Mostrando entradas con la etiqueta Goytisolo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Goytisolo. Mostrar todas las entradas

martes, abril 28, 2015

Juan Goytisolo y Cervantes





No voy a ser tan duro como Mario Noya, Juan Manuel de Prada o Jon Juaristi, que han dicho cosas tremendas en torno al anciano exiliado que ha aceptado un premio (125.000 euros) que entrega el Rey de España. 


"Estoy dispuesto a firmarlo ante notario: no pienso aceptar el premio Cervantes nunca. No soy ningún bien nacional ni estoy dispuesto a admitir ningún premio nacional. Quien piense que escribí esa crítica para que me lo dieran a mí, es que no me conoce ni conoce mi obra."

Siempre ha querido poco a España, a su Rey, a sus instituciones, incluso a sus patronos. Y "es que aquí, en España, no existen los grandes editores al estilo de Gallimard en Francia." Por eso entiendo que no haya hecho caso a un documento notarial.

Muchos, ya cansados tras decadas de recepcionar su auctoritas, creen que su discurso es el punto final a tanta arrogancia tras su indumentaria discreta, su modestia impostada. Afirmó que, como Pessoa dejó escrito, “llevo en mí la conciencia de la derrota como un pendón de victoria”, y repitió los conceptos de ninguneo, modestia, etc. Panikar nunca lo hizo. Porque de la abundancia del corazón habla la boca.

Don Juan se considera cervantino y menciona todas sus miserias, el sufrimiento del escritor menesteroso, pero no dijo que  Don Miguel luchó por un rey, cuando él ni lo miró a la cara al recoger el premio. El alcalde de Alcalá, un señor pacífico, se indignó con él. No agradeció el mimoso regalo de un Quijote de la ciudad. Pero todo ese resentimiento, ese dolor, esa condición huraña puede nacer de su provecta edad insatisfecha, que como dijo Don Miguel en el prólogo del Quijote y él cito en el discurso (léase aquí), “duermo en el silencio del olvido”: ese “poetón ya viejo”(más versado en desdichas que enversos) que aguarda en silencio el referendo del falible legislador que es el vulgo".

La llamada a la política, la queja de su olvido por parte de los popes culturales, es un lugar común en muchos autores españoles. Adorando tanto al llano populacho, las letras parecen interesarles menos que los números, los presupuestos. No concuerda eso mucho con  asumir  "la locura de su personaje como una forma superior de cordura".  

Los grandes españoles siempre han detestado España en miles de casos. Mofarse de la marca España es previsible. Incluso lo de “Digamos bien alto que podemos”. Pero su mención a la ruina de niños españoles hambrientos, o a "los inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad" suena ha tomadura de pelo. Teniendo en cuenta donde vive. Sometido a otro Rey.