jueves, septiembre 18, 2008

Otra reedición de Stefan Zweig

Editorial Sequitur reedita El misterio de la creación artística, una pequeña joya en forma de conferencia que incluye una serie de cartas que Stefan Zweig escribió a su mujer desde Argentina sólo dos años antes de su suicidio conjunto, y en las que, a modo de prefacio, el propio autor relata el ambiente y circunstancias que rodearon la preparación de la conferencia que forma el núcleo del libro. El volumen se complementa con la oración que pronunció Zweig en el funeral del poeta y compositor Hugo von Hofmannsthal y con el artículo “Retrato de Toscanini”, que sirvió de prólogo al libro de Paul Stefan sobre el músico italiano.

“Donde no preguntamos, nada aprendemos, y donde no buscamos, no encontramos nada”. Así se expresa Stefan Zweig en El misterio de la creación artística, una conferencia pronunciada en Buenos Aires después de su exilio y no mucho antes de su triste y desesperanzado suicidio en el Brasil. Esta frase hábil, casi retórica, lúcida y luminosa por encima de cualquier otra consideración, refleja al Zweig más íntimo y crepuscular, aquel “humanista retrasado y fuera de tiempo” como lo definió Claudio Magris, otro pensador o escritor hermosamente crepuscular. La frase contiene, en apenas dos formulaciones paralelas, la obsesión primordial del escritor vienés, una obsesión a la que volvería una y otra vez en casi todas su obras, inmerso en su alentadora persecución de lo inexplicable: el misterio latente en aquellas obras únicas, en los momentos clave de la historia, en la capacidad transformadora de algunos hombres y mujeres, en su ansia de rebeldía y su voluntad inquebrantable de permanecer.

¿Qué se oculta en una obra de arte? ¿Cómo pudo un hombre –Mozart o Bach o Wagner- alcanzar los límites de lo aprehensible y acercarse tanto a lo divino, a lo no explicable? A estas preguntas dedica Zweig su conferencia, una breve indagación sobre el enigma del nacimiento de una obra maestra a través de postulados lógicos y argumentos hilados desde el profundo conocimiento y el sincero amor por lo bueno y lo bello. Porque Stefan Zweig, digámoslo ya, fue él mismo un artista y, por ello, para Zweig, intentar descubrir el misterio del arte (tarea imposible y titánica, abocada al fracaso hermenéutico) es gozar del arte mismo. En su análisis del proceso de creación Zweig enfrenta la facilidad de un Mozart a la esforzada y sufriente búsqueda de un Bach sin poder decantarse entre uno u otro a la vista de sus resultados.

Fascinado por la lucha de una voluntad individual enfrentada a mil obstáculos, incapaz de dilucidar el modo adecuado o la fórmula exacta, Stefan Zweig encontrará la clave en la “fe en la ley suprema del arte”, una fe que sabemos que viene y va con el tiempo pero que, en él, aparece como inapelable y necesaria, casi como lo único a lo que aferrarse en tiempos de desdicha. Su defensa del individuo trasciende, así, lo político para situarse en un lugar más evanescente pero también más firme, pues la obra de arte, si es tal, finalmente acabará por imponerse. Se hará así cierta esa idea encontrada en unas notas antiguas sobre otro libro de Zweig (Castelio contra Calvino) y robada de un tercer libro asimismo misterioso. En ella, el incomprensible (e incomprendido) Jacques Lacan, otro curioso optimista, aconseja escribir, y hacerlo “bajo la suposición de que la letra llega siempre a destino… sin importar los siglos que transcurran”. Letra o música, color o volumen, el arte –dice Zweig- merece la pena y sus escritos, poco a poco y a veces con tardanza, van llegando afortunadamente a su destino.

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    • Carta de una desconocida de Stefan Zweig
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      Ayer, mientras me disponía a dormir en la antigua habitación que me correspondía en la casa de mis padres, decidí leer un relato corto antes de quedarme dormido. Echando un vistazo rápido me quedé con un libro pequeñito de Zweig, que me pareció lo más apropiado. Grande sería mi sorpresa,cuando empiezo a leer las primeras líneas del segundo párrafo: “mi hijo ha muerto ayer. Durante tres días y tres noches he estado luchando con la muerte, queriendo salvar esta pequeña y tierna vida, y durante 40 horas he permanecido sentada junto a su cama, mientras la gripe agitaba su pobre cuerpo, ardiente de fiebre día y noche. Al final he caído desplomada. Mis ojos no podían ya más, y se me cerraban sin que yo me diera cuenta. he dormido durante tres o cuatro horas en la dura silla, y mientras dormía se lo ha llevado la muerte.” El relato es extremadamente descarnado y deja a la luz la fuerza intempestiva del carácter del autor. El amor se vive en esas páginas como algo que nunca ha de ser visto, como si nuestras sombras vivieran por nosotros y la noche se convirtiese en nuestro día. Si a alguien le interesa adentrarse en el mundo de Zweig
      , acá les dejo el sobregogedor cuento del cual les estoy hablando.
      Carta de una desconocida

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