6 de Septiembre de 2008 - 12:38:00 - Federico Jiménez Losantos
El problema esencial de la izquierda y buena parte de la derecha europea con los Estados Unidos de América (USA) es que quisieran hacerlos desaparecer. Y como la empresa es vasta y se aventura difícil para una civilización de jubilados éticos y oportunistas políticos, abonada a la dictadura de lo cómodo y al despotismo de lo progre, que eso es la Unión Europea, sustituyen la extinción real de la primera potencia mundial por la realidad virtual de su desnaturalización. Lo que quieren es una América que no sea América, y utilizo aquí el concepto a la manera useña (© Pío Moa) y de muchos iberoamericanos, empezando por el heroico exilio cubano. Pero como parece que América no quiere dejar de ser América, muchos europeos y todos los izquierdistas del mundo quieren, al menos, que no se parezca en nada a los valores que la distinguen.
Si se hiciera un análisis de las encuestas europeas más fiables acerca del nivel de aceptación y esperanzas de victoria de todos los candidatos a la Presidencia de los USA, estoy convencido de que nunca ha ganado un republicano, y de que los demócratas, que en el último cuarto de siglo han perdido todas las elecciones menos dos, triunfaron en el ánimo del electorado europeo, que afortunadamente no puede votar en ese país al que odia cuanto envidia. Es un lugar común de la izquierda (adoptado, faltaría más, por la Derecha maricomplejines) que todos los ciudadanos del mundo tendríamos que votar en las elecciones useñas, puesto que lo que se decide en el Despacho Oval afecta a todo el mundo. Curiosamente, esto se dice desde finales de los 60 y principios de los 70, justo cuando los USA empezaron a dudar de sí mismos y acabaron por desertar de Vietnam. Pero a ninguno de los que decían que querían votar en Boston se le ocurría decir que quería votar en Moscú o en Pekín, que hubiera sido una forma mucho más rápida de liquidar la guerra, sin los millones de víctimas del sudeste asiático (Vietnam, Camboya, Laos) abandonadas a su suerte, y de apoyar a los disidentes que en la URSS, China y demás tiranías comunistas que de forma directa apoyaban al Vietcong, luchaban por la democracia renunciando a cualquier mejora en su trabajo y arriesgando su propia vida. Pero los progres y carcas antiamericanos de ayer y hoy no quieren ni han querido nunca votar en Washington. Lo que quieren es acabar con la primera democracia del mundo. O por lo menos, desfigurarla. Quieren lo contrario de lo que quería Ronald Reagan para una de las pocas naciones europeas vivas, aunque aún cautiva: "Let Poland be Poland."
Probablemente, los USA son el único país occidental que todavía cree en sí mismo. Sin duda, el único que renueva periódicamente, con mayor o menor acierto, sus propósitos fundacionales. El único que, veraz o fingidamente, obliga a sus mandatarios a explicar su comportamiento en clave ética y no sólo política e ideológica, como pasa en Europa. El único, además, en el que la política y la ética tienen a su alcance el uso de la fuerza necesaria para garantizar su seguridad y la de sus aliados, que suelen comportarse con ellos de forma vil, egoísta, hipócrita y miserable. Es verdad que los USA no son un buen aliado, pero los aliados de los USA, salvo Gran Bretaña, son muchísimo peores. Y a través de ese circo electoral que a mí me repele pero que a los americanos les encanta, prueban una y otra vez que su optimismo está justificado, que ese pueblo sigue siendo un gran pueblo y que esa nación sigue siendo una gran nación. En rigor, los USA son algo más que una nación para muchos millones de ciudadanos de, pongamos, Nowhere, Estado de Sitio, muchos de ellos iberoamericanos y españoles que han perdido o están perdiendo su nación, su libertad, su propiedad y su derecho a la igualdad ante la ley. No sé lo que dará de sí la carrera de Palin, que sigo fielmente en LD gracias al mejor blog liberal que sobre las elecciones USA se publica en español: Democracia en América. Lo que sí sé es que lo que más me gusta de ella es que se parece mucho, mucho a América.
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