domingo, febrero 20, 2005

Crónicas del extasis tras Dios y sin Wilber

Ayer noche planeaba un encuentro con mi socio, el anciano Mr Alpert. Mi chamán. Me iba a iniciar en su tanque de aislamiento (parafrasea de continuo a J. Lilly, "In the province of the mind, there are no limits") y vino con su perro. Como se ve en su cara, el perro no solo ha probado el tanque. Cuenta la leyenda que el pobre chucho convivió con Terence McKenna.
Yo siempre he alcanzado importantes estados misticos por medio de benzodiacepinas y vino. No mas. Soy muy cateto. Mi amigo fue discipulo de Aldous (repetia como un lorito "Attention to what? in the hope of eliciting a more enlightening. Attention to attention") Yensen, Leary y Hofmann. Seres de otro tiempo, de otro mundo.
Yo entré en la tanqueta y me sumergí en el liquido hasta el cuello. Mientras, mi insensato amigo leía en voz alta, cargado de sustancias enteogenas "The Historical Illuminatus Chronicles" de ROBERT ANTON WILSON, compañero de sus correrias por el mítico Esalen Institute y que está como una puta cabra (:I strongly suspect that a world "external to," or at least independent of, my senses exists in some sense) .
Esta mañana desperté y un niño me ayudó a abrir la tapa del tanque. Se rió de mi desnudez y repetió con muy mala leche: "Mamá, mamá, otro amigo tonto de papá". La madre trataba de calmarlo desde otra estancia lejana. "Ya lo se, Lorenzo, ya lo se".

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