Desde hace varios días paseo por lugares nuevos. Vacíos. Cada vez mas lejos de mi origen. La vuelta será, cada semana, mas dificil. Son terrenos nuevos pero parecen muy viejos. No hay apenas verde. Piedras pequeñas, tierra de cantera. Un arbusto alto es todo un oasis. Reposo bajo sus durezas y valoro una ramita que es entonces un tesoro.
Siento culpa muchos días. No estoy cumpliendo. Ahogo mis recriminaciones con lo innombrable. Y busco bares. No es bueno no hablar con gente, aunque sean desconocidos. Es el minuto mágico en el que sonrío a "la normalidad".
La lentitud es mi mayor fobia. Una gota de agua, una brisa lenta percutiendo la piel, es la tortura mas terrible que puedo imaginar. La vida es desgaste oculto. La acción solo nos pretende privar de esa enfermedad llamada tiempo. Es la mayor mentira humana. Un postizo que nos agarra la mano.
Mi inacción es otra forma furiosa de movimiento. La radicalidad es eso. Lo mas lento y lo mas veloz se hacen uno. Su sendero no te lleva a sitios. Te lleva a tí. Entra y perfora entrañas. Cada hora es un cambio en esa célula profunda y te pudre hasta oler a carne quemada. Y no hay destino. Caminar sin destino se convierte en una sosegada forma de asesinato.
Hoy pedí una gracia a Karol. Cuando sostuve la estampa pedí perdón a Victor por relegarle. Victor me ayudó hace dos años. Pero aún no es beato. Al terminar con los dos sentí ese vacío de la montaña árida en el pecho. Es el frío metálico del pais nuevo. Un país que me dice que Karol o Victor no existen.
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