Haro se apoya en un farol. A la derecha, el padre de Aznar. |
"Se nos murió un Capitán, pero el Dios Misericordioso nos dejó otro. Y hoy, ante la tumba de José Antonio, hemos visto la figura egregia del Caudillo Franco. El mensaje recto de destino y enderezador de historia que José Antonio traía es fecundo y genial en el cerebro y en la mano del Generalísimo". Extracto de Dies Irae, un homenaje a José Antonio Primo de Rivera. Era el 20 de noviembre de 1944.
"Se nos murió un Capitán, pero el Dios Misericordioso nos dejó otro. Y hoy, ante la tumba de José Antonio, hemos visto la figura egregia del Caudillo Franco. El mensaje recto de destino y enderezador de historia que José Antonio traía es fecundo y genial en el cerebro y en la mano del Generalísimo". Extracto de Dies Irae, un homenaje a José Antonio Primo de Rivera. Era el 20 de noviembre de 1944.
Obviamente, el bravo y audaz Eduardo Haro Tecglen escribió estas loas obligado: "Quién me hubiera dicho que los fascistas que me obligaban a escribir un artículo iban a ser los que, pasado medio siglo, me acusaran de fascista por haberlo escrito: o sus herederos".
Stalin es el que merece un agradecimiento sincero. Tecglen tiene "tres razones" para darle las gracias al dictador: "Por la ayuda a la República, por las brigadas internacionales, por la acogida a los niños españoles huidos de la guerra y del fascismo. Claro: gracias, Stalin". Lo tiene claro. "No me justifico: soy un rojo, acostumbrado unas veces al disfraz, otras a la clandestinidad, algunas a esta tranquila expresión: qué tontería, la vida, qué risa puede dar. A condición de poder seguir adelante". Se llama cobardía.
Exíliese, para disimular algo, dice un amigo. Como cuando Haro decía que vivía en el exilio y en realidad dirigía en Tánger desde el año 1967 el ‘Diario España’, cobraba en Tetuán como redactor jefe del ‘Diario de África’, y al tiempo ejercía de corresponsal en esta ciudad para la agencia Efe, agencia del franquismo. En esa cosmopolita ciudad vivía conspirando con comunistas de la URSS, con vecinos como los aristocráticos Paul y Jane Bowles, donde los hippies de recursos vivían con unas monedas explotando a los lugareños, en el lujo de el Zoco Chico y los hoteles Rembrandt y Minzah, donde jugueteaban con las drogas Burroughs, Tennessee Williams, Ginsberg, Kerouac y demás superhéroes de la contracultura.
Haro Tecglen muy triste en el Palacio de Westminster con el padre de Aznar.
En estas fotos de mayo de 1952, Haro Tecglen posa muy triste con la élite de la prensa franquista. Viajaba a Inglaterra en visita al Palacio de Westminster con el padre de Aznar. No pidió asilo político. Tenia 28 años. Como buen rojo disfrazado era editor internacional del diario INFORMACIONES. Allí estaba en el anonimato de la resistencia. Machacado por el franquismo. Emilio Romero era muy sutil en la crítica. A una pregunta sobre Haro contestó: "Ese señor nunca ha trabajado en Pueblo. Afortunadamente." El episodio Haro retrata la reescritura de la historia de España efectuada desde los medios. La conveniencia. Ese principio que encarcela banqueros que no se doblan, que expropian patrimonios jerezanos, que edifica biografías en torno a la miseria moral. Y no tiene porque ser la de Haro. Que no deja de ser una pieza.
"Era un hijo de perra. Pero a mí no me gusta que se tenga que morir nadie, ni siquiera un hijo de perra".
Jack Nicholson sobre la muerte de Steve McQueen.
Me conmueve el silencio de tantos de los afectados por la malevolencia y el miedo de Eduardo Haro, que deben estar pasmados ante el rebomborio de su libertad, de su valor y de su audacia antifranquista. Fue un cobarde toda su vida. Echó, por rojos, a Nicolás Sartorius de Triunfo - no una, sino dos veces- y aprovechó un accidente del entonces militante Eduardo García Rico para despedirle. En 1978, tres años después de la muerte de Franco, prohibió que yo mismo escribiera en Triunfo ,después de la primera colaboración, porque consideraba que mi vieja militancia comprometía a la revista.
Gregorio Moran tras el fallecimiento.
Stalin es el que merece un agradecimiento sincero. Tecglen tiene "tres razones" para darle las gracias al dictador: "Por la ayuda a la República, por las brigadas internacionales, por la acogida a los niños españoles huidos de la guerra y del fascismo. Claro: gracias, Stalin". Lo tiene claro. "No me justifico: soy un rojo, acostumbrado unas veces al disfraz, otras a la clandestinidad, algunas a esta tranquila expresión: qué tontería, la vida, qué risa puede dar. A condición de poder seguir adelante". Se llama cobardía.
Exíliese, para disimular algo, dice un amigo. Como cuando Haro decía que vivía en el exilio y en realidad dirigía en Tánger desde el año 1967 el ‘Diario España’, cobraba en Tetuán como redactor jefe del ‘Diario de África’, y al tiempo ejercía de corresponsal en esta ciudad para la agencia Efe, agencia del franquismo. En esa cosmopolita ciudad vivía conspirando con comunistas de la URSS, con vecinos como los aristocráticos Paul y Jane Bowles, donde los hippies de recursos vivían con unas monedas explotando a los lugareños, en el lujo de el Zoco Chico y los hoteles Rembrandt y Minzah, donde jugueteaban con las drogas Burroughs, Tennessee Williams, Ginsberg, Kerouac y demás superhéroes de la contracultura.
Haro Tecglen muy triste en el Palacio de Westminster con el padre de Aznar. |
En estas fotos de mayo de 1952, Haro Tecglen posa muy triste con la élite de la prensa franquista. Viajaba a Inglaterra en visita al Palacio de Westminster con el padre de Aznar. No pidió asilo político. Tenia 28 años. Como buen rojo disfrazado era editor internacional del diario INFORMACIONES. Allí estaba en el anonimato de la resistencia. Machacado por el franquismo. Emilio Romero era muy sutil en la crítica. A una pregunta sobre Haro contestó: "Ese señor nunca ha trabajado en Pueblo. Afortunadamente." El episodio Haro retrata la reescritura de la historia de España efectuada desde los medios. La conveniencia. Ese principio que encarcela banqueros que no se doblan, que expropian patrimonios jerezanos, que edifica biografías en torno a la miseria moral. Y no tiene porque ser la de Haro. Que no deja de ser una pieza.
"Era un hijo de perra. Pero a mí no me gusta que se tenga que morir nadie, ni siquiera un hijo de perra".
Jack Nicholson sobre la muerte de Steve McQueen.
Me conmueve el silencio de tantos de los afectados por la malevolencia y el miedo de Eduardo Haro, que deben estar pasmados ante el rebomborio de su libertad, de su valor y de su audacia antifranquista. Fue un cobarde toda su vida. Echó, por rojos, a Nicolás Sartorius de Triunfo - no una, sino dos veces- y aprovechó un accidente del entonces militante Eduardo García Rico para despedirle. En 1978, tres años después de la muerte de Franco, prohibió que yo mismo escribiera en Triunfo ,después de la primera colaboración, porque consideraba que mi vieja militancia comprometía a la revista.
Gregorio Moran tras el fallecimiento.
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