Elegir el sendero es muy importante.
Un error de un instante puede desviar el destino final de una manera macabra.
Hay personas que no saben hacerlo. Ser consciente de ello acarrea una serie de cicatrices invisibles mucho mas importantes. La percepción del error es casi peor que verse en ese cadalso final.
Nos amarramos a creencias. Unos precisan de un lider, otros de un dios, o de una vaga idea de libertad, de misión, de igualdad. Las creencias detectan el vacío de cada uno. En casi todas se esconde una venganza.
Las élites y la turba se asemejan. Lo anecdótico se acomoda junto a lo mas elevado. El tipo de miedo, el terror, es lo único que nos distingue. Muchas veces, la forma de comer identifica a un suicida. La soledad rendida es el asesino primordial. Tanto en la cima como en el subsuelo el paso del tiempo en soledad devasta la carne. La soledad de la que cuento hace muy espeso el tiempo. La ira nace al no aceptar ese encapsulamiento lento, denso. La energia retenida digiere como un ácido el cuerpo. La enfermedad es el espacio de debilidad que utiliza nuestro odio para vengarse. Vengarse de nosotros.
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