Vivimos la victoria del producto, de la triste cosa que busca dar satisfacción al animal bipedo que domina la tierra. Esa bestia ansiosa repta por la jungla de hipermercados y captura su presa precintada y tasada por Sanidad. La iglesia antigua se rebela contra esta nueva referencia moral para el ciudadano. La iglesia no será en este nuevo tiempo una fábrica de lavadoras, ni una prestadora de bienes y servicios. La iglesia ve su futuro amenazado por ello pero, en realidad, solo se desprende de malos clientes. La iglesia se descosifica duramente, se eleva sobre los caprichos del primer mundo, que solo desea abrir sucursales del desastre. Ningun joven aplaude sinceramente a Hans Kung, a Javier Pradera, a Haro Tecglen.
La iglesia solo evoca las cosas como simples medios para alimentar al hambriento, sanar al enfermo, pero su labor esta desprovista de materia maleable y fungible. La sustancia de la iglesia no es objeto de transacción si el hombre, ser espiritual, no evoluciona y desde una mayor altura afronta el reto verdadero. El discurso del angel no sabe de condones, de sexo o celibatos, de mujeres sacerdote. Todo el andamiaje de la iglesia (lleno de errores y de humanidad) se sostiene en una tradición que asegura el cumplimiento de una misión eterna, espiritual. Una fabrica de lavadoras no entusiasma a los jovenes, no hace llorar a los ancianos, ni los reconforta.
La muerte del cuerpo de este gigante ha provocado las palabras llenas de bilis de "pensadores" que critican el conservadurismo de un hombre que encabeza una misión de la que no son participes. Tal vez es mero rencor por el vencimiento de su comunismo, por la lucha de los derechos de los trabajadores, por la conciliación de credos. Es como si el dueño de un bar de la peña del Bilbao, fiel abertxale, se indigna con Florentino por no renovar a Figo. Pero ellos no se indignan, insultan su vida y perpetuan la gran falacia que arrojan contra cualquier atisbo de espiritualidad.
El miserable mercenario Haro Tecglen tiene la cobardía de decir: "En las últimas fotografías del Papa, muriendo paralelamente aunque quizá con parte de conocimiento intacto, se le ve en cambio gritando de dolor y angustia ante el fotógrafo. No son edificantes: el Pontífice no muestra resignación ninguna, ni deseo de morir, ni nada más que dolor y desgracia enormes. Es posible que las fotos del agonizante desesperado se distribuyan, incluso se fomenten, con carácter edificante: no se elige la muerte para nada, pase lo que pase. Pero pueden también edificar y fortalecer a muchos: mejor un poco de cicuta en lugar de un tubo digestivo artificial."
Ese mezquino ser, en su cosificación del espectro del hombre, al que no percibe ni concibe sino como un objeto de fusilamiento o sencillo engranaje de un comunismo sin almas individualessolo ve, en el rostro del pontifice acribillado, miedo y dolor. Yo veo una perfecta aceptación de su designio milenario, de una misión ajena a un cuerpo y situada en otra visión mas integral de lo humano como una parte del proceso universal.
Haro, Kung, Miret Magdalena, y miles de teoricos mas, no pueden participar de un misterio espiritual que supera sus pequeñeces y que hace a un hombre inmolar su cuerpo y sus intereses palpables en pos de un sueño atemporal, sin fisica ni quimica, sin nombre ni apellidos, sin apego a la carne y fabricas de lavadoras. Niegan la humanidad de un pontifice que ha dejado su carne en el cadalso. ¿A que clase de humanidad se refieren?
No hay comentarios:
Publicar un comentario