Tras mis lloros, atenuados por la riña que me propina Pascal Bruckner en La tentación de la inocencia, atendieron parte de mis ruegos editores perspicaces. Reeditaron al gran Jacques Barzun y me lo compré (Del amanecer a la decadencia, gracia Taurus). Reeditan al mejor Richard Tarnas y me lo compré (The passion of the western mind, gracias Atalanta). Publica de nuevo Bruckner y me lo compré (La tirania de la penitencia) así como Paul Johnson (Creadores), pero no me ayudan con sus libros agotados. Charlamos de cosas que otros hablan. Tenemos una vida prestada. Leer y correr (el cine está acabado) constituyen el contenido de semejante penosidad ontológica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario