sábado, junio 21, 2008

Dios y sus vecinos gitanos

EL MUNDO. ÓSCAR FORNET. MADRID.-
Wimbledon, la capital mundial de la raqueta, archiva algunos de los instantes legendarios de este deporte. Muchas cosas han cambiado desde 1968, desde que la Federación Internacional de Tenis (ITF) y los Grand Slam abrieron sus puertas a la 'era profesional'. Las nuevas tecnologías y, sobre todo, la televisión en color propiciaron los cambios más significativos en el estilo de juego y el formato de la competición. Con las retransmisiones en directo aparecieron el 'tie break' y las bolas amarillas. Con los nuevos materiales, más ligeros, se vieron golpes hasta entonces nunca vistos. Servicios supersónicos, nuevos efectos, ángulos que Rod Laver ni siquiera imaginó. [ESPECIAL WIMBLEDON '08]
Wimbledon siempre ha sido el 'grande' más reacio a una evolución que casi siempre llega del otro lado del Atlántico, pero poco a poco ha cedido a casi todas las iniciativas modernas. La última, igualar la dotación económica entre hombres y mujeres, se aplica desde 2007. Incluso la pista central, considerada una pieza de museo, no puede evitar renovarse. Será más grande en a partir de 2009 y contará con un techo retráctil para que la lluvia no interrumpa el programa. De nuevo manda la televisión. La única norma que no se discute es la referente a la indumentaria. Un año más, el tenis se jugará de blanco.
Aún habría que aguardar dos años para ver de nuevo a los mejores profesionales como Laver o Ken Rosewall, pero lo de Manolo Santana en 1966 no fue un paseo. Sufrió para derrotar a uno de los grandes tenistas del momento, el californiano Denis Ralston [ver el vídeo], uno de los 'Handsome Eight' que en 1967 firmaron un contrato con el visionario Lamar Hunt para crear el World Championship Tennis (WCT) de Dallas, el germen del primer circuito, un torneo que sobrevivió durante 23 años siguiendo un modelo similar al de la actual Copa Masters y capaz de ofrecer 50.000 dólares para el campeón. Wimbledon no superaba entonces los 10.000 dólares. Ralston, junto con su compatriota Butch Buchholz, el yugoslavo Nikola Pilic, el francés Pierre Barthes, el sudafricano Cliff Drysdale, el británico Roger Taylor y los australianos John Newcombe y Tony Roche se adentraron en una aventura sin retorno para unirse a Rod Laver, Ken Rosewall o Roy Emerson o Fred Stolle, asociados en la National Tennis League (NTL) y vetados por los Grand Slam durante cinco largos años.
El viejo sueño de Jack Kramer, quien en 1950 no contaba con la televisión como instrumento de financiación y mucho menos de presión contra la ITF, se ponía en práctica y, al fin, Roland Garros vivía su mayo del 68 particular y presentaba un cartel estelar semanas después de la disputa de la disputa del primer torneo profesional, que tuvo lugar en el West Hants Club de Bournemouth y en el que Rosewall se impuso a Laver sobre pista dura.
El pulso se mantuvo hasta 1973, cuando Wimbledon sufrió el primer y único boicot masivo de los tenistas, quienes respaldados por la recién creada Asociación de Tenistas Profesionales (ATP), decidieron apoyar a Pilic por un contencioso con la federación de su país tras su renuncia a la Copa Davis. Pero, tal había sido el éxito económico y social en Roland Garros en 1968 que a Wimbledon no le quedó otra que pasar por el aro ese mismo curso y readmitir a las estrellas marginadas. Frente a frente en una nueva final, Laver derrotó esta vez a Rosewall -cuatro finales perdidas en Wimbledon- y recuperó su corona londinense para repetir ante Newcombe en 1969 [ver el vídeo], año en que triunfó en los cuatro 'majors' por segunda vez en su carrera.
Antes, Wimbledon solicitó entrevistarse con Hunt. Había que examinar de cerca a aquel magnate del petróleo texano fundador también de la National Football League y la National Soccer League, entre otras 'locuras' deportivas. Su aspecto y sus formas casi europeas, al contrario de lo que esperaban encontrarse los estirados oficiales del All England Club, no le evitaron un trato hostil. A fin de cuentas, a los ojos británicos Hunt era un usurpador. Pero apropiarse de su deporte no era el objetivo de este personaje cargado de dólares, ni siquiera planteaba destruir las tradiciones, simplemente apostaba por modernizar el juego y repartir un nuevo y gigante pastel del que todos podrían sacar beneficio. Y para ello, era necesario presentar el tenis a un nuevo público, convertirlo en un fenómeno de masas. Y así fue.
La democratización de la raqueta alumbró a las primeras 'popstars', nació el 'mito Borg', un adolescente de cabello dorado y mirada de hielo, el primer tenista capaz de alzar cinco trofeos consecutivos en Wimbledon, un registro sin precedentes en el torneo desde 1889. De aquellas cinco ediciones para el recuerdo, dos instantes permanecen en la memoria colectiva: la semifinal de 1977 ante Vitas Gerulaitis, otro 'playboy' con pantalón corto [ver el vídeo], y el 'tie break' más disputado de la historia ante John McEnroe en la final de 1980 [ver el vídeo: parte 1 parte 2 parte 3]. Aquel día, Borg comprendió que había encontrado a un sucesor. El neoyorquino se impuso en cuatro sets en la final de 1981 [ver el vídeo], sustituyó al 'dios vikingo' en el corazón de los aficionados por su estilo diametralmente opuesto y cerró la serie de 41 victorias consecutivas del escandinavo, un récord al alcance de Roger Federer si retiene el trofeo en 2008.
El suizo, defensor del título desde 2003, tuvo el privilegio, dos años antes, de poner fin a la racha de cuatro victorias del gran Pete Sampras en un partido memorable resuelto en cinco mangas [ver el vídeo].
Desde su primera victoria hasta la derrota frente al actual número uno del mundo, el genio de Washington triunfó en siete de las ocho ediciones. Sólo Krajicek (1996) partió en dos su reinado [ver el vídeo]. Entre la época de dorada de BigMac, y su inolvidable 'You cannot be serious', [ver el vídeo] hasta el inicio de la 'dictadura Sampras', Wimbledon vibró con un alemán espigado y pelirrojo, capaz de conquistar la hierba inglesa en su segunda participación. Boris Becker sigue siendo, con 17 años y 227 días, el campeón más joven de Wimbledon tras su triunfo en 1985 frente a Kevin Curren [ver el vídeo].
'Boom, boom Becker', otro fenómeno que, a medias con el australiano Pat Cash, acabó con los sueños 'en verde' de Ivan Lendl [ver el vídeo]. A Becker, fuerza bruta al servicio, elasticidad en la red, le bajó de la nube la caricia mortal de Stefan Edberg [ver el vídeo]. Suecia encontró en este genio delicado al sucesor de Borg sobre la hierba como antes a Mats Wilander sobre la tierra batida.
Pero, para revivir la mejor final de Wimbledon de todos los tiempos hay que avanzar de nuevo hasta 2001. Tras tumbar a Sampras, Federer no pudo con Tim Henman, el último gran héroe local, cuatro veces semifinalista pero incapaz de suceder a Fred Perry como último campeón británico. Aquel año, el 'gentleman' de Oxford también cayó en la penúltima ronda. No pudo con un hombre que, como él, vivía por y para Wimbledon. Nadie interpretó tan bien el drama como Goran Ivanisevic. En su cuarta final, tras perder la de 1992 ante Andre Agassi [ver el vídeo de Agassi contra Becker en 1992] y las de 1994 y 1998 ante Sampras, la providencia le entregó el título tras batirse en duelo con otro tenista maravilloso que perdió su segunda y última gran oportunidad. Patrick Rafter, hervíboro por naturaleza, tuvo que conformarse con dos US Open tras caer por 6-3, 3-6, 6-3, 2-6 y 9-7 [ver el vídeo].
A su lado, Goran recuerda entre lágrimas la fragilidad del corazón de su padre, agradece a la gente de Londres, que le quiere, y dedica a Drazen Petrovic, su amigo, "el mejor jugador en la historia del baloncesto europeo", fallecido en accidente de tráfico en 1993. Ivanisevic reveló poco después que durante el partido había firmado un pacto. "Pedí a alguien de allí arriba que me dejara ganar aquel partido aunque luego no pudiera jugar más al tenis". El deseo le fue concedido pero desde entonces, tras 13 años sin lesiones, el hombro no le dejó en paz. Nunca volvió a rendir a su mejor nivel. Ese triunfo llegó, "después de una dura negociación con Dios".
Rafael Nadal negociará en 2008 con Federer, Djokovic y compañía. El balear, tras su triunfo en Queen's, parte para muchos como primer favorito al título, aun por delante del pentacampeón helvético. Sería el tercer triunfo de un tenista nacional tras el ya mencionado de Santana en 1966 y el más reciente de Conchita Martínez ante Martina Navratilova en 1994 [ver el vídeo].

No hay comentarios: