Felix Azua ha escrito un artículo muy significativo en torno a una culposa generación. Yo ahora estoy leyendo "El tiempo de los asesinos" de Henry Miller y tienen ambas cosas mucho que ver. Miller habla de la desaparición del poeta como personaje en el siglo XX y sigue el calvario de Arthur Rimbaud y su redención atroz. Azua, tal vez sin saberlo (como me paso), también.
Realmente, el golgota que coronó Rimbaud nos perdona del asesinato de la poesia. Naturalmente no hablo de Villenita y su ropa interior de encaje o el Sr. G. de Canarias; hablo de Claudio Rodriguez, de Valente, de unos pocos, hoy casi extintos. Hablo del sacramento de la palabra (cursiii) y la devoción primigenia. Hablo de servidumbres volcadas en papel y en vidas, no de la columnita de EL PAIS. Jesus nos liberó del pecado original de mancillar paraisos. Rimbaud nos exonera de esta nueva deuda imposible de condonar.
La terrible generación que capitaneó la muerte de la poesia pura fue casi integralmente francesa y presumia al decir que "las sociedades son collages". La eliminación del individuo que Marx perpetró, generó estas citas. Perpetuas formulas de la nada. Un cuaderno de formulas sin números ni aplicación en la cosa. Cosificaron al hombre y bastó. Meros asesinos. No bastó con matar a Dios, detras fue el hombre. Siempre que veo la cara de Sartre, Derrida, Lacan, Foucault, Piaget, Bataille, Barthe, Valery o Strauss, me da una pequeña nausea y tengo que leer corriendo a Marco Aurelio, que los retrató a todos muchos siglos antes. Hablaba con gente muy a menudo y le avisaban para que afilase pronta la espada. Venian los asesinos.
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