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sábado, junio 20, 2015

La conversión de Verónique Lévy




Verónica Lévy
Verónica Lévy

LOS EVANGELIOS REVELAN LA ESENCIA DEL JUDAÍSMO

La hermana menor del polemista francés, el escritor y filósofo Bernard-Henri Lévy, cuenta en un libro su conversión al catolicismo. Se titula Montre-moi ton visage. Dice que su conversión la restaura principalmente en su femineidad abismada y reafirma, aunque resulte una paradoja, su identidad judía: «Yo carecía de raíces; en este nuevo comienzo encontré mi origen». Los Evangelios, según Veronica, revelan la esencia del judaísmo.



Dicen cronistas de esta conversión, la de una muchacha a la que nadie en la familia ha tomado nunca muy en serio, que Véronique se detuvo pasmada ante la imagen de la femineidad cristiana de tal forma que puede llegar a matar si se acusa a la Iglesia de misoginia. Véronique, como veterana anticlerical y feminista, siempre estuvo dispuesta a atacar a la Iglesia por su oscurantismo. En esa Iglesia ha restaurado su “feminidad herida”, y afirma que en ella “he encontrado mi casa”. Hoy su hermano la describe como una mujer “tocada por la redención”.

Ella, que nunca había leído nada, devora la Biblia y los escritos de los místicos, de los teólogos, de los Padres de la Iglesia. Cuando se entusiasma con un pasaje, llama a su hermano mayor y le lee páginas enteras. ¿No tiene miedo de cansarlo ? La contestación de esta mujer fundamenta todas estas letras que continúan en torno a una fe y un redescubrimiento de la menospreciada "judeidad" de Cristo: 

«Me dirijo a la Tierra Prometida que hay en él»

Bernard-Henri Lévy, el eterno enfant terrible de la intelectualidad francesa, es agnóstico: «Digamos que a mí no se me plantea el problema de la existencia de Dios». Pero entendió la seriedad que encerraba la petición de su hermana veinte años mas joven. Quería que él estuviera presente en su bautizo. No era un capricho. «Por la seguridad y la intensidad con que hablaba comprendí que no se trataba de una niñería sino de una auténtica experiencia interior».

Según confiesa el mediático hermano: «En la vida de Verónica, hubo una lucha cuerpo a cuerpo con el mal, con un ápice justo antes de su conversión; ha tenido también gracia y redención: se convirtió en otra persona. Rehizo su alma. Esta clase de aventura espiritual atañe al ser en todas sus dimensiones, desde arriba hasta abajo».


Veronique es una mujer desconocida, de aspecto frágil que aún conserva un aire juvenil con su pelo rubio y su pose al fumar. Parece temerosa. Es obvio, para quienes examinaron de cerca la diáfana gravedad de su mirada, que su vida ha sido complicada, que pasea cicatrices. Siempre ha tenido presente la figura de Cristo. La pequeña se fascinó con ese hombre cuyos grandes brazos abiertos sobre la cruz no evocaban dolor sino un amor sereno, incondicional y absoluto. Recibe la primera llamada con tres años, por boca de su amiga Coralia en unas vacaciones en la playa de  Antibes. Pero su formación ha sido laica, a pesar de vivir en el corazón de una familia de larga estirpe judía pero no practicante. Se relaja y adquiere pausa, seguridad, al plantear el único tema a tratar, insiste, que es Cristo.

«La Iglesia es el hospital de las almas heridas, aquellas a las que la psiquiatría o el psicoanálisis no han podido aliviar. Propone lo que el mundo laico ha olvidado: el perdón, la redención. Abre un camino de libertad, desata los nudos. Lo Eterno no divide ; unifica, denomina, ordena. Y este orden es bondad». Por un momento se recibe el carisma de ese entorno de pensadores en el que se ha criado. 

Primer domingo de cuaresma de 2012. La nave de Notre-Dame de París llena. Bullicio propio de un día de alegre celebración. La ceremonia es presidida por Monseñor Ving-Trois. Convoca a los adultos que serán bautizados cuarenta días después, en la noche de Pascua. Entre los asistentes  Bernard-Henri Lévy. En los asientos reservadas a las familias de los catecúmenos. Hoy es Bernardo, como le llaman en casa. 


La satisfacción de ver a una hermana un poco perdida, delicadamente inestable, transformada en un alma nueva no impide una triste melancolía tal vez egóica pero muy razonable en un Leví. 

«¿Qué habrían pensado nuestros padres? Durante su bautismo, imaginaba, habrían quedado desolados : sin duda, una ruptura así no se había producido jamás en el multimilenario linaje de los Leví. Me embargaba también el sentimiento de haber fracasado en transmitirle algo a esa hermana pequeña que podría ser mi hija».


Fueron educados en la memoria y el orgullo de quien “lleva un nombre muy antiguo, aristocrático, el nombre de una de las doce tribus de Israel, la tribu de Levi”. El padre sentaba a la niña sobre sus rodillas y decía: «Tú eres una princesa y llevas un apellido muy antiguo y aristocrático, el nombre de una de las doce tribus de Israel, la tribu de Leví. No lo olvides nunca».

El libro de Veronique (en castellano se traduciría Muéstrame tu rostro) cuenta su travesía junto a Cristo. Encuentros y desapariciones a lo largo de toda una vida. Son sus diálogos interiores, “su aventura con el Crucificado”. Pero su veterano editor (Jean-François Colosimo, dueño de la editorial du Cerf) quiso incluir no solo el entusiasmo místico de la conversa, lleno de lenguaje amoroso hasta la crudeza. Era preciso un relato biográfico explícito. 

La princesa Verónica, de tal sensibilidad extrema que puede llegar a torturarla es sacudida a los doce años con la muerte de su abuela materna, a quien adoraba. Para conjurar a Tánatos, la niña aterrorizada con la muerte se vuelve una mujer provocadora. ¿Qué quiere ser cuando seas mayor? « Puta ». En el internado recuerda su pasión infantil con el cine de Zeffirelli, Jesús de Nazaret. Siente que Jesús regresa a ella cada vez que escucha hablar de Él.

El hermano filosofo admite que «pronto quedé impresionado por su nivel de conocimientos de teología tanto cristiana como judía, sobre los cuales nunca supo nada anteriormente», pero desconoce que se trata de una carrera de fondo, en el anonimato. 

Tras el internado y esa juventud desorientada, durante los próximos veinticinco años, Jesús la persigue en su vida aislada, disoluta, especialmente por medio de sueños («yo te quitaré tu corazón de piedra y te pondré un corazón de carne», escucha). Son años de gran agitación, de cambios de trabajo, también de múltiples aventuras amorosas y de excesos. Estudia letras, enfermería, cursos de teatro, confección de joyas, tiene amores, y o bien fracasa o se agota. 
 
Verónica Lévy
Verónique Lévy
Antes de la conversión, vive la noche del amor fou sobre sus tacones de aguja, de negro, apasionada por los vampiros, en un bar de la Bastilla que se ha convertido en su casa, «en compañía de una horda marginal de desahuciados a la deriva». Los ama porque sabe que «en su desmesura hay una búsqueda, la nostalgia de un absoluto».  

Un hombre extraño la dejará en la iglesia de San Gervasio. El padre Pedro María Delfieux, fundador de las Fraternidades Monásticas de Jerusalén, instaladas en ese templo, la halla en un banco de su iglesia en ruinas. «En pocas semanas – dice – Dios me ha reconstruido». La pequeña Levy se transformó de frágil e inestable a mujer fuerte y segura.

Otro hecho que transformó la vida de los Leví, y especialmente de Verónique, fue el accidente de su hermano Felipe, que cayó desde un sexto piso el día de su cumpleaños. El diagnóstico era devastador. Bernard-Henri se desvivía tras los médicos y Verónique poblaba de íconos la cabecera de su cama, de medallas milagrosas toda su almohada y reza sin cesar. La mañana de Navidad, Felipe se ha despertado y respira sin asistencia. Ella comienza a leerle el Evangelio. Bernard-Henri reprochó en esa ocasión a la hermana que se aprovechara de la debilidad de Felipe para su proselitismo. 

Meses más tarde Felipe asistirá a petición de ella a un oficio en la iglesia de San Gervasio. Misteriosamente, los monjes entonan el Shema Israel y cantan el Padrenuestro en hebreo. 

Para Veroniqué, «si les sorprende este libro es por ignorar que el cristianismo no es una religión de la ley sino del encuentro con Cristo, que suscita todo lo que hay en nosotros de humano, para convertirlo». Y cita a Georgette Blaquière, figura del catolicismo del siglo XX: «Creer en Dios no es creer que Dios existe sino creer que yo existo para Dios».

El rechazo de los fariseos, agrega, «ha sido el acto oficial de un divorcio con la vocación santa del pueblo-testigo, ¿les ha dado miedo la mundialización de la Salvación ?». 

Otra curiosidad que surge de esta conversión ocurre en su faseinicial. Verónique comenzó a convertirse en un tiempo en el que Bernard-Henri, ajeno a todo ello, preparaba una exposición sobre la verdad y la pintura; recorría los museos del mundo entero en búsqueda de cuadros de aquella Verónica de la cual la tradición dice que habría enjugado el rostro de Cristo y que este se habría impreso en su lienzo: una imagen que abre una brecha en la prohibición de representar a Dios. 

Al conocer la coincidencia de que en esos días su hermana transitaba hacia la conversión sintió una perturbación intima. Cosas de los pensadores que han estudiado los lenguajes mistéricos de la cábala. 

Montre-moi ton visage Veronica Levy
Montre-moi ton visage 

Dios no descansa. Cuida de todos y espera el momento oportuno para derramar sus gracias.

sábado, mayo 09, 2015

Sir Isaiah Berlin y la profecía de la libertad

 Sir Isaiah Berlin

Yo siempre he tenido en un altarcillo a by (1909–1997) por ser liberal, por ser un intelectual judío (son los mas poliédricos) y por haber escrito El erizo y el zorro.

     “Muchas cosas sabe la zorra, pero el erizo sabe una sola, y grande”.

Hoy la libertad no es comprendida por la ciudadanía. Esa falla conceptual resulta esencial a la hora de comprender como el individuo está dispuesto, con gusto, a la cesión de un esencial espacio propio en beneficio del Estado.

El principal objeto de estudio de su carrera fue la libertad. El texto Dos conceptos de Libertad (Two Concepts of Liberty; Isaiah Berlin, 1958) desarrolla su teoría en torno a la diferencia entre libertad negativa y libertad positiva. Diseña con el estudio de esta temática uno de los pilares esenciales de una nueva teoría liberal

La libertad negativa aborda una percepción de la existencia en la que el individuo obra por ausencia de coacción; la acción la impone él si no existe fuerza contraria. Es el eje de la filosofía moral británica y estadounidense. De la supresión de esta libertad se sirven los totalitarismos para ejercer su poder en aras de supuestos valores sociales "superiores". La libertad positiva "puede" ejercerla, al contar con el necesario entendimiento de sí mismo, y la capacidad personal para ejercerla. Para algunos, nuestra verdadera libertad es la conjunción de estos dos tipos de libertades. Isaiah Berlin, defendió que no son necesariamente compatibles, sino que pueden y suelen entrar en conflicto.


Libertad significa, propiamente, ausencia de oposición; por oposición quiero decir impedimentos externos del movimiento(…) Un hombre libre es aquel que, en aquellas cosas que puede hacer en virtud de su propia fuerza e ingenio, no se ve impedido en la realización de lo que tiene voluntad de llevar a cabo. Hobbes 1651:187

La libertad positiva se ejerce dependiendo de sí mismo y no de fuerzas exteriores, sino de la propia naturaleza. Requiere madurez y gran conocimiento de uno mismo. Muchos pensadores escépticos como el propio Isaiah Berlin (y el que junta estas letras) dudan de la posibilidad de libertad positiva, de la existencia de semejante autonomía de voluntad o de un grado tan elevado de conocimiento de uno mismo. Discípulos de Berlín, como John Gray, han defendido la compatibilidad de libertades positivas y negativas.

El nacimiento de Israel condujo a similares paradojas conceptuales, hoy terriblemente vigentes con motivo de la fantasía multicultural. Berlin se sentía ajeno al escenario de posguerra que le tocaba vivir. Era una suerte de apátrida filósofo profesional, un exiliado de la cultura rusa, residente en los centros de poder y pensamiento de Inglaterra y, principalmente, un judío dividido entre la integración a la sociedad inglesa, y el llamado de sus identidad judía.

En 1947 visitó con su padre el hogar nacional de los judíos y recibió continuas invitaciones (de Weizmann o Ben-Gurión) para establecerse en Israel con un alto puesto. Arthur Koestler y T. S. Eliot sostenían que con la fundación de Israel, los judíos de la Diáspora tenían ante sí solo dos caminos racionales: emigrar a Israel o asimilarse de manera irrevocable a la religión y la vida de sus países de residencia. Era el juego de libertades.

Eliot establecía, con cierto aire antisemita, la dolorosa disyuntiva. Los judíos podían recluirse legítimamente en su identidad religiosa (sus guetos) o asimilarse enteramente. Se delimitaba su libertad de una forma extrema. Pero ¿existe la libertad de un judío o es la libertad de un individuo ajeno a su pueblo?

El debate es, por momentos, encarnizado; en el terreno de la moral, fundamentalmente. Sir Isaiah, tras su agitado periplo soviético del año 1946, conoció de la mano de los héroes Pasternak y Ajmátova, la sórdida tortura que suponía residir en Moscú y Leningrado. Ese viaje delimitó sus futuros desempeños en derredor de las letras rusas, las ideales liberales, la lucha contra los totalitarismos, y contra 

“ese poder único de penetración y de imaginación que estaba destinado a curar todos los males humanos”.

Es razonable fantasear con la idea de que todo esto sería determinante en su decisión de no establecerse en Israel. Y, ademas, la idea que consideraba característica de los judíos. Una capacidad (surgida tal vez de esa existencia sometida a la incertidumbre apátrida) “para el análisis del pasado, el presente y, en ocasiones, también del futuro”, lindante con profético. En este sentido es muy interesante el gran texto de Enrique Krauze, El profeta Isaiah.

Ya cuando Fichte (el inicio de la amenaza a la libertad nace en ese tiempo) anunció el destino suprahumano de Alemania, Berlin lo contrapone a las palabras del "profeta" Heine:


“Aparecerán fichteanos armados, cuyas voluntades fanáticas no podrán aplacar ni el interés egoísta ni el temor [...] En Alemania se representará un drama en contraste con el cual la Revolución francesa parecerá un apacible idilio.”

El maestro Isaiah considera la dolosa idea de la “voluntad general”, ese “nosotros” social que elimina al individuo en beneficio "místico" del Estado de la mano de Rousseau, como propia de “el más siniestro y formidable enemigo de la libertad”. Es el padre de la democracia participativa que ha devastado LatinoAmérica y pretende su asalto a la Europa mas pobre, que si bien se gesta en una elogiosa desconfianza de las élites ilustradas, luego devasta la idea misma de Ilustración. Y Hegel deviene en profeta creador de la más influyente y opresiva “teodicea” de la Historia.

En el mismo capítulo de enemigos de la libertad incluye al utilitarismo de Helvétius y el productivismo de Saint-Simon. Berlin acertó al revelar los diversos antecedentes del culto al Estado, en defensa la libertad individual, herramienta esencial de su “tribu” por incorporación, la Británica. Sir Isaiah Berlin defendió la libertad humana como un profeta judío aunque siempre mantuvo la idea de abandono de su pueblo. Pero desde Oxford no le pudo prestar mas alto servicio.

“Nadie es profeta en su tierra.” 


Según las lineas de Enrique Krauze, "dentro y fuera de su tierra y de su tribu, en defensa de la libertad humana, Isaiah Berlin fue una clara excepción".

A un alma puritana puede causar disgusto conocer que tal vez tuvo un idilio con la mítica y desgraciada Ana Ajmátova tras leer en el maravilloso artículo de Pablo Rodríguez (@Suanzes) Arden los sonidos en el éter. Pero habrá que perdonárselo porque no está probado y estaría, en cualquier caso, en uso de su libertad.  

martes, diciembre 09, 2014

Quieto




La ausencia total de oxígeno te lleva a racionar su consumo. Inhalo poco. Así aquí como en todo. Se hace lo mismo con la esperanza. Todos tenemos un poco. Se oculta a la luz por miedo a esa escasez. Me recuerda a aquellos milicianos que permanecían en un agujero hasta décadas después del conflicto. No se aventuraban a asomar al pueblo. Les dolía tanto recibir la noticia de una guerra aún viva que preferían vivir en la certeza de ésta.

Un día recibes un atisbo liviano, un susurro de una hipotética buena noticia y te aferras a esa luz rancia. Eres feliz una semana sujeto a esa cuerdita sin hilo. No quieres saber que todo se ha venido abajo. Y permaneces quieto. Tanto que observas la linea de agua en las comisuras. Quieto. Es la infravida. Vives en el centímetro tibio. Racionas la vida. Quieto.

Es esa idea del insecto de Kafka. Que queda quieto y panza arriba. Que sabe que un buen pisotón daba fin a la tortura. Pero que permanece quieto.

jueves, noviembre 06, 2014

Marias, olvidado y resucitado por un YANKEE

ABC.
Fue un maestro de energía: escribiendo, pensando, leyendo... Infatigable, sabio, siempre regresaba al verso de Cervantes: «Tú mismo te has forjado la ventura». Se fue un invierno de hace dos años, entre el frío de una España oficial que fue bastante cicatera y tacaña con él: un «bien cultural». Sufrió represalias por parte del franquismo, y luego por los gobiernos de uno u otro signo, pero nunca le importó. A Julián Marías, casi toda su vida ligado a ABC, le importaban sus lectores, que eran legión, dentro y fuera de España. Su lema «Que por mí no quede» lo fue hasta su final, «pese a las muchas traiciones que alguien con tal carácter inevitablemente padece, como cuando paró en la cárcel al terminar la guerra denunciado por quien había sido hasta entonces su mejor amigo, y eso no le impidió seguir creyendo en la gente...», escribió en ABC Javier Marías, que le debe «mucho como escritor» a un padre al que siempre recuerda trabajando.
Don Julián era «un pozo de sabiduría, de inteligencia, de sagacidad, de patriotismo, de religiosidad, un hombre con una ternura emocionante, con una bondad de niño, con unas ingenuidades increíbles», lo esculpió Santiago Castelo. Y ese hombre de la «visión responsable» es vindicado a partir de mañana en un Congreso Internacional organizado por la Asociación Española de Personalismo, la Complutense -que concederá a Julián Marías a título póstumo su medalla de oro- y CEU-San Pablo. El Colegio de Doctores y Licenciados le nombrará Colegiado de Honor, y Páginas de Espuma reedita las memorias de Marías, «Una vida presente».
El hispanista Harold C. Raley, de la Universidad de Texas, amigo personal del pensador, que clausurará el Congreso, define a Julián Marías como un dechado de rectitud intelectual, y moral; una persona superior: «Hubiera sido un excelente americano», matiza. Raley considera que «sin Marías la filosofía de Ortega queda manca. Inexplicable sin él, irreductible sin él. Don Julián dio unos pasos más allá de Ortega, y más acá. Él es previo a Ortega, cuyo pensamiento sitúa en un contexto amplio, universal, en la tradición occidental. Te ayuda el sentido cristiano que mantiene, del que hay mucho en Ortega. Y está el impacto de Unamuno. Los escritos de Marías son esenciales para comprender a Ortega».
Para Raley, la manera de pensar de Marías «hace mucha falta en EE. UU: su filosofía de la persona, porque se tiende a interpretar las cosas desde un plano secundario, en términos políticos, sociológicos, económicos. Y falta lo fundamental: la antropología de la persona. Me interesan sus ideas sobre la persona como objetivo estético, su interpretación de la persona, y su manera de filosofar dentro de un un contexto religioso, de una fe personal. Marías me enseñó cómo ser intelectual, y me sirvió de maestro de lengua inglesa. Mis dos maestros de inglés han sido españoles: Ortega y Marías».
Juan Manuel Burgos, presidente de la Asociación Española de Personalismo, señala la plena vigencia del pensamiento de Marías, «muy leído, pero poco estudiado, muy vital y actual». Francisco Javier Jiménez, responsable de la reedición de las Memorias, sostiene que Marías es «un filósofo con el que España tiene una deuda importante. Él nos invita a un ejercicio coherente y responsable de preguntarnos por el sentido de la persona».

jueves, junio 02, 2011

Las sumisiones voluntarias de Gabriel Albiac





Maquiavelo y Guicciardini, como una buena parte de los políticos de su generación, admiran a Savonarola. La dimensión del personaje es grandiosa, y en estos analistas del siglo XVI florentino prima una virtud intelectual envidiable: el absoluto equilibrio, la absoluta magnanimidad con la que buscan analizar los hechos. Savonarola era un personaje grandioso, culto, inteligente y moralmente impecable; fue catastrófico por ser grande, culto, inteligente y moralmente impecable; lo que es lo mismo, por tener la capacidad de poner en marcha algo que en sí mismo sólo puede producir catástrofe: la idea, delirante, de la posición hegemónica de la teología en política. Es la lección que todos los de la generación maquiaveliana han extraído de esos años de Savonarola, sin que ello implique la menor degradación del personaje. Si ustedes leen lo que Maquiavelo escribe sobre Savonarola, en la "Correspondencia" o en la "Historia de Florencia", la línea conductora es nítida: un gran personaje; fatídico. Si ustedes leen lo que escribe Guicciardini sobre Savonarola, en la "Historia florentina" o en "La historia de Italia", lo es en la misma medida: Savoranola aparece allí como el más brillante de los hombres de su tiempo; fatídico. Pues bien, lo que todos ellos han aprendido de esa historia de santidad desastrosa es esto: nunca más, bajo ningún concepto, la intervención de la teología en política. Nunca más, bajo ningún concepto, la proyección de modelos moralizantes sobre la política. Nunca más, la santidad en la Señoría. Nunca más, bajo ningún concepto, la utopía del reino de Dios sobre la tierra. La santidad, en política, sólo acarrea muerte.
Escribirá Spinoza que quien domina por la fuerza ejerce un dominio precario, limitado, y que puede en algún momento quebrar. El dominio por la esperanza es, por el contrario, un dominio casi invulnerable, porque lo que consigue es la identificación del siervo con el amo, y la identificación de cada una de sus expectativas con las expectativas del amo. (Pág. 52).

GABRIEL ALBIAC: SUMISIONES VOLUNTARIAS. LA INVENCIÓN DEL SUJETO POLÍTICO. Tecnos (Madrid), 2011, 285 págs. Edición a cargo de Alberto Mira Almodóvar.

Espejismos de libertad Por José Sánchez Tortosa

miércoles, enero 19, 2011

Mandamientos de Gurdjieff

1. Fija tu atención en ti mismo, sé consciente en cada instante de lo que piensas, sientes, deseas y haces.
2. Termina siempre lo que comenzaste.
3. Haz lo que estás haciendo lo mejor posible.
4. No te encadenes a nada que a la larga te destruya.
5. Desarrolla tu generosidad sin testigos.
6. Trata a cada persona como si fuera un pariente cercano.
7. Ordena lo que has desordenado.
8. Aprende a recibir, agradece cada don.
9. Cesa de autodefinirte.
10. No mientas ni robes, si lo haces te mientes y te robas a ti mismo.
11. Ayuda a tu prójimo sin hacerlo dependiente.
12. No desees ser imitado.
13. Haz planes de trabajo y cúmplelos.
14. No ocupes demasiado espacio.
15. No hagas ruidos ni gestos innecesarios.
16. Si no la tienes, imita la fe.
17. No te dejes impresionar por personalidades fuertes.
18. No te apropies de nada ni de nadie.
19. Reparte equitativamente.
20. No seduzcas.
21. Come y duerme lo estrictamente necesario.
22. No hables de tus problemas personales.
23. No emitas juicios ni cri ticas cuando desconozcas la mayor parte de los hechos.
24. No establezcas amistades inútiles.
25. No sigas modas.
26. No te vendas.
27. Respeta los contratos que has firmado.
28. Sé puntual.
29. No envidies los bienes o los éxitos del prójimo.
30. Habla sólo lo necesario.
31. No pienses en los beneficios que te va a procurar tu obra.
32. Nunca amenaces.
33. Realiza tus promesas.
34. En una discusión ponte en el lugar del otro.
35. Admite que alguien te supere.
36. No elimines, sino transforma.
37. Vence tus miedos, cada uno de ellos es un deseo que se camufla.
38. Ayuda al otro a ayudarse a si mismo.
39. Vence tus antipatí as y acercate a las personas que deseas rechazar.
40. No actues por reacción a lo que digan bueno o malo de ti.
41. Transforma tu orgullo en dignidad.
42. Transforma tu cólera en creatividad.
43. Transforma tu avaricia en respeto por la belleza.
44. Transforma tu envidia en admiración por los valores del otro.
45. Transforma tu odio en caridad.
46. No te alabes ni te insultes.
47. Trata lo que no te pertenece como si te perteneciera.
48. No te quejes.
49. Desarrolla tu imaginación.
50. No des órdenes sólo por el placer de ser obedecido.
51. Paga los servicios que te dan.
52. No hagas propaganda de tus obras o ideas.
53. No trates de despertar en los otros emociones hacia ti como piedad, admiración, simpatí a, complicidad.
54. No trates de distinguirte por tu apariencia.
55. Nunca contradigas, sólo calla.
56. No contraigas deudas, adquiere y paga en seguida.
57. Si ofendes a alguien, pi dele perdón.
58. Si lo has ofendido públicamente, excusate en público.
59. Si te das cuenta de que has dicho algo erróneo, no insistas por orgullo en ese error y desiste de inmediato de tus propósitos.
60. No defiendas tus ideas antiguas sólo por el hecho de que fuiste tú quien las enunció.
61. No conserves objetos inútiles.
62. No te adornes con ideas ajenas.
63. No te fotografíes junto a personajes famosos.
64. No rindas cuentas a nadie, sé tu propio juez.
65. Nunca te definas por lo que posees.
66. Nunca hables de ti sin concederte la posibilidad de cambiar.
67. Acepta que nada es tuyo.
68. Cuando te pregunten tu opinión sobre algo o alguien, di sólo sus cualidades.
69. Cuando te enfermes, en lugar de odiar ese mal considéralo tu maestro.
70. No mires con disimulo, mira fijamente.
71. No olvides a tus muertos, pero dales un sitio limitado que les impida invadir toda tu vida.
72. En el lugar en que habites consagra siempre un sitio a lo sagrado.
73. Cuando realices un servicio no resaltes tus esfuerzos.
74. Si decides trabajar para los otros, hazlo con placer.
75. Si dudas entre hacer y no hacer, arriésgate y haz.
76. No trates de ser todo para tu pareja; admite que busque en otros lo que tú no puedes darle.
77. Cuando alguien tenga su público, no acudas para contradecirlo y robarle la audiencia.
78. Vive de un dinero ganado por ti mismo.
79. No te jactes de aventuras amorosas.
80. No te vanaglories de tus debilidades.
81. Nunca visites a alguien sólo por llenar tu tiempo.
82. Obtén para repartir.
83. Si estás meditando y llega un diablo, pon ese diablo a meditar…

martes, noviembre 16, 2010

Mente que divaga, mente infeliz

El pensamiento errático tiene el honor de ser el responsable de grandes descubrimientos como la ley de la gravedad de Newton. Todos hemos experimentado alguna vez las bondades de dejar divagar a nuestra mente: la palabra en la punta de la lengua, dónde dejamos el destornillador, el apellido de un viejo amigo... Pero el precio que estamos pagando por pensar en lugar de centrarnos en lo que estamos haciendo podría ser alto. Ni más ni menos que la felicidad.

El cerebro es una especie de 'super ordenador', de funcionamiento complejo, del cual conocemos sólo una pequeña parte. Sabemos que tiene actividad consciente e inconsciente, ambas de igual importancia ya que permiten realizar acciones complejas a la vez y de forma fluida; y que es capaz de pensar en el menú de la cena mientras atendemos una llamada de trabajo, todo un logro evolutivo.

Esta capacidad de divagación "parece ser el modo operativo por defecto del cerebro", explican Matthew Killingsworth y Daniel Gilbert, de la Universidad de Harvard (Cambridge, EEUU), en las páginas de la revista 'Science'. Sin ella, ciertas situaciones serían terriblemente aburridas, como conducir durante horas, tomar el sol o correr. Pero parece que 'abusamos' un poco de este recurso.

Killingsworth y Gilbert, movidos por las enseñanzas de varias corrientes religiosas y espirituales que promulgan que la felicidad está en el 'carpe diem', se preguntaron si el famoso aforismo acuñado por el poeta Horacio escondía la clave de una vida feliz. Si centrarse en el 'ahora mismo' y dejar a un lado el pasado y el futuro es bueno para la salud emocional.

Sexo, reducto de paz

Gracias a una aplicación para el iPhone -que demuestra que este dispositivo sirve para muchas más cosas que para comunicarse- desarrollada por ellos mismos, los autores pudieron preguntar a miles de personas qué hacían y pensaban en varios momentos del día y a tiempo real. Para este estudio, analizaron los datos obtenidas a partir de 2.250 adultos representativos de las principales actividades laborales del mercado.

Pero, fuera lo que fuera lo que hacía cada uno de ellos, sus mentes se dedicaban a divagar una media del 46,9% de las horas de vigilia. Así que, "nuestra vida mental está dominada en un grado destacable por el no-presente", señala Killingsworth, que estudia Psicología en la prestigiosa universidad americana. Cuando menos nos invaden estos pensamientos es durante la actividad sexual, el ejercicio o en una conversación.

En esos instantes en los que los participantes se ceñían a lo que estaban haciendo, es cuando eran más felices. Este fenómeno era cierto incluso cuando la actividad realizada no era especialmente entretenida e independientemente de si los pensamientos versaban sobre temas placenteros, neutros o negativos, aunque estos últimos eran los de peores consecuencias. Divagar, 'per se', era una fuente de infelicidad.

"El pensamiento errático es una excelente forma de predecir la felicidad de la gente", subraya Killingsworth. "De hecho, la frecuencia con la que nuestras mentes abandonan el presente y hacia dónde tienden a ir es mejor factor predictivo que las actividades en las que estamos inmiscuidos", añade.

martes, septiembre 28, 2010

Meister Eckhart

“Y digo además que todo sufrimiento proviene del amor por aquello de lo que nos ha privado el perjuicio. Si lo que me hace sufrir es un perjuicio por cosas exteriores, eso es un signo inequívoco de que de verdad me gustan las cosas exteriores y de que de verdad me gustan el sufrimiento y el desconsuelo. ¿Y qué tiene entonces de extraño que sufra si me gustan el sufrimiento y el desconsuelo?…En realidad, a a Dios y al mundo entero les resulta imposible hacer que el hombre encuentre el consuelo verdadero cuando busca consuelo en las criaturas"

martes, junio 01, 2010

Permanecer en la provincia, en Martin H

En 1933 se ofreció a Heidegger por segunda vez una cátedra en la Universidad de Berlín, pero decidió quedarse en la pequeña Friburgo. Para justificar tal decisión escribió el texto cuya traducción ofrecemos. Este artículo de Heidegger apareció en 1934 en una obscura hoja periodística de provincia y no se volvió a publicar hasta los años 60.
En una abrupta cuesta de un amplio y alto valle de la Selva Negra, se levanta un pequeño refugio de esquiadores a 1.150 metros de altura sobre el nivel del mar. Su planta mide de seis a siete metros. El bajo techo recubre tres cuartos: la cocina, el dormitorio y un gabinete de estudio. En el estrecho fondo del valle y en la ladera opuesta, igualmente abrupta, yacen dispersos los cortijos de los campesinos, ámpliamente emplazados, con el gran techo que pende sobre ellos. Cuesta arriba se extienden las praderas y las dehesas hasta el bosque con sus viejos, enhiestos y oscuros abetos. Todo lo domina un claro cielo soleado en cuyo resplandeciente espacio dos azores se elevan trazando círculos.
Éste es mi mundo de trabajo visto con los ojos mirones del huésped o del veraneante. Yo mismo nunca miro realmente el paisaje. Siento su transformación contínua, de día y de noche, en el gran ir i venir de las estaciones. La pesadez de la montaña y la dureza de la roca primitiva, el contenido crecer de los abetos, la gala luminosa y sencilla de los prados florecientes, el murmullo del arroyo de la montaña en la vasta noche del otoño, la austera sencillez de los llanos totalmente recubiertos de nieve, todo esto se apiña y se agolpa y vibra allá arriba a través de la existencia diaria. Y, nuevamente, esto no ocurre en los instantes deseados de una sumesión gozosa o de una compenetración artificial, sino, solamente, cuando la propia existencia se encuentra en su trabajo. Sólo el trabajo abre el ámbito de la realidad de la montaña. La marcha del trabajo permanece hundida en el acontecer del paisaje.
Cuando en la profunda noche del invierno una bronca tormenta de nieve brama sacudiéndose en torno del albergue y oscurece y oculta todo, entonces es la hora propicia de la filosofía. Su preguntar debe entonces tornarse sencillo y esencial. La elaboración de cada pensamiento no puede ser sino ardua y severa. El esfuerzo por acuñar las palabras se parece a la resistencia de los enhiestos abetos contra la tormenta.
Y el trabajo filosófico no transcurre cual la apartada ocupación de un extravagante, sino que tiene una íntima relación con el trabajo de los campesinos. Mi trabajo se asemeja al del joven campesino cuando sube la pendiente remolcando el trineo de la montaña y luego, una vez bien cargado con leños de aya, lo dirije a su cortijo en peligroso descenso; al del pastor cuando con su andar lentamente meditabundo arrea su ganado pendiente arriba; al del campesino cuando en su cuarto dispone en forma adecuada las innumerables tablillas para su techo. Allí arraiga su inmediata pertenencia a los campesinos.
El hombre de la ciudad piensa que "se mezcla con el pueblo" tan pronto condesciende a entablar una larga conversación con un campesino. Por las tardes, cuando durante la pausa del trabajo me siento con los campesinos en torno de la estufa o en la mesa junto al rincón donde está la imagen del Señor, casi nunca hablamos. En silencio fumamos nuestras pipas. Entretanto quizá cruza una palabra. Que el trabajo se termina en el bosque, que en la noche anterior se metió una marta en el gallinero, que posiblemente mañana una vaca parirá, que el campesino Oehmi ha tenido un ataque, que el tiempo pronto "se muda". La íntima pertenencia del propio trabajo a la Selva Negra y a sus moradores viene de un centenario arraigo suabo-alemán a la tierra que nada puede reemplazar.
Al hombre de la ciudad una estadía en el campo, como se dice, a lo más, lo "estimula". Pero la totalidad de mi trabajo está sostenida y guiada por el mundo de estas montañas y sus campesinos. Ahora, mi trabajo allá arriba se ve interrumpido a menudo por largo tiempo debido a gestiones, viajes para dictar conferencias, discusiones y la actividad docente aquí abajo. Pero tan pronto retorno arriba se aglomera, ya desde las primeras horas de estadía en el albergue, todo el mundo de las antiguas preguntas y, por cierto, en el mismo cuño con que las dejé.
Sencillamente, soy trasladado al ritmo propio del trabajo y, en el fondo, no domino en ningún caso su ley oculta. Los hombres de la ciudad se maravillan a menudo de este largo y monótono quedarse solo entre los campesinos y las montañas. Sin embargo esto no es ningún mero quedarse solo; pero sí soledad. En verdad en las grandes ciudades el hombre puede quedarse solo como apenas le es posible en ninguna otra parte. Pero allí nunca puede estar a solas. Pues la auténtica soledad tiene la fuerza primigenia que no nos aísla, sino que arroja la existencia humana total en la extensa vecindad de todas las cosas.
Es posible convertirse en una "celebridad" en un santiamén mediante los periódicos y revistas. Éste es siempre, por cierto, el camino más seguro por el que el querer más auténtico sucumbe al malentendido y llega al olvido profunda y rápidamente.
Por el contrario, la memoria campesina tiene su fidelidad sencilla, segura e incesable. Hace poco le llegó la hora de la muerte a una campesina allá arriba. Ella conversaba conmigo a menudo y de buena gana, y me enseñaba viejas historias del pueblo. En su lenguaje enérgico y lleno de imágenes conservaba todavía muchas palabras viejas y diversas sentencias que habían llegado a ser ininteligibles para los actuales jóvenes del pueblo y, así, han desaparecido del lenguaje vivo. Todavía el año pasado, cuando yo vivía solo semanas enteras en el refugio, esta campesina con sus 83 años, subía a menudo la abrupta cuesta que conduce a él. Quería ver, como decía, si yo todavía estaba allí y si no me había robado de improviso "algún duende". La noche que murió la pasó conversando con sus parientes y, hora y media antes de su fin, envió todavía un saludo al "señor profesor". Tal recuerdo vale incomparablemente más que el más hábil "reportaje" de un periódico de circulación mundial sobre mi pretendida filosofía.
El mundo de la ciudad está en peligro de sucumbir a una falsa creencia corruptora. Una impertinencia muy ruidosa y muy activa y muy delicada parece, a menudo, preocuparse por el mudo y la existencia del campesino. Pero con ello se niega precisamente lo que ahora sólo hace falta: mantener la distancia de la existencia campesina; abandonarla -ahora más que nunca- a su propia ley; ¡fuera las manos!, para no arrastrarla en una falsa habladuría de literatos sobre lo popular y el amor a la tierra. El campesino ni quiere ni necesita en ningún caso esta exagerada amabilidad ciudadana. Lo que ciertamente necesita y quiere es el tacto reservado respecto a su propio ser y a su independencia. Pero muchos de los procedentes de la gran ciudad y de los transeúntes -y no en último término los esquiadores- se comportan a menudo en el pueblo o en la casa del campesino como si se "divirtieran" en sus salones de recreo de la gran ciudad. Tal ajetreo destruye en una noche más de lo que puede fomentar jamás un adocenamiento científico de varios decenios sobre lo popular y las costumbres y usos del pueblo.
Dejemos toda intimidación condescendiente y todo falso culto de lo popular; aprendamos a tomar en serio allá arriba aquella existencia sencilla y dura. Sólo entonces nos podrá volver a decir algo.
Hace poco recibí la segunda llamada de la Universidad de Berlín. En una ocasión semejante me retiro de la ciudad a mi refugio. Escucho lo que dicen las montañas, los bosques y los cortijos. En esto vengo a donde mi viejo amigo, un campesino de 73 años. En los periódicos ha leído sobre el llamado a Berlín. ¿Qué irá a decir? Lentamente desliza la segura mirada de sus claros ojos en los míos, mantiene los labios fuertemente apretados, me coloca su mano fielmente circunspecta sobre el hombro y sacude su cabeza en forma apenas perceptible. Esto quiere decir: ¡irrevocablemente no!
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domingo, mayo 02, 2010

Bloom, lecciones de ensayo. ABC




MICHEL DE MONTAIGNE (1533-1592) Hasta el advenimiento de Shakespeare, Montaigne es la gran figura del Renacimiento europeo, comparable en poder cognitivo y en influencia a Freud, en nuestros días. [...]
La crítica literaria del siglo XVI, dado que se inscribe en lo que bien podría llamarse manifiesto humanista, requiere que la lectura se haga desde un cierto espíritu de «desidealización» afectuosa. Los principales escritores del siglo se encargaron, ellos mismos, de la «desidealización», y si dicha actividad puede considerarse crítica (como en efecto se considera), entonces Montaigne se convierte en el gran crítico del Primer Renacimiento [...]. Decir que los Ensayos de Montaigne son una inmensa obra de crítica literaria es un juicio meramente revisionista, pero sólo en un sentido: ahora creemos que Sigmund Freud, que murió en 1939, parecía ser en 1987 el crítico más importante del siglo XX. La defensa que Montaigne hace del yo es también un análisis del yo y Montaigne parece ser ahora el predecesor no sólo de Emerson y Nietzsche, que reconocieron su valía, sino también de Freud, que no lo hizo. [...]
BLAISE PASCAL (1623-1662) Pascal nunca pierde su capacidad de ofender y, al mismo tiempo, de edificar. [...]
Pascal es, en esencia, un polemista, más que un escritor religioso o meditativo. Sus Pensées no son, en definitiva, menos tendenciosos que las Cartas provinciales. Un polemista cristiano de nuestro tiempo debería buscar a su auténtico antagonista en Freud, pero ninguno lo hace: o bien ignoran a Freud, o bien tratan de apropiarse de él. El Freud de Pascal fue Montaigne, al que no se podía ni evitar ni asumir, y que apenas puede ser refutado. [...]
Lo que resulta perturbador es que Pascal no huye de Montaigne ni lo enmienda: simplemente, lo repite, tal vez inconsciente de su sometimiento hacia el escéptico precursor. Y como el tono de Pascal es polémico, y el de Montaigne es de reflexión y especulación, el margen retórico es diferente. Pascal enfatiza la acción moral, mientras Montaigne se centra en el ser moral. [...]
SAMUEL JOHNSON (1709-1784) El doctor Samuel Johnson es, a juicio de muchos (incluido yo mismo), el mayor crítico de la variopinta Historia de la cultura literaria occidental. En la tradición angloamericana, el único rival que le iguala parece ser William Hazlitt, que tiene algo de la energía, el intelecto y el conocimiento de Johnson, pero carece del amplio abanico de cualidades humanas que tiene Johnson y, simplemente, no es tan sabio. Johnson nos muestra que la crítica, como arte literaria, se vincula al antiguo género de los escritos sapienciales [...].
Johnson nos enseña que la autoridad de la crítica como género literario depende de la sabiduría del crítico como ser humano y no de la corrección, o incorrección, de alguna teoría o praxis. [...]
Johnson, el más grande de los críticos, puede enseñarnos a todos nosotros que la esencia de la poesía es la invención. La invención es el impulso que activa el significado, y Johnson demuestra, de forma implícita, que Shakespeare, incluso más que Homero o que la Biblia, es el autor que más abunda en invención original. [...]
JEAN-JACQUES ROUSSEAU (1712-1778) Van den Berg atribuye a Emilio la invención del tropo de la «maduración» psíquica, asignando a Rousseau la autoría de la adolescencia como tal. Este puede ser, en parte, un irónico tributo de Van den Berg, pero a mí me parece acertado. Antes de Rousseau, ¿dónde encontramos representaciones de la adolescencia? [...]
El gran Rousseau [...] era simplemente un monstruo sagrado, especialmente pernicioso para las mujeres. En cuanto al poder literario de la representación de sí mismo, por la originalidad de su sensibilidad y por la fuerza de la influencia que tuvieron sobre todo lo que vino después, las Confesiones escapan a la comparación con cualquiera de sus posibles rivales de la literatura del siglo XVIII, independientemente de lo que cualquiera de nosotros piense de Rousseau como individuo. [...]
RALPH WALDO EMERSON (1803-1882) Emerson es un crítico experimental, y un ensayista, pero no es un filósofo trascendental. Nunca está de más reafirmar esta verdad obvia y, tal vez, es más necesario que nunca ahora que la crítica literaria está influida en exceso por los franceses, herederos de la tradición alemana de la filosofía trascendental o idealista. Emerson es la mente de nuestro clima, la principal fuente del toque americano en poesía, crítica y postfilosofía pragmática. Esta verdad es menos obvia, pero también es necesario reafirmarla, ahora y siempre. Emerson, en modo alguno el mejor escritor americano, tal vez mejor orador que escritor, es el teórico inevitable de toda la literatura americana posterior a él. Desde su tiempo al nuestro, los autores americanos han seguido su estela, o bien la contraestela que se originó en oposición a él. [...]
FRIEDRICH NIETZSCHE (1844-1900) Origen y propósito deben mantenerse separados, en aras de la vida. Esta firme exhortación constituye el centro de la obra de Nietzsche. Pero ¿pueden de verdad mantenerse separados durante mucho tiempo, en la psicología de cualquier individuo? El punto fuerte de Nietszche es su conocimiento de la psicología; pero lo que él nos pide es, en definitiva, algo que no nos exigiría ningún psicólogo, pues el retorno cíclico del objetivo, o el propósito, al origen, es algo que no puede dejarse de lado, una lección oscura que ya nos enseñaron poetas y especuladores a lo largo de la Historia. Los comienzos suelen tener algo más que prestigio: albergan la ilusión perpetua de la libertad, aunque invadir esa ilusión tenga como consecuencia la muerte.
La enseñanza más importante que obtengo de Nietzsche, cada vez que lo leo, es que el auténtico significado es doloroso y el dolor mismo es el significado. Entre el dolor y el significado se sitúa el recuerdo, un recuerdo de dolor que se convierte en un significado memorable [...].
SIGMUND FREUD (1856-1939) [...] un sueño, por elaborado que sea, no es más que un sustituto de un texto más real, un sustituto interpretativo en realidad y, por lo tanto, especialmente sospechoso.
En la visión freudiana, un sueño es un texto postergado, un comentario inadecuado a un poema que falta. Su argumento es, seguramente, irrelevante: lo que importa es algún elemento que sobresale, alguna imagen que resulta difícil de asociar al texto. Y en este sentido, Freud es el padre legítimo de Lacan y Derrida, con sus deconstrucciones del impulso, excepto en que él, Freud, les hubiera instado a ahondar en los abismos del sueño y no en sus propios textos. [...]
Los sueños, como el psicoanálisis, parodian y simplifican los poemas, si seguimos a Freud al tratar los sueños en términos de su contenido latente, o «significado». Pero los sueños, en su contenido manifiesto, en su argumento y en su imaginería, comparten los elementos poéticos que tienden a desafiar la simplificación y el reduccionismo.
Freud deseaba y necesitaba esta simplificación, porque su búsqueda era científica y terapéutica. Como terapeuta adivinador de sueños está más allá de toda comparación, antigua o moderna, aún más a pesar de su exceso de confianza interpretativa. [...]
ALDOUS HUXLEY (1894-1963) No se puede decir que Aldous Huxley consiguiera llegar a un lugar eminente en el que se haya mantenido, ni como novelista ni como guía espiritual. Sus mejores novelas fueron Danza de sátiros y Contrapunto, que yo disfruté en mi juventud, pero que ahora considero obras de su tiempo, si bien muy elaboradas. Su obra de ficción más famosa, Un mundo feliz, apenas resiste una relectura: su metáfora básica, en la que Henry Ford sustituye a Jesucristo, parece ahora forzada, incluso ingenua. La gran obra de Huxley son sus Ensayos, que incluyen ejemplos soberbios, como «Wordsworth en los trópicos», «La tragedia y toda la verdad» y «Música en la noche». [...]
Los nuevos tiempos siempre están abocados a convertirse en viejos tiempos, y la espiritualidad huxleiana ahora nos parece anticuada. Aldous Huxley era extraordinario como ensayista, pero no como novelista. Y tampoco era un sabio.
JEAN-PAUL SARTRE (1905-1980) El triunfo de Sartre comenzó en 1938, con su primera novela, La náusea. Pero en la actualidad, ¿qué queda de Sartre? Las modas pasan, y el Existencialismo ya no es más que un recuerdo borroso. Las novelas de Sartre, con la posible excepción de La náusea, ya no se leen. Mejor dramaturgo que narrador, sus obras de teatro aún tienen vida: A puerta cerrada se sigue representando, con cierto éxito.
Como pensador político y como moralista Sartre tuvo en tiempos una enorme repercusión, pero aquella supremacía ha decaído. ¿No fue, después de todo, una buena obra de su época, de gran éxito en los años cincuenta y principios de los sesenta, que dejó de ser relevante con el advenimiento de la Contracultura, entre 1967 y 1970?
[...] No hay mucho en la narrativa de Sartre que pueda resistir una comparación con Dostoievsky, con Conrad o Faulkner. Sartre siempre sabe demasiado bien lo que hace, y sus personajes nunca se alejan de él. En este sentido es como Camus, su amigo y rival, que escribió ensayos morales y los llamó «ficción». [...]
No se puede comparar a Sartre con Molière o Racine; él no era un gran dramaturgo. Tal vez debió dedicarse antes a la biografía literaria y a la autobiografía, pero su deseo de alterar las vidas de sus lectores era demasiado fuerte. La suya será sólo una supervivencia parcial, pero Las palabras bastará, por sí misma, para que le recordemos mientras pasamos a otra era.
ALBERT CAMUS (1913-1960) La auténtica influencia que se ve en El extranjero es, a mi juicio, la del Moby-Dick de Melville: Camus sustituye la blancura de la ballena por la del sol. Y Mersault no es un buscador, no es Ahab; Ahab no le hubiera dejado subir a bordo del Pequod. Pero el cosmos de El extranjero es en esencia el cosmos de Moby-Dick, aunque en muchos de sus aspectos externos el de Meursault se haya formado en el terror. [...]
Cuarenta años después de su publicación, La peste (1947) de Camus ha adquirido una especial intensidad en esta era de la nueva peste, de ambigua denominación, que es el SIDA. La peste es una novela tendenciosa, más parcial incluso que El extranjero. Un autor requiere una enorme exuberancia para sostener esa parcialidad; Dostoievsky la tenía, pero Camus no. O bien es un maestro de la evasión, como Kafka, que puede evadirse de sus propias compulsiones, pero Camus es demasiado fácil de interpretar. La comparación más oscura sería con Beckett, cuya trilogía de Molloy, Malone muere y El innombrable contiene ese aire de amenaza y de angustia, metafísica y psicológica, que deja en nada a La peste. [...]
Camus fue un admirable, aunque confundido, moralista, y el heredero legítimo de una larga tradición de lucidez racional. No escribió un Cándido, ni siquiera un Zadig, no consigo recordar ni siquiera un momento de humor en toda su ficción. El extranjero y La peste, como el resto de sus novelas, son grandes obras de su tiempo, reflejo crucial de la moral y las preocupaciones de Francia y de Occidente en los años 40, antes y después de la Liberación de los nazis, poderosas representaciones de una era que tienen su propio uso y justificación, y ofrecen valores que no son estéticos en sí mismos.


De la crítica a la caña por Juan Malpartida.
Este volumen de Harold Bloom reúne diversos ensayos sobre profetas y ensayistas. Aunque el subtítulo reza como El canon del ensayo, no lo es ni lo pretende. De canónico tiene la obsesión de Bloom, ya muy conocida por sus lectores, de jerarquizar y medir. Consiste en textos de distintas épocas a los que el autor ha querido dar alguna unidad, especialmente cronológica. Él mismo dice en una página introductoria que es difícil vincular a un ensayista con otro, «aunque Sartre y Camus eran amigos, hasta que discutieron». Se le cae a uno el alma a los pies al leer una frase así viniendo de un hombre de su cultura. La amistad o enemistad importa en lo biográfico, pero es evidente que ambos escritores son vinculables, al menos en cuanto a las actitudes intelectuales que mantuvieron ante la Historia.
Poética del fragmento. Además de Huxley y Freud, no hay más ensayistas pertenecientes al siglo XX. Por cierto, a Sartre le dedica tres páginas, y no precisamente a sus ensayos, y algunas más a Camus, pero para considerar algo de su narrativa. ¿Cómo justifica esto? Tampoco parece muy acertado que en el capítulo sobre Freud discuta con el libro de Charles Rycroft The Innocence of Dreams.
El mundo de los ensayistas lo empieza con Montaigne. Se deja llevar por su temperamento al recordarnos que el autor de los Ensayos reconoció sólo a dos maestros, Plutarco y Cicerón. No ignora que la mímesis de nuestro primer ensayista tiene el valor de convertirse en una poética del fragmento, además de tomar su propia vida como modelo de observación, opuesto a la idealización que el humanismo había infligido al sujeto.
Hermosa defensa. Hay una observación que revela su modernidad: al igual que Shakesperare, Montaigne «cambia porque escucha lo que él mismo ha dicho». Cervantes, cercano, le parece, igual que a Auerbach, un optimista, y poco problemático en su retrato de la vida cotidiana. Pero yo creía que una de las cosas que nos enseñó Cervantes fue el conflicto con la realidad. Bloom no descubre nada nuevo al señalar la enorme influencia de Montaigne sobre Pascal, y, como hombre religioso, sitúa a éste en la esfera de lo cordial.
Samuel Johnson: «El crítico más grande de la tradición occidental». Bueno, hombre. Su único «rival»: Haz- litt. Creo que Sainte-Beuve le debe de parecer poca cosa, o Baudelaire. Pero en estas páginas hay una hermosa defensa del crítico: «Johnson nos enseña que la autoridad de la crítica como género literario depende de la sabiduría del crítico como ser humano».
Invención de sí mismo. La tradición francesa más o menos reciente ha abogado por la objetividad crítica, y Bloom, apoyado en Johnson, es un defensor de la «subjetividad crítica», concepto valioso que roza lo ambiguo. Además, ve en él al gran lector de Shakesperare. Johnson nos muestra que Shakesperare, con mayor fuerza que los metafísicos y los moralistas barrocos, «inventó nuestra psicología». En cuanto al Johnson de Boswell, Bloom prefiere al que se deduce de su propia obra (porque Johnson es, sobre todo, una «invención de sí mismo»), pero considera que la de Boswell es la mejor biografía que se ha escrito en lengua inglesa.
Entre Montaigne y Freud, el puente es Rousseau en las Confesiones, pero ¿no es un error pensar que Hazlitt es el mejor intérprete del filósofo francés? ¿Y qué ocurre con Starobinski? Enamorado de los poetas, dramaturgos y novelistas, Bloom no perdona a los críticos que idealizan el texto, porque valora la dimensión creativa, fundante, de lo poético y prefiere a los críticos no ideológicos: ni a los norteamericanos apegados a los social studies ni a los europeos que, apoyados en la erudición o las ciencias humanas, hacen de la obra un pretexto para sus elucubraciones. Por eso le gusta Hazlitt, porque es lo opuesto. Aconsejo leer las largas citas que hace de este autor.
Todos los hombres. Emerson: no hay Historia, sólo biografía, con lo cual habría que conocer, a lo Unamuno, a todos los hombres. Claro que el maravilloso Emerson tenía una enorme idea de sí mismo. Ruskin (crítico y profeta) y Shelley, escritores atrapados por la obra de Wordsworth. El trabajo sobre Nietzsche es muy parcial, pero gira sobre la idea del dolor como significado profundo de su obra. Sin embargo, el autor de Más allá del bien y del mal creo que apostó, trágicamente, por la vivacidad. Nos habla de Du Bois, pero no del penetrante crítico francés sino del activista a favor de los negros. El apartado sobre Huxley es tan innecesario como parcial, pero recomiendo el dedicado a Scholem y la Cábala.