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sábado, mayo 30, 2015

Prada vs el Nuevo Orden Mundial

Juan Manuel de Prada
Juan Manuel de Prada


Twitter es una gilipollez


Juan Manuel de Prada representa, con tres o cuatro columnistas más, a una raza de pensadores ya casi extinta en España. La del pensador libre y asincrónico, que combate la amenaza del discurso impuesto por este tiempo nuestro de certezas por unanimidad con verdades milenarias, desconocidas por la multitud. Su apariencia lo aproxima a un hibrido de plumilla de Mundo Obrero con un misionero de Mundo Cristiano. 

Juan Manuel disputa a la propia Iglesia Oficial el discurso cristiano. Se apoya en rocas gastadas pero muy firmes. Castellani, Chesterton, Camilleri, Pemán, Foxá, Donoso Cortés o Pio XI. Se remonta a una inocencia previa al paraíso ya fallecida y muchas veces parece un Don Quijote desnortado, que no pisa la calle. Fustiga el sistema financiero que ha dado la era de mayor prosperidad al mundo pero apela a los argumentos del peligro del dinero fiduciario («Mammona iniquitatis» lo llaman) de los mismos liberales que tanto le molestan y desean regresar al patrón oro. Su veneración por Cristo y la Iglesia Católica no impide que tenga entre los católicos a sus enemigos. Muchas veces nos recuerda al Jose Antonio mas falangista, más patriota, más obrero. Y no está mal. Es muy peligroso ser libre y desprendido de ataduras mundanas. Y bajo su apariencia de empollón gordito (a lo Charles Laughton en Esta tierra es mía" -This land is mine-) se percibe una insensata heroicidad.

A veces Juan Manuel acude a un argumentario que niega la autentica naturaleza del hombre y parece descubrir inocentemente en el siglo XXI que la usura tiene cientos de años, que (aunque él deteste Juego de Tronos) hemos vivido hasta hace poco en un mundo primitivo que negaba siempre lo que hoy damos por hecho. Juan Manuel criticaba duramente la película de película Shame por el existencialismo acerado que vomitaba la carnalidad huera de un adicto al sexo. Pero esa era la historia. No es un desideratum. Existe esa clase de hombre. Es el mas habitual en este mundo de solterías, pornografía y soledad. Por abominar del producto no detendrás la realidad. Juan Manuel ve el mal en una obra. Pero no nace en ésta. El autor no gesta el mal al elegir el tema. El mal está ahí fuera. Y la mejor forma de ser un disidente es conocerlo. No disfrazarlo con ideas.

A todo este cúmulo de devastaciones morales nos ha llevado una construcción del hombre nuevo que lleva en proceso desde hace un par de siglos y que alcanzó su apogeo con la llegada anunciada por el genio Nietszche. Pero Juan Manuel no cree que surge en virtud de la tendencia del hombre a hacer lo mas sencillo, lo más cómodo. La navaja de Occam es el principio metodológico (lex parsimoniae) mas certero que ha dado la mente humana. Juan Manuel percibe, sin embargo, un constructo oculto, luciferino. El Nuevo Orden Mundial. Prada reconoce nuestra teoría de que la tiranía siempre ha perseguido al hombre. Pero cree que en ese otro tiempo solo sentíamos el sometimiento a Estados pequeños, no existía una amenaza global, invisible e insuperable. Lo que Prada no cuenta era que no había juicio ni derecho a recurso alguno. El Señor te ejecutaba a capricho. Hoy, ese mundo que tanto detesta lleno de canales de comunicación, de Twitter de gilipollas y Youtube permite que tu demanda, tu queja, reciba el amparo o el consuelo de cualquier rincón del orbe. Es la defensa de lo público.

Prada es aceptable en su argumentario sobre la persona. Pero habla de masas cretinizadas, desde una atalaya, cuando la iniquidad, la miseria moral, el amor al dinero y el «cuerno pequeño» del que contaba el profeta Daniel se encuentra en el corazón del individuo. Y esa es la fortaleza del liberalismo que tanto detesta. La reforma precisa es la del individuo y su libertad, de su mente y su corazón.

Los Estados debilitados existen porque su tiempo de cambio ha llegado. La grandes corporaciones han tomado el camino que el Estado no ha querido. La soberanía se conquista y los estados son lacayos por su masa funcionarial, por una ciudadanía hedonista que cede su espacio a otro desistiendo de sus responsabilidades políticas, eligiendo a los mas mediocres mientras dedican su tiempo a los viajes, al consumo, a lo tangible, y al gran enemigo del espíritu: la televisión.


David Rockefeller tras su 6º trasplante de corazón en 38 años.
David Rockefeller tras su 6º transpante 

Prada identifica una fuerza oscura, a la bestia que te da una tarjeta de crédito y otra sanitaria. Pero el individuo no cesa en su interés por el consumo y prolongar su vida. Y la fuerza que devora al hombre es otra y es milenaria. La ONU ayuda a divulgar un credo acomodaticio pero hay algo mucho mas pernicioso que esa corrupta institución, Rockefeller, la banca, la summa masónica o el recuerdo de Lutero. Nos ponemos en las manos pías de Tolstoi o Dostoievski, dos seres terriblemente imperfectos, y apelamos a un sentimentalismo para sostener el patriotismo. Pero Juan Manuel sabe que todo nace con la muerte de Dios. Con el gran vacío. Creerse que el "nuevo Orden Mundial odia a Rusia con todas sus fuerzas [...] y trata de asfixiarla económicamente, de orquestar burdas campañas de intoxicación mediática y operaciones de falsa bandera" es como encargar la salvación de alma de una ursulina a Rocco, a Don Juan, a Casanova. 

Prada es un hombre bueno y valiente. Pero la reforma precisa es la de cada uno de los hijos de Dios. Unamuno y Chesterton lo sabian. Y nuestro escritor debe dirigir su fiereza achuchable de algodón hacia la necesidad de llenar el corazón del individuo de algo distinto a la nada, la ideología, lo sencillo y lo coral. Porque no existe la masa. Existe un hijo.

sábado, mayo 09, 2015

Sir Isaiah Berlin y la profecía de la libertad

 Sir Isaiah Berlin

Yo siempre he tenido en un altarcillo a by (1909–1997) por ser liberal, por ser un intelectual judío (son los mas poliédricos) y por haber escrito El erizo y el zorro.

     “Muchas cosas sabe la zorra, pero el erizo sabe una sola, y grande”.

Hoy la libertad no es comprendida por la ciudadanía. Esa falla conceptual resulta esencial a la hora de comprender como el individuo está dispuesto, con gusto, a la cesión de un esencial espacio propio en beneficio del Estado.

El principal objeto de estudio de su carrera fue la libertad. El texto Dos conceptos de Libertad (Two Concepts of Liberty; Isaiah Berlin, 1958) desarrolla su teoría en torno a la diferencia entre libertad negativa y libertad positiva. Diseña con el estudio de esta temática uno de los pilares esenciales de una nueva teoría liberal

La libertad negativa aborda una percepción de la existencia en la que el individuo obra por ausencia de coacción; la acción la impone él si no existe fuerza contraria. Es el eje de la filosofía moral británica y estadounidense. De la supresión de esta libertad se sirven los totalitarismos para ejercer su poder en aras de supuestos valores sociales "superiores". La libertad positiva "puede" ejercerla, al contar con el necesario entendimiento de sí mismo, y la capacidad personal para ejercerla. Para algunos, nuestra verdadera libertad es la conjunción de estos dos tipos de libertades. Isaiah Berlin, defendió que no son necesariamente compatibles, sino que pueden y suelen entrar en conflicto.


Libertad significa, propiamente, ausencia de oposición; por oposición quiero decir impedimentos externos del movimiento(…) Un hombre libre es aquel que, en aquellas cosas que puede hacer en virtud de su propia fuerza e ingenio, no se ve impedido en la realización de lo que tiene voluntad de llevar a cabo. Hobbes 1651:187

La libertad positiva se ejerce dependiendo de sí mismo y no de fuerzas exteriores, sino de la propia naturaleza. Requiere madurez y gran conocimiento de uno mismo. Muchos pensadores escépticos como el propio Isaiah Berlin (y el que junta estas letras) dudan de la posibilidad de libertad positiva, de la existencia de semejante autonomía de voluntad o de un grado tan elevado de conocimiento de uno mismo. Discípulos de Berlín, como John Gray, han defendido la compatibilidad de libertades positivas y negativas.

El nacimiento de Israel condujo a similares paradojas conceptuales, hoy terriblemente vigentes con motivo de la fantasía multicultural. Berlin se sentía ajeno al escenario de posguerra que le tocaba vivir. Era una suerte de apátrida filósofo profesional, un exiliado de la cultura rusa, residente en los centros de poder y pensamiento de Inglaterra y, principalmente, un judío dividido entre la integración a la sociedad inglesa, y el llamado de sus identidad judía.

En 1947 visitó con su padre el hogar nacional de los judíos y recibió continuas invitaciones (de Weizmann o Ben-Gurión) para establecerse en Israel con un alto puesto. Arthur Koestler y T. S. Eliot sostenían que con la fundación de Israel, los judíos de la Diáspora tenían ante sí solo dos caminos racionales: emigrar a Israel o asimilarse de manera irrevocable a la religión y la vida de sus países de residencia. Era el juego de libertades.

Eliot establecía, con cierto aire antisemita, la dolorosa disyuntiva. Los judíos podían recluirse legítimamente en su identidad religiosa (sus guetos) o asimilarse enteramente. Se delimitaba su libertad de una forma extrema. Pero ¿existe la libertad de un judío o es la libertad de un individuo ajeno a su pueblo?

El debate es, por momentos, encarnizado; en el terreno de la moral, fundamentalmente. Sir Isaiah, tras su agitado periplo soviético del año 1946, conoció de la mano de los héroes Pasternak y Ajmátova, la sórdida tortura que suponía residir en Moscú y Leningrado. Ese viaje delimitó sus futuros desempeños en derredor de las letras rusas, las ideales liberales, la lucha contra los totalitarismos, y contra 

“ese poder único de penetración y de imaginación que estaba destinado a curar todos los males humanos”.

Es razonable fantasear con la idea de que todo esto sería determinante en su decisión de no establecerse en Israel. Y, ademas, la idea que consideraba característica de los judíos. Una capacidad (surgida tal vez de esa existencia sometida a la incertidumbre apátrida) “para el análisis del pasado, el presente y, en ocasiones, también del futuro”, lindante con profético. En este sentido es muy interesante el gran texto de Enrique Krauze, El profeta Isaiah.

Ya cuando Fichte (el inicio de la amenaza a la libertad nace en ese tiempo) anunció el destino suprahumano de Alemania, Berlin lo contrapone a las palabras del "profeta" Heine:


“Aparecerán fichteanos armados, cuyas voluntades fanáticas no podrán aplacar ni el interés egoísta ni el temor [...] En Alemania se representará un drama en contraste con el cual la Revolución francesa parecerá un apacible idilio.”

El maestro Isaiah considera la dolosa idea de la “voluntad general”, ese “nosotros” social que elimina al individuo en beneficio "místico" del Estado de la mano de Rousseau, como propia de “el más siniestro y formidable enemigo de la libertad”. Es el padre de la democracia participativa que ha devastado LatinoAmérica y pretende su asalto a la Europa mas pobre, que si bien se gesta en una elogiosa desconfianza de las élites ilustradas, luego devasta la idea misma de Ilustración. Y Hegel deviene en profeta creador de la más influyente y opresiva “teodicea” de la Historia.

En el mismo capítulo de enemigos de la libertad incluye al utilitarismo de Helvétius y el productivismo de Saint-Simon. Berlin acertó al revelar los diversos antecedentes del culto al Estado, en defensa la libertad individual, herramienta esencial de su “tribu” por incorporación, la Británica. Sir Isaiah Berlin defendió la libertad humana como un profeta judío aunque siempre mantuvo la idea de abandono de su pueblo. Pero desde Oxford no le pudo prestar mas alto servicio.

“Nadie es profeta en su tierra.” 


Según las lineas de Enrique Krauze, "dentro y fuera de su tierra y de su tribu, en defensa de la libertad humana, Isaiah Berlin fue una clara excepción".

A un alma puritana puede causar disgusto conocer que tal vez tuvo un idilio con la mítica y desgraciada Ana Ajmátova tras leer en el maravilloso artículo de Pablo Rodríguez (@Suanzes) Arden los sonidos en el éter. Pero habrá que perdonárselo porque no está probado y estaría, en cualquier caso, en uso de su libertad.  

domingo, abril 24, 2005

República y mentira en los años 30


Déjà vu del horror


Cesar Vidal satisface todas las reivindicaciones de la minoría ilustrada que reclama un pasado manipulado por un grupo determinado en beneficio propio y en demérito de una masa, informe y ágrafa, que encuentra en Crónicas Marcianas su referente cultural y que vota. 



La visión ilusionista de los años 30 por parte de ciertos irresponsables nos lleva a la repetición de los mismos errores mal digeridos de tan aciaga década. Como cita el autor: "La leyenda rosada de la II República no sólo ha insistido en el carácter absolutamente impecable de su proclamación, sino que además ha identificado a los republicanos con la democracia y desechado como antidemócratas a los monárquicos. "

Hoy más que nunca se rememoran esos años de fuerzas antisistema dotadas de una ideología utópica que solo fue capaz de asimilar iluminaciones. Inexpertos, minoritarios, antiparlamentarios, antimonarquícos, ansiosos de poder, disgregados, indisciplinados, delirantes, independentistas por regiones. Imposibles alianzas de huelguistas anarco-socialistas, con apoyo militar y catalanista o sindicalistas, siempre actuando en contra de algo; sin capacidad de obrar positivamente.



Cesar Vidal retrata fríamente a una tropa salvaje como la de Atila, cuya grotesca capacidad de organización, rencor y mínima sistematización intelectual avergonzaba a Ortega, Unamuno, Azaña o Alcalá Zamora, que otorgó capacidad incuestionable de negociación a sus lideres, manipuladores de una masa pobre de trabajadores, agricultores y analfabetos. Una oscura conspiración republicana actuaría desde Madrid en torno al comité revolucionario de Alcalá Zamora, militares golpistas y prorrepublicanos (López Ochoa, Batet, Riquelme, Fermín Galán...) y estudiantes de la FUE. La masonería apoyaba la determinación de la izquierda (diversa e inconexa, sin pactos firmes)  convencida de un nuevo régimen a hechura suya. La suma de afiliados de los sindicatos UGT y CNT apenas representaba al 20 por ciento de los trabajadores y el PCE, nacido unos años atrás de una escisión del PSOE, era minúsculo. Quisieron todo... Los defensores de la Monarquía constitucional quiso optar por el diálogo con los golpistas y fue su gran error. 




Azaña en sus memorias cree que la República es una posibilidad ignota. Se hizo realidad gracias a una curiosa mezcla de miedo y de falta de información. En las fatales elecciones municipales de 1931, los republicanos –que perdieron clamorosamente–, de manera antidemocrática, cambiaron de régimen. No eran demócratas sino ultras antisistema, utópicos, seres convencidos de que gozaban de una legitimidad derivada de su superioridad moral y política. Lo mismo que tenemos ahora. Como hoy.