El mundo desarrollado, en su comfort tan aséptico reinado por Beckham y Paris Hilton, ha perdido la memoria. La vida ha dejado de ser un debatir complementario entre dolor y amor. Reinan las buenas vibraciones y el paso por la tierra pretende ser un programa del corazón de 60 años, sin conflictos, sin obligaciones, sin sentido del compromiso. El Papa acaba de morir dando testimonio de ello a las 21:37. “Totus Tuus ego sum et omnia mea tua sunt”.
Juan Pablo II (Pope biography) agoniza tras una vida plena, vigorosa, enérgica, titánica, de polaco pobre. En ciertos sectores solo escucho como Juan Arias, Magdalena, Haro Tecglen o Hans Kung solo saben reprochar que no ha permitido usar condones, casarse o follar a los curas, o convertir a las mujeres en sacerdotes. Todo eso puede ser necesario algun día pero no es el momento de decirlo. Un hombre se moría y mostró su plena encarnación del Via crucis, afrontando la dolorosa relación del hombre con la vida. Queremos dar la espalda a la imagen de un Papa doliente con una corona de espinas como hacemos en la calle al eludir la acera del mendigo gitano, la cara del leproso desfigurado, la presencia del pobre andrajoso o al amigo tonto, ebrio, pesado. El Papa ha sido el valedor de todo lo que escondemos en nuestro zapping perpetuo que solo desea risas, halagos, bienes, ostentación y fatua inmortalidad. "No tengais miedo" "¡Non abbiate paura!", repitió el Papa.
Juan Pablo II (Wadowice-Cracovia, Polonia 18-5-1920/Roma 2-4-2005) dió enorme vigor a un papado impensable, haciendo frente al imperio comunista y demoliéndolo con palabras, dando su versión de una fe milenaria a niños y gobernantes, sin miedo, abriendo las puertas y encajando disparos. Yo soy un mal católico pero me enseñó un hombre pobre, austero, sufrido y deportista, Karol Wojtila, una leyenda de vida: "No tengais miedo".
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