martes, mayo 27, 2008

Leann Rimes & Elvis Presley - Amazing Grace

Mola mazo el viejo Neil Diamond

Hoy pude escuchar su ultimo CD: Home before dark y me gustó. Sobre todo el If I don´t see you again de mas de 7 minutos.

La larga sombra de Andrés Nin

ALCALÁ de Henares ha sido durante décadas un lugar asociado con algunos de los mayores y más nobles logros de España. Fue allí donde el cardenal González de Mendoza se encontró por primera vez con Colón y accedió a presentarle a los Reyes Católicos. Fue allí donde su sucesor, el cardenal Jiménez de Cisneros fundó su Universidad Complutense (el nombre en latín para Alcalá) y encargó la elaboración de su maravillosa Biblia en siete idiomas. Y allí nació también Cervantes, además de Manuel Azaña, un excelente escritor aunque no fuera un político muy afortunado.
Teniendo en cuenta estos acontecimientos magistrales del pasado de Alcalá, debe de parecer inapropiado que la ciudad fuera también el escenario de uno de los sucesos más deshonrosos de la historia de España: el asesinato en 1937, en plena Guerra Civil, del antisoviético Andrés Nin. Nin y los que con él formaban parte de un pequeño partido conocido con el nombre de Partido Obrero de Unificación Marxista habían sido comunistas en los años veinte. De hecho, Nin, hijo de un zapatero de El Vendrell, Tarragona, y en otra época anarcosindicalista, había quedado tan impresionado por la revolución rusa que pasó una época viviendo en Moscú y trabajando para el Profintern, la organización comunista de sindicatos. Pero Nin y muchas personas como él se desilusionaron: la persecución de Trotski llevada a cabo por Stalin fue un momento crucial para todos estos revolucionarios, y Nin se volvió a España para lamerse las heridas junto con sus camaradas.
En el ámbito político, estos ex comunistas se reunieron en un primer momento en un diminuto partido llamado Bloque Obrero y Campesino (BOC), que se unificó con otros anticomunistas radicales para formar el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). En un pasaje ingenuo de mi libro La Guerra Civil española denominé a estos revolucionarios nacionalistas «semi-trotskistas», una designación que provocó la burla de algunos de ellos más adelante. Cambié esa descripción en las ediciones posteriores de mi obra, pero creo que era un nombre mejor de lo que aparentaba. Recuerdo que cuando estaba escribiendo el libro, el ilustrado socialista inglés Tony Crosland le dijo a su mujer: «¿Sabes? Hugh nos va a contar todos los detalles acerca de aquello en lo que se equivocó el POUM».
Muchos años después, llegué a conocer a varios de esos poumistas de antaño. Su principal motivación política era un anticomunismo feroz y bien informado. Por ejemplo, en Nueva York conocí a Joaquín Maurín, el líder, junto con Nin, del POUM. Era difícil distinguir en este encantador periodista liberal al fiero enemigo del capitalismo de original intelecto que había sido otrora. No cabe duda de que sus años como refugiado en la España nacionalista debieron de arrancarle ese espíritu. Pero aun así, sigue mereciendo la pena citar su recordatorio de que el fascismo fue la herejía de la izquierda y no de la derecha.
En Londres conocí a Julián Gorkin (Gómez), que había sido fundador del partido comunista en Valencia. Me confesó que lo que le llevó a separarse allá por 1927 de los comunistas sovietizados fue la orden procedente de Moscú de asesinar al general Primo de Rivera. En la década de los cincuenta, cuando lo conocí, Gorkin se vio implicado en el ataque inteligente e intelectual al comunismo del Congreso por la Libertad Cultural. Su descripción de las actividades de la Internacional Comunista en España me pareció tan electrizante como reveladora. Por ejemplo, comparaba a Codovilla, el representante argentino del Comintern (la organización de la Internacional Comunista), con Svengali, un director de escena decidido a convertir a La Pasionaria en oradora.
Y por último estaba Víctor Alba, al que llegué a conocer como traductor realmente brillante. Tradujo mi libro La conquista de México con erudición, sensibilidad y pasión, y el memorando publicado en la edición española de esa obra, en el que explicaba lo difícil que le había resultado, estaba maravillosamente escrito. Por aquel entonces, Alba había sido prisionero de una cárcel nacionalista, periodista del Excélsior en México y profesor de ciencias políticas en una universidad de Estados Unidos. Pero cuando yo lo conocí, había vuelto a Sitges, donde vivía junto al mar, rodeado de sus enciclopedias, sus diccionarios y su familia (que lo ayudaban con sus traducciones). Llegué a cogerle mucho cariño. Escribió un gran número de libros interesantes, entre los que se encuentran sus memorias, Sísifo y su tiempo, una obra magnífica. Contiene la mejor explicación de las atrocidades cometidas en el bando republicano que conozco: «Ni yo ni nadie que conociera, ni los dirigentes hicimos nada para impedir los asesinatos e incendios. El silencio, la cautela o la indiferencia fueron la actitud general, especialmente de los que después se desgañitaban asegurando que si la CNT no hubiese cometido tantas barbaridades habríamos ganado la guerra. Hablando de represión, hemos de emplear la primera persona y no la tercera. Callar es también una manera de hacer. Y todos callaron. No creo que esto fuese en general producto del miedo, sino de la indiferencia, derivando de la convicción íntima de que en bloque las víctimas se lo merecían, cuando menos porque, de haber vencido, habrían actuado como los incontrolados. De hecho, allí donde podían, lo hacían, pero controlados» (Sísifo, 127).
Cuando estalló la guerra, en 1936, el POUM, como parte del ala izquierdista de la alianza, formaba parte del Gobierno catalán. Nin fue Consejero de Justicia durante tres meses. Pero parece que sólo trabajaba como tal por las tardes y que se reservaba las mañanas para el POUM. Hiciera lo que hiciera en ese puesto, no fue capaz de influir demasiado en las colosales injusticias de su época «en el poder». Después de eso, el POUM se convirtió en el objetivo de los ataques comunistas como medio para vengarse de aquellos que parecían haber traicionado al partido en los años veinte. Además, Nin cometió el error de insinuar que debían acoger a Trotski en Barcelona. Los comunistas no podían perdonarle algo así. Los anarquistas, que tenían mucho más peso, también estaban en el punto de mira de los comunistas.
Dentro del bando republicano, las luchas estallaron en mayo de 1937: los anarquistas abandonaron el Gobierno y a los líderes del POUM se los acusó de ser franquistas encubiertos. Los comunistas arrestaron a Andrés Nin y se lo llevaron de Barcelona a Alcalá de Henares, iniciativa impulsada por la policía soviética, cuyos agentes se aprovechaban de su situación como representantes del único país que ayudaba a la República con armas para hacer más o menos lo que se les antojaba. Los dos delincuentes implicados en el arresto, el brutal interrogatorio y el posterior asesinato de Nin fueron un ruso, Alexánder Orlov, y un húngaro, Ernö Gerö. A pesar de las refinadas técnicas de tortura empleadas por estos mostrencos, Nin se negó en redondo a aceptar que el POUM y él fueran agentes fascistas, aliados secretos de Franco. Los comunistas empezaron a admitir que la muerte de Nin había sido obra suya en los años setenta, pero no antes. Orlov murió más adelante como refugiado en Estados Unidos; Gerö fue ministro del Interior de Hungría en los años cincuenta y quedó manchado de la sangre de muchos de sus compatriotas húngaros antes de morir en Rusia en 1980.
Ahora, José María Zavala, en su excelente biografía En busca de Andreu Nin, ha demostrado más o menos en qué parte de Alcalá estuvo encarcelado Nin y ha sacado a relucir muchos detalles de sus últimos días. Por muchas que sean las dudas que podamos tener acerca de la vida anterior de Nin, lo que sí podemos decir con toda certeza es lo mismo que lo que Malcolm comenta en Macbeth sobre el «Thane» (noble medieval): «Nada en su vida le sentó tan bien como el dejarla».
Lo que quizá sea ahora necesario es una estatua de Nin en Alcalá. Murió como consecuencia de sus convicciones, por mucho que podamos disentir de lo que quería intentar y hacer. Un programa «semi-trotskista» no resulta muy atrayente ahora. Nin fue víctima de un complot internacional que desacredita al Gobierno republicano. Para reparar el daño, Nin debería ser recordado como es debido. Quizás el Cardenal Cisneros habría estado de acuerdo.
HUGH THOMAS

miércoles, abril 02, 2008

House of Jordan

Kravchenko, pionero de la disidencia, reseña de JM Marco

Víctor Kravchenko murió violentamente en 1966, como consecuencia de unas heridas de bala. Ruso, ingeniero de profesión, había ganado dinero en Perú y se había instalado en Manhattan. Su hijo nunca creyó que la muerte fuera un suicidio. Siempre mantuvo que su padre fue asesinado por los servicios secretos soviéticos. No resulta inverosímil. Desde que salió de la Unión Soviética, a mediados de los años 40, Kravchenko vivió una aventura extraordinaria. En su país –por así llamarlo– había llegado a conocer como pocos la realidad del monstruo comunista. Había nacido en una familia perseguida por el zarismo y saludó el golpe de estado leninista como una emancipación. Y se convirtió en un joven comunista comprometido y serio.
Pero pronto se dio cuenta de la realidad. Sufrió persecuciones, aunque su capacidad profesional y su intuición le llevaron a salvar todos los escollos, incluida la gran purga desencadenada por Stalin tras el asesinato de Kirov, novelada con mano maestra por Victor Serge en El caso Tuláyev.
Como culminación de una carrera accidentada, pero conducida con mano firme, Kravchenko consiguió ser destinado a un puesto en Washington. Ya lo tenía todo planeado. No volvería jamás a la Unión Soviética.
Los últimos capítulos de
Yo escogí la libertad cuentan de forma inolvidable, digna de Ninotchka –de la que, por cierto, existe una curiosísima secuela española titulada Escuela de comunismo–, los primeros días en Canadá y en Estados Unidos del grupo de rusos que acompañaban a Kravchenko: todos compartieron la misma ingenua admiración ante la abundancia y el mismo desconcierto ante una libertad que les confunde, sin que sepan qué hacer con lo que se les aparece como pura y simple "anarquía".
Kravchenko sí sabía lo que quería, y en su libro relata la presión oficial de la que eran objeto los funcionarios en el extranjero, así como la persecución a la que fue sometido en cuanto dio el paso de romper con los soviéticos.
No cuenta, claro está, lo que Horacio Vázquez-Rial narra en un prólogo conciso y jugoso. Y es que la publicación de Yo escogí la libertad en inglés y luego en francés provocó un proceso, un intento de repetir las purgas estalinistas en… París. Lo puso en marcha el Partido Comunista de Francia, y contó con la colaboración de parte de la plana mayor de la intelectualidad de este país, algunos de cuyos miembros habían vivido sin mayores problemas bajo la ocupación nazi. Kravchenko lo ganó, pero la propaganda comunista había logrado contrarrestar, al menos en parte, el escándalo suscitado por el libro.
En Estados Unidos, Kravchenko se había dado cuenta del éxito de la mentira comunista. A pesar de la información que circuló desde el primer momento, la opinión pública occidental, incluida la norteamericana, estaba dispuesta a creerse a pies juntillas la farsa del paraíso soviético. La publicación de su libro, en 1946, constituyó un torpedo en plena línea de flotación de esa ilusión criminal.
Sin ahorrar detalles, con la claridad de quien lo ha vivido todo en primera persona y la frialdad de un ingeniero, Kravchenko describe en esta autobiografía novelada su experiencia de la realidad comunista: las muertes por hambre, las arbitrariedades, la mentira sistemática, los chantajes, la represión, las torturas, los campos de concentración, la bestialidad y el envilecimiento moral a que conduce sin remedio el socialismo real.
Yo escogí la libertad fue un gigantesco éxito en su tiempo. No pudo echar por tierra la mistificación comunista, pero abrió una brecha que tuvo particular importancia en la evolución de la derecha norteamericana, a la que proporcionó argumentos para elaborar una posición, firme desde entonces, contra quienes habían sido los aliados contra Hitler. Su lectura, hoy en día, sigue siendo tan apasionante como lo debió de ser a mediados de los años 40. Víctor Kravchenko, como Victor Serge o Victor Souvarin, pertenece a la generación de disidentes de antes de la guerra a los que se ya refirió
Carlos Semprún en estas mismas páginas. Luego vinieron los grandes testimonios de Soljenitsin o de Shalámov, entre otros muchos.
El libro de Kravchenko carece de la intensidad dolorosa, casi insoportable, de los Relatos de Kolymá de Shalámov, o de la amplitud y la profundidad humanista de las novelas y testimonios de Soljenitsin. Pero, gracias a su sencillez periodística, se lee de un tirón y nos sigue enseñando nuevos aspectos de las abominaciones cometidas en nombre de la gran utopía del siglo XX.
Como libro pionero de la disidencia, Yo escogí la libertad sigue siendo una lección, casi un manual, sobre el poder de la mentira. También, por tanto, para los tiempos oscuros que nos ha tocado vivir.
VÍCTOR KRAVCHENKO: YO ESCOGÍ LA LIBERTAD. Ciudadela (Madrid), 2008, 320 páginas.

La actitud conservadora, reseña de Antonio Golmar

A menudo los diálogos políticos más enriquecedores no se producen en la arena mediática, sino en el reducido ámbito de la academia, que genera los argumentos que luego dan forma y contenido a los programas de los partidos. Uno de los más interesantes del siglo XX fue el que mantuvo Michael Oakeshott con socialistas y liberales tras la Segunda Guerra Mundial.
El de 1944 fue un año crucial para el pensamiento político liberal:
Friedrich Hayek y Ludwig von Mises publican casi al unísono Camino de servidumbre y Gobierno omnipotente. En medio del debate sobre las virtudes de la economía de guerra y la intervención masiva del Estado para asegurar la paz y la prosperidad, estos dos autores señalan que el Gobierno no solamente no es parte de la solución, sino que constituye la principal causa del problema, esto es, la tiranía y la guerra.
Tres años después, y coincidiendo con la creación de la
Sociedad Mont Pelerin, sale a la luz el ensayo Racionalismo en política, donde Michael Oakeshott critica severamente la "política de la perfección" y de la "uniformidad" y lamenta el excesivo racionalismo, que tiene su origen en "la exageración de las esperanzas de Bacon y en el desprecio por el escepticismo de Descartes" y se manifiesta en la transformación de las tradiciones en ideología. Su desafío a los liberales se encuentra resumido en esta alusión directa a Hayek:
Tal vez sea esto lo más importante de Camino de servidumbre de Hayek, no la contingencia de su doctrina, sino el hecho de que sea una doctrina. Planificar para resistir cualquier planificación puede ser mejor que su contrario, pero pertenece al mismo estilo político. Y sólo en una sociedad profundamente infectada por el racionalismo la transformación de las fuerzas tradicionales de resistencia a la tiranía en una ideología consciente puede ser considerada un refuerzo de aquéllas.
El desafío a los liberales austriacos continúa en 1956, cuando Oakeshott, que llegó a la London School of Economics de Londres a enseñar Ciencia Política el mismo año en que Hayek abandonó esa universidad para recalar en Chicago, pronuncia su célebre conferencia "On Beign a Conservative", traducida al español como "La actitud conservadora", en la que dice cosas como la que sigue:
Ser conservador consiste (...) en preferir lo familiar a lo desconocido, lo contrastado a lo no probado, los hechos al misterio, lo real a lo posible, lo limitado a lo ilimitado, lo cercano a lo distante, lo suficiente a lo superabundante, lo conveniente a lo perfecto, la felicidad presente a la dicha utópica.
Es ésta una fórmula que muchos habrán oído reproducida con más o menos acierto pero que hasta ahora no había sido publicada en nuestro país (sí en México, en el Fondo de Cultura Económica). Por segunda vez, Oakeshott lanza el guante a los que, según él, "no valoran nada, cuyos vínculos son efímeros y desconocen el amor y el afecto". Sin mencionar a nadie en particular, el británico repasa algunos de los argumentos formulados en obras anteriores y basa su defensa del cambio lento y no animado por una visión de la perfección en los conceptos de racionalidad limitada y consecuencias imprevistas.
Tales nociones, aplicadas posteriormente a la sociología electoral y a la teoría de las organizaciones, marcarían a las generaciones posteriores de estudiosos de la democracia y constituyen en la actualidad la base del intenso debate entre los mal llamados partidarios de la "democracia minimalista" y los denominados "fundamentalistas democráticos" de la izquierda. También entre las distintas corrientes liberales (Estado Limitado, Estado Mínimo y anarco-capitalismo), en cuyas discusiones subyace a menudo, si bien de forma distorsionada, debido al influjo de la respuesta de Hayek a Oakeshott en
Por qué no soy conservador (1959), un análisis y refutación de los argumentos del británico difícil de entender y de valorar sin acudir antes a su fuente, que es la conferencia de Swansea.
Por eso la lectura de La actitud conservadora es una tarea casi obligada para cualquier interesado en una comprensión cabal del liberal-conservadurismo, que al contrario de lo que muchos piensan no tiene su origen en el referido economista austriaco, sino en Oakeshott, quien señala (o profetiza) el triunfo y preponderancia del hábito mental progresista y advierte contra una de las modas del pensamiento posmoderno: la sustitución de las herramientas y de las reglas generales sancionadas por la experiencia por una serie de proyectos basados en el conflicto y en la generación y liberación de energía desbordada. Sin embargo, "cuanto más ansioso esté por ganar éste [el juego] un participante, más valioso será un conjunto inflexible de reglas".
Es por esta vía, y no por la del organicismo ni por la religión, como le achacan sus críticos libertarios, que Oakeshott llega a la conclusión de que en política "el hecho de gobernar es una actividad limitada y específica que se refiere a la provisión y salvaguarda de reglas generales de conducta, entendidas éstas no como imposiciones de actividades sustantivas, sino como instrumentos que permiten a cada cual desarrollar, con la menor frustración, las actividades de su propia elección", y no, en cambio, "transformar un sueño privado en una forma pública y obligatoria de la vida".
Por otra parte, advierte de que la función del Gobierno "no consiste en imponer otras creencias y actividades a sus súbditos, ni tampoco en protegerlos ni educarlos; ni en hacerlos mejores o más felices en otra forma; ni en dirigirlos ni estimularlos a la acción; ni en guiarlos ni coordinar sus actividades para evitar motivos de conflicto". Sin embargo, y ahí se produce un nuevo motivo de complementariedad entre liberales y conservadores, Oakeshott no piensa que sea necesario apelar al libre juego de la elección humana como valor absoluto, ni a la propiedad como derecho natural, para defender un Estado limitado:
[Los sueños de los políticos] no son diferentes de los de las demás personas, y si ya resulta aburrido tener que escuchar una y otra vez los sueños de los demás, intolerable sería que se nos obligara a realizarlos. Toleramos a los monomaníacos, es ya una costumbre hacerlo; pero ¿por qué habrían de gobernarnos? (...) Dado que la vida es un sueño, pensamos (con lógica plausible, pero errónea) que la política debe ser un choque de sueños en el que esperamos imponer el nuestro.
Por lo tanto, se equivocan quienes, como Paloma de la Nuez en su introducción de
Principios de un orden social liberal de Hayek, señalan que hoy en día "muchos conservadores se han acercado al liberalismo por su común oposición al socialismo y su defensa de la economía de mercado, aunque no comparten con los liberales ni un solo principio más". Se podría argumentar justo lo contrario, es decir, que el sesgo conservador que muchos han percibido en esta obra se deba precisamente a la relectura y reevaluación de las aportaciones anteriores de Oakeshott.
El debate sigue abierto, y lo más conveniente es actuar de forma precavida y desconfiada, ser conscientes de que tanto Hayek como Oakeshott evitaban en ocasiones referirse de forma directa a sus argumentos rivales. Ellos también caminaban a hombros de gigante, aunque fueran de su misma talla, pero tal vez la vanidad les impidiera reconocerlo.
En cuanto a la edición, es preciso felicitar a la editorial
Sequitur por su colección de textos políticos, que rellena un hueco despreciado injustamente por otras editoriales y pone a disposición del lector español ésta y otras obras fundamentales para entender las premisas en torno a las cuales gira la discusión política actual, tanto en la derecha como en la izquierda. La traducción de Javier Eraso Ceballos es excelente y especialmente meritoria, pues verter el estilo florido y a menudo sinuoso de Oakeshott sin restarle un ápice de elegancia no es tarea fácil. Si acaso, cabe achacar a la editorial la elección de una introducción demasiado intrincada, el "Oakeshott, Berlin y la Ilustración" del teórico socialista John Gray. Si bien su enfoque hipercrítico es ciertamente estimulante, creo que lidia de forma sólo indirecta con el objeto de la conferencia. Pero, como dice el mismo Gray, "esto es, como diría cada uno a su manera, otra historia".
MICHAEL OAKESHOTT: LA ACTITUD CONSERVADORA. Sequitur (Madrid), 2007, 91 páginas. ANTONIO GOLMAR, politólogo y miembro del
Instituto Juan de Mariana.

viernes, marzo 21, 2008

El tio mas listo del mundo.

Para tí es la vida, castor Lorenzo. El año que viene, tropa en los Scouts. Aquí el día 15 de marzo, partiendo de acampada.

jueves, marzo 20, 2008

Y Dios observa y Pessoa soy yo

Corre mi cuerpo y yo no estoy presente. Observo ficciones lejos de la cadera oxidada y el tendón ardiendo. Escucho a una lesbiana cantando country de forma impecable. La perfección de ese instante obvia las mundanas miserias de un trozo de carne castigado durante 55 minutos continuos, que de noche cuchichea con Marco Aurelio. Someto a una disciplina severísima al pobre amasijo de grasas, huesos huecos y fibras mediocres que solo conocen eso, la acción punitiva ambulatoria cada unos años. Mi cuerpo cambió a los 33 y ya superados los 40 necesita el dolor. La vida necesita dolor. Sin lo uno no acontece lo otro. En esa estoica sumisión, en plena fatiga rememoro los textos ad hoc de Pessoa, en los que uno se cuestiona la existencia de la idea de AUTOR. Solo existe un creador que ilumina a aquel que con mayor eficacia se ha aproximado a la esencia que trata de representar. Dios está en mi y mi vanidad es la que me aleja. Pessoa es un vehiculo triste pero afortunado. Yo soy Pessoa. Aquí mas que nunca. Y todo es vanidad.
"Recuerdo todavía (...) la tarde en que, meditando sobre estas cosas, decidí renunciar al amor como si renunciara a un problema irresoluble. (...) De repente se apoderó de mi un deseo de intensa abdicación, de clausura firme y última, una repugnancia por haber tenido tantos deseos, tantas esperanzas, con tanta facilidad externa para realizarlos, y tanta imposibilidad íntima para poder quererlo. Data de eso momento suave y triste el principio de mi suicidio"
Y otra reflexión brutal, cristalina:
¨la represión del amor ilumina sus propios fenómenos con mucha mas claridad que la experiencia misma".
El amor "es un concepto nuestro -es en suma a nosotros mismos- lo que amamos.

Pero esta teoría no deja de ser "un complejo ruido que hago llegar a los oídos de mi inteligencia, como para que no perciba que, en el fondo, no hay otra cosa que mi timidez y mi incompetencia para la vida".

La cadera me duele y corro en cámara lenta reflexionando mantras patéticos. Mi historia ya ha sido narrada. No me debe preocupar ese area de mi fracaso. Vanidad y dolor de cadera cabalgan juntos. Pessoa como instrumento de Dios. Yo en esos 55 minutos soy su sherpah mas voluntarioso.

miércoles, marzo 12, 2008

Depresión

El Porvenir para Zeta se inicia este pasado martes 11 de marzo. Ya tengo derecho a paro. Leo unas preciosas confesiones de Tolstoi. Leo las dietas de Montignac y Sears. Leo al padre Keating. Leo a Montaigne. Echo de menos correr. Y a Alario. Esto es un agujero. De cojones.

lunes, marzo 03, 2008

Stefany Hohnjec

Este resumen no está disponible. Haz clic en este enlace para ver la entrada.

La tercera virgen de Fred Vargas

Fred Vargas. El fantasma de una monja del siglo XVIII que degollaba a sus víctimas, cadáveres de vírgenes profanados, pociones mágicas que aseguran la vida eterna, un rival del pasado más lejano que habla en verso... Con todo esto se encontrará el comisario Adamsberg en esta inquietante y negrísima novela de Fred Vargas. La resolución de este complicado puzzle podría volver loco a cualquiera, pero no a Adamsberg. El comisario conseguirá descubrir la verdad, aunque ello le cueste no la razón sino el corazón. Leer fragmento (101,00 Kb).
BIOGRAFÍA Fred (Frédérique) Vargas (París, 1957) estudió Historia y Arqueología y ha publicado una serie de novelas policiacas que ha obtenido un gran éxito de crítica y público. Ha recibido, entre otros, el Prix mystère de la critique (1996 y 2000), el Gran premio de novela negra del Festival de Cognac (1999), el Trofeo 813 y el Giallo Grinzane (2006).

La mística salvaje de Michel Hulin. En los antípodas del espíritu

Aunque sean abundantes los estudios consagrados a lo largo del último siglo a la mística religiosa, ha sido muy escasa la atención prestada a aquellas formas de experiencia que, sin adscribirse a ninguna tradición religiosa particular, parecen merecer indiscutiblemente la consideración de «místicas». Una mística, pues, de difícil definición, ajena a la ortodoxia, y que Michel Hulin califica de «salvaje». Se trata de experiencias con frecuencia súbitas, inesperadas, que aparecen incluso en personas ajenas a toda preocupación religiosa: una repentina sensación de comunión espiritual con la naturaleza, la entrada en una realidad atemporal provocada por un recuerdo de la infancia en principio tal vez intranscendente, la fugaz percepción de un olor o un sabor... modalidades diversas de enfrentamiento inesperado con una realidad numinosa que procura la vivencia de un «sentimiento oceánico» ajena al universo religioso y que nos sitúa fuera de las coordenadas habituales de la realidad cotidiana. Pueden ser también experiencias inducidas por el consumo de determinadas substancias, tema que es analizado aquí con rigor y lucidez implacables.

sábado, marzo 01, 2008

Las Redes Humanas, Una Historia Global del Mundo, de JR McNeill y William H McNeill, editorial Crítica.


Me embaulo esto.
La caratula dice:
¿Por qué, cuándo y dónde surgieron las primeras civilizaciones? ¿Cómo se convirtió el Islam en una fuerza unificadora allí donde nació? ¿Qué es lo que permitió a Occidente llevar sus mercancías, y su poder, a todo el mundo desde el siglo XV? ¿Por qué se inventó la agricultura siete veces y la máquina de vapor tan sólo una?A preguntas como éstas, y a otras muchas, responden aquí dos reconocidos historiadores, padre e hijo, que se han propuesto escribir una historia totalmente renovada de las sociedades humanas. Para ello han recurrido a una aproximación original e ingeniosa: explorar las redes que, desde la noche de los tiempos, han ido tejiendo los seres humanos para la interacción y el intercambio, para la cooperación y la competición. Grandes o pequeñas, densas o tenues, estas redes han proporcionado el medio para que dentro de las distintas culturas, sociedades y naciones, y a través de ellas, circularan las ideas, las mercancías, el poder y el dinero. Desde las tenues redes locales que, hace doce mil años, caracterizaron las comunidades agrícolas, pasando por las redes metropolitanas más tupidas que conocieron Sumer, Atenas o Tombuctú, hasta la red electrificada global que hoy sitúa virtualmente al mundo entero en una corriente de cooperación y competición, los profesores McNeill nos enseñan que las redes humanas son un componente fundamental de la historia del mundo, y una formidable herramienta de análisis. .Alejados de cualquier determinismo, medioambiental o cultural, los autores nos ofrecen en Las redes humanas un espléndido panorama de las grandes pautas de la historia universal que ha merecido el siguiente comentario del profesor Alfred W. Crosby: "Si tuvieran ustedes que leer un solo libro sobre la historia del mundo, éste es el que deben escoger".
Las redes humanas, de McNeill y McNeill no es de redes, ni se parece en nada a Smart Mobs o a Emergence. Es un libro de historia que hace énfasis en las conexiones que ha habido entre las culturas y civilizaciones a lo largo de la historia, o dentro de cada cultura, entre sus diferentes componentes: urbano-rural, dirigentes-dirigidos, ricos-pobres.
Es un libro de la historia del mundo mundial. No hay ni gráficos de leyes de potencia, ni habla de los 6 grados de Milgram, ni siquiera se menciona a Pareto. Establecido lo que no es, el libro resulta interesante, porque muestra los efectos que produce el pertenecer a la red humana (que es web, no network en el original), o el cortar los lazos con ella, como hicieron los chinos en el siglo XVI o Brasil y los paises comunistas en el siglo pasado con sus medidas proteccionistas. En ese sentido, el libro es, en general, un alegato a favor de la globalización, aunque también se mencionan sus efectos negativos: la pérdida de diversidad (que es, ni más ni menos, una condensación de Bose-Einstein, aunque no lo digan) en todos los sentidos: desaparición de lenguas, de religiones, de especies comestibles, y de formas de gobierno (p. 364); se menciona que, en el año 2000, se extingue una lengua cada dos semanas. Sin embargo, la difusión de información en esa misma red hace que caigan los imperios. Por otro lado, es curioso ver cómo los primeros órganos internacionales surgieron precisamente de la red: la Unión Telegráfica Internacional, (ITU, pero ahora es de Telecomunicaciones, y se pueden mandar telegramas por Internet) surgió en 1868, incluso antes que la Unión Postal Universal (1874).En resumen, un libro bastante interesante, con una visión original (y amplia) de la historia, que resultará bastante legible hasta a quien no le interesen nada los reyes godos.

Poder terrenal de MICHAEL BURLEIGH

En las últimas décadas, Europa se está transformando en una sociedad posreligiosa que ha llegado a excluir de su futura constitución las referencias al papel del cristianismo en la historia del continente. Paradójicamente, este fenómeno va acompañado de llamadas a una renovada «religión política» basada en los valores de la democracia liberal para mantener unidas nuestras diversas sociedades en una época de amenazas externas impredecibles.
Ante esta situación, Michael Burleigh se ha propuesto indagar cómo hemos llegado a este punto crucial desde el punto de vista de la Historia, pues para comprender la situación actual de nuestra sociedad resulta imprescindible un estudio a fondo de las intensas luchas en torno a las creencias, y de la tendencia paralela hacia la secularidad.
Con un estilo vívido y estimulante, este libro presenta un vasto panorama del inextricable vínculo que ha unido política y religión desde la Revolución Francesa hasta la Gran Guerra, así como de los diferentes credos que han intentado desplazar al cristianismo. Algunos fueron breves y violentos, como el experimento jacobino. Otros, como el liberalismo o el socialismo, forman parte de nuestra cultura política reciente. Por otra parte, para que también quede patente la contribución del arte, la cultura y la ciencia al «desencanto» de nuestro mundo, Burleigh examina la obra de pintores como Zoffany y Jacques-Louis David, repasa las hazañas de Mazzini y Garibaldi, y analiza las luchas épicas entre Iglesia y Estado a través de la literatura inglesa y rusa del siglo XIX.
Revelador y original, Burleigh maneja con absorbente maestría y seguridad un maremágnum de ideas y detalles históricos para profundizar en el funcionamiento de la Historia de una forma nunca vista hasta ahora y que le confirma como uno de los mejores historiadores actuales.
Colección: TAURUS HISTORIA. ISBN y EAN 8430605932. 9788430605934. 624 pages. 23,50 € Caroooooooooooooooooo.
    • Creía que vivíamos en una democracia en libertad, ¿es tan chocante oír hablar a un liberal? Algunos libros de historia hacen oídos sordos al tema de la religión, en parte porque creen que se trate de una fuerza social reaccionaria, y cuando la mencionan es para descalificarla. Son libros basados en ideas previas. Yo tengo relación con muchas personas en Europa –Alemania, Francia, Italia– que no parten de estos supuestos. También con el mundo polaco que presenta una cultura muy interesante.Mi intento de salir de la corriente principal de la historiografía hace patente el provincianismo de quien habla así de religión.
    • Cuando comencé a escribir mi libro sobre el Tercer Reich me interesaba escarbar en cuál era el origen de semejante barbarie. Y eran los jacobinos. Estudiando otros momentos de la historia moderna comencé a darme cuenta de que todas estas teorías, desde la revolución francesa hasta el nazismo, eran intentos de reemplazar a la religión. Avanzando en mi investigación comenzaron a surgir dudas sobre otros temas, dudas que en ocasiones llegaron a ser casi irresolubles. Este libro es el fruto de estas investigaciones y su tesis es que los poderes políticos en la Europa moderna se sitúan como intentos de suplantar al cristianismo. Así, por ejemplo, me pregunté si realmente existió una secularización en el siglo XIX. La secuela de este libro, que irá desde la Primera Guerra Mundial hasta nuestros días, se llamará “causas sagradas”.
    • ¿El lugar de la religión política lo ocupan los regímenes estatalistas? Si tomamos los dos principales regímenes políticos del siglo XX, nazismo y comunismo, vemos que tienen patologías similares. En los nazis no encontramos la necesidad de que los perseguidos confesaran su “fe” en la ideología nazista antes de matarles. No necesitaban meterles las piernas en agua hirviendo o torturarles para que confesaran su “fe” en el régimen antes de pegarles un tiro. Entre los comunistas, sí. Hermann Göring, ministro de aviación, era protestante; Bernhard Rust, el ministro de cultura nazi era, formalmente, un católico y el mismo Heinrich Himmler, en 1943 nombrado ministro del Interior creía que el mundo estaba cubierto por una capa de hielo y que del cosmos surgió un rayo que rompió esta capa y de ella salió el primer ario. Sus colegas pensaban que estaba un poco loco, pero lo cierto es que existía una cierta pluralidad de opiniones en el consejo de ministros.Si pretendías ser herético en un consejo de ministros con Stalin, de un momento a otro acabarían contigo y era como si nunca hubieras existido. Esto es lo que le pasó a Yesov, quien mató a 600.000 personas por fidelidad al régimen y después terminó siendo asesinado por orden de Stalin. Increíble ¿no? Eso no pasaba ni en la Alemania nazi. Una vez me enteré de la historia del jefe de una fábrica textil soviética que no hacía más que mirar a sus telas. En un momento se dio cuenta de que en las telas, por un error, se podía entrever algo que parecía una cruz gamada. Tenía que destruir toda la tela, pero decidió colgarse, ahorcarse. Lo hizo por miedo. ¿No es asombroso que esto pueda sucederle a alguien? El hombre tiene la necesidad de reconocer un significado para su vida y para la realidad.Hay muchísimos científicos interesados en esto en Gran Bretaña, genetistas y neurólogos que investigan la razón por la que necesitamos creer en algo. Parece que es algo constitutivo del hombre, como el hard disc de un ordenador. No sé mucho de esto, pero parece un área de la ciencia muy interesante.
    • ¿Se identifica esta exigencia racional de significado con la dimensión religiosa de los hombres?Sí, ciertamente. A lo largo de la historia moderna, ¿cómo se resistieron los hombres a la pretensión del poder de llenar su necesidad religiosa?En la mayoría de las democracias occidentales el número de afiliados a partidos políticos disminuye casi tan rápidamente como bajan las personas que frecuentan las iglesias. Se están descolectivizando tanto la religión como la política. El jefe de los rabinos de Inglaterra, que me parece el líder religioso más interesante de Gran Bretaña con diferencia, dijo el otro día que nuestra sociedad empieza a parecerse a un hotel barato para agentes comerciales y debería ser como una casa de campo aristocrática en la que tanto el anfitrión como el invitado se conociesen y el invitado pudiese apreciar los cuadros del anfitrión y hacer preguntas sobre ellos, en lugar de quedarse en hoteles baratos. Es una metáfora muy interesante. Probablemente no he contestado a tu pregunta…
    • En una reciente entrevista en La Razón usted dijo: «Si se elimina la religión no hay nada que limite el poder». Toda la Modernidad, sin embargo, sostiene lo contrario. Sitúa la fuente de la libertad en el Estado y no en la persona…La historia ha sido trono y altar. La religión normalmente siempre ha estado al lado del poder político, como sabemos bien en España. Pero cuando un rey hacía un juramento ante Dios tenía que responder dentro de unos límites y en ello se jugaba también su paso al cielo. La religión, además, distingue las características entre un rey y un tirano. Yo no soy católico practicante, pero soy cristiano de cultura y hay cosas de esa cultura que están en nuestra vida y que se las debemos al cristianismo.
    • Tradición cristiana, Europa…Si vas al Prado y no conoces la mitología clásica el cincuenta por ciento de los cuadros te pasan desapercibidos, y si no conoces el cristianismo el otro cincuenta tampoco lo entenderás… Llegará un día en el que tengamos una generación de personas a las que les gustarán estos cuadros pero les resultarán tan incomprensibles como lo son para nosotros los jeroglíficos egipcios. No les dirán nada, y esto es muy triste.
    • Y sobre el valor de la persona, ¿qué aportación ha hecho el cristianismo?El cristianismo ha hecho explícito el valor absoluto de la persona al margen de su condición social, política o económica. Ninguna persona agresiva o malvada en su vida privada dirige comedores para pobres…

Michael Burleigh ha sido investigador en las universidades de Oxford y Cardiff, y en la London School of Economics. También ha sido profesor en diversas universidades norteamericanas, como Rutgers, Washington & Lee, y Stanford. Ha escrito siete libros, entre ellos, El Tercer Reich (Taurus, 2002). Su séptimo libro publicado es Poder terrenal (Taurus, 2005). Escribe habitualmente para el Sunday Times y el Times Literary Supplement.

PODERES TERRENALES. BURGESS, ANTHONY

La acción comienza en Malta. Kenneth Marchal, escritor encumbrado de 82 años y ya improductivo, agnóstico, homosexual y declarado apóstata, es requerido para que confirme una supuesta curación milagrosa de la que fue testigo hace medio siglo. El autor del prodigio es su amigo Carlo Campanati, elegido Papa con el nombre de Gregorio XVII y en proceso de canonización tras su fallecimiento. "Una novela grande y agustiniana", según sus propias palabras, que retoma el camino de Tolstoi, tras el "intento de Joyce de destruir la novela".
Anthony Burgess (1917-1993), compositor, novelista, poeta, periodista y guionista, no publicó su primera novela, Trilogí­a malaya, hasta casi los cuarenta años.
Anthony Burgess nació en Manchester (Inglaterra), el 25 de febrero de 1927. Especialista en fonética y literatura inglesa, fue profesor de la Universidad de Birmingham. Posteriormente trabajó para el servicio británico de Educación, primero en Inglaterra y posteriormente en Malasia y Borneo, donde escribió su Trilogía malaya. Autor de un buen número de novelas, bajo el seudónimo de Anthony Burgess y Joseph Kell, utiliza su nombre completo, John Burgess Wilson, para los estudios de crítica literaria.

viernes, febrero 29, 2008

The Method of Centering Prayer by Thomas Keating

Theological Background
The grace of Pentecost affirms that the risen Jesus is among us as the glorified Christ. Christ lives in each of us as the Enlightened One, present everywhere and at all times. He is the living Master who continuously sends the Holy Spirit to dwell within us and to bear witness to his resurrection by empowering us to experience and manifest the fruits of the Spirit and the Beatitudes both in prayer and action.
Lectio Divina
Lectio Divina is the most traditional way of cultivating friendship with Christ. It is a way of listening to the texts of scripture as if we were in conversation with Christ and he were suggesting the topics of conversation. The daily encounter with Christ and reflection on his word leads beyond mere acquaintanceship to an attitude of friendship, trust and love. Conversation simplifies and gives way to communing, or as Gregory the Great (6th century), summarizing the Christian contemplative tradition, put it, "resting in God." This was the classical meaning of contemplative prayer for the first sixteen centuries.
Contemplative Prayer
Contemplative Prayer is the normal development of the grace of baptism and the regular practice of Lectio Divina. We may think of prayer as thoughts or feelings expressed in words. But this is only one expression. Contemplative Prayer is the opening of mind and heart - our whole being - to God, the Ultimate Mystery, beyond thoughts, words and emotions. We open our awareness to God whom we know by faith is within us, closer than breathing, closer than thinking, closer than choosing - closer than consciousness itself. Contemplative Prayer is a process of interior purification leading, if we consent, to divine union.
The Method of Centering Prayer
Centering Prayer is a method designed to facilitate the development of contemplative prayer by preparing our faculties to cooperate with this gift. It is an attempt to present the teaching of earlier time (e.g. The Cloud of Unknowing) in an updated form and to put a certain order and regularity into it. It is not meant to replace other kinds of prayer; it simply puts other kinds of prayer into a new and fuller perspective. During the time of prayer we consent to God's presence and action within. At other times our attention moves outward to discover God's presence everywhere.
The Guidelines
  1. Choose a sacred word as the symbol of your intention to consent to God's presence and action within.
  2. Sitting comfortably and with eyes closed, settle briefly and silently introduce the sacred word as the symbol of your consent to God's presence and action within.
  3. When you become aware of thoughts, return ever-so-gently to the sacred word.
  4. At the end of the prayer period, remain in silence with eyes closed for a couple of minutes.

Explanation of the Guidelines

"Choose a sacred word as the symbol of your intention to consent to God's presence and action within." (cf. Open Mind, Open Heart, chap. 5)

The sacred word expresses our intention to be in God's presence and to yield to the divine action. The sacred word should be chosen during a brief period of prayer asking the Holy Spirit to inspire us with one that is especially suitable for us. Examples: Lord, Jesus, Abba, Father, Mother. Other possibilities: Love, Peace, Shalom.

Having chosen a sacred word, we do not change it during the prayer period, for that would be to start thinking again.

A simple inward gaze upon God may be more suitable for some persons than the sacred word. In this case, one consents to God's presence and action by turning inwardly toward God as if gazing upon him. The same guidelines apply to the sacred gaze as to the sacred word.

"Sitting comfortably and with eyes closed, settle briefly and silently introduce the sacred word as the symbol of your consent to God's presence and action within."

By "sitting comfortably" is meant relatively comfortably; not so comfortably that we encourage sleep, but sitting comfortably enough to avoid thinking about the discomfort of our bodies during this time of prayer.

Whatever sitting position we choose, we keep the back straight.

If we fall asleep, we continue the prayer for a few minutes upon awakening if we can spare the time.

Praying in this way after a main meal encourages drowsiness. Better to wait an hour at least before Centering Prayer. Praying in this way just before retiring may disturb one's sleep pattern.

We close our eyes to let go of what is going on around and within us.

We introduce the sacred word inwardly and as gently as laying a feather on a piece of absorbent cotton. "When you become aware of thoughts, return ever-so-gently to the sacred word."

"Thoughts" is an umbrella term for every perception including sense perceptions, feelings, images, memories, reflections, and commentaries.

Thoughts are a normal part of Centering Prayer.

By "returning ever-so-gently to the sacred word", a minimum of effort is indicated. This is the only activity we initiate during the time of Centering Prayer.

During the course of our prayer, the sacred word may become vague or even disappear.

"At the end of the prayer period, remain in silence with eyes closed for a couple of minutes."

If this prayer is done in a group, the leader may slowly recite the Our Father during the additional 2 or 3 minutes, while the others listen.

The additional 2 or 3 minutes give the psyche time to readjust to the external senses and enable us to bring the atmosphere of silence into daily life.

Some Practical Points

The minimum time for this prayer is 20 minutes. Two periods are recommended each day, one first thing in the morning, and one in the afternoon or early evening.

The end of the prayer period can be indicated by a timer, providing it does not have an audible tick or loud sound when it goes off.

The principal effects of Centering Prayer are experienced in daily life, not in the period of Centering Prayer itself.

Physical Symptoms:

We may notice slight pains, itches, or twitches in various parts of the body or a generalized restlessness. These are usually due to the untying of emotional knots in the body.

We may also notice heaviness or lightness in the extremities. This is usually due to a deep level of spiritual attentiveness.

In either case, we pay no attention, or we allow the mind to rest briefly in the sensation, and then return to the sacred word.

Lectio Divina provides the conceptual background for the development of Centering Prayer. A support group praying and sharing together once a week helps maintain one's commitment to the prayer.

Extending the Effects of Centering Prayer into Daily Life

Practice 2 periods of Centering Prayer daily.

Read Scriptures regularly and study Open Mind, Open Heart.

Practice one or two of the specific methods for everyday, suggested in Open Mind, Open Heart, chapter 12.

Join a Centering Prayer Support Group or Follow-up Program (if available in your area.)

It encourages the members of the group to persevere in private.

It provides an opportunity for further input on a regular basis through tapes, readings, and discussion.

Points for Further Development

During the prayer period various kinds of thoughts may be distinguished. (cf. Open Mind, Open Heart, chapters 6 through 10):

Ordinary wanderings of the imagination or memory.

Thoughts that give rise to attractions or aversions.

Insights and psychological breakthroughs.

Self-reflections such as, "How am I doing?" or, "This peace is just great!"

Thoughts that arise from the unloading of the unconscious.

During this prayer, we avoid analyzing our experience, harboring expectations or aiming at some specific goal such as:

  • Repeating the sacred word continuously
  • Having no thoughts.
  • Making the mind a blank.
  • Feeling peaceful or consoled.
  • Achieving a spiritual experience.
  • What Centering Prayer is not:
  • It is not a technique.
  • It is not a relaxation exercise.
  • It is not a form of self-hypnosis.
  • It is not a charismatic gift.
  • It is not a para-psychological phenomenon.
  • It is not limited to the "felt" presence of God.
  • It is not discursive meditation or affective prayer.

TRADUCCIÓN CASTELLANA AQUÍ y en la web de super Thomas Keating, OCSO.

Reel Geezers

Ser viejo te lleva a esto. El que mas sabe solo puede opinar desde su casa. Un dueto de profesionales jubilados (reel geezers), y cito al demonio, (Dos octogenarios renuevan la crítica en la era YouTube · ELPAÍS.com) la lían en youtube y, en medio de preciosas broncas, comentan el cine actual. Eso lo haría aquí la prima de la Bardem y Lopez-Vazquez, pero cobrando.

Un dia en la demencia mas divertida