sábado, noviembre 20, 2010

La autoridad moral de Tolstoi

Cultural de ABC
Las epopeyas y la literatura de nuestro mundo clásico fueron obras de auténticos maestros: hombres que poseían una «autoridad moral». No escribían para entretener a un pueblo ocioso y aburrido, sino para comunicar a sus lectores una experiencia de la vida.
Presentar un debate sobre el Escritor como Autoridad Moral sería un acontecimiento en este centenario de Tolstói, porque nadie parece saber ya lo que eso significa. Ahí estamos los escritores, orgullosos de nuestros premios o nuestras cifras de venta. ¿Qué significamos para la fe de los hombres? ¿Qué valores proponemos a la sociedad? ¿Qué somos más que vendedores de historias de papel?

Un novelista sin fe en la ficción

Aniversario de la bestia.
La escritura, en particular la literaria, es francamente nociva para mí desde un punto de vista moral", escribe Tolstói en su (alarmante) diario de vejez. En la misma entrada confiesa haber sucumbido a un deseo de gloria mientras escribía Amo y criado; por suerte, añade enseguida, ya ha "comenzado a despertar moralmente". Era el 18 de marzo de 1895. A Tolstói le quedaban quince largos años de vida durante los cuales siguió despertando moralmente, lo cual equivalía a escribir menos ficción y a despreciarla -y despreciarse- cada vez que la escribía. Tiene que ser una de las grandes paradojas del arte que en esos años de descreimiento artístico, de total escepticismo sobre el poder de la ficción, saliera de su pluma una de las grandes ficciones de todos los tiempos: Hadjí Murat.

martes, noviembre 16, 2010

Mente que divaga, mente infeliz

El pensamiento errático tiene el honor de ser el responsable de grandes descubrimientos como la ley de la gravedad de Newton. Todos hemos experimentado alguna vez las bondades de dejar divagar a nuestra mente: la palabra en la punta de la lengua, dónde dejamos el destornillador, el apellido de un viejo amigo... Pero el precio que estamos pagando por pensar en lugar de centrarnos en lo que estamos haciendo podría ser alto. Ni más ni menos que la felicidad.

El cerebro es una especie de 'super ordenador', de funcionamiento complejo, del cual conocemos sólo una pequeña parte. Sabemos que tiene actividad consciente e inconsciente, ambas de igual importancia ya que permiten realizar acciones complejas a la vez y de forma fluida; y que es capaz de pensar en el menú de la cena mientras atendemos una llamada de trabajo, todo un logro evolutivo.

Esta capacidad de divagación "parece ser el modo operativo por defecto del cerebro", explican Matthew Killingsworth y Daniel Gilbert, de la Universidad de Harvard (Cambridge, EEUU), en las páginas de la revista 'Science'. Sin ella, ciertas situaciones serían terriblemente aburridas, como conducir durante horas, tomar el sol o correr. Pero parece que 'abusamos' un poco de este recurso.

Killingsworth y Gilbert, movidos por las enseñanzas de varias corrientes religiosas y espirituales que promulgan que la felicidad está en el 'carpe diem', se preguntaron si el famoso aforismo acuñado por el poeta Horacio escondía la clave de una vida feliz. Si centrarse en el 'ahora mismo' y dejar a un lado el pasado y el futuro es bueno para la salud emocional.

Sexo, reducto de paz

Gracias a una aplicación para el iPhone -que demuestra que este dispositivo sirve para muchas más cosas que para comunicarse- desarrollada por ellos mismos, los autores pudieron preguntar a miles de personas qué hacían y pensaban en varios momentos del día y a tiempo real. Para este estudio, analizaron los datos obtenidas a partir de 2.250 adultos representativos de las principales actividades laborales del mercado.

Pero, fuera lo que fuera lo que hacía cada uno de ellos, sus mentes se dedicaban a divagar una media del 46,9% de las horas de vigilia. Así que, "nuestra vida mental está dominada en un grado destacable por el no-presente", señala Killingsworth, que estudia Psicología en la prestigiosa universidad americana. Cuando menos nos invaden estos pensamientos es durante la actividad sexual, el ejercicio o en una conversación.

En esos instantes en los que los participantes se ceñían a lo que estaban haciendo, es cuando eran más felices. Este fenómeno era cierto incluso cuando la actividad realizada no era especialmente entretenida e independientemente de si los pensamientos versaban sobre temas placenteros, neutros o negativos, aunque estos últimos eran los de peores consecuencias. Divagar, 'per se', era una fuente de infelicidad.

"El pensamiento errático es una excelente forma de predecir la felicidad de la gente", subraya Killingsworth. "De hecho, la frecuencia con la que nuestras mentes abandonan el presente y hacia dónde tienden a ir es mejor factor predictivo que las actividades en las que estamos inmiscuidos", añade.

sábado, noviembre 13, 2010

Berlanga según Santiago Navajas

En el 2006 tuve la oportunidad de estrechar la mano de don Luis García Berlanga.

Participaba el cineasta, dentro del Congreso de Historia del Cine, como testigo de las que fueron lasConversacionesdeSalamancade hace cincuenta años. Fue un placer escuchar de nuevo al viejo e insobornable director valenciano. De talante individualista y escéptico, nos contó cómo había conseguido burlar con humor y astucia la doble censura que en la España de la post guerra asolaba el panorama cinematográfico español: la franquista, claro, y ¡la comunista! Inmediatamente después de su intervención tuvo que torear el aquelarre comunista que algunos de los asistentes al Congreso, profesores universitarios de rancias querencias en la extrema izquierda, le organizaron. Mi admiración por el viejo Maestro alcanzó niveles galácticos.
Tras las divertidas e informativas charlas de Manuel Rabanal y Eduardo Ducay intervinieron Luis García Berlanga y el crítico Miguel Rubio. Luis García Berlanga estuvo como siempre: dicharachero, ocurrente y entrañable. Contó que fue a Salamanca con Fernán Gómez. Se perdieron y pararon en un pueblecito. Se bajó Fernán Gómez y a voz en grito se dirigió a los allí presentes al grito de "¡Oye, cazurros!" Y claro, los cazurros que no estaban habituados a los modales extremos del actor casi los linchan.
Pero también allí, en la misma filmoteca y delante de nuestras narices, tuvo lugar un intento de linchamiento cuando García Berlanga insinuó que la reunión de Salamanca había sido organizada por los comunistas. En la sala de la filmoteca comenzaron los resoplidos contra él. Posteriormente el crítico Miguel Rubio denominó la dominación cultural de los comunistas en aquel periodo franquista como "una dictadura dentro de una dictadura" Los resoplidos se convirtieron en bufidos de algún cazurro académico. En el turno de intervenciones del público, los bufidos se convirtieron en gritos de los que protestaban de la "mancha" que se intentaba echar sobre el glorioso pasado de los comunistas, los únicos que hacían algo contra Franco.
Berlanga hizo ver, de nuevo genial y demostrando una rapidez mental increíble y una ironía a prueba de zarpazos, que en realidad su adscripción de la responsabilidad de la reunión de Salamanca a los comunistas era un piropo, y una crítica implícita a los socialistas que no hacían nada, al menos en la Universidad. El historiador Perucha, que presidía la mesa, fue más lejos y caracterizó a la participación comunista como "conspiración" y de estar dirigida desde la Komintern. Además Bardem, que fue la cabeza visible del célebre diagnósticodeloscincopuntosfue duramente criticado por sus modos estalinistas y sus ansias de gloria (soñaba, como buen antiamericano, por conseguir el Oscar)
Posteriormente Berlanga relató cómo la mafia comunista que actuaba dentro del franquismo, la dictadura dentro de la dictadura, le impidió trabajar durante seis años en España, saboteando sus proyectos, además de someterlo a un acoso terrible, llegando a influir en los responsable del Festival de Cannes que le dieron literalmente la espalda cuando Berlanga se dirigía a ellos para saludarlos.
Luis García Berlanga ha muerto pero su cine sigue tan vigente como cuando se estrenó. Pude hace un par de años comprobar cómo estudiantes de diecitantos años se partían de risas en una proyección de "El verdugo". Dentro de la Santísima Trinidad de cineastas españoles Luis Buñuel es el Padre, Luis García Berlanga es el Hijo y Víctor Erice es el Espíritu Santo. Afortunadamente Pedro Almodovar ha recogido el testigo de los tres, en diferente medida, y es por eso, por haberse subido a los hombros de esos tres gigantes, que él mismo es grande.
Enamorado de su sentimentalismo cero y su sensibilidad infinita, de su humor corrosivo que dejaba intacta una esencia de ternura y compasión por el sufriente animal humano me permito decir:

Luis García Berlanga ha muerto. ¡Viva el cine!