En mi época de estudiante, durante los días grises no podia pensar. El frío no me gustaba, pero era la luz mi enemigo peor. Uno se vuelve muy fino a los ajustes mas sutiles cuando tiene mucho tiempo libre. Ahora vuelvo a tener tiempo para pensar. Me machaco el cuerpo pero la mente me espera detras de cada gota de sudor. El asedio de siempre regresa. Ahora soy bastante mas fuerte y puedo aplicar terapias terribles. Tarde o temprano, buscas la utilidad de tus días y tratas de sacar la x de la ecuación. Hace mucho frío y eso calma cualquier arrebato pero esa frialdad tambien te otorga recursos radicales. La radicalidad siempre ha sido muy mía. La lealtad insensata, la confianza en lo sagrado, la esperanza infinita. Ese es el ying. Ahora toca el turno del yang.
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