Hay seres nacidos para la historia. Personajes que nunca sabes si aún viven porque son acervo nacional, placas en las calles, menciones enciclopédicas. Crees que son privilegiados y que ese olimpo patrio los alimenta de forma angelica. En pocos casos sus errores son condonados colectivamente y, en sus peores momentos, mantienen unanimemente su vínculo con la eternidad. Adolfo Suarez es uno de ellos. Y Suarez vive.
Incluso en su declive político y familiar (esa tragedia griega llena de cancer) nadie ha podido olvidar esa imagen de juventud emprendedora, de pais renacido tras completar un reto mágico de la mano de un hombre nuevo. Muchos han envidiado a ese hombre escogido. «Adolfo, te quiero pedir un favor», le dijo el Rey. Muchos consideran que Suarez ya recibió suficiente remuneración con cumplir el favor.
Mi padre era un hombre que, enfermo, siguió a Suarez. Era como él, un tipo de pueblo castellano, sin posibles. Suarez llegó a llevar maletas en la Renfe y sacó adelante su carrera de Derecho por libre, sin asistir a clase. No se lo podía permitir. No tenia la inteligencia o formación academica de su traidor Herrero de Miñón. No tenia el respaldo de un populismo socialista. Estaba solo muchos días. Hubo quien acusó su pasado de funcionario franquista, como siguen haciendo con Fraga. Su papito no tenia una vaqueria como el de Felipe y tenía que vivir de su trabajo. Un dia recibió a unos empresarios y, al terminar, pidió que se quedara uno. Preguntó a este hombre, ahora rico, si recordaba al muchacho que ayudó sus primeros pasos y que despidió. No recordaba nada. Era él. Suarez siempre sonreía y daba palmaditas cuando daba lecciones, afablemente. Tenemos que ser cuidadosos. Nunca sabemos si ese meritorio al que maltratamos será el lider del futuro.
Toda una generación recuerda su percha de encargado de El Corte Ingles, su sonrisa carismática y posibilista. Nadie ha visto su presencia fantasmagórica por los pasillos de casa. Luis del Olmo organiza un homenaje a Adolfo Suárez el 9 de junio en el Circulo de Bellas Artes. Sienten remordimiento de conciencia tras semejante olvido histórico. Adolfo Suárez no sabe quién es, no conoce a sus hijos y en ocasiones excepcionales es capaz de llamar por su nombre a su ama de llaves durante más de 30 años. El primer presidente del Gobierno de la democracia lo ha olvidado todo y muchos se apropiarán de su vida, su obra, sus logros. ¿Quien defiende la memoria de este hombre de semejante expolio? Resulta terrible la historia y su desazón por los números y los cargos. Resulta triste creer que ya no perteneces a nada ni a nadie sino a los libros y que tu carne macerada y triste intenta localizar tu boca para que grites, en tu soledad infame, que Adolfo Suarez vive. Gracias, Duque.
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