Annick Kayitesi y la vieja Europa
Tengo 25 años. Nací en Butare, Ruanda, y vivo en París. Los hutus mataron a toda mi familia. Mi padre era médico y mi madre, maestra. Estoy prometida. Me he licenciado en Ciencias Políticas. Me declaro a favor de la guerra en Iraq. Soy atea- Es usted pacifista?
- No. Hay personas con las que más vale combatir con armas. Ese era el caso de los genocidas de Ruanda. La ONU y otros organismos internacionales creyeron en el poder de la palabra, no hicieron nada, y hubo un millón de muertos, incluida toda mi familia.
- Cuénteme su historia.
- Antes le aclararé mi ateísmo: mis padres eran católicos, como el 90% de la población de Ruanda. Estos mismos católicos eran los que iban a matar y luego volvían a su iglesia a rezar. La Iglesia sigue siendo una de las instituciones que todavía hoy día no ha reconocido el genocidio.
- ¿Qué edad tenía usted cuándo se desató la violencia?
- 14 años. Mataron a toda mi familia. Lo más importante es que el genocidio estaba organizado desde los estamentos políticos.
- Este genocidio, ¿se ha olvidado más rápidamente que otros?
- Sí, se negó desde un principio. En la ONU prefieren hablar de Ruanda tras el genocidio, lo que es una paradoja porque fue el primero que se vio en directo por televisión.
- ¿Lo ocurrido le cambió su concepción del ser humano?
- Ya no soy ingenua respecto a la especie humana, sé que puede ser muy cruel. La sociedad occidental cada vez es más egoísta, y no se da cuenta que lo que ha vivido Ruanda es universal y puede ocurrir fácilmente en otro país de África. La historia se repite, pero olvidamos rápido, prueba de ello es que en las últimas elecciones presidenciales francesas, Le Pen llegó a la segunda vuelta.
- ¿Cuál es su esperanza, entonces?
- Ninguna, tengo más deseos que esperanzas. El primero es que el mundo vea que los supervivientes de Ruanda necesitan ayuda. Yo he tenido la suerte de salir de allí, pero soy una excepción.
- Y usted, ¿cómo ha sobrevivido en París?
- Viviendo con una familia de acogida hasta los 18 años. Fue una relación difícil porque ellos pretendían que olvidase mi pasado e hiciera una nueva vida, pero yo no podía. En Francia existe un sistema por el que se ofrece una remuneración a cambio de acoger a niños. Esta familia estaba más interesada en ese dinero que en nosotras. Éramos su negocio.
- ¿Y cómo la han acogido los franceses?
- Como cualquier inmigrante he vivido el racismo. La familia de mi primer novio no quiso conocerme porque soy negra, y por el mismo motivo me ha costado muchísimo que me alquilaran un piso.Francia es en teoría el país de los derechos humanos, pero no es tan cierto, su comportamiento es muy hipócrita. En Europa olvidan que nadie escoge el lugar donde nace.
sábado, enero 22, 2005
"USTEDES NO HICIERON NADA Y PODIAN"
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