sábado, enero 29, 2005
El mito de la Segunda República
Con motivo de la actual situación de hostilidad política, la izquierda reprocha a la oposición la conquista histórica del poder por medio de metodos poco edificantes. Dentro de la interpretación de la historia de España ha resultado para la izquierda un lugar comun la reivindicación de una absoluta legitimidad de sus posiciones en todos sus periodos de gobierno. Por el contrario, defiende su tesis, la derecha siempre arrebató impunemente a las distintas facciones políticas su legitima posición. Como paradigma de este axioma de persecución y victimismo edifican esta teoria sobre el drama de la Segunda República. Distintas corrientes doctrinales dudan actualmente de todos aquellos fantasmas históricos. Estudiemoslo, muchachillos.
Alegria republicana, vease este link
ADIVINEN QUIEN ESCRIBIÓ ESTA CARTA EN 1936. JAMAS OBTUVO RESPUESTA
Respetado ministro: Es tan grave el estado de inquietud que en el ánimo de la oficialidad parecen producir las últimas medidas militares, que contraería una grave responsabilidad y faltaría a la lealtad debida si no le hiciese presente mis impresiones sobre el momento castrense y los peligros que para la disciplina del Ejército tienen la falta de interior satisfacción y en el estado de inquietud moral y material que se percibe, sin palmaria exteriorización, en los Cuerpos de oficiales y suboficiales. Las recientes disposiciones que reintegran al Ejército a los jefes y suboficiales en Cataluña, y la más moderna de destinos ante de antigüedad y hoy dejados al arbitrio ministerial, que desde el movimiento militar de junio del 17 no se habían alterado, así como los recientes relevos, han despertado la inquietud de la gran mayoría del Ejército. Las noticias de los incidentes de Alcalá de Henares, con sus antecedentes de provocaciones y agresiones por parte de elementos extremistas, concatenados con el cambio de guarniciones, que produce, sin duda, un sentimiento de disgusto, desgraciada y torpemente exteriorizado, en momentos de ofuscación, que, interpretado en forma de delito colectivo, tuvo gravísimas consecuencias para los jefes y oficiales que en tales hechos participaron, ocasionando dolor y sentimiento en la colectividad militar.
Todo esto, excelentísimo señor, pone aparentemente de manifiesto la información deficiente que, acaso, en este aspecto deber llegar a V.E., o el desconocimiento que los elementos colaboradores militares pueden tener de los problemas íntimos y morales de la colectividad militar.
No desearía que esta carta pudiese menoscabar el buen nombre que posean quienes en el orden militar le informen o aconsejen, que pueden pecar por ignorancia; pero sí me permito asegurar, con la responsabilidad de mi empleo y la seriedad de mi historia, que las disposiciones publicadas permiten apreciar que los informes que las motivaran se apartan de la realidad y son algunas veces contrarias a los intereses patrios, presentando al Ejército bajo vuestra vista con unas características y vicios alejados de la realidad.
Han sido recientemente apartados de sus mandos y destinos jefes, en su mayoría de historia brillante y de elevado concepto en el Ejército, otorgándose sus puestos, así como aquellos de más distinción y confianza, a quienes, en general, están calificados por el noventa por ciento de sus compañeros como más pobres en virtudes.
No sienten ni son más leales a las instituciones los que se acercan a adularlas y a cobrar la cuenta de serviles colaboraciones, pues los mismos se destacaron en los años pasados con dictadura y monarquía. Faltan a la verdad quienes le presentan al Ejército como desafecto a la República; le engañan quienes simulan complots a la medida de sus turbias pasiones; prestan un desdichado servicio a la Patria quienes disfracen la inquietud, dignidad y patriotismo de la oficialidad, haciéndoles parecer como símbolos de conspiración y desafecto.
De la falta de ecuanimidad y justicia de los poderes públicos en la Administración del Ejército en el año 1917 surgieron las Juntas Militares de Defensa. Hoy pudiera decirse virtualmente, en un plano anímico, que las Juntas Militares están hechas. Los escritos que clandestinamente aparecen con las iniciales de UME y UMR son síntomas fehacientes de su existencia y heraldo de futuras luchas civiles, si no se atiende a evitarlo, cosa que considero fácil con medidas de consideración, ecuanimidad y justicia.
Aquel movimiento de indisciplina colectivo de 1917, motivado en gran parte por el favoritismo y arbitrariedad en la cuestión de destino, fue producido en condiciones semejantes, aunque en peor grado, que las que hoy se sienten en los Cuerpos de Ejército.
No le oculto a V.E. el peligro que encierra este estado de conciencia colectivo en los momentos presentes, en que se unen las inquietudes profesionales con aquellas otras de todo buen español ante los graves peligros de la Patria.
Apartado muchas millas de la Península, no dejan de llegar hasta aquí noticias, por distintos conductos, que acusan que este estado que aquí se aprecia existe igualmente, tal vez en mayor grado, en las guarniciones peninsulares, e incluso entre todas las fuerzas militares de orden público.
Conocedor de la disciplina, a cuyo estudio me he dedicado muchos años, puedo asegurarle que es tal el espíritu de justicia que impera en los cuadros militares, que cualquier medida de violencia no justificada produce efectos contraproducentes en la masa general de las colectividades, al sentirse a merced de actuaciones anónimas y de calumniosas delaciones.
Considero un deber hacerle llegar a su conocimiento lo que creo una gravedad grande para la disciplina militar que V.E. puede fácilmente comprobar si personalmente se informa de aquellos generales y jefes de Cuerpo que, exentos de pasiones políticas, vivan en contacto y se preocupen de los problemas íntimos y del sentir de sus subordinados.
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