En el mundo, nos dice Walser, es muy difícil no ser rico o mendigo, cuerdo o loco. La inteligencia y la libertad de pensamiento forman una barrera demasiado frágil entre la miseria y la alienación. Rober Walser nunca tuvo mucho éxito en vida (a pesar del entusiasmo de lectores como Kafka, Walter Benajmin o Elías Canetti) y hoy, mientras lo publican en editoriales de lujo como Siruela, bien encuadernados, algunos pagamos con gusto el alto precio de sus libros para leer sus relatos de hombre libre. Pero él murió congelado, cubierto de nieve como una pálida película de la angustia que le había hecho vivir en un sanatorio mental durante los últimos años de su vida.
El bosque (lapeitx) El paseo - (lapeitx) Robert Walser, César Vargas (Casa del Tiempo) Robert Walser, José Morella (espacioluke.com) La muerte por la nieve, María do Cebreiro Rábade Villar (cdecritica.com) Ciudades de la imaginación, Nicolás Gelormini Menos que cero, Alan Pauls (radar) Archiv Robert Walser El ayudante, Lola Mayo (elciervo.es) Jakob von Gunten, Antonio Campoy Martínez (invierno en panama)
Muerte de Walser, en el transcurso solitario de uno de sus paseos.Aunque es de gran valor el homenaje que brinda a su figura Vila-Matas en la obra Doctor Pasavento, resulta imprescindible leer PASEOS CON ROBERT WALSER; Carl Seelig Libros del Tiempo nº 120. Son las notas de Carl Seelig sobre sus Paseos con Robert Walser y no tienen equivalente en la historia de la literatura. Retratan a alguien que ha enmudecido, un poeta que «tuvo el tacto suficiente como para apearse de la vida». Al cumplir los cincuenta años, Walser deja de escribir y se contenta con su vida de paciente de un sanatorio mental. Carl Seelig, que quería ayudarle a él y a su obra, en apariencia condenada al fracaso, visita regularmente a Walser en el sanatorio, y durante veinte años «se les autoriza a salir a pasear». Las notas relativas a estos paseos son inusuales, pues Seelig pone su escritura al servicio de la transmisión de las auténticas palabras de Robert Walser. Nadie sabe si este paciente está enfermo, pero, en cualquier caso, es sabio. Sus conocimientos de literatura son inmensos; sus manifestaciones dan como resultado la poética de su propia obra; sus juicios políticos son certeros y enigmáticos. Walser pasea con Seelig por el paisaje de Appenzell y por la noche regresa al manicomio. Pero de esta tragedia brota el consuelo de este libro: «Sin amor el hombre está perdido». La edición reproduce seis fotografías realizadas por Carl Seelig a Robert Walser.
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