Corre mi cuerpo y yo no estoy presente. Observo ficciones lejos de la cadera oxidada y el tendón ardiendo. Escucho a una lesbiana cantando country de forma impecable. La perfección de ese instante obvia las mundanas miserias de un trozo de carne castigado durante 55 minutos continuos, que de noche cuchichea con Marco Aurelio. Someto a una disciplina severísima al pobre amasijo de grasas, huesos huecos y fibras mediocres que solo conocen eso, la acción punitiva ambulatoria cada unos años. Mi cuerpo cambió a los 33 y ya superados los 40 necesita el dolor. La vida necesita dolor. Sin lo uno no acontece lo otro. En esa estoica sumisión, en plena fatiga rememoro los textos ad hoc de Pessoa, en los que uno se cuestiona la existencia de la idea de AUTOR. Solo existe un creador que ilumina a aquel que con mayor eficacia se ha aproximado a la esencia que trata de representar. Dios está en mi y mi vanidad es la que me aleja. Pessoa es un vehiculo triste pero afortunado. Yo soy Pessoa. Aquí mas que nunca. Y todo es vanidad. "Recuerdo todavía (...) la tarde en que, meditando sobre estas cosas, decidí renunciar al amor como si renunciara a un problema irresoluble. (...) De repente se apoderó de mi un deseo de intensa abdicación, de clausura firme y última, una repugnancia por haber tenido tantos deseos, tantas esperanzas, con tanta facilidad externa para realizarlos, y tanta imposibilidad íntima para poder quererlo. Data de eso momento suave y triste el principio de mi suicidio" Y otra reflexión brutal, cristalina: ¨la represión del amor ilumina sus propios fenómenos con mucha mas claridad que la experiencia misma". El amor "es un concepto nuestro -es en suma a nosotros mismos- lo que amamos.
Pero esta teoría no deja de ser "un complejo ruido que hago llegar a los oídos de mi inteligencia, como para que no perciba que, en el fondo, no hay otra cosa que mi timidez y mi incompetencia para la vida".
La cadera me duele y corro en cámara lenta reflexionando mantras patéticos. Mi historia ya ha sido narrada. No me debe preocupar ese area de mi fracaso. Vanidad y dolor de cadera cabalgan juntos. Pessoa como instrumento de Dios. Yo en esos 55 minutos soy su sherpah mas voluntarioso.
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