituir líquidos por sólidos a un grupo de gente y en la misma cantidad. Una nutritiva sopa de pollo y verduras les fue recetada. Cuando se tomaban los alimentos sin ser triturados, el hambre entraba antes; cuando se comían como puro líquido, la señal de saciedad duraba al menos dos horas más. "Incluso yo lo he puesto a prueba, y en un año que he tomado sopa como plato primero, sin hacer nada más, he adelgazado siete kilos", asegura la documentalista. Hay una verdad incontestable en todo este asunto de las dietas. Los hombres aparecieron en la cadena natural para sobrevivir en un determinado ambiente. Hace 180.000 años de esto, en la sabana africana, y la dieta consistía en carnes y pescados más magros que los que consumimos ahora, pero sobre todo muchas verduras de hoja, brotes tiernos, frutas, semillas y frutos secos. Era alta en fibra y baja en niveles de colesterol. Nada de grasas saturadas ni trans, con muchas verduras frescas que proporcionaban un auténtico caudal de antioxidantes. Volvamos, pues, a la denominada dieta Evo. Fue la del principio de los tiempos y funcionaba. ¿Para qué darle más vueltas?
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