lunes, mayo 11, 2015

España devora a sus hijos. Propaganda y caso Casillas

Iker Casillas
Iker Casillas desolado

Iker Casillas nunca fue un portero tradicional. Inventó un estilo. Defendía con las manos y los pies aquellos rincones del cuerpo mas delicados del portero. El contrapié, los riñones, la mano cambiada. El gran Paco Buyo, prodigioso gato de Betanzos, tenía detalles parecidos de reflejos y elasticidad imposibles pero no era frío como Iker. En sus salidas podía pasar de todo. Simulaba choques y atentados a su integridad, con dolores espasmódicos y convulsiones extraordinarias. Le llamaban loco. Me encantaba.

Iker jamás ha teatralizado una acción ni a hecho daño a un rival. Un compañero le partió una mano. Seguramente porque no gusta de hacerse con el dominio de su espacio con una rodilla por delante. Esa ductilidad de sus actos agradaba a la hinchada. Hoy esa es su mayor rémora. Nunca pensó que con su talento no bastaría, que necesitaría de otras habilidades. Y ya es muy tarde.

Casillas ha ganado todo. Sus paradas fueron esenciales en la Copa del Mundo, en varias Champion Leagues. Hoy se cuestiona hasta su intervención prodigiosa frente al velocísimo Arjen Robben. La minuciosa labor de propaganda que efectuó Jose Mourinho contra él ha minado gradualmente su relación de amor con el Estadio Santiago Bernabéu, cruel catedral del Real Madrid CF. The Special One no pudo digerir su compañerismo con jugadores del mayor rival.

La fuerza junguiana del inconsciente y el arquetipo colectivo, cosificado en una masa que odia de forma creciente por mero roce, ha tomado las riendas del linchamiento mas cruel, de un odio cerval hacia uno de sus hijos predilectos. El tránsito de San Iker a Topor ha sido un éxito de la tenacidad en la propaganda. La calumnia por desgaste. El matrimonio del portero con una conocida periodista deportiva hizo nacer el mito del filtrador. Iker no transmitía a su inanimada esposa alineaciones, lesiones. Ni una sola noticia dañina, que superase el umbral de la mera anécdota surgía en la prensa. Sergio Ramos no era objeto, teniendo los mismos vínculos con periodistas, de ningún ataque. Lo intentó una sola vez y el andaluz puso claro a Mou que nunca había jugado al fútbol y que con él no se jugaba.

Mou inventó la idea de las filtraciones a su esposa como pilar iniciático sobre el que gestar la paulatina defenestración. La lesión posterior del mítico portero, siempre en silencio ante las injuriosas perlas continuas de su entrenador, facilitó todo. Iker se mantuvo en silencio y ese discreto aislamiento permitió al cuerpo técnico, con una magnífica predisposición culposa por parte del mediocre segundo entrenador Karanka, laminar el liviano recuerdo del exiliado. Las menciones maliciosas sobre un inexistente sobrepeso, su juego con los pies, su estatura, su ausencia a los entrenamientos voluntarios y todo un sinfín de titulares propagandísticos, dañó extraordinariamente al ausente, que regresó con todo el daño psicológico posible sobre su ánimo. Era tal el pánico generado en la institución que los directivos y el presidente no defendían al legendario jugador, y los compañeros mostraban su apoyo de forma casi anónima, a hurtadillas.

Con el paso del tiempo un grupo de ultras, con presencia incluso neo-nazi, desarrolló una campaña continua contra el jugador en el estadio. El escrutinio exhaustivo de sus poses, sus miradas, sus paseos, era agotador. Criticaban hasta su respiración. A pesar de la frialdad de ánimo del guardameta, el regocijo por cada duda, cada error, lo iba sumiendo en una incertidumbre que para un portero resulta especialmente demoledora. La directiva, con un portavoz tan grotesco como Emilio Butragueño y Florentino Pérez con la calculadora, desea no pagar a la leyenda el resto de su ficha, y no ha defendido ni una sola vez a su mito. Iker acabará rindiéndose. El mal vence si no es combatido a su debido tiempo. Iker tuvo que sacar la rodilla desde el primer día. La plebe olvida, en la multitud, la nobleza de los actos. España es así. Muy sencilla de conducir al odio. Como ocurrirá con Iniesta, Nadal, Gasol...

La prensa a la que tanto "filtraba" hoy no le consiente que se canse con un gesto de niño de los insultos de la grada. Le quieren ver desaparecer, soportar las humillaciones. Iker, en su mejor época, agradó a todos con su famoso "yo no soy galáctico, yo soy de Mostoles". Hoy diez años mas tarde, esa será la losa que lo sepulte. Ser un hombre normal en camiseta. No haber sido galáctico.





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