El ayuno espiritual consiste en la abstinencia de alimentos con el fin de buscar a Dios (del libro -ALABANZAS_2.zip- Alabanza a la Disciplina de Richard Foster, con ISBN 0-06-062839-1).Tampoco es un ayuno con fines dietéticos o salutíferos, cuyo fin es el mejoramiento de la salud física. El ayuno bíblico siempre se centra en propósitos espirituales. Jamás podríamos obligar a Dios a hacer algo por medio de nuestro ayuno. Tampoco lo movemos a respondernos por lástima. El ayuno nos ayuda a nosotros, como veremos a continuación:
I. Tipos de ayuno
1. Ayuno normal: Consiste en abstenerse de toda clase de alimentos, sólidos o líquidos, pero no del agua. Puede durar desde unas pocas horas, hasta unos 40 días (por ejemplo, Lc. 4:2-13).
2. Ayuno parcial: En este caso, se restringe la dieta, pero no hay una abstención total (por ejemplo, Dn. 10:3).
3. Ayuno absoluto: Se refiere a una abstención total, tanto de alimentos como de agua. Como el cuerpo humano no puede permanecer sin agua más de 3 días, ese es el plazo máximo para este tipo de ayuno. Cuando en la Biblia se mencionan ayunos absolutos de más de tres días, como los de Moisés y Elías (Dt. 9:9, 1 R. 19:8), se entiende que Dios medió sobrenaturalmente para que esto fuera posible. Hay que destacar que el ayuno absoluto es excepcional y no debe practicarse a menos que uno reciba un mandamiento muy claro de parte de Dios, y no debe pasar de tres días.Cualquiera de estos ayunos pueden practicarse individual o colectivamente. Cuando Dios dirige a Su pueblo a ayunar, con el fin de buscarlo o resolver problemas, la unidad y el poder se incrementan notablemente. Son tiempos muy bendecidos por Dios.
Desde muy antiguo se practicaron ayunos regulares de una o dos veces a la semana (o al mes). Esa era la práctica tanto en tiempos del Antiguo Testamento (Zac. 8:19) como del Nuevo Testamento (Lc. 18:12). También en los primeros siglos de la Iglesia, así como en la época de la Reforma Protestante. Aunque muy beneficioso, hay que reconocer que el ayuno regular no es un mandato bíblico. Más bien, la norma es que Dios es el iniciador de nuestros ayunos, y es Él mismo quien establece la duración que debe tener. Un pueblo en comunión con Dios y sensible al Espíritu Santo sabrá cuándo ayunar individualmente y cuándo hacerlo colectivamente. La práctica del ayuno regular tiene por objetivo recibir sus beneficios espirituales, y estar así preparados para los tiempos en que Dios dirige a Su pueblo a ayunar. Richard Foster (Richard J. Foster is a Christian theologian and author in the Quaker tradition) dice lo siguiente:
Simplemente, no hay normas bíblicas que establezcan el ayuno regular. Nuestra libertad en el evangelio, sin embargo, no significa libertinaje, sino oportunidad. Puesto que no hay leyes que nos obliguen, estamos libres para ayunar cualquier día. Para el apóstol Pablo, la libertad significó que se dedicó a "muchos ayunos" (2 Corintios 11:27). Siempre debemos tener en mente el consejo apostólico: "... no uséis la libertad como ocasión para la carne, ... (Gálatas 5:3). (R. Foster, Alabanza a la Disciplina, p. 63-64).
II. ¿Quiere Dios que ayunemos?
Nuestra convicción es que el ayuno es una disciplina espiritual plenamente vigente en el cristianismo y muy beneficiosa para cada creyente.
Cuando Jesús habló sobre el tema, su intención fue restaurar el ayuno apropiado, nunca rechazarlo ni abolirlo (Mt. 6:16). En los días del ministerio terrenal de Jesús, sus discípulos no ayunaron, pero Él lo explicó como un tiempo de festejo de bodas por Su presencia. No obstante, vendrían días en que sí ayunarían (Mt. 9:15). Después del día de Pentecostés, los apóstoles practicaron el ayuno (Hch. 10:30, 2 Co. 6:5; 11:27), como también los discípulos después de ellos (Hch. 13:2-3). Así testifica también la historia de la Iglesia a través de los siglos.
Por lo tanto, no dudamos que el ayuno sea parte de la voluntad de Dios para Su pueblo en el presente. Pero caben las preguntas ¿con qué propósito ayunamos?, y ¿cómo hacerlo en medio de la vorágine de nuestra época?
III. ¿Por qué ayunar?
Hay que tener siempre presente que el ayuno no obliga a Dios a hacer lo que queremos. Tampoco es un medio para presionar a otros. Como dijo Richard Foster:
A veces se hace tanto hincapié en las bendiciones y en los beneficios del ayuno, que nos sentimos tentados a creer que con un poco de ayuno pudiéramos tener al mundo, e incluso a Dios, comiendo de lo que les demos con nuestra propia mano (R. Foster, Ibid., p. 67). El ayuno tiene que centrarse en Dios. De hecho, el verdadero ayuno no es una "práctica" de la Iglesia, sino un tiempo que Dios inicia y que Él mismo finaliza. Servimos o ministramos a Dios por medio del ayuno (Lc. 2:37: Hch. 13:2). Cualquier otro propósito debe ser subordinado a Dios. Como consecuencia, la presencia del Señor se hace más cercana a nuestros sentidos, nuestros corazones se acerca más que nunca a la Gloria de Dios.
Por eso, la primera pregunta que debemos responder es la que Dios hizo a Israel en tiempos de Zacarías: "Cuando ayunasteis... ¿habéis ayunado para mí?" (Zac. 7:5). Los beneficios físicos, el incremento de intimidad y poder en la oración, así como el mayor discernimiento espiritual, nunca deben reemplazar a Dios como el centro de nuestro ayuno. En resumen, por medio del ayuno, buscamos estar más cerca de Dios, estar con Él, amarlo a Él, mucho más que a las cosas que nos da.
Una vez que estamos firmemente parados en el propósito fundamental del ayuno, podemos entender también que hay objetivos secundarios: Más que cualquier otra disciplina, el ayuno pone de manifiesto las cosas que nos dominan. Cubrimos nuestras ataduras con alimentos y otras cosas placenteras. Pero en el ayuno, estas cosas salen a la superficie y, aunque es desagradable, reconocerlas es de gran ayuda para quien realmente quiere ser transformado a la Imagen de Jesucristo.
En primer lugar, podremos apreciar cosas que nos dominan como el orgullo, la ira, la amargura, la lascivia, etc. Al principio, pensaremos que estas cosas surgen porque tenemos hambre, pero en realidad, es el Espíritu trabajando en nosotros para que obtengamos nuestra santidad por el poder de Cristo (vea la experiencia de David en el Salmo 69:10).
Por otra parte, aparecerán aquellas cosas que nos han ido esclavizando y que en realidad no necesitamos (1 Co. 6:12; 9:27; Sal. 35:13). "Nuestros anhelos y deseos humanos son como un río que tiende a desbordarse; el ayuno ayuda a mantenerlos en su propio canal" (Foster, Ibid, p. 68).
Finalmente, la práctica del ayuno, tanto individual como colectiva, producirá una mayor profundidad y eficiencia en la oración intercesora, así como revelación divina para tomar decisiones y para ministrar a Su pueblo.
IV. La práctica del ayuno
Como ocurre con otras disciplinas, conviene observar un desarrollo progresivo.
1. Comience con un ayuno parcial de 24 horas, suspendiendo dos comidas. Acompañe esos tiempos de ayuno con jugo de frutas frescas. Aproveche el tiempo que usaba para comer en oración, especialmente en adoración y acción de gracias.
Termine el ayuno con una comida liviana de frutas y verduras, y mucho regocijo interno.
Practique este ayuno parcial una vez por semana por dos o tres semanas.
2. Ayuno normal: Después de practicar el ayuno parcial, está listo para un ayuno normal de 24 horas, donde sólo beberá agua en buenas cantidades. El énfasis en la oración y la manera de levantar este ayuno serán iguales al ayuno parcial. Recuerde que estamos practicando.
Probablemente sienta algunos dolores o incomodidad por causa de la falta de ingesta. Eso no es hambre real. Lo que siente es simplemente el acondicionamiento del estómago de recibir alimentos a ciertas horas. En cierta forma, el estómago es como un niño malcriado. Pero no es necesario complacerlo; lo que necesita es disciplina.
Si aparecen dolores de cabeza, frecuentemente se debe a la costumbre de beber café, té y otros estimulantes. El ayuno le ayudará a descubrir cuán atado está a esas cosas y le guiará a dejarlas o a reducirlas al mínimo.
El apetito que reclama el estómago pasará bebiendo agua. Tenemos que ser señores, no esclavos de nuestros propios estómagos.
Recuerde dedicar el tiempo que usaría en comer a la oración y meditación. También recuerde seguir el consejo de Jesús y guardarse de llamar la atención hacia lo que está haciendo (Mt. 6:16-18). Si llama la atención, la gente se impresionará y, como dijo Jesús, esa será su recompensa.
3. Después de haber logrado varios ayunos con éxito espiritual (un sentido de mayor intimidad con Dios y de haberle servido), pase a ayunos de mayor duración (36 horas, 48 horas y hasta tres días). Cuando haya aprendido a ayunar en esos períodos de tiempo con gozo y fruto, es el momento de preguntarle a Dios si debe comenzar un ayuno por alguna causa en particular, y qué duración deberá tener dicho ayuno. Deje a Dios ser Dios.
Muchas veces, el Señor nos hablará de maneras creativas e inesperadas. Manténgase atento. Cuando Dios guía al liderazgo a períodos de ayuno, participe con gozo y compromiso, interiorizándose de los detalles necesarios para estar en unidad de propósito en la oración.
4. Conviene conocer el proceso por el que atraviesa el cuerpo (en condiciones normales) durante un ayuno prolongado.
Los primeros tres días son, generalmente, los más difíciles por la incomodidad física. Es el tiempo en que el cuerpo comienza a liberarse de los tóxicos por malos hábitos de alimentación, y eso no es agradable. Se forma sarro sobre la lengua y mal aliento. No se deje perturbar por los síntomas; más bien dé gracias por los beneficios para su salud. Para evitar el mal aliento procure masticar hojas de menta o algún dulce sin azúcar. No mastique goma de mascar, pues la salivación hará más desagradable el proceso. Si es un ávido bebedor de café, el dolor de cabeza puede ser intenso. Probablemente tendrá que beber algo de café al principio reduciéndolo cada vez más, hasta eliminarlo completamente. Dios le está mostrando cuán dominado está por esa sustancia.
Hacia el cuarto día, los dolores por causa del hambre comienzan a ceder, aunque puede sentir debilidad y desvanecimientos ocasionales. Son vértigos temporales y se evitan moviéndose un poco más lento, especialmente al levantarse o agacharse.
Hacia el sexto o el séptimo día, comenzará a sentirse más fuerte y despierto. Los dolores del hambre seguirán disminuyendo hasta ser una leve irritación hacia el noveno o décimo día. El cuerpo habrá eliminado las sustancias tóxicas y se sentirá mucho más sano. Se intensificará su capacidad de concentración y sentirá que puede seguir ayunando indefinidamente. Desde el punto de vista físico, es la parte del ayuno que más se disfruta. Desde el punto de vista espiritual, la concentración y profundidad en la oración se incrementarán notablemente.
En cualquier momento entre los días 21 y 40 de ayuno, lo cual depende del individuo, vuelven los dolores a causa del hambre. Esta es la primera etapa del síndrome clínico de hambre e indica que el cuerpo ha agotado todas las reservas que tenía en exceso y está comenzando a recurrir a la masa muscular. ¡Es tiempo de terminar el ayuno!
5. Algunas recomendaciones finales:
La pérdida de peso durante el ayuno varía según la persona. Es normal perder al principio 1 kg por día, lo cual va decreciendo a medida que avanza el ayuno hasta llegar a ½ kg diariamente.
Durante el ayuno sentirá frío porque el metabolismo del cuerpo no produce la acostumbrada cantidad de calor. Si uno tiene cuidado de permanecer abrigado, esto no causa problemas.
Antes de comenzar un ayuno prolongado, algunos se sienten tentados a ingerir una buena cantidad de comida para "almacenar". En realidad, eso hace más difícil el ayuno en los primero días. Es mejor comer algo más liviano que lo normal durante uno o dos días antes de comenzar el ayuno. También es recomendable dejar de tomar té o café unos tres ó cuatro días antes de iniciar un ayuno prolongado.
La primera comida después de un ayuno prolongado debe ser jugo de frutas o de verduras. Al principio se deben tomar pequeñas cantidades. El estómago se ha contraído y debe ponerse en funcionamiento lentamente. El segundo día después de haber levantado el ayuno debe comer frutas y luego leche o yogur. Después ensaladas y vegetales cocidos. Tenga cuidado de no comer en demasía.
Algunas personas no debieran ayunar por razones físicas. Los que padecen diabetes, o del corazón, así como las mujeres embarazadas, no deben ayunar. Si tiene dudas sobre su condición, consulte a un médico.
Es frecuente que en los tiempos de ayuno estemos involucrados en lucha espiritual. Necesitamos aprender a usar toda la armadura de Dios (Ef. 6). Uno de los períodos espirituales más críticos ocurre cuando finalizamos el ayuno, pues sobreviene la tendencia natural de relajarnos. Algunas personas experimentan una lucha espiritual severa durante un ayuno prolongado. Por ello, es recomendable pedir apoyo en oración y estar "reportándose" a una o varias personas de confianza en la Iglesia. Incluso algunos comienzan con cierta desconexión de la realidad en ayunos de más de siete días. Debe estar cubierto en oración y ser vigilado o monitoreado periódicamente por hermanos durante un ayuno prolongado.
Finalmente, en el ayuno hay "... justicia, paz y gozo en el Espíritu" (Ro. 14:17). El ayuno puede traer adelantos en la vida espiritual que no podríamos lograr de otra manera.
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