Guadalajara no es Mejico
Castilla vivió un tiempo de fulgor, grandeza universal y gloria mística. De Zamora a Toledo, el nuevo continente era una mera estación final. Su identidad nunca sufrió constricción alguna salvo la del comunero. Ahora sus hijos son aniquilados de otra forma mucho menos heroica. El olvido es el arma.
La sobriedad del castellano se encuentra en ese gesto seco, esa forma de soportar mil inclemencias con el rostro de palo. No poner bombas, no manifestarse en las calles, trabajar de forma meticulosa en empresas minúsculas, no ampara ya el futuro de ningún hijo. Si nadie sabe que es Teruel, que es Lerida, que es Huesca, nadie sabe tampoco que es Sanabria, que es la Maragateria, que es la Alcarria o el Jarama. Zamora vendió cara su derrota y aun sufre la ira silenciosa en sus calles tristes. Guadalajara se fue a Mejico. Dejo solo a 11 hijos que se quemaron ayer.
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