Los dos máximos responsables soviéticos de Spandau se ensañaron con el lugarteniente de Hitler, Rudolf Hess, durante las dos últimas décadas de los cuarenta años que pasó en reclusión solitaria en esa prisión aliada berlinesa. La noticia en otras webs en español. Eso es lo que se desprende de documentos que se conservan en el archivo nacional de Kew (Reino Unido), citados por el diario The Times, y que presentan a esos funcionarios soviéticos como una versión siniestra de la pareja del cine cómico conocida como "el gordo y el flaco". Los soviéticos se negaron hasta el último momento a escuchar los ruegos de los representantes en la prisión de las otras potencias vencedoras de la Alemania nazi para que relajaran el duro régimen que le habían impuesto. Frente a los llamamientos a la compasión que lanzaron EEUU, Gran Bretaña y Francia, los soviéticos decidieron que Hess debía "purgar hasta el último aliento los crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial". Las minutas de las reuniones entre los cuatro gobernadores, que representaban a cada uno de los cuatro aliados, muestran cómo los soviéticos estaban decididos a mantener su propia "guerra fría" en Spandau pese a la supuesta distensión entre Moscú y Occidente en los años setenta.
Según los documentos publicados, el gobernador británico de Spandau, Bob de Burlet, escribió en mayo de 1974: "El gobernador soviético, Voitov, bajo y gordo, y su secuaz principal, Fedorov, delgado y cetrino, son un par de individuos mezquinos y huidizos que cumplen a la perfección el papel de unos siniestros Laurel y Hardy". En contra de los deseos de los otros tres gobernadores, los funcionarios soviéticos se empeñaron en quitarle a Hess las gafas todas las noches para que no pudiese leer y se negaron a darle calcetines de invierno para que pudiese protegerse mejor del frío. Asimismo ordenaron la destrucción de todos los cuadernos en los que anotó sus pensamientos. En febrero de 1974, cuando Hess estaba a punto de cumplir los ochenta, el gobernador británico escribió a propósito del comportamiento de sus colegas soviéticos: "La guerra fría de Spandau está dirigida tanto contra los aliados como contra Hess". El prisionero solitario de Spandau tenía órdenes del gobernador soviético, Voitov, de levantarse cada vez que éste entraba en su celda. Los funcionarios soviéticos insistieron asimismo en censurar las cartas que Hess escribía regularmente a su esposa aunque, según el gobernador británico, esas cartas eran el único "ejercicio intelectual" que tenía el ex jerarca nazi. Hess fue condenado a cadena perpetua en el proceso de Nuremberg (Alemania) al final de la Segunda Guerra Mundial tras ser declarado culpable de conspiración para lanzar una guerra de agresión y otros crímenes contra la paz. Junto a otros seis prisioneros nazis, fue enviado a la prisión militar aliada de Spandau el 18 de julio de 1947, donde moriría cuarenta años después a la edad de 93 años. Hess había pasado los cuatro últimos años de la Segunda Guerra Mundial en una celda en la Torre de Londres tras lanzarse en paracaídas sobre Escocia, cerca de Edimburgo, desde un avión Messerschmitt en el transcurso de una misión secreta para negociar una paz con Gran Bretaña.
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