domingo, enero 16, 2005

MATAR LA SANTIDAD







Santidad, Gurdjieff, místico


Levítico 11:44. 

Porque yo soy Yahveh, vuestro Dios; 
santificaos y sed santos, pues yo soy santo.


Uno de los objetivos esenciales en el establecimiento del nuevo hombre económico ha sido la extinción del revolucionario mas terrible que han dado los tiempos: la muerte del santo. No es mostrado, no es ensalzado, ni detestado. No existe. Vive la virtud a espaldas del orbe. Se encuentra contaminado por el estigma maldito de sus protegidos. La pobreza es fea y sus periféricos (el propio santo) también. Y es que el hombre ocioso, crispado, preocupado, locuaz, hipotecario, disperso, ambiguo, gozante, rápido, perezoso, cambiante, el mero hommo mecanicus de Gurdjieff es presa fácil del nuevo amo. Si la evolución de la especie fue determinada por razones medio ambientales, meteorológicas o geográficas, la actual composición de la especie occidental ha sido gestada por condicionantes económicos. La banca, los centros comerciales, las multinacionales del ocio y la construcción del resort han dado con el último eslabon antes del cataclismo que desestiman. Han matado cualquier evolución hostil a su progreso y, con ello, es extinto el santo. Pero no ha sido un proceso conspirativo. No existen las grandes misas corporativas. El hombre lo ha permitido. Porque la santidad es compleja. Y lo contrario es muy fácil.

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