lunes, septiembre 29, 2008

G&G (reseña)

 
G&G, como bien se ocupa de aclarar el subtitulo, es una sucesión de reflexiones o apuntes sobre la guerra. Que esta desgraciada práctica de los seres humanos es una cuestión que interesa sobremanera a Sánchez Ferlosio lo prueban sus numerosos textos al respecto, entre los que cabe resaltar El ejército nacional y Campos de Marte (ambos de 1986), La hija de la guerra y la madre de la patria (2002) o Sobre la guerra (2007), a los cuales habría que añadir los escritos sobre el mismo tema recogidas en Ensayos y artículos I y II (1992).
Por cierto que los lectores habituales de Sánchez Ferlosio darán un salto en la butaca como para saludar a un viejo amigo cuando, allá por la página 40 de G&G, se topen de nuevo con ese refrán que el propio autor califica de "el más tenebroso de todos los refranes españoles" y que dice así: "El potro que ha de ir a la guerra ni lo come el lobo ni lo aborta la yegua". Los asiduos ya saben que ese mismo refrán era el punto de partida de una de las líneas argumentales de "Cuando la flecha está en el arco, tiene que partir", una conferencia sobre la guerra y el destino pronunciada primero en la Residencia de estudiantes de Madrid y luego publicada en la revista Claves en 1990.
Pero para qué insistir: los conflictos armados son una cuestión que fascina a Sánchez Ferlosio hasta el extremo de que lleva más de 30 años reflexionando sobre ellos. Pero no son un tema único. Otros asuntos habituales en sus escritos son la existencia o no de guerras justas e injustas; la posibilidad de que la Fortuna abrigue sus propios designios; el sentido de la Historia universal (si es que lo tiene fuera de la práctica de la dominación); la función de la historia como creadora de destino; la dualidad carácter o la interacción entre azar y necesidad. Y conste que se trata de una mera enumeración a modo de ejemplo pues si trajésemos a colación ensayos como Las semanas del jardín (1974) o Esas Yndias equivocadas y malditas (1994) la lista temática se incrementaría notablemente.
Desentrañar la verdad, siquiera sea un atisbo, es un trabajo arduo y que requiere una pelea continua para acomodar lo que quieres decir con aquello que la lengua te permite decir, y de ahí que en ocasiones Sánchez Ferlosio se vea obligado a recurrir a términos complejos ("anticipación retroproyectiva") o inventados ("simultad"). Pero de tanto en tanto el viejo narrador toma el mando y, de un solo trazo, el vacilante avanzar hacia la verdad se ve iluminado por una serie de ejemplos deslumbrantes. Y ahí está, para quien quiera comprobarlo (G&G, p. 27), la petulancia del conde de Niebla desoyendo las advertencias de los adivinos y haciendo caso omiso de los malos presagios, todo por su obstinación en seguir adelante con su intención de conquistar Gibraltar porque dice sentirse capaz de doblegar a esa Fortuna "non que nos fuerza, mas que la forzamos" (Laberinto de Fortuna, de Juan de Mena). A continuación, y tras unas precisiones sobre el tema de la escrutación de "las señales" antes de una batalla, de pronto nos vemos inmersos en una enconada trifulca entre Acab, rey de Israel, y el profeta Miqueas, quien nunca interpreta los presagios al gusto del rey y éste no puede ocultar el rencor que tal conducta le produce. Todo ello contado con una familiaridad que pone de manifiesto la profunda relación que mantiene el autor con sus personajes, casi unos amigos, o enemigos, pues en ocasiones no cuesta descubrir hacia quién dirige sus preferencias y fobias.
Pero tal es, justamente, uno de los atractivos que desprende la prosa de Rafael Sánchez Ferlosio: la suya es una mente reflexiva -dotada además de un altísimo sentido moral- pero que discurre de un modo fundamentalmente narrativo, razón por la cual el camino (el discurrir) tiene tanta importancia o más que el objetivo al que nos dirigimos, y si me permito introducir el plural aquí es porque muchas veces, como ocurre en tantas narraciones, el lector tiene la certeza de que está accediendo a la luz al mismo tiempo que el autor, y ello es garantía segura de que tiene en las manos una auténtica y genuina creación y no una mera exposición de algo que el autor ya sabía de antemano y que entre los profesionales se conoce como un trabajo de oficio.
Novelista y ensayista español nacido en Roma en 1927. Rafael Sánchez Ferlosio es una de las figuras prominentes en la historia de la literatura española del siglo XX. Hijo de Rafel Sánchez Mazas (escritor y político falangista) y de la italiana Liliana Ferlosio, fue uno de los fundadores de la Revista Española (influida por el neorrealismo italiano) junto a Alfonso Sastre, Martín Gaite e Ignacio Aldecoa y miembro, con Agustín García Calvo, del Círculo Lingüístico de Madrid.
Desde estos espacios desarrolló una intensa labor literaria que se concretó en dos de las obras más importantes de la literatura de la generación del 50: Industrias y andanzas de Alfanhuí (1951) y El Jarama (1955). Tras la publicación de estás novelas Sánchez Ferlosio abandonó la literatura durante casi veinte años (en lo que ha sido considerado por algunos un acto de protesta silenciosa contra el régimen franquista), hasta que a mediados de los 70 volvió a publicar reapareciendo en el panorama cultural de la inminente transición como un excepcional ensayista.
El carácter de la obra de Sánchez Ferlosio, en especial la ubicada en los 50, presenta dos facetas totalmente distintas aunque mutuamente enriquecedoras. Mientras que Alfanhuí parece una novela integrada dentro del todavía inmaduro realismo mágico, el estilo de El Jarama es radicalmente realista, evita la definición psicológica de los personaje e incluso la necesidad de un protagonista, centrandose en la acción de conversaciones desnudas e interacciones simples. Es difícil, por tanto, definir un proyecto literario global en Sánchez Ferlosio, aunque no un programa político (ambas obras cumplen un eficiente papel en la crítica social de la época)
Mucho se ha hablado y se habla de la acendrada religiosidad de los americanos, predominantemente protestante, que es al fin la que da forma a esa peculiar moralidad. Una religiosidad casi fundida con el patriotismo, como más adelante se verá, y al igual que la concomitante forma de moralidad, de la que puede servir de muestra la carta de cierto capitán de infantería aerotransportada, Ian Fishback, fechada el 26 de septiembre del 2005, enviada al senador por Arizona, John McCain, y leída por éste en el Senado, en su alegato contra el empleo de la tortura con los prisioneros cogidos en Irak. Fishback evoca la firme resolución que, en sus tiempos de cadete en West Point, tomó ante sí mismo de que nunca dejaría que sus soldados cometiesen algún acto deshonroso (dishonorable), pues quería protegerlos de cargar con este peso, y ahora se le parte el corazón por haberles fallado a algunos de ellos en la guerra. Le encarece al senador la urgencia de establecer unas reglas específicas (specific standards), para acabar con la confusión y la discordancia de opiniones que, en sus muchas consultas, ha podido comprobar con respecto a esta clase de comportamientos. Lo que quiero hacer notar con este ejemplo es cómo lo que ahí se reivindica no es sino el honor y la moral americana, nada que pueda estar por encima o más allá de ellos; el capitán lo especifica claramente: "We are America, and our actions should be held to a higher standard, the ideals expressed in documents such as the Declaration of Independence and the Constitution" (1). Cuando hay Dios, todo está permitido. Así que nadie tan ferozmente peligroso como el justo, cargado de razón La actual "guerra contra el terrorismo" ha sido concebida desde el principio como guerra escatológica El criterio del comportamiento con los prisioneros es, pues, América misma, su naturaleza. Fishback no se preocupa más que del ius in bello, de que el comportamiento individual de los soldados americanos responda al ideal de moralidad americano: ni por un momento se le pasa por las mientes poner en cuestión el ius ad bellum, el derecho de América para hacer la guerra. América no puede hacer más que una guerra justa, porque América, los americanos en cuanto americanos, son "los nuestros", y por definición "los nuestros son los buenos". Nadie lo comentó más lúcidamente que el entonces director de Le Monde, Jean-Marie Colombani: consideraba la mezcla de poder y buena conciencia como un "cóctel corrosivo", que borra cualquier duda o inhibición e impide la autocrítica. "Al cabo", decía literalmente, "la convicción absoluta de ser un país 'fundamentalmente bueno', tal como el año pasado declaró a Fox News el presidente Bush, tiene por consecuencia lógica la de satanizar al adversario; y una vez que esté deshumanizado, que sea el mal, todo está permitido contra él". Por mi parte, siempre he comentado cómo se equivocaba aquel personaje de Dostoievski que decía: "Si Dios no existe, todo está permitido". Es cuando hay Dios cuando todo está permitido. Así que nadie tan ferozmente peligroso como el justo, cargado de razón. En cuanto a la caracterización de la religiosidad americana, es Huntington el que, en la obra citada anteriormente, nos dibuja la "composición de lugar" originaria: "La mayor intensidad religiosa fue, sin duda, la de los puritanos, especialmente en Massachusetts. Ellos fueron los primeros en definir su asentamiento, basado en una 'Alianza con Dios', para la creación de 'una ciudad sobre una colina', como un modelo para todo el mundo. Pronto los miembros de otras confesiones protestantes empezaron a considerarse a sí mismos y a Norteamérica en general del mismo modo. En los siglos XVII y XVIII, los norteamericanos definían su propósito en el Nuevo Mundo utilizando términos bíblicos. Eran un 'pueblo elegido' con una 'misión en el desierto'; crear 'la nueva Israel' o 'la nueva Jerusalén' en lo que era claramente 'la tierra prometida". El mismo autor añade más adelante: "En cierta medida, como dijo Tocqueville, los puritanos dieron forma a 'todo el destino de Estados Unidos". La propia idea de la Alianza va cargada de encono al aplicarse a la guerra de independencia contra Gran Bretaña. "La Revolución reflejaba su 'alianza con Dios' y era una guerra entre 'los elegidos de Dios' y el 'Anticristo' británico". Huntington habla también de lo que él llama, algo extrañamente, "religión civil", con lo que quiere referirse a la fusión de la religión con el patriotismo. La cita es algo larga, pero importa mucho: "En Estados Unidos', decía Tocqueville, 'la religión [...] se entremezcla con todas las costumbres de la nación, con todos los sentimientos de patriotismo, de lo cual se deriva una fuerza muy peculiar'. La fusión entre religión y patriotismo resulta especialmente evidente en la llamada religión civil de Estados Unidos. En la década de 1960, Robert Bellah definía la religión civil, 'en su mejor versión', como una 'percepción genuina de la realidad religiosa universal y trascendente tal como es vista o, casi se podría decir, tal como aparece revelada a través de la experiencia del pueblo norteamericano'. La religión civil permite a los estadounidenses conjugar su política laica con su sociedad religiosa, unir Dios y país, a fin de revestir su patriotismo de una especie de santidad religiosa y dotar a sus creencias religiosas de legitimidad nacionalista [cursiva mía]". Por mucho que resulten un tanto disparatadas algunas formulaciones de este párrafo, sobre todo la cita de Bellah, creo que no podría negarse que al hablar de "fusión" se está aludiendo a una cosa que efectivamente se da. Unas páginas antes, Huntington ha hablado de lo sorprendente del "modo y la medida en que los prelados católicos reconciliaron el universalismo católico con el nacionalismo estadounidense. Haciéndose eco del tono, las ideas y las palabras de los protestantes evangélicos, sostenían la legitimidad divina de la misión de Estados Unidos en el mundo". Y un poco más adelante añade: "... el cardenal Spellman, según dijo un estudioso del tema, equiparaba 'abiertamente los juicios y la acción de la nación estadounidense con los de Dios [...] La aceptación por parte del cardenal Spellman de la misión mesiánica de Estados Unidos se hace así completa". El universalismo (2) es, naturalmente, un rasgo que san Pablo ha impuesto a la Nueva Alianza, y los Estados Unidos, "la nación más bendecida por Dios a lo largo de la historia", se han hecho, lógicamente, sus depositarios y portaestandartes de su difusión mundial. En la carta, firmada por sesenta intelectuales americanos, de casi todas las creencias e incluso de ninguna, publicada en Le Monde del 15 de febrero del 2002, bajo el título de "Lettre d'Amérique, les raisons d'un combat", podemos encontrar una autorizada confirmación de esta misión mundial de los Estados Unidos; bastará una frase: "A nosotros, americanos en tiempos de guerra y de crisis mundial, nos importa encarecer que lo mejor de lo que nosotros llamamos, sin pensarlo mucho, 'valores americanos' no es patrimonio de la sola América, sino la herencia común de toda la humanidad". Sin embargo, al informarnos de esta función de albaceas o fideicomisarios del testamento de Dios, se diría que sólo se refieren al legado del Dios judeo-cristiano, pero al final, como a manera de codicilo, aparece una especie de manda -no hay datos para decir si de igual o inferior valor jurídico- que incluye a los creyentes del Dios de Mahoma: "Queremos dirigirnos en particular a nuestros hermanos y hermanas de las sociedades musulmanas. Y os decimos sin ambages: nosotros no somos enemigos vuestros, sino amigos vuestros; no debemos ser enemigos los unos de los otros. Tenemos demasiados puntos en común. Tenemos muchas cosas que hacer juntos. Vuestra dignidad humana, no menos que la nuestra -vuestro derecho a una buena vida, no menos que el nuestro-, por eso es por lo que creemos combatir". Pero digo yo que puesto que el combate ("Les raisons d'un combat" se subtitula la carta) venía siendo por entonces el de los bombardeos de Afganistán, ¿no era demasiado ambicioso pretender que los bombarderos cargados de bombas fuesen al mismo tiempo recibidos como cargados de razón? La actual "guerra contra el terrorismo" ha sido concebida desde el principio y sin vacilaciones ("sin complejos", como gusta de decir José María Aznar) como guerra escatológica, y hasta casi santa, como mi amigo Emilio Menéndez del Valle -embajador y eurodiputado- ha ilustrado en un artículo de EL PAÍS (26 de mayo de 2008), citando varias autobendiciones que así lo ratifican: "Está claro que desde el principio persiguió disfrazar de religiosa la invasión de Irak. Con soltura, en octubre de 2005 dijo que Dios le había pedido acabar con la tiranía en Irak [...] Dos meses después declaró a Fox News: 'De alguna manera, Dios dirige las decisiones políticas adoptadas en la Casa Blanca' [...] Todo esto puede parecer incomprensible a muchos europeos, pero no a muchos norteamericanos, incluida la mayoría de las Iglesias evangélicas (un cuarto del electorado) que siguen al partido republicano y que han seguido a Bush y que manifiestan: 'Nuestro presidente es un auténtico hermano en Cristo y, puesto que ha llegado a la conclusión de que la voluntad de Dios es que nuestra nación esté en guerra con Irak, con gusto cumpliremos". La primera exigencia de la guerra escatológica es que Dios sea garante de la victoria de los nuestros. De esto se ocupa Garry Wills, en un largo artículo titulado "A Country Ruled by Faith" (The New York Review of Books, 16 de noviembre de 2006); en el epígrafe 5, rotulado Faith based war, escribe: "There is a particular danger with a war that God commands. What if God should loose? That is unthinkable to the evangelicals" (3). Otra exigencia es la de que, tal como sugiere Colombani -citado anteriormente-, para salvaguardar la buena conciencia de la tan exigente religiosidad y moralidad americana, el enemigo sea representado como "no humano", con la consecuencia de que todo esté permitido contra él. La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, ha formulado desde fuera la condición jurídica de este nuevo enemigo: "Los terroristas capturados en el siglo XXI no encajan fácilmente en los sistemas tradicionales de justicia criminal o militar que fueron diseñados para otras necesidades" (transcrito de La Vanguardia del 6 de diciembre de 2005). Pero hay ahí una inversión de los términos de la relación de consecuencia; son las "nuevas necesidades" las que exigen que las leyes tradicionales no encajen con el enemigo. Esto puede percibirse cabalmente en las palabras del presidente Bush para dar razón del veto contra una propuesta de las cámaras para hacer ilegal la tortura del waterboarding: "Voy a vetar la ley, porque todo lo que necesitamos hacer tiene que estar dentro de la legalidad". Estas formulaciones autocráticas recuerdan la redundante declaración de intenciones del Yavé mosaico: "Tendré misericordia del que tendré misericordia y seré clemente para con el que seré clemente" (Éxodo, 33, 19). No menos autocrática es esa fórmula, tan usada por los americanos como incomprensiblemente aceptada por los demás, de "Me reservo el derecho". ¿Qué puede significar "Me reservo el derecho de bombardear Irán"? No veo otra traducción posible que ésta: "Me arrogo la libre facultad de bombardear Irán si decido hacerlo". Otro ejemplo pintoresco de este que podríamos llamar "modo tautológico" lo recordaba yo de la obra de Friedrich Meinecke La idea de la razón de Estado en la historia moderna, que cita la de Pietro Andrea Canonhiero, Dell'introduzione alla politica, la ragion di stato, ecc., de 1604: la cuarta nota específica que para Canonhiero define la razón de Estado es ésta: "Que no se pueda alegar, para justificar lo actuado, otra razón más que la propia razón de Estado". La prohibición de hablar, parlamentar, tratar, etcétera, con terroristas tiene, igualmente, el propósito de no contradecir la condición de "no-humano" que define el abismo escatológico entre las huestes del Bien y las del Mal. En un opúsculo sobre el campo de concentración de Mauthausen, con fotografías en blanco y negro tomadas por los nazis, mientras estaba todavía en activo, llamaba la atención la manifestación del abismo visualmente realizada en la diferencia del aspecto entre los guardianes y los prisioneros: de una parte los alemanes, bien alimentados, robustos, con sus uniformes "en perfecto estado de revista"; de la otra, los prisioneros, demacrados, cuando no esqueléticos, con sus pijamas blancos, como espectros de la condenación que recordaban las figuras de Brueghel el Viejo, empujadas hacia el túnel del infierno, en El triunfo de la muerte. Esta manifestación visible del abismo escatológico entre los guerreros del Bien y los representantes no-humanos o infrahumanos del Mal me la han recordado imágenes con la misma intención expresiva, con figuras vestidas con un mono de color butano, caminando torpemente y agachadas, quizá a causa de unos grillos que les unían tobillos y muñecas, y llevadas casi a rastras por dos soldados de uniforme, avanzando hacia otros cuatro que esperaban de frente, atravesados en el paso, con las piernas abiertas y las manos con los pulgares metidos tras el ancho cinturón, altos, de hombros muy anchos, rasurados y con los uniformes impolutos. De Mauthausen a Guantánamo, la intención y el procedimiento de materializar visualmente el abismo entre hombres y no-hombres no han cambiado. - 1. "Nosotros somos América y nuestras acciones deben responder a la más elevada de las normas: la de los ideales declarados en documentos como la Declaración de Independencia y la Constitución". 2. El "universalismo", como el "derecho natural", son dos cosas que no pueden jamás ser concretadas, sino quedar en la condición de entes de razón, o mejor todavía, fantasmas del intelecto, porque, concretadas, se falsifican, se convierten en su contrario, se destruyen. 3. "Hay un peligro particular en una guerra en la que es Dios el que tiene el mando. ¿Y si Dios llegase a perder? Esto es impensable para los evangélicos".
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MC y el Tao

Fundación Ananta: ¿Qué querría que recordara de usted su nieto Fernando, que figura como autor de Memorias de un año de vida? Mario Conde: Lo que cuenta ese libro. Lo hice para su primer cumpleaños el verano pasado; su abuela materna estaba viva todavía. Está destinado a que entienda un poco mi filosofía. Me gustaría que la entendiera y que la aplicara. Las personas no son sus palabras; ni siquiera son sus actos; son su conducta. Yo sólo creo en las conductas. El libro cuenta quién es él y cómo va naciendo la idea del “yo”, diferente a los demás… Me da pena. Es bonito el libro, es muy bonito. Cuando él lo lea, yo ya no estaré por aquí, al menos en esta forma; se dice en el libro.

FA: También dice “tenemos toda la eternidad para charlar”. Es una expresión muy elocuente… MC: La eternidad existe, nosotros aquí estamos muy de paso. Hay algunos que creen que estamos sin ningún sentido, y otros, como yo, que creen que nuestra gran tarea es averiguar el sentido de la existencia. A mí me resulta inconcebible que estemos aquí porque estamos y que después sencillamente dejamos de estar. Esa es una idea que se ha ido poniendo en marcha a partir del triunfo del materialismo y del racionalismo, que ahora se están encontrando con problemas muy serios y son incapaces de encontrar dónde está la materia última. A medida que profundizan en la física cuántica, se alejan del concepto de materia para encontrar un vacío. Es un vacío que está lleno de lo que nosotros llamamos Espíritu. El sentido de la existencia, por qué estamos aquí, es absolutamente capital. Unos dicen “para nada, simplemente para morir”; otros, “para mejorar”. En todo caso, retornamos. Unos creen que retornamos con una individualidad; otros, con una individualidad matizada, como Sri Aurobindo; otros creen que sencillamente retornamos a una vacuidad, pero para volver a volver. Unos creen que las gotas del océano mantienen su individualidad; otros, que vuelven al océano y eso es todo; unos creen que la reencarnación es volver a vivir un mismo yo -una idea muy primaria y poco profunda, otros creen que la reencarnación es la consecuencia de que el Espíritu se manifiesta en un proceso progresivo…

FA: Y usted, ¿Cuál considera más acertada? MC: Es muy complejo. Distinguir la personalidad del yo es muy fácil. La personalidad es un conjunto de atributos externos que no tiene ningún valor: “me llamo así, he nacido aquí, pertenezco a no sé qué familia…”. El yo, en cambio, es el “trozo” del Espíritu que se guarda en nosotros. Eso tiene una cierta individuación en la forma, pero sólo una cierta individuación en la forma. Nosotros creemos que somos individuos, pero es porque hacemos referencia a los factores externos de la personalidad. Yo tengo muchas dudas de que ese “trozo” del Espíritu, cuando regresa, regrese con el mantenimiento de una cierta individualidad; no tengo ninguna duda de que no regresa manteniendo toda la individualidad. Es el tema capital, es donde se mueve el individuo y donde personajes como Sri Aurobindo tratan de encontrar una solución que satisfaga, como explica Vicente Merlo, que es un experto en Sri Aurobindo, y de quien yo he leído todo.

FA: ¿Están recogidas sus creencias en los autores que menciona? MC: Al final, yo trato de evitar las creencias; las creencias me parecen peligrosísimas. Los que hemos estado en la industria farmacéutica sabemos lo peligrosos que son los analgésicos, porque no curan, sólo adormecen el dolor. Las creencias, para mucha gente, funcionan como adormecedores de angustias. Yo lo que quiero no es adormecer mis angustias sino encontrar un camino espiritual sabiendo que tengo que renunciar a muchas cosas, como la autoestima. Hay mucha gente que cree que el camino espiritual se construye sobre el intelecto: “yo soy más espiritual que tú porque soy más erudito que tú, porque soy más que tú, porque he entendido mejor al Tibetano”. Ese es un camino hacia la erudición, y la erudición y la espiritualidad no son lo mismo. O, sencillamente, “yo renuncio a todo eso y tengo una creencia muy sólida y creo porque creo y si no creo, creo”. Bueno, de acuerdo, al que le funcione así…

FA: ¿Desde cuándo está en esa búsqueda? MC: A los 17 años intenté llegar a un Dios católico y llegué casi por percusión. Estudiaba en Deusto, iba todos los días a misa, comulgaba catorce veces, no salía de la iglesia… Aquello no funcionó. Era un dios muy inmediato, muy amigo mío, con el que yo procuraba mantener un diálogo y me di cuenta de que la única manera de hablar con Dios es sin palabras. El lenguaje de Dios es el silencio, el lenguaje de los humanos son las palabras. Lo pasé mal, porque me noté que aquello no me satisfacía; evidentemente hubiera podido acudir a las creencias, adormecer mis angustias, refugiarme en el dogma y tirar para delante, como tanta gente. Entonces hubiera transformado el espíritu en religión. Uno de los grandes problemas es que la espiritualidad se viste de religión y se pierde. Caí entonces la náusea sartriana, que estaba tan de moda entonces, en 1968. En aquel entorno católico, hice un análisis muy profundo sobre La Náusea (Jean Paul Sartre, 1938) en un examen de religión. Pensé que tenía obligación de hacerlo aunque supuse que a lo mejor me echaban de la Universidad, pero era lo que sentía. Recuerdo que me llamó el profesor de religión para comprobar si no sería una extravagancia de la gauche divine de la época, y me dio matrícula de honor. No era la solución. La vacuidad budista puede ser una respuesta, pero la nada sartriana, no. No podía dormir; me di cuenta de que había caído en un insomnio del Espíritu. Estaba permanentemente despierto, buscando. El Espíritu por dentro no dormía, el cuerpo, sí. Yo le pedía que me enseñara el camino, y lo único que me decía es “anda”; y andando, andando fui por el camino del esoterismo y el esoterismo me llenó.

FA: El esoterismo no está bien visto siempre. MC: Hay un esoterismo mal entendido y un esoterismo bien entendido. Al final te das cuenta de que cuando profundizas en los asuntos esotéricos, las religiones convergen, que es una de las tesis de los iniciados, como René Guenon. Hay un esoterismo cristiano, un esoterismo budista, un esoterismo hinduista, un esoterismo islámico… Hay un libro maravilloso de dos tomos, muy difícil de leer, que se llama Sufismo y Taoismo, del japonés Izutsu Toshihiko. En dos de mis tres estancias en la prisión de Alcalá-Meco trabajé sobre este libro. Entendí la fuerza brutal esotérica del islamismo, por mucho que digan que es una religión violenta. Yo creo que algunos católicos deberían hablar con más cuidado de la violencia de las religiones, porque la Iglesia Católica ha causado muchas muertes en determinados momentos de su historia, como en los siglos XIII y XIV, en los que se cometió el genocidio cátaro, que fue un auténtico genocidio para mí. Bien es verdad que dio lugar al auténtico nacimiento de Francia y el rey de Francia estaba encantado con eso… Mientras estuve en el mundo de las finanzas tuve que parar un poco por razones laborales -vamos a decirlo así-, no tenía tanto tiempo. Y afortunadamente, cuando me metieron en prisión pude retomar. Mi familia comentaba que no se me veía triste; y mi mujer decía que lo complicado iba a ser sacarme de ahí, porque decía que estaba en mi mundo y en lo que me gustaba desde pequeño, que era lo que yo le comentaba cuando éramos novios. Fui caminando… el budismo tiene aspectos muy atractivos en cuanto ciencia de la mente. Poco a poco, los nuevos descubrimientos científicos le van dando la razón a los planteamientos budistas, pero no alcanzo a que en mi torrente sanguíneo se haya metido íntegramente la idea de la vacuidad. Entiendo la impermanencia de lo manifiesto, pero no la idea de la vacuidad como última respuesta al planteamiento del Espíritu. Estoy más cerca de la vacuidad que de la pervivencia de la híperindividualidad después de esta manifestación, pero no por eso me atrevería yo a decir que profeso el budismo. Creo que me siento todavía un cristiano, previo al siglo XIII, en el sentido de que la figura de Cristo como avatar, como encarnación de la divinidad, y su mensaje me resulta no solo muy atractivo, sino muy revolucionario en el buen sentido de la expresión. Otra cosa es que en el mensaje original cristiano y la realización empírica del cristianismo no se parezcan en nada.

FA: Excluye claramente todo dogma MC: Sí, absolutamente. El camino espiritual construido a base de creencias es muy cómodo pero el camino religioso en demasiadas ocasiones no es espiritual, es epidérmico. El camino espiritual es muy duro, muy difícil; exige un esfuerzo y una constancia. Y, sobre todo, una renuncia a esa vanidad ridícula de creerse que porque uno es más inteligente, más listo, más culto, va a tener un mayor grado de realización.

FA: ¿Lo que motivó su reclusión en Alcalá-Meco pudo ser un empujón del Espíritu? MC: Seguro, nada sucede sin más. Yo creo que a lo largo de mi vida, en todas las encrucijadas vitales he ido tomando las decisiones más dolorosas para mí. En aquel accidente yo hubiera podido elegir otro camino, pero elegí uno que sabía que más tarde o más temprano tenía que producir mi ingreso en prisión. Recuerdo que lo hablé con mi padre. Y me dijo “esto es así, esto te toca”. Uno puede apuntarse a la tesis del materialismo puro y duro, pero yo creo que las cosas son así porque tienen un sentido, aunque algunas personas no lo puedan entender. Incluso la muerte de Lourdes, que es el acontecimiento de mi vida, se produce en este momento por algo; no es "porque sí”. Cuando le detectaron el tumor, al poco tiempo de la operación, tuve una conversación con ella y le dije: “esto pinta mal, pero se puede pactar con la vida; si tu vida tiene un sentido, podemos alargarlo, lo que tenemos que hacer es trabajar en tu interior”. Y ella, que me conocía, trabajó conmigo y murió muy bien, murió en paz, y la enseñanza de la muerte de Lourdes es un norte para mí, una guía de cómo vivir. Es evidente que algo ha muerto de mí, algo muy potente, pero me ha dejado una libertad para seguir mi camino espiritual. Y ése es mi compromiso conmigo mismo. Lourdes ha muerto ahora, en este momento, ¿por qué? Bueno, pues porque había alcanzado su nivel de realización, y porque yo tengo una viudedad formal, pero no soy emocionalmente viudo. Y espiritualmente estoy complementado, en el sentido de que es un camino en el que me va a ayudar. Lo de la cárcel pudo ser un empujón, del Espíritu y de la vida, y me dio la oportunidad de recuperar todo mi trabajo personal. Lourdes comprobó a qué velocidad. Me ha permitido que el año y pico que hemos podido estar juntos, yo haya tenido mucha más dedicación y la haya ayudado mucho. Ahora la gente se mueve por los parámetros al uso con las tonterías de “todavía eres joven”, “tienes no sé qué…” tratan de encasillarte en las soluciones convencionales para problemas que son espirituales, no entienden que estás en otro sitio.

FA: Todo eso ayuda a perdonar a quien provocó que le privaran de libertad MC: No tengo ningún tumor en el cuerpo pero, sobre todo, tampoco en el alma. Eso es lo único que me parece importante. El perdón ya implica “yo bueno, tú malo; yo te perdono”. No. No funciona eso. Todo lo que sucede, sucede porque hacemos que suceda. En este caso concreto yo estaba allí y podía no estar; yo sabía cómo funcionaba la política en este país y seguí adelante. De alguna manera, asumí las consecuencias de mis propios actos. Entiendo que las cosas no son como estudiamos en los libros de Derecho y que la vida es muy dura. Goethe dijo “Me preguntas qué es lo justo; te diré `lo que conviene a quien lo aplica´”. La conveniencia como principio motor de la convivencia es terrible, es uno de los cánceres de la civilización occidental. La conveniencia acaba con todo. Yo no tengo por qué perdonar; yo no participo de la idea orteguiana de buscar a otro como responsable de mis males. Nuestras conductas son causas que van generando efectos, y yo provoqué de una manera directa o indirecta el que a mí me metieran en la cárcel, porque estaba en un sitio equivocado a la hora equivocada, porque decía unas cosas que no se correspondían… Aunque me metieron en la cárcel por unas razones que nada tenían que ver con las oficiales, como es natural. ¿De qué me puedo arrepentir? ¿De qué les tengo que perdonar? ¿Les tengo que perdonar que me hayan dado esta oportunidad? No. ¿Les tengo que perdonar de que me hayan dejado demostrar a mis hijos que los hombres no somos nuestras cosas y que por tanto somos el mismo estando en Banesto que paseando por el patio de presos? ¿Eso les tengo que perdonar? Eso se lo tengo que agradecer. ¿Tengo que perdonar el que me haya demostrado que no tengo miedo a verme a mí mismo en el silencio? ¿A reconocerme en las madrugadas carcelarias y ver que ni estoy tan bien ni estoy tan mal, que estoy normal, y que estoy relativamente contento conmigo mismo, y que tengo perseverancia para trabajar?... todo eso se lo tengo que agradecer. Probablemente, si todo eso no hubiera pasado, a lo mejor estaría muerto físicamente, pero eso es lo de menos. Seguramente estaría mucho más cortocircuitado espiritualmente. Tendría miedo a morirme, y ahora no, al revés. No es que lo desee, porque la muerte está al margen de desear o no desear. En prisión escribí un libro al que di el nombre de Cosas del camino y que espero publicar pronto. En una de ellas me dije: “Me asomé a la casa de la muerte y lo que vi fue una esplendorosa vida”.

FA: ¿Entienden esto los que fueron sus “adversarios”? MC: No lo sé. Hay veces que pienso “madre mía, ahora que me ven, ¿qué estarán pensando?”. El otro día me encontré con un hombre -no doy más detalles- uno de los que estuvo muy, muy directamente involucrado en los documentos oficiales de mi ingreso en prisión, digamos que uno de los responsables al menos en el plano ejecutor, y vino a saludarme, encantador, me presentó a su mujer. Yo noté que yo estaba bien y creí percibir de él que de alguna manera sufría. Y eso es compasión en el sentido budista: lo que me duele es que sufra. Yo estoy bien porque no he perdido nada, y sí he ganado… Un día Lourdes me dijo respecto a mi comportamiento en prisión: “siempre me ha impactado cómo eres, pero ahora mucho más”. Simplemente oír esa frase ya es ganar.

FA: Es liberador escuchar esto, pero habrá a quien le resulte difícil de creer. MC: El camino del Espíritu exige una sinceridad total, si mientes, si dices lo que no sientes, si hablas de lo que te gustaría ser y no de lo que eres, haces un agujero muy importante en el equilibrio y se paga caro. Yo no me atrevería a decir esto ni algo parecido si no fuera porque a lo largo de mi conducta -no de mis palabras- lo he notado. Cuando me dejo ir, por así decir, cuando los veo, no siento absolutamente nada. Primero, no me han hecho daño -en lo material sí, pero eso no tiene importancia-. Mis relaciones familiares se intensificaron; el respeto mío por mi mujer y por mis hijos aumentó exponencialmente y el suyo hacia mí. Es muy fácil caminar por las moquetas de los salones financieros, no es tan fácil caminar por los patios de la prisión y sin embargo el que caminaba era el mismo. Y, segundo: sabía lo que hacía, nadie me obligó.

FA: La libertad es entonces honestidad con uno mismo… la certeza de que uno es capaz de caminar en paz por un patio de presos… MC: Al final, la libertad no es un asunto físico; por mucho que te encierren en un entorno físico. Te imposibilitan para una serie de cosas, pero no te privan de la libertad verdadera, que es la del espíritu. ¿Cuándo se es libre? Cuando se es digno. Y la dignidad es uno de esos conceptos que no cabe mediopensionista: o se es digno o no se es. Una mínima indignidad contamina todo. En mi camino espiritual, un día traté de buscar una síntesis, el verdadero patrón: ¿la individualidad? ¿la vacuidad?... No: la limpieza de corazón. Punto. El lenguaje del corazón es un leguaje común a los esoterismos. Trasciende las palabras -es lo que dice Zhuangzi: “¿cuándo encontraré un hombre con el que pueda hablar sin palabras?”- y va más allá. No trates de responder con abstracciones mentales; simplemente sé limpio de corazón; límpialo. Yo practico un mantra, por así decirlo, a diario; me digo que el Espíritu no cabe en una estancia sucia, además es muy meticuloso, es muy pesado, como haya la más mínima suciedad, se va. Entonces tienes que limpiar las cavidades del alma de todo tipo de olores, de suciedades, hay que tener el corazón limpio para ser digno. Y si eres digno, eres libre. Si no tienes el corazón limpio estás esclavizado por el demonio de turno, que es tu vanidad, tus cosas… Cuando era presidente de Banesto dije un día a mi secretaria, que todavía está aquí: “Paloma, el hombre que es sus cosas, con sus cosas muere. Ahora estamos aquí y esto es muy importante, pero esto es una cosa nada más… trátalo así y serás libre, si lo tratas como si fueras tú, serás una esclava. Si algún día nos lo quitan, si yo soy yo, seré yo y no pasará absolutamente nada”. Nos lo quitaron y aquí sigo.

FA: ¿No está en la materia el Espíritu? MC: La materia como concepto excluyente del Espíritu es una barbaridad, el Espíritu fluye por todos lados. Hay que cuidar el cuerpo, porque es el vehículo que nos ha sido dado para almacenar este “trozo” de Espíritu y seguir progresando. Por eso la austeridad tiene sentido en la medida en que los abusos del cuerpo se pueden transformar en suciedades en esa cavidad del alma y hacer que se vaya el Espíritu. Estoy dando vueltas al principio de continuidad de la forma. La materia aparentemente es densa, pero cuando profundizamos, no hay nada. Entonces, en el orden vibratorio de los 9,8 metros por segundo al cuadrado (la aceleración que determina la fuerza de gravedad) que es donde estamos, las cosas tienen una forma. Si aumentamos la presión, nos morimos: si la disminuimos, nos expandimos. Cuando una persona muere, en realidad lo que ocurre es que se produce una disgregación, pero no una eliminación de vida. ¿Hay alguna posibilidad de demostrar que no pervive un cuerpo con un orden vibratorio distinto? No hay ninguna posibilidad. Probablemente es más fácil de demostrar que algo de eso se produce, que lo contrario. Yo creo que ese orden vibratorio no tiene forma porque, al no obedecer a la presión de 9,8 metros por segundo al cuadrado, no necesita de forma, pero está. Entonces inunda corazones. Cuando Lourdes moría yo le decía que no se preocupara –no sé si era consciente o no- porque iba a vivir siempre en mi corazón y en el de las personas que la queremos. Eso, que suena bonito, que suena romántico, lo más importante es que es cierto. Y no es cierto en el plano literario, que también, sino en el plano metafísico, en el sentido estricto hay una vibración que se va prolongando y continuando en los siguientes. Es decir, cuando yo muera, tendré sitio en el corazón de mis hijos y Lourdes tendrá su sitio. Esa es la humanidad: tu sitio, mi sitio, nuestro sitio… no hay ningún sitio, sólo hay un sitio.

FA: ¿Es el sitio del amor en estado puro? MC: Claro. Cuando se casó mi hija Alejandra yo le decía: “en el amor no hay dos que se transforman en uno; hay ninguno”. Si hay uno, ya no es amor. El amor puro es ninguno, es fundirse en todo. Siempre ha existido una física y una mística del amor que algunos no han entendido bien. Y por eso el borde de lo sensual en los místicos cristianos, tanto en Eckhart como en Santa Teresa por ejemplo; porque es la manera más adecuada que tenemos de expresar el amor. Como también el dolor. Cuando una persona profundamente amada se va, por mucho que sean tus convicciones potentes, hay un dolor inexplicable. Es un dolor terrible, que nace de las profundidades de la tierra… porque te estás muriendo. Cuando lo amado cambia de dimensión, estás muriendo y en ese momento estás renaciendo. El día que Lourdes se murió, algo de mí murió y estoy renaciendo en sentido estricto además. Esta vez tutelado por su vida, por su obra, por su ejemplo, y por esa vibración de otro orden que sigue viva.

FA: La poesía mística se entiende aunque no pueda explicarse… MC: La palabra no sirve para el mundo del Espíritu pero no tenemos otra cosa y a veces es una tragedia. Por eso voy a publicar La palabra y el Tao. Yo me encontré con tres versiones del Tao te ching con contenidos a veces divergentes. ¿Cómo era posible? Aprendí entonces el papel distorsionador del lenguaje. Yo escribía en cartulinas las tres versiones de un mismo aforismo y las ponía en la mesa de la celda para tratar de encontrarles el sentido, y encontré una cosa: el literalismo, el atender a la palabra es una idolatría. Trasciende la palabra y encontrarás el sentido. De repente sentía que había comprendido algo, aunque no lo pudiera explicar. Krishnamurti habla de incorporarlo al torrente sanguíneo. Aunque no sepamos cómo entra, cuando está, ya no se va.

FA: ¿Por qué madruga tanto? ¿Qué le reporta el silencio? MC: Me levanto a las cuatro y media de la mañana. Antiguamente, cuando estaba Lourdes, tenía que evitar hacer ruido… ahora, lo echo de menos. Y me gusta el silencio. Es mucho más que gustarme, me parece imprescindible. En el silencio nos escuchamos a nosotros mismos. Hay mucha gente que no le gusta lo que escucha y entonces prefiere que la aturda el ruido externo. Pero sin silencio no se puede caminar en el Espíritu. Rezar es silencio, meditar es silencio. Amor es silencio. El amor con ruido es ruido. Quien no es capaz de estar en silencio no es capaz de estar en si mismo con mayúsculas. El ruido permite estar con el sí mismo con minúsculas, con la personalidad. El ruido sirve para Mario Conde-presidente de Banesto, pero no para la divinidad de la que somos posada transitoria. El silencio permite ser honesto y limpio de corazón, permite revisar los verdaderos impulsos de lo que se hace. Por ejemplo, permite discernir si damos una entrevista por vanidad o para ayudar. Nadie es inmune a la vanidad y yo la he sentido en muchas ocasiones. Ahora soy libre porque no tengo vanidad; yo ya no mido las consecuencias de mis actos ni de mis palabras en términos de que repercutan o no sobre mí, sino si sirven o no para terceros. La razón por la que he dado una segunda entrevista en televisión fue porque me llegaron muchas cartas de personas que estaban sufriendo y que me decían que les había ayudado, y pensé “pues ahí voy otra vez”. Y ahora han sido miles, las personas que han puesto correos… bastaría con una. Hay una persona que me ha llamado, que tiene lo mismo que Lourdes y que simplemente quería que le dijera dos palabras.

FA: Ha estado recientemente en un monasterio del Císter. ¿Se necesita acudir a retiros para luego estar en el mundo de todos los días conectado a esa limpieza de corazón? MC: Desde pequeño, las películas que me gustaban eran de monjes y de samuráis. Sabía que más tarde o más temprano iba a ir a un monasterio. Lourdes lo presentía e incluso creo que llegó a comentarlo con sus hijos. Tenía esa asignatura pendiente. Allí se tiene la experiencia del silencio. Cualitativamente no es distinto a mi vida, pero hay más tiempo de soledad, menos ruido… El silencio es una actitud, no necesariamente un resultado físico, así que claro que se puede estar en mitad del ruido de todos los días con el silencio interior que da la limpieza. Aunque el silencio físico ayuda. Yo tengo el sueño de crear un centro para nutrir el Espíritu, igual que hay sanatorios para adelgazar. Sería un lugar de silencio y absolutamente ajeno a cualquier confesionalidad, con momentos para lo que los monjes llaman “capítulo”, uno o dos al día, para exponer temas que tengan que ver con el mundo espiritual, y donde la gente pueda ir sinceramente a encontrarse consigo mismo o a encontrarse con lo que sea pero envuelto en silencio. Además de los centros de meditación cristianos, budistas o hindúes, existen los de las nuevas colectividades, como Findhorn o Auroville. Todo está muy bien y creo que son utilísimos, pero sueño con un sitio neutro para estar en silencio.

FA: ¿Hasta dónde llega su capacidad de ayuda, después de su trayectoria vital? MC: Hasta dónde llega no lo sé. Hay un hecho crucial en mi vida que es la muerte de mi mujer, que ha desarrollado una necesidad casi biológica de ayudar en el terreno en donde creo que más desesperada está la gente, que es la ausencia no sé si de referente, de sentido a sus vidas. En tanto en cuanto yo haya crecido, habrá crecido mi capacidad de ayuda, porque la capacidad de ayuda de uno depende de lo que se tenga dentro. En los momentos de percepción mediática que vivimos tengo que aceptar que cosas como las entrevistas de televisión han ayudado mucho. Por ejemplo, uno de los correos que he recibido es de una chica muy inteligente, con una enfermedad de glucogénesis que le genera una incapacidad permanente. Me ha mandado sus fotos y es impresionante. Con una sonrisa enorme y con un texto que decía que mis palabras habían sido un impulso. Lo más gratificante que me puede pasar es que me diga algo así una persona lisiada. Todo por una entrevista, por unas palabras. Eso es lo que yo quiero. Quiero más posiblemente. Quiero restaurar la idea… han fracasado los materialistas. La religión puede ser un producto tóxico, pero el materialismo puede ser heroína pura. No se puede hacer nada ni mejoraremos política, ni cultural ni económica ni socialmente si no recuperamos el papel del Espíritu en nuestras vidas. Cuando me dicen que estamos mejor que hace no sé cuánto tiempo, yo digo “¿Mejor? Cuando mueren 5.000 niños al día, cuando hay genocidios, cuando un país está mejor que antes porque han muerto cientos o cientos de miles de personas, ¿eso es mejor?”. El problema no está ni en los sistemas políticos, ni en la democracia: está en el hombre. El producto humano que está en estos momentos dirigiendo el mundo, al verse desconectado del sentido de la trascendencia, no sabe dónde anclar valores tales como la dignidad, ¿dónde se ancla? Hablan mucho de la ética laica, bien, pero la ética laica, sin un sentido de trascendencia es a mi juicio muy frágil, tremendamente frágil y la historia lo demuestra.

FA: ¿Bastaría con madurar como personas y poner en valor la capacidad de servicio? MC: Y darnos cuenta de que no es que mueran 5.000 niños, es que los estamos matando. No hay nada de lo que está ocurriendo en el mundo de lo que no seamos absolutamente culpables. No hay un tema de otros que no sea de nosotros. Occidente se ha desentendido… Simplemente, con que asumiéramos que todas esas cosas están pasando porque estamos consintiendo que pasen, simplemente con eso, el mundo cambiaría. Pero nos han enseñado a que “yo soy yo, y los otros son los otros, mis actos no tienen nada que ver con los actos de los otros…”. Eso es sencillamente falso: metafísica, física, económica, cultural y socialmente.

FA: ¿Está cambiando todo eso? ¿Hay algún indicio? MC: Yo creo que sí. La Iglesia Católica en España, por ejemplo, que ha sido el modelo dominante durante siglos, está cayendo en la percepción de la juventud, pero no toda ella se está refugiando en el nihilismo ni en el hedonismo. Lo que ocurre es un cambio de conceptos. La solidaridad ha dejado de ser un planteamiento político para ser un planteamiento humano, como la noción de la comunidad y de la convivencia; las consecuencias dramáticas de un capitalismo brutal se están transformando en términos de convivencia. La sensación que había hace diez años de que estábamos ante el fin de la historia es rotundamente falsa. Estamos en el principio de la historia afortunadamente. Creo que lo que dicen del Kaliyuga es verdad, en el sentido de que se están descomponiendo los restos de una civilización basada en la no trascendencia, y se está recomponiendo. Yo veo que hay muchos que no se dan cuenta de que esto está pasando pero afortunadamente pasa, lo de menos es que se den cuenta o no. La Nueva Era, factores más o menos anecdóticos aparte, tiene un fondo, tiene un fondo crístico, un fondo profundo que está llamando a mucha gente y eso es muy positivo. Con que eso pase estamos ayudando. No arreglaremos nada, absolutamente nada, con modificar leyes políticas o sociales, si no arreglamos antes al hombre. Hay que empezar desde los cimientos -la educación es la clave- y darle al hombre el sentido de trascendencia que tuvo siempre al margen de la religión en concreto. El ensayo que hemos hecho de un hombre sin trascendencia nos ha conducido a esto.

FA: ¿Los cimientos del hombre desde uno mismo? MC: Absolutamente. Pero desde uno mismo, no como separado de todos sino como integrado en todos, y empezar por todos a la vez.

FA: Solo unas palabras sobre su estado interior y su ánimo, para terminar. MC: Hay un dolor frío; podemos convivir con el dolor, pero no tenemos derecho a convivir con la tristeza, la tristeza es en el fondo un egoísmo y es una cobardía; el dolor es un sentimiento sano; la tristeza es epidérmica, es social, y el dolor es profundo. Hay un dolor interior que no se ha ido porque no se puede ir, pero al mismo tiempo hay una percepción de que eso sucedió por algo y para algo. Y ahora tengo un tipo de contento diferente, es una alegría distinta, es una alegría que no se olvida de su amigo el dolor pero que me permite hacer cosas como las que hemos hablado y muy tranquilo. El día que me estaban haciendo el tac, -esto es absolutamente verdad- miré para arriba y pensé “ahora suponte que te dicen que tienes un tumor de pulmón como el que cuentan por la calle, ¿cómo te enfrentas a la muerte?”. La primera reacción fue “bueno, ¿tengo el valor que tuvo Lourdes?” y seguí: “ése es un término de comparación; bien, al margen de esas comparaciones, ¿cómo te enfrentas?”. Y me di cuenta de que estaba sonriendo. Todo está bien. Lola Bastos

http://www.fundacionananta.org%3c/i%3E

Lou and Andy (Little Britain) Recopilatorio

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Carrera

Y esta pareja...acabó!!!

viernes, septiembre 26, 2008

Javier Fesser se cubre de caca


Alfredo González-Barros, hermano de Alexia, la niña en la que Javier Fesser se inspiró para 'Camino', filme sobre la hija de una familia del Opus Dei, que falleció tras una dolorosa enfermedad y que actualmente está en proceso de canonización, está muy molesto con la escena de la muerte y los aplausos. 

La familia ha enviado esta carta abierta a Javier Fesser, que ayer presentó en el Festival de San Sebastián 'Camino' —nombre que la niña recibe en el largometraje— en la que el hermano escribe: "Te ruego que rectifiques públicamente tu aserto -que quiero creer fruto de un grave error inocente por tu parte- de que los padres y hermanos de Alexia se despidieron de su hija y hermana con un aplauso". 
 
Javier Fesser, que siempre ha asegurado que se ha documentado y ha investigado mucho para hacer la película, pero que nunca ha tratado con la familia, a la pregunta de ayer de un periodista de si la parte del filme en la que los familiares y el equipo médico aplaude a la niña en el momento de su muerte eran reales o ficticios, él contestó que ese momento existió de verdad. 
 
Alfredo González-Barros y González, hermano de Alexia, a la que considera "inequívoca protagonista de la película", escribe a Fesser en su carta que ayer se sentó para ver la rueda de prensa en el Festival de San Sebastián con un objetivo: "Quería oír cómo argumentabas ante los periodistas que nunca te pusiste en contacto con nosotros y por qué no has atendido nuestra petición formal de que retirases de tu película la referencia explícita a Alexia". 
 
"En esa carta que te enviamos todos los hermanos, se decía que nuestra petición en nada afecta a la libertad de expresión y creación, que nosotros compartimos como un valor fundamental de toda convivencia libre y democrática"; y añadíamos: "No dudamos de que su hombría de bien entenderá esta petición y pondrá los medios pertinentes para acogerla con la mayor prontitud". 
 
El hermano recuerda que Fesser les hizo una promesa y recupera estas palabras del cineasta: "Para vuestra tranquilidad os comunico que ni desde la productora, ni desde la distribuidora hemos utilizado nunca ni pensamos utilizar el nombre de Alexia, ni hacer referencia a ella o a su proceso de beatificación como parte de la publicidad de la película. Tenéis mi palabra". "Lamentablemente no ha sido así", asegura el hermano, quien relata: "tu afirmación de ayer de que el aplauso al morir la protagonista, se produjo en la realidad cuando murió Alexia (el periodista que hizo la pregunta dijo su nombre) me ha dolido en el alma por lo injusto y terrible de tal aseveración". "No debería hacer falta que te diga que mi hermana Alexia no murió rodeada de aplausos. Murió rodeada de cariño. Cariño de sus seres queridos: padres y hermanos y con el silencio respetuoso de las enfermeras, doctores y enfermos que "motu proprio" se acercaron a la habitación de Alexia", comenta y pide a Fesser que rectifique sus palabras.









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jueves, septiembre 25, 2008

Facebook mano muerta y nada mas

No run. Jose me machacó las piernas. Cardenales. No me siento la mano izquierda.

miércoles, septiembre 24, 2008

Masó y Arretxe

El mismo día que Arretxe la lía en San Sebastian (con el forradito niño bien Rosales March) coge y se muere Pedro Masó. Ambos representan el desastre actual del cine español. Pedro Masó, guionista de 'La gran familia', falleció a los 81 años tras dirigir y producir mas de cien pelis (: cerca de 150 guiones, 14 películas dirigidas y 82 producidas). Le oí decir a una fría y celebre actriz que dijese el texto con el coño. Era un tipo como Pedro Costa, con muchos cojones, self-made, amor por el dinero, carisma y severidad de pequeño dictador. El ex de su hija, inició la lista de mis estafadores. A Guillén lo masacró.
Arretxe es, mas como yo, un mercenario pero en plan juguetón. Ya no sufre rodando. Capaz de participar en la serie sobre Miguel Angel Blanco y en su reverso, la humanización del asesino. El panorama del cine patrio está poblado ahora de gente mas próxima a Ion Arretxe. Masó, logicamente, salió por patas.

martes, septiembre 23, 2008

SHYLA STYLEZ

Enternecedora biografia en Wikipedia:
Shyla nació y creció en un pequeño pueblo llamado Armstrong, en la provincia de Columbia Británica en Canadá. Desde los 17 años supo que quería ser actriz porno. Tras terminar el instituto, a los 18 años, se mudó a Vancouver, Canadá, y comenzó a trabajar como stripper y como modelo para pequeños sitios porno de internet, lo que la llevó a conocer al también actor y director porno canadiense Erik Everhard, que la introdujo en la industria del porno y junto a quien rodó su primera escena.






Re-inventarse Re-nacimiento Bildung

No se sabe cuando es el tiempo para la reforma. Llevo toda la vida con lo del conocimiento inutil, el Bildung que daba categoria a los alemanes del XVIII/XIX, como dice Rosa Sala en esa interesante cosa de El misterioso caso alemán. Pero yo con humor.

He pensado que es hora de deconstruir todo. La duda que surge es hacia donde tirar. Si me reinvento, todo lo que soy no traspasa la categoria de lo futil y en consecuencia solo puedo edificarme desde las mas diminutas e irreciclables astillas. Es como pretender que nos de un consejo practico valioso el tramposo de Marina, el cursi/cuentista de Goleman o Savater el bizco. Especializarse en la nada tiene esas cosas. Puedes hacerte un hombre de conversación abstracta, feroz e inmanejable. Como buen alemán de esa época, detestas la práctica de cualquier disciplina. Te quedas en la mera teorización. Y si ese ideal que ha cimentado tu vida encima reivindica lo feo... Entonces no solo debes deconstruir tu vida. Tienes que dar el paso mas allá. Koestler.

Prostituidor

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Veo en la red que una mermada me llama ahora así en el programa de A.R. Añade la pandilla de beatonas de Channel (Paloma Barriento, etc) que la prostitución debe ser abolida. Parece ser que no trabajan en el mundo real. Todos somos prostituidos. Puedo entender que no conocen el mundo laboral, donde me masacran a diario, que no pagan a hacienda, que no son multados por aparcar o no llevar el cinturón de seguridad, que no les obligan a estar localizado las 24 horas, que no se llevan tareas a casa. Todos hacemos cosas que nos gustan y que detestamos. La vida es así. Desde hace 10000 años.

lunes, septiembre 22, 2008

Carrera perfecta, este domingo

Tolstoi revisitado

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El punk de Ben Kingsley

Sir Ben Kingsley STOMPS into the shoes of Minor Threat's Ian MacKaye from Mean Magazine on Vimeo.
Este vídeo apareció la semana pasada en la web de la revista de tendencias estadounidense 'Mean'. El actor británico, que a sus 64 años goza del título de Caballero de la Orden Británica, que interpretó a Mahatma Gandhi y que tiene un Oscar en su casa (o en el trastero, lo mismo da), hace playback de la canción de 1981 'Minor Threat' , como un homenaje al grupo del mismo nombre, que liderara Ian MacKaye.

The Fabulous Stains: Diane Lane con 15 años o el delito

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