Omar representó lo verdadero muy bien. Un pura raza. Un caballo de pelo negro azabache. Sudaba de verdad. La noble verdad. Su Doctor Zhivago evocará siempre la memoria del hombre bueno que se adapta a toda vicisitud. Todo vendrá por algo. Un arquetipo. Construirlos en la mente de todos, como hizo Gary Cooper, James Stewart, es misión de pocos.
Uno perdonará siempre europuddings y tv-movies de sobremesa. Siempre surgirá el contraste negro y sensato al loco proverbial Peter O´Toole, emergiendo de dunas lejanas, en un camello veloz que no le alteraba el mar templado de esos ojos del exótico Egipto, con un pulso infinito.
Omar simuló un orgasmo, en connivencia con el genio de David Lean, en esa secuencia que es un prodigio del "fuera de campo" en Doctor Zhivago. La masacre en masa que perpetra la bestia comunista delante de sus ojos tan solo refleja en su rostro un temblor. Ese mismo actor que inocentemente correteaba pocas escenas antes tras un tranvía hasta alcanzarlo y encontrarse con Julie Christie, su antitesis rubia, de ojos transparentes. Y todo se digería suave. Omar amaba con lealtad su desierto. O su tundra siberiana. Maurice Jarre y la abrumadora melancolía del tema de Lara son Omar y Zhivago. Para siempre.
Un tal Michel Shalhoub nacido en Alejandría, en abril de 1932, hizo más de 100 películas. Eso es concebible. Imaginar que fueran 'Lawrence de Arabia' (1962), 'Doctor Zhivago' (1965) o 'Funny Girl' (1968), o que fuera nominado a un Oscar de la Academia de Cine y ganara tres Globos de Oro, solo puede ser fruto de una alucinación por ingesta de enteógenos.
Omar hizo olvidar que esos ojos extraordinarios eran de un exótico árabe, de un gracioso morito, y ahí eran sólo de Omar que interpretaba junto a Ingrid Bergman, o Sofia Loren, o Barbra Streisand, o Sofia Loren, o Peter O´Toole, o Rod Steiger (qué pareja tan poderosa). Y que eso tuviera lugar hace tantas décadas es algo prodigioso. Superar esa brecha inmensa hasta formar parte natural de nuestro recuerdo fílmico (cursi) y darnos 'El señor Ibrahim y las flores del Corán' (François Dupeyron) sólo es propio de gigantes como él, o Anthony Quinn.
Este muchacho que dejó el negocio familiar en El Cairo para estudiar como ser actor en Londres jamás podría soñar que con tres instantáneas suyas se podrían retratar momentos legendarios de un siglo, de una era, de los que su tez morena resultaría una parte inseparable. Adios, Omar. 83 años de verdad.
Uno perdonará siempre europuddings y tv-movies de sobremesa. Siempre surgirá el contraste negro y sensato al loco proverbial Peter O´Toole, emergiendo de dunas lejanas, en un camello veloz que no le alteraba el mar templado de esos ojos del exótico Egipto, con un pulso infinito.
Omar simuló un orgasmo, en connivencia con el genio de David Lean, en esa secuencia que es un prodigio del "fuera de campo" en Doctor Zhivago. La masacre en masa que perpetra la bestia comunista delante de sus ojos tan solo refleja en su rostro un temblor. Ese mismo actor que inocentemente correteaba pocas escenas antes tras un tranvía hasta alcanzarlo y encontrarse con Julie Christie, su antitesis rubia, de ojos transparentes. Y todo se digería suave. Omar amaba con lealtad su desierto. O su tundra siberiana. Maurice Jarre y la abrumadora melancolía del tema de Lara son Omar y Zhivago. Para siempre.
Un tal Michel Shalhoub nacido en Alejandría, en abril de 1932, hizo más de 100 películas. Eso es concebible. Imaginar que fueran 'Lawrence de Arabia' (1962), 'Doctor Zhivago' (1965) o 'Funny Girl' (1968), o que fuera nominado a un Oscar de la Academia de Cine y ganara tres Globos de Oro, solo puede ser fruto de una alucinación por ingesta de enteógenos.
Omar hizo olvidar que esos ojos extraordinarios eran de un exótico árabe, de un gracioso morito, y ahí eran sólo de Omar que interpretaba junto a Ingrid Bergman, o Sofia Loren, o Barbra Streisand, o Sofia Loren, o Peter O´Toole, o Rod Steiger (qué pareja tan poderosa). Y que eso tuviera lugar hace tantas décadas es algo prodigioso. Superar esa brecha inmensa hasta formar parte natural de nuestro recuerdo fílmico (cursi) y darnos 'El señor Ibrahim y las flores del Corán' (François Dupeyron) sólo es propio de gigantes como él, o Anthony Quinn.
Este muchacho que dejó el negocio familiar en El Cairo para estudiar como ser actor en Londres jamás podría soñar que con tres instantáneas suyas se podrían retratar momentos legendarios de un siglo, de una era, de los que su tez morena resultaría una parte inseparable. Adios, Omar. 83 años de verdad.
Este muchacho que dejó el negocio familiar en El Cairo para estudiar como ser actor en Londres jamás podría soñar que con tres instantáneas suyas se podrían retratar momentos legendarios de un siglo, de una era, de los que su tez morena resultaría una parte inseparable. Adios, Omar. 83 años de verdad.
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