domingo, enero 24, 2010

Lolo entrena

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Pinto shooting o como rodar pasando de los jefes y por internet.


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Leganes para Plural




domingo, enero 17, 2010

EXTREMISTAS: MIS AVENTURAS CON LOS RADICALES

de Jon Ronson, un tipo que trabaja para la BBC.
Them: Adventures with Extremists by Jon Ronson.
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Gnosis. No sabe nadie nada.

Los 11 alimentos saludables que debería estar comiendo y que ni siquiera prueba según PD

Algunos los ve a diario en el supermercado pero no los compra, aunque otros son menos habituales clipping. 1. Remolacha Muy rica en ácido fólico y pigmentos rojos que ayudan a prevenir el cáncer. ¿Cómo comerla? Cruda, fresca y rallada en ensalada. Conservar en frío porque el calor le hace perder su poder antioxidante. 2. Repollo Cargado con nutrientes, como el sulforafano, que también ayudan a prevenir el cáncer. ¿Cómo comerlo? Ensalada al estilo asiático o como un crujiente en sustitución de la lechuga en hamburguesas y sandwiches. 3. Acelgas: Una verdura de hoja verde lleno de carotenoides que protegen a los ojos de envejecimiento. ¿Cómo comerlas? Cortar y freír en aceite de oliva. 4. Canela Ayudar a controlar el azúcar en la sangre y el colesterol. ¿Cómo comerla? Espolvoreada en el café o en los cereales del desayuno. 5. El jugo de granada Ayuda a bajar la presión arterial y está cargado de antioxidantes. ¿Cómo tomarlo? Bebido. 6. Ciruelas secas Son como las ciruelas pasas, pero están llenas de antioxidantes. ¿Cómo comerlas? Envuelta en jamón serrano y al horno. 7. Las semillas de calabaza La parte más nutritiva de la calabaza. Mucho magnesio (altos niveles de este mineral están asociados con un menor riesgo de muerte prematura). ¿Cómo comerlas? En ensalada o como pipas. 8. Sardinas Comida saludable de lata. Ricas en Omega-3, prácticamente no contienen mercurio y están llenas de calcio. También contienen hierro, magnesio, fósforo, potasio, zinc, cobre y manganeso, así como un complemento de vitaminas B. ¿Cómo comerlas? Latas de sardinas en aceite de oliva o la sardina a la plancha tradicional. En ensaladas, sobre tostadas o puré con mostaza dijon y cebolla. 9. Cúrcuma La reina de las especias. Propiedades anticáncerígenas y antiinflamatorias. ¿Cómo comerla? En huevos revueltos o en cualquier plato de verduras. 10. Arándanos congelados Aunque el proceso de congelación puede degradar algunos nutrientes en las frutas y verduras, los arándanos congelados están disponibles todo el año y no se estropean. Se asocian con una mejor memoria en estudios con animales. ¿Cómo comerlos? Mezclado con yogur o leche de soja y espolvoreados con almendra picada. 11. Calabaza Alta en fibra y estimulantes del sistema inmune (vitamina A). Llena mucho y apenas tiene calorías. ¿Cómo comerla? Cocida con un poco de aceite de oliva, canela y nuez moscada. ___ Listado realizado a partir del libro del Dr. Bowden The 150 Healthiest Foods on Earth. Periodista Digital, SL CIF B82785809 - Avenida de Asturias, 49, bajo - 28029 Madrid (España) - Tlf. (+34) 91 732 19 05

lunes, enero 04, 2010

Vivir... por decir algo, por Gabriel Albiac, ABC

DESESPERADA, física y anímicamente rota, Simone Weil retorna de su breve experiencia en la guerra de España con la certeza de que nada en política es ya posible; que la política es ese dúplice juego en el cual sólo los asesinos y los ladrones tienen sitio: un horrendo basurero. Y en el otoño de 1937, tras haber escapado de la Barcelona en la cual los sicarios de Stalin -y aquellos locales capataces suyos, de los cuales don Santiago Carrillo podría aún contarnos tantas cosas que no nos contará nunca- exterminan a los últimos trotskistas, Weil relee a un joven autor de cuatro siglos atrás: Étienne de la Boétie había sido el amigo entrañable al cual cantara Montaigne en L´Amitié, el más bello de sus Ensayos y uno de los momentos más altos en la lírica del siglo de Pierre Ronsard. La Boétie murió a los 33 años, asistido hasta el último instante por su amigo. A los 18, había escrito un desconcertante y breve ensayo que lleva el título de Discurso de la servidumbre voluntaria y que es la más lúcida voladura de todos los ensueños acerca del supuesto amor por la libertad que los apologistas de las buenas intenciones atribuyen a la inhóspita especie humana. No hay tal cosa, concluía el compañero de Montaigne, «lo único que los hombres no desean es la libertad, y no por otra razón que ésta: porque, si la deseasen, la obtendrían». La lógica del joven Étienne de la Boétie sigue dejándonos atónitos -como dejó a la casi tan joven Simone Weil- por su rara voladura de todos los lugares comunes acerca de lo político. No hay pulsión más honda en los hombres que la de servidumbre, concluye. No hay despotismo posible sin la deleitada complicidad activa del siervo. Y La Boétie pone en ello la «enfermedad mortal» de lo humano: el placer del esclavo, su abestissement, ese «embrutecimiento» al cual llaman los hombres vida. «¿Es eso, acaso, vivir feliz?», se pregunta irónicamente. Y, con desgarro aun más ácido, reduplica la pregunta: «¿Es eso, acaso, vivir?». No hay mejor guía espiritual, setenta y dos años después del crucial ensayo de Simone Weil sobre la obediencia totalitaria, que este sucinto y sorprendente Discurso de la servidumbre voluntaria, que da a la desarraigada pensadora judeo-católica la clave con la cual cerrar su lúcida -su trágica- decepción de lo político. Lo fascinante de los ya casi seis años con Rodríguez Zapatero al frente de la nave ebria del Estado es esto: jamás en las sociedades ilustradas, de las que bien que mal formamos parte, un gobernante ha exhibido tales dosis de ignorancia, tanta capacidad para mentir sin cuidarse siquiera de que no se note, jamás un tono de infantilismo semejante se ha exhibido con tal complacencia en el espacio público, jamás la percepción de estar siendo gobernados por un sujeto con la edad mental de un adolescente-LOGSE de no más de doce o trece años ha sido así de inequívoca... Y, sin embargo, funciona... Pocos ejemplos hay tan puros de aquel placer del siervo que el escritor de siglo XVI diseccionara, como esta España identificada con el mejor gestor de su catástrofe. Como esta España que se empeña en no ver lo esencial: que a aquel que nos oprime «no es siquiera preciso quitarle nada, que basta con no dárselo; que no hay siquiera necesidad de que el país se moleste en hacer nada a favor de sí mismo, que basta con que nada haga en contra de sí mismo», para que tal tipo de parásitos funestos se volatilizaran. Pero no, no hay nada de eso. Eso requiere ser libre. Y la libertad, «la libertad es precisamente lo único que los hombres no desean». Mejor ser siervos: más fácil, más seguro. ¿Llamamos a eso vivir? Lo hacemos.

domingo, enero 03, 2010

LEY DEL SIETE O DE LA OCTAVA

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viernes, enero 01, 2010

Joseph Pérez: «La Leyenda Negra contra España es falsa, de mala fe»

Biógrafo de Felipe II, Joeph Pérez, nacido en el año 1931 en Laroque d'Olmes (Francia) de un matrimonio de emigrantes valencianos, es un sabio de la España de los siglos XVI y XVII. Estuvo al frente de la Casa de Velázquez en Madrid y dirigió la Universidad de Burdeos. En «La Leyenda Negra» (editorial Gadir) ofrece una lección apabullante, magistral, incontestable sobre lo que ya es Historia: aquella noche oscura que arreció contra España. —¿Por qué debemos ya dar por superada la Leyenda Negra? —Felipe II puso precio a la cabeza de Guillermo de Orange, el príncipe protestante de Flandes, y éste recusó su legitimidad y se enfrentó a su poder exagerando lo peor de su contrincante: que si fue capaz de asesinar (lo que era falso) al príncipe don Carlos, su hijo, que si se sirvió de la Inquisición para acallar a la oposición... A nivel académico, todos los historiadores, sean o no españoles, están de acuerdo en subrayar que las acusaciones que contiene la Leyenda Negra son falsas, de mala fe y muy exageradas. En este aspecto hay unanimidad. —¿Quedan prejuicios pendientes? —Una vez desaparecido el fundamento de la Leyenda Negra, permanecen prejuicios, por ejemplo, sobre la importancia o la influencia que pudo tener la Inquisición, la intolerancia, la poca disposición que se dice que tienen los españoles para las actividades económicas... Hay una serie de opiniones que circulan y que no merecen mención especial, pero que son muestra de la ignorancia que se tiene todavía, en varios casos, de España. —Se habla de la Inquisición, pero en la España de Felipe II murió menos gente por la Inquisición que en ningún otro país, según los expertos. —Sí, precisamente es lo que forma parte de esos prejuicios; no se tiene suficientemente en cuenta que la intolerancia, las guerras de religión, la conflictividad religiosa es un fenómeno común a toda Europa. España en ese aspecto no tiene ningún monopolio ni ninguna exclusividad. Si uno mira lo que pasa en Francia, por ejemplo, en una época tan tardía —finales del XVII— cuando Luis XIV decide expulsar a los protestantes, ello supone una barbaridad tremenda que se puede comparar con la expulsión de los judíos o de los moriscos. —¿Por qué siempre se opinaba contra «lo español»? —Esto es lo que procuro desmontar en el libro sobre la Leyenda Negra. Al principio de todo está la reacción contra la superioridad española del siglo XVI, que es indudable. Hay una gran admiración por las cosas de España, por la lengua —se habla español en casi toda Europa—, por la literatura, las artes, las ideas religiosas, la moda... Se admira todo lo que viene de España, pero al mismo tiempo la gente, en Italia, Inglaterra, Francia, Países Bajos, Alemania... tiene miedo de lo que se cree, se supone, son las intenciones de España que quiere dominar a toda Europa. —¿Con qué potencia compararía hoy aquella España titánico-hegemónica? —Hay un rechazo que yo comparo a lo que está ocurriendo actualmente en los Estados Unidos. El país que preside el señor Obama también ha provocado una especie de leyenda negra, de rechazo: se admiran las cosas de América —cine, literatura, los modos de vivir...— pero se les reprocha a los norteamericanos su buena conciencia, su arrogancia, su imperialismo, su voluntad o la pretensión que tienen de dominar todo el mundo. En un principio, de la Leyenda Negra está la reacción de rechazo, de temor a lo que se cree que es el imperialismo español. Se supone que España pretendía dominar a Europa y el mundo. —¿Se le acusó de imperialista? —Andando el tiempo, si a esto se añaden dos o tres fenómenos después de 1648, de los Tratados de Westfalia, España ya ha perdido la hegemonía en Europa, de modo que la acusación de imperialismo no puede funcionar. El relevo lo han tomado otras naciones —Inglaterra, Francia...— pero quedan contra España dos ideas que poco a poco van a permanecer hasta el siglo XX: primero, la del progreso, la civilización, las luces... todo ello es fruto de la Reforma; y como España, Italia y Portugal y en parte Francia han rechazado la Reforma estas naciones están por ello mismo condenadas al subdesarrollo, al oscurantismo, a la intolerancia... —La idea que circula hasta entrado el siglo XX es que el progreso, las luces, la civilización es fruto de la Reforma. —En este sentido, España aparece como la nación que se ha resistido a la Reforma por antonomasia. Y hay también en las naciones del norte, que son protestantes y anglosajonas, otra idea que surge y que va a tener mucho éxito: la superioridad de la raza anglosajona sobre la latina. Estos son los prejuicios que han alimentado la Leyenda Negra hasta bien entrado el siglo XX, pero ya han sido rechazados por los historiadores. No cabe duda de que durante mucho tiempo eso ha influido en la imagen que se tenía en el extranjero de España. En el siglo XVIII España sigue siendo una gran potencia —la tercera de Europa—, pero ya no tiene la misma supremacía intelectual. Los rasgos fundamentales de la Leyenda Negra ya no se pueden sostener. —¿Y por qué se ha mantenido durante siglos esa Leyenda Negra? —Porque desde finales del siglo XVII hasta bien entrado el XX parecía que todo iba a favor de los anglosajones y de los protestantes. Si se compara lo que ocurre en el siglo XIX después de la emancipación del imperio español de América, a partir de 1825 se da el contraste entre las antiguas colonias inglesas —los Estados Unidos actuales— en plena prosperidad frente a un continente suramericano —las antiguas colonias españolas— sumido en el subdesarrollo, caudillismo, miseria. Cuando Francia a mediados del XIX forja el concepto de América Latina, en España algunos protestan porque dicen que hay que hablar de América Iberoamericana o Hispanoamericana. —¡Francia no atacaba a España! —No. Cuando los franceses en el siglo XIX hablan de América Latina están reaccionando contra la América anglosajona. En realidad, en aquel momento Francia se considera como parte también de los prejuicios que los anglosajones tienen en relación con las naciones latinas y reacciona a su manera tratando de crear un frente entre las naciones latinas para oponerse a la arrogancia y a la pujanza del mundo anglosajón. Y esto lo notamos en algunos sectores. Carlos Fuentes expone muy bien en sus libros que todavía en Estados Unidos no han desaparecido los prejuicios contra México y contra las poblaciones mestizas, católicas, latinas al sur del río Bravo. —¿Franco contribuyó a mantener la Leyenda Negra? —Creo que sí. Sin quererlo, desde luego, y para reaccionar contra las acusaciones que venían del extranjero, Franco tuvo dos ideas: una, la excepcionalidad de España, España es diferente. Y dos, el régimen de Franco dio la impresión de identificarse con la España imperial, con el Reinado de los Reyes Católicos, con Carlos V, con Felipe II, es decir, con los aspectos más discutidos de la Leyenda Negra. —¿Los Reyes Católicos fueron los inspiradores de la gran España? —Después de la Transición me llama la atención la reacción de la izquierda española: en el siglo XIX los liberales españoles, la izquierda española, sentía bastante simpatía con los Reyes Católicos, porque habían restablecido la unidad de España, habían combatido el poder exagerado de la Nobleza. Se veía a los Reyes Católicos como los modernos inspiradores de la gran España, algo que podía servir de modelo. Y la parafernalia en torno a los Reyes Católicos y la idea imperial han contribuido hasta cierto punto a desprestigiar esta época. —¿Cuál es la posición de la izquierda española en relación a esa leyenda? —Los historiadores que yo conozco, sean de izquierdas o de derechas, coinciden en decir que todo esto forma parte de un pasado superado y que no tiene ningún motivo para permanecer. Durante el siglo XIX y las dos terceras partes del XX la Inquisición era motivo de polémica intensa. Hoy, se le ha quitado muchísima polémica. —Usted da la razón a los comuneros. ¿Por qué motivo? —Porque en 1520 presentían, receleban, que con la conversión de Carlos V de Rey de Castilla a Emperador del Sacro Imperio, Castilla iba a tener que defender una opción política que no era la suya, sino de la Casa de Austria. Temían que ello acarrearía para España una serie de sacrificios: en hombres, dinero, etc... —¿Castilla, entre espada y pared? —Al final del siglo XVI, en unas Cortes que celebra Felipe II, varios procuradores se oponen a su política diciendo que la defensa del catolicismo en Europa, en Flandes, no le toca especialmente a Castilla, ni a España. El interés de Castilla (en 1580) es retirar sus tropas del Norte de Europa, defender la Península contra los ataques de los turcos y de los corsarios berberiscos, defender las relaciones con América. Desde los comuneros hasta la oposición en las Cortes en tiempos de Felipe II se tuvo conciencia en España de que los soberanos en realidad defendían, se identificaban más con la Dinastía que con el Reino, como se decía, hoy diríamos con la Nación. A Castilla no le interesaba un Rey emperador. —Hoy en España se tilda a Rodríguez Zapatero como «la catástrofe». ¿Puede el presidente del Gobierno reverdecer los laureles de la Leyenda Negra? —Esto no tiene nada que ver. La Leyenda Negra partió de un estado de opinión de unas gentes que veían en España una amenaza.