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sábado, junio 06, 2015

La pretenciosa supervivencia de Hannibal como misterio de laboratorio en la era de las audiencias de TV mas despiadadas






¿Puede una red social ser capaz de sostener una serie por el peso social de sus seguidores? according 




Hannibal se estrenó en la NBC en abril de 2013. El gran riesgo asumido se percibía desde la distancia y desde mucho antes de que fuera acometido el primer episodio. Se depositaba el protagonismo en un personaje nada atractivo, el vidente y sufriente Hugh Dancy, interpretado por un buen secundario (el talentoso miembro de la escuela británica Will Graham) pero casi desconocido para la audiencia mainstream, y cortito de carisma. Pero la apuesta más suicida de la franquicia de Dino de Laurentiis residía en la transformación del Doctor Lecter, personaje de formidable peso y uno de los villanos más icónicos del siglo XX. La inmejorable marca gestada por Anthony Hopkins resultaba prescindible en este nuevo producto. Lecter encontraría nuevo acomodo en el impenetrable rostro nórdico de .

Es cierto que ninguna serie de televisión nacida de una franquicia había dado lugar a nada decente desde 1990, pero la aparición de la figura de Bryan Fuller, creador de Wonderfalls y Pushing Daisies (Criando malvas), al mando de esta aventura era propia de un thriller paralelo. Su valiente aproximación al canibal sorprendía por energética y vigorosa. Fuller reconocía haber identificado un lúgubre nicho, y agradecía a la NBC su fidelidad cuando no existía ningún incentivo financiero para ello. Y más teniendo en cuenta que el mayor esfuerzo de su creador se  depositaba en desarrollar una atmósfera oscura con un tesón en la dirección artística y fotográfica que hacía la atmósfera de las secuencias densa y casi irrespirable para la gran audiencia. El autor no sentía rubor cuando reconocía que la serie no era sino un conjunto de recreaciones de "las películas más pretenciosas de cine de autor de los años 80."

Hannibal es una serie visualmente violentísima.  Supera incluso los cánones de la mas permisiva televisión por cable. Este tipo de proyecto suele recibir un enorme apoyo de la crítica mas intelectual y vanidosa (nuestros locales Juan Cruz, Manuel Jabois, Rubén Amón, Antonio Lucas, Diego Manrique, Carlos Boyero, Francino o  Carlos Alsina no valdrían por escasez de conocimiento, lecturas y presupuesto); la denominada artsiness (pretenciosamente artística, que es capaz de diferenciar las sutilezas de la comida japonesa al titularse un episodio "Su-zakana" o "Shiizakana"). Es la crítica que garantiza una audiencia mínima y una cancelación del proyecto durante la emisión de la segunda temporada. Pero Hannibal acaba de estrenar la tercera.


Existen divergencias en torno a la supervivencia del fenómeno que todo el mundo conoce pero que pocos ven lo suficiente. Unos apuntan a la fiereza y tenacidad de los auténticos "Fannibals". Los expertos en redes sociales valoran mucho este tipo de seguidores leales, constantes, fiables, que ven sin falta el programa y esparcen por el agotador ciberespacio las bondades de la serie y la cadena.  Son espectadores especiales que siguen el viaje lisérgico mas allá del onírico academicismo freudiano. Quieren llegar hasta el fondo esotérico de la bestia y dejan a su paso reverencial un universo comunicacional con contenidos paralelos para décadas. Aportan un valor añadido e impagable awareness. Es el valor de la perversidad. Capaz de soportar sin dudas desenlaces melodramáticos e inauditos como el de la segunda temporada, llenos de todo menos de certezas.


Otros apelan a la supervivencia por razones tecnológicas o financieras. Desde la popularidad del programa en streaming, disponible sin cargo adicional para los suscriptores de Amazon Prime al método de financiar la ficción que ideó la cadena.

Los seguidores digieren la tercera temporada con la mansedumbre de los que comen lento, mentalmente. Es un requerimiento ineludible para su diálogo denso, su luz negra, sus metáforas alimenticias, el acento nórdico de un psiquiatra al que analiza la bella Gilliam, mi expediente X.