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sábado, mayo 09, 2015

Sir Isaiah Berlin y la profecía de la libertad

 Sir Isaiah Berlin

Yo siempre he tenido en un altarcillo a by (1909–1997) por ser liberal, por ser un intelectual judío (son los mas poliédricos) y por haber escrito El erizo y el zorro.

     “Muchas cosas sabe la zorra, pero el erizo sabe una sola, y grande”.

Hoy la libertad no es comprendida por la ciudadanía. Esa falla conceptual resulta esencial a la hora de comprender como el individuo está dispuesto, con gusto, a la cesión de un esencial espacio propio en beneficio del Estado.

El principal objeto de estudio de su carrera fue la libertad. El texto Dos conceptos de Libertad (Two Concepts of Liberty; Isaiah Berlin, 1958) desarrolla su teoría en torno a la diferencia entre libertad negativa y libertad positiva. Diseña con el estudio de esta temática uno de los pilares esenciales de una nueva teoría liberal

La libertad negativa aborda una percepción de la existencia en la que el individuo obra por ausencia de coacción; la acción la impone él si no existe fuerza contraria. Es el eje de la filosofía moral británica y estadounidense. De la supresión de esta libertad se sirven los totalitarismos para ejercer su poder en aras de supuestos valores sociales "superiores". La libertad positiva "puede" ejercerla, al contar con el necesario entendimiento de sí mismo, y la capacidad personal para ejercerla. Para algunos, nuestra verdadera libertad es la conjunción de estos dos tipos de libertades. Isaiah Berlin, defendió que no son necesariamente compatibles, sino que pueden y suelen entrar en conflicto.


Libertad significa, propiamente, ausencia de oposición; por oposición quiero decir impedimentos externos del movimiento(…) Un hombre libre es aquel que, en aquellas cosas que puede hacer en virtud de su propia fuerza e ingenio, no se ve impedido en la realización de lo que tiene voluntad de llevar a cabo. Hobbes 1651:187

La libertad positiva se ejerce dependiendo de sí mismo y no de fuerzas exteriores, sino de la propia naturaleza. Requiere madurez y gran conocimiento de uno mismo. Muchos pensadores escépticos como el propio Isaiah Berlin (y el que junta estas letras) dudan de la posibilidad de libertad positiva, de la existencia de semejante autonomía de voluntad o de un grado tan elevado de conocimiento de uno mismo. Discípulos de Berlín, como John Gray, han defendido la compatibilidad de libertades positivas y negativas.

El nacimiento de Israel condujo a similares paradojas conceptuales, hoy terriblemente vigentes con motivo de la fantasía multicultural. Berlin se sentía ajeno al escenario de posguerra que le tocaba vivir. Era una suerte de apátrida filósofo profesional, un exiliado de la cultura rusa, residente en los centros de poder y pensamiento de Inglaterra y, principalmente, un judío dividido entre la integración a la sociedad inglesa, y el llamado de sus identidad judía.

En 1947 visitó con su padre el hogar nacional de los judíos y recibió continuas invitaciones (de Weizmann o Ben-Gurión) para establecerse en Israel con un alto puesto. Arthur Koestler y T. S. Eliot sostenían que con la fundación de Israel, los judíos de la Diáspora tenían ante sí solo dos caminos racionales: emigrar a Israel o asimilarse de manera irrevocable a la religión y la vida de sus países de residencia. Era el juego de libertades.

Eliot establecía, con cierto aire antisemita, la dolorosa disyuntiva. Los judíos podían recluirse legítimamente en su identidad religiosa (sus guetos) o asimilarse enteramente. Se delimitaba su libertad de una forma extrema. Pero ¿existe la libertad de un judío o es la libertad de un individuo ajeno a su pueblo?

El debate es, por momentos, encarnizado; en el terreno de la moral, fundamentalmente. Sir Isaiah, tras su agitado periplo soviético del año 1946, conoció de la mano de los héroes Pasternak y Ajmátova, la sórdida tortura que suponía residir en Moscú y Leningrado. Ese viaje delimitó sus futuros desempeños en derredor de las letras rusas, las ideales liberales, la lucha contra los totalitarismos, y contra 

“ese poder único de penetración y de imaginación que estaba destinado a curar todos los males humanos”.

Es razonable fantasear con la idea de que todo esto sería determinante en su decisión de no establecerse en Israel. Y, ademas, la idea que consideraba característica de los judíos. Una capacidad (surgida tal vez de esa existencia sometida a la incertidumbre apátrida) “para el análisis del pasado, el presente y, en ocasiones, también del futuro”, lindante con profético. En este sentido es muy interesante el gran texto de Enrique Krauze, El profeta Isaiah.

Ya cuando Fichte (el inicio de la amenaza a la libertad nace en ese tiempo) anunció el destino suprahumano de Alemania, Berlin lo contrapone a las palabras del "profeta" Heine:


“Aparecerán fichteanos armados, cuyas voluntades fanáticas no podrán aplacar ni el interés egoísta ni el temor [...] En Alemania se representará un drama en contraste con el cual la Revolución francesa parecerá un apacible idilio.”

El maestro Isaiah considera la dolosa idea de la “voluntad general”, ese “nosotros” social que elimina al individuo en beneficio "místico" del Estado de la mano de Rousseau, como propia de “el más siniestro y formidable enemigo de la libertad”. Es el padre de la democracia participativa que ha devastado LatinoAmérica y pretende su asalto a la Europa mas pobre, que si bien se gesta en una elogiosa desconfianza de las élites ilustradas, luego devasta la idea misma de Ilustración. Y Hegel deviene en profeta creador de la más influyente y opresiva “teodicea” de la Historia.

En el mismo capítulo de enemigos de la libertad incluye al utilitarismo de Helvétius y el productivismo de Saint-Simon. Berlin acertó al revelar los diversos antecedentes del culto al Estado, en defensa la libertad individual, herramienta esencial de su “tribu” por incorporación, la Británica. Sir Isaiah Berlin defendió la libertad humana como un profeta judío aunque siempre mantuvo la idea de abandono de su pueblo. Pero desde Oxford no le pudo prestar mas alto servicio.

“Nadie es profeta en su tierra.” 


Según las lineas de Enrique Krauze, "dentro y fuera de su tierra y de su tribu, en defensa de la libertad humana, Isaiah Berlin fue una clara excepción".

A un alma puritana puede causar disgusto conocer que tal vez tuvo un idilio con la mítica y desgraciada Ana Ajmátova tras leer en el maravilloso artículo de Pablo Rodríguez (@Suanzes) Arden los sonidos en el éter. Pero habrá que perdonárselo porque no está probado y estaría, en cualquier caso, en uso de su libertad.