La visión del mundo de ZP ha sido criticada con fakes como este que son penosamente excesivos, muy al estilo de los dobermans vergonzosos de Alfonso Guerra. Sin embargo, sus pequeños actos si revelan un desorden mental, una peculiar desmemoria casi paranoica. Mauthausen constituye su última y nauseabunda vergüenza. Presidió con la parienta un acto celebrado en un monumento dedicado a los españoles y portando numerosas banderas republicanas y de Cataluña, Euskadi y la Comunidad Valenciana. España tiene bandera propia y tiene monarca. ZP es el presidente.
La derrota de 1939 fue infringida por media España. Ahora la venganza se ejerce contra toda la población. La inocente masa que vivió feliz durante el periodo de Franco es acusada de colaboracionismo desde el rencor del perdedor y nuestra memoria es masacrada. Alberti fue el asesino real de Lorca, Miguel Hernandez fue abandonado a su suerte por los suyos y asesinado como Jose Antonio o Calvo Sotelo; los muertos del 11-M han sido apropiados; nadie quiere recordar la guerra civil de Carrillo, Largo Caballero, Companys y el carnicero Indalecio Prieto, ni la inoperancia del torpe Durruti... Mauthausen fue el final de muchos. Para los republicanos solo fue un episodio mas en su derrota continuada que aún progresa por España en una sublimación de mongolos.
Esa adjudicación partidista de lo que todos queremos olvidar, inmersa en la moralina judeo-cristiana que tanto detestan, llega hasta uno de los momentos mas terribles de la historia del hombre civilizado. Peta Zeta ha mojado hoy el pan en los cadáveres de tal genocidio, lo ha mordido y lo ha saboreado. Es la peculiar manera de entender la comunión cristiana desde la derrota. Ahora la república (inexistente entonces) luchó a los nazis.
Zeta Peta quiere olvidar el mensaje milenario que representa este campo. No fue la tumba de la dignidad de gitanos, judios, católicos (santos como Edith Stein), comunistas, kurdos, musulmanes; no fue el mayor drama aglutinador de la raza humana. En la pequeñez mental e infantil del presidente Rodriguez fue solo un drama republicano. Podría llamarse paranoia pero para eso se requiere una gran inteligencia desintegradora. Es una muestra mas de lo que supone la relevancia política otorgada a un hombre que reside en un pasado imaginario heredado de un abuelito agitador idealizado, un hombre que humilla a media ciudadania diariamente, que reabre heridas por capricho, que languidece en patochadas pueblerinas y permanece abierto a iniciativas que reafirmen su condición de mediocre ser irresponsable que come del dinero publico desde que dejó la facul y vive en un letargo meramente idiota.
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