Marc Fumaroli (- Dialnet), profesor del College de Francia, eminente crítico e historiador de la literatura francesa, y principal albacea de la integridad de la edición de «Memorias de Ultratumba» de René de Chateaubriand o de Cartas a su hijo de Lord Chesterfield, vapulea en la recién conocida por mi "L'Etat culturel, essai sur une religion moderne" (Editions de Fallois, aquí en Acantilado) al "Estado Cultural" que convierte la cultura en mercadería publicitaria al servicio de una "oligarquía demagógica", una minoría activista y "bonapartista", que, a través de de la usurpación arbitrista del presupuesto gubernamental, tiene como primer objetivo la glorificación de la megalomanía burocrática y presidencial.
Con nombres y apellidos perpetra un análisis demoledor de los mecanismos utilizados por el ex-ministro de cultura y vedette, Jack Lang, degradando la cultura francesa en benefico exclusivo de la propaganda de Estado (francés).
Ya hacia 1.793, los Jacobinos intentaron un primer "asalto a la razón", intentando convertir la cultura en mercancía ideológica al servicio del poder político. Metodos análogos se encuentran en la Kulturkampf de Biskmark, el leninismo cultural, las grandes "fiestas de la cultura" organizadas por el régimen de Vichy, en Francia, y el régimen de Hitler en la Alemania nazi, poniendo a Jack Lang en el borde del concepto de "policía leninista".
Resume todo en estos puntos que explica muy bien Juan Pedro Quiñonero:
- El ministerio de la cultura se ha convertido en un mero administrador de mensajes publicitarios al servicio de la glorificación personal del presidente y su burocracia de Estado.
- El ministerio de la cultura se ha transformado en una maquinaria de guerra anti-cultural, a través de la comercialización publicitaria del ocio convertido en espectáculo de propaganda.
- El ministerio de la cultura esta controlado por una "oligarquía demagógica", esclava de su propia ignorancia y gusto por los fastos de la nadería convertida en religión de Estado.
- El ministerio de la cultura se ha convertido en una maquinaria de confiscación de la cultura, convertida en mera mercancía ostentatoria al servicio de la megalomanía presidencial y burocrática. Esa dimensión expresamente publicitaria convierte el activismo gubernamental en una maquinaria de "agit-prop" permanente donde la cultura es un mero "label" publicitario al servicio de una "oligarquía demagógica". Carmen Calvo tomó nota de todo. No se si entendió nada.
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