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sábado, marzo 26, 2005

2666 et in Esparta ego

"Estoy en el primer semestre de la carrera de Derecho. Yo no quería estudiar Derecho sino Letras, pero mi tía insistió y al final acabé transigiendo. Soy huérfano. Seré abogado. Eso lo dije a mi tío y a mi tía y luego me encerré en mi habitación y lloré toda la noche". Ya somos dos, Bolaño.


En un delirio anti-pensamiento, la deriva me ha llevado a mil huidas sedentarias. Leo 8 o 9 libros a la vez. Leo las obras completas en prosa de Borges y tres ensayos sobre su trabajo literario (Factor Borges, etc), leo K. (un estudio sobre Kafka de Roberto Calasso), ojeo a ratos capítulos de Los mitos de la guerra civil de Pio Moa, Koba el temible de Martin Amis y también la Conciencia sin fronteras de Wilber; la Guia Espiritual de Molinos o la última obra de Juan Pablo II (encargué también Getsemani de Echevarria) completan mi cobijo espiritual tras terminar dos escritos de Thich Nhat Hanh. Pretendo volver a leer la gran Walden de Thoreau, a William James (me encanta su The Varieties of Religious Experience: A Study of Human Nature) y algo de Ralph Waldo Emerson (ensayos como Self-Reliance)



Un libro me lleva a otro y nunca me interesa la ficción. Siempre creí que alguien que lee todo Dostoievski y algo de Calderón ha cumplido sobradamente. En mi primera juventud me obligaron a leer a Flaubert, al Arcipreste de Hita, Joyce, Lope de Vega, Goethe, Stendhal, Faulkner (zzzzz), Gorki, Delibes, Cervantes, Shakespeare, Chesterton... a todos. Mi fobia por la ficción solo se veía derrotada con el bisturí indefinible de Borges. Borges, en realidad, no es ficción. Es historia de los libros, es plagio y compilación, es filosofia y religión. Ultimamente dejé pasar también a Kafka. Los escritores dolidos siempre tienen sitio al pie de mi cama, pero debo notar que realmente padecen. Hago serio examen. Así me ganó Rimbaud, Leopoldo M. Panero, Holderlin o Fedor Dostoievski. A veces pierdo el hilo y no se quien me llevó a quien. Un escritor con cierta historia nunca me puede convencer. Es difícil que yo me crea al último Cela, al mediocre y cabrón de Alberti, a Neruda, a Vargas Llosa, a gran parte de García Márquez, a Sartre y su novia, a Perez Reverte, a Tom Wolfe...
 
En esa lucha por transitar en la selva, con el machete listo para derribar todo estorbo, se cruzó Bolaño (1953-2003). Supe de su vida y sus detectives salvajes. Leí sus ensayos (Entre parentesis) y una entrevista cuasi postuma desoladora. Un castigado de calidad. Muchas veces las biografias me llevan al libro. Así paso con Kerouac, con Wilber, Aurobindo, Gurdjieff, Michel Foucault o Walt Whitman. Bolaño fue una revelación del sempiterno castigado. Fiel y curtido. Puro hasta en su fin. Lleno de enemigos y traiciones. Es lo que pasa cuando solo te preocupa la literatura y no las relaciones públicas. Necesitaba un higado que no llegó y murió con 50 años.
Ayer robé 2666 de Roberto Bolaño.

"Ne te quaesiveris extra."
"Man is his own star; and the soul that can
Render an honest and a perfect man,
Commands all light, all influence, all fate;
Nothing to him falls early or too late.
Our acts our angels are, or good or ill,
Our fatal shadows that walk by us still."
           Epilogue to Beaumont and Fletcher's Honest Man's Fortune