Dicen que ahora en Varsovia solo existen tres elefantes. Nera (1961), Rayah (1949) y Sonja (1945). Dos hembras y un macho. Su cuidador es un viejo polaco de la ciudad. Vivió la guerra mundial y perdió a su familia en la legendaria revuelta de 1944. Rayah, el macho, dio una razón a su vida.
Nadie ha podido separarlos porque ambos parecían casi hermanos. Hombre y elefante. Son grandes y sufridos. Nobles sombras polacas de memoria prodigiosa que acaban ebrias en soledad, porque no saben reprochar nada. Ni siquiera muertes tras partos de 22 meses.
Varsovia cae de camino a cualquier lugar donde se redacten tristes epigramas. Allí vive un Kafka rubio. Los elefantes mugen su paciencia infinita y dan forma de verso a las traiciones. Hijos seculares de las derrotas cristianas.
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