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Educado en la religión cristiana ortodoxa, el joven Gurdjieff atrajo la atención de sus educadores y por ello recibió una enseñanza privilegiada. Destinado por su ambiente a la medicina o al sacerdocio, dejó muy pronto las opciones que se le ofrecían para seguir otros caminos. El estaba obsesionado por la idea de que debía existir en alguna parte un conocimiento más «real» que respondiera mejor a su necesidad de encontrar un sentido y una finalidad a la existencia humana,Desapareció por más de veinte años dedicado incansablemente a su empeño por contactarse con las más antiguas tradiciones. Tendió un velo sobre este período de su vida y es poco lo que se conoce de ella que pueda ser corroborado independientemente de su autobiografía, «Encuentros con Hombres Notables». ¿Se debía acaso a algún juramento?
Hacia 1912 apareció en Rusia. Impactaba a quienes se le aproximaban por la profundidad y la coherencia de su enseñanza, donde parecía fundir los conocimientos de oriente y de occidente. Desde entonces Gurdjieff consagraría su vida a tratar de trasmitir todo lo que había adquirido con tanto esfuerzo.
En 1923 Gurdjieff presentó a sus alumnos en el Teatro de los Campos Elíseos en una primera exhibición pública de danzas sagradas y «movimientos», con la intención de mostrar al público occidental la importancia de la relación con el cuerpo en un camino de conocimiento integral.
A partir de 1934 se reunieron grupos en torno a él, en especial alumnos franceses. Escritores, artistas, científicos, no dejaron de afluir hacia Gurdjieff, aún durante la ocupación. Después de la guerra retornaron los alumnos ingleses y norteamericanos, quienes lo siguieron hasta su muerte ocurrida el 29 de octubre de 1949. Entonces su nombre y su obra eran todavía desconocidas para el gran público.
El sistema de ideas de Gurdjieff y sus valores fue tan complejo e interconectado que, volviendo atrás, es difícil seleccionar un aspecto o una idea como «la básica». El elemento común fue el principio de que sus ideas necesitaban ser redescubiertas en la experiencia del alumno. Por esto decía que «el estudio de la psicología comienza con el estudio de uno mismo».
Para difundir sus enseñanzas, fue creando distintos Centros de estudio e investigación en cada una de las ciudades que visitó antes de llegar a París. El más evolucionado de ellos, llamado «El Instituto para el Desarrollo Armonioso del Hombre» fue el de Fontainebleau, el que funcionó desde 1922 a 1934 en los terrenos de una mansión que había pertenecido a un miembro de la aristocracia francesa del siglo 18. Una de las actividades características en estos institutos era el estudio de las danzas coreográficas originales de Gurdjieff. Durante los años en Rusia fueron llamadas «Gimnasias Sagradas», y después en Francia, «Movimientos».
El apoyo financiero para las actividades de Gurdjieff en Europa Occidental vino inicialmente de Inglaterra, donde sus ideas encontraron aceptación, y donde, desde inicios del año 1920 a su muerte en 1947, Ouspensky tuvo su principal residencia. Más tarde, con el viaje de Gurdjieff a Nueva York y Chicago en 1924, un considerable número de americanos lo siguieron, en gran medida gracias a los exitosos esfuerzos de A. R. Orage en atraer a escritores y artistas norteamericanos. Gurdjieff volvió a los Estados Unidos en varias ocasiones durante los períodos de 1929 al 1939.
Gurdjieff estuvo en Francia por más de una década antes de que sus alumnos franceses expresaran interés en sus ideas y métodos. Desde 1925 a 1935, mientras estaba absorto en escribir sus proyectos, sus ideas y movimientos estaban siendo presentados lentamente en círculos franceses por Alexander y Jeanne de Salzmann, dos de sus alumnos que se habían unido a él en Rusia.
Después de la muerte de Ouspensky, su viuda Sophia indicó a los seguidores de su esposo en Inglaterra y América que hicieran contacto directo con Gurdjieff, quien vivía en París. El período final de su vida, entre 1948 y 1949, se transformó en años de gran cosecha, cuando tanto éstos como nuevos alumnos venían a París y eran presentados a Gurdjieff, quien a esa altura estaba ya muy enfermo.
Algunos de los alumnos del grupo de John G. Bennett en Londres, fueron invitados a formar parte de la gran familia de Gurdjieff, Un día típico en el concurrido apartamento de Gurdjieff se iniciaba a las 12.30 o 13.00 horas con una o dos horas de lectura de alguno de los manuscritos no publicados de Gurdjieff. La lectura era seguida por una comida de media tarde altamente ritualizada. Después de la comida se iban y sólo retornaban casi a las 21.30 o 22.00 horas para otra lectura y una cena más tarde, y frecuentemente escuchaban música de un armonio tocado por el propio Gurdjieff. Normalmente los invitados se despedían a las 2:30 a.m.En el año que siguió a la muerte de Gurdjieff en París en octubre de 1949, fue publicado el primer volumen de su trabajo de tres volúmenes «Todo y todas las cosas». Este fue titulado «Cuentos de Belzebú a su nieto: Una crítica imparcial de la vida del hombre». El libro escrito en el formato de una novela de ciencia ficción, trata de la caída del hombre y del surgimiento inicial de civilizaciones y costumbres que evocan en el individuo impulsos y asociaciones transformándolos en criaturas hechas a la Imagen de Dios. El libro busca derribar la visión del mundo que el lector tiene y, al final, esto evoca en él sentimientos de compasión y esperanza por sí mismo, y por toda la humanidad.
El uso que hicieron las Sociedades Gurdjieff de las historias de Belzebú varía. Algunos de los pequeños grupos independientes vieron el libro como un texto canónico que, como el Nuevo Testamento en la Iglesia Cristiana, es objeto de paráfrasis e interpretaciones. Los grupos asociados con las Fundaciones Gurdjieff, sin embargo, generalmente evitaron la discusión del significado de los pasajes de Gurdjieff en su libro principal. Es como si ellos creyeran que el impacto del libro tiene que ser recibido directa e individualmente. Por lo tanto, según este punto de vista, mientras menos se diga acerca de las ideas expresadas en los Cuentos de Belzebú mejor es.
Podría resultar erróneo el concluir que todo intento de aplicar estándares científico-sociales a la interpretación de textos religiosos -incluyendo el que discutimos- esté limitado a reducir lo trascendental a lo mundano. En el capítulo 27 en las Historias de Belzebú, Gurdjieff describe cómo, en un período prehistórico, un gran santo produjo una transformación de la perspectiva político-social y religiosa en su gente. El logra este objetivo reorganizando la psiquis de sus coterráneos, lo cual resulta en que participan más rica y orgánicamente en lo político, social e incluso en las transacciones económicas de la sociedad. Como resultado de este cambio de perspectiva, desaparecieron en breve cargas morales de larga data en la sociedad, tal como la esclavitud y las castas sociales.
En la asimilación de estos hechos el lector es dejado con múltiples impresiones: una es que, en el caso de las relaciones humanas cotidianas, somos gobernados por sentimientos más que por aquellos conceptos típicamente asociados con la presencia (o ausencia) del poder económico y político; entonces tal destacable cambio seguramente tendría que ser el trabajo de un gran santo. Gurdjieff observa al final de este capítulo que la gente contemporánea tiene tan sólo una vaga noción de una remota «organización sacerdotal» de la sociedad, la cual supone equivocadamente haber sido un período de tiranía religiosa. Tal vez entonces estos fragmentos de información que han sido preservados por algunas antiguas civilizaciones tengan otra interpretación. Finalmente el lector puede interrogarse acerca de cómo en su propia vida aparecen los sentimientos de consciencia.
Por un lado, existen notables diferencias en las interpretaciones dadas a los libros de Gurdjieff por los grupos que lo siguen: y por otro lado, hay consenso en el poco interés mostrado por la biografía del fundador de su movimiento. Generalmente se observa una mínima curiosidad en los detalles de la vida de Gurdjieff. Tal vez porque él decía que la vida era para vivirla en el presente: sólo las ideas, música y gimnasia sacra eran importantes. Si la tendencia de los nuevos movimentos religiosos se dirige al culto de la personalidad, el movimiento Gurdjieff con toda seguridad no comparte tal tendencia.La forma cómo Gurdjieff interactuó con la sociedad y con individuos de diferente temperamento, resulta sutilmente instructiva. La calidad de su instrucción era indirecta. Aunque ella no puede ser imitada, lo cierto es que lo armonioso de su actitud atrevida y flexible se mantuvo desde los primeros acontecimientos ocurridos en episodios de su vida.
Gurdjieff preparó a seis o siete personas claves, quienes como discípulos hicieron duraderas contribuciones a la preservación de su enseñanza. Estos primeros discípulos fueron en gran medida responsables de la transmisión de sus ideas, música, movimientos y textos sagrados.
El mejor conocido en Occidente es P.D. Ouspensky, quien expuso «el sistema» en Inglaterra y América desde los inicios de 1920 hasta su muerte en 1947. Su libro «En busca de lo milagroso», que abarca los años 1915 al 1924, fue publicado póstumamente con la autorización de Gurdjieff. Ouspensky logró expresar por escrito el sistema expuesto por Gurdjieff y, en alguna medida, su poder para trabajar con personas a través de las ideas. Ouspensky fue el discípulo clave en diseminar estas ideas en EEUU, donde él y su esposa se refugiaron durante la segunda guerra mundial.
Orage, de nacionalidad inglesa y fallecido en 1934, fue un reconocido autor, editor y estudiante de filosofía. Estuvo residiendo en el Instituto de Gurdjieff de Fontainebleau a principio de los 20, antes de quedarse en New York como el primer «representante» de Gurdjieff en los EEUU. Trabajó como el principal editor a cargo de la traducción del texto ruso de «Belzebú» y de «Encuentros con Hombres Notables» al inglés.
Otro discípulo importante de Gurdjieff fue Sophia Ouspensky, quien estuvo asociada con él desde el período ruso y que ejerció especial influencia en el desarrollo de las enseñanzas de Gurdjieff en América. La Sra. Ouspensky vivió en los EEUU desde la segunda guerra mundial hasta su muerte a inicios de los 60. Ella dirigió los estudios de Gurdjieff en Mendham, Nueva Jersey.
Todos estos discípulos fueron europeos. En Estados Unidos existió un grupo de escritores y editores dirigidos por Jean Heap, que estuvieron en contacto con Gurdjieff principalmente en Francia.
Jane Heap (1887-1964), nació en Kansas, leyó el libro de Ouspensky "Tertium Organum" cuando apareció la edición americana en 1920, conoció a Orage, y después a Gurdjieff en 1923-24, y visitó por primera vez el Instituto Gurdjieff cerca de París en 1925. Durante el período de 1927-1936 ella vivió en Montparnasse, distrito de París, donde fue el centro de un grupo de mujeres que incluyó a Georgette Leblanc, Kathryn Hulme y Margaret Anderson. En 1936, a solicitud de Gurdjieff, la Sra. Heap se trasladó a Londres y dirigió grupos hasta poco antes de su muerte en 1964.
A mitad de los años 5O, la Fundación Gurdjieff de Nueva York se estableció formalmente bajo la guía de los principales discípulos americanos de Ouspensky y de Gurdjieff, enfrentándose con la difícil tarea de juntar a los seguidores de Orage, Ouspensky y del mismo Gurdjieff. Pronto otros Centros Gurdjieff se establecieron en ciudades tales como San Francisco, Los Angeles y Washington DC.
Jeanne de Salzmann generó mundialmente la estructura y dirección de los Centros de Gurdjieff. Como un aspecto de sus actividades, está su participación en el planteamiento de un filme conocido como «Encuentros con Hombres Notables», con la dirección de Peter Brook el que fue presentado en 1978 y que está basado en ese libro. La película es destacable por dar al espectador una impresión de la energía de la búsqueda espiritual de Gurdjieff. El actor que lo representa logra trasmitir gran parte de ese arrollador empuje característico suyo. También Madame de Salzmann, ya muy anciana, aparece en un filme de exhibición privada dedicado a las danzas y movimientos.Varios discípulos de Gurdjieff se mantienen aún participando activamente en los centros que llevan su nombre, aunque la mayoría de las responsabilidades cotidianas de estos centros con orientación Gurdjieffiana está en manos de discípulos de «segunda generación», quienes estudiaron con discípulos de Gurdjieff, pero no trabajaron directamente con él. En adición, existe un número de organizaciones que invocan el nombre de Gurdjieff pero que no tienen conexión alguna con la Fundación o con algún discípulo que haya trabajado directamente con él.Las numerosas entrevistas efectuadas a seguidores de Gurdjieff acerca de la naturaleza de sus enseñanzas, producen la impresión de que creen que las ideas contenidas en la tradición oral de Gurdjieff no pueden ser comunicadas en detalle fuera de las condiciones indicadas por las actividades de las Fundaciones. Es como que si los seguidores creyeran que el término "trabajo interior", tal como se usa en la tradición oral, no tuviera nada que ver con el término "trabajo interior" usado por el público en general. Ellos creen que se gana muy poco en la discusión con otros acerca de las ideas y actividades del trabajo de Gurdjieff en los términos que son comunes en su tradición oral. Por el contrario, tales discusiones podrían poner en riesgo la especificidad de los significados del lenguaje de Gurdjieff.
Sartre no pudo con él: en casi cuatro mil páginas de estrábico desvarío sobre la neurosis flaubertiana, parió un ratoncillo imperfecto, con la cola cortada y sin hocico. A Maupassant le bastaron dos ensayos, que caben en un centenar de páginas, para fijar la estampa del "novelista para novelistas", como lo llamaba Henry James.
La joven editorial Periférica ha tenido la buena idea de reunir esos dos textos de Maupassant. Son desiguales. El primero y más extenso sirvió de prólogo, cuatro años después de la muerte de Flaubert, a la primera edición de la correspondencia entre "Madame Bovary, soy yo" y George Sand. No por novedoso, ya que retoma lo previamente expuesto en tres artículos, uno de ellos publicado en vida de Flaubert, sino por ofrecer el más completo resumen del alegato de Maupassant, ha quedado como compendio de las virtudes del escritor normando. El segundo es un artículo publicado en noviembre de 1890 en L'Écho de Paris, del que son de agradecer la brevedad y la evocación de dos o tres momentos compartidos.
La imagen de Flaubert más persistente es obra de Maupassant, y precisamente es la que se desprende de estos ensayos. A tal punto lo es que podría decirse que el ruanés fue uno de los personajes más redondos del autor de El Horla. El Flaubert de Maupassant es un gigante solitario, incomprendido y hasta traicionado, aun por sus amigos (empezando por Maxime du Camp), inmune a las humanas pasiones y devorado por un ideal al que se consagró en cuerpo y alma: "El apóstol más ferviente de la impersonalidad en el arte". Con él, con este personaje de Maupassant, ingresó en el panteón de las letras el escritor puro, ese héroe ceñudo en permanente lucha contra los dos dragones del siglo XIX: el romanticismo y el realismo.
Basta con leer las seis novelas de Flaubert y los tres cuentos de Tres cuentos para comprender que lo que escribía Flaubert nada tenía que ver con "el empalagoso jarabe de las novelas elegantes y las inverosímiles aventuras de las novelas rocambolescas", y también que reducir a esto el romanticismo es una operación un tanto fraudulenta. Como lo es también afirmar: "Realista es aquel que no se preocupa más que del hecho en bruto sin comprender su importancia relativa y sin darse cuenta de sus repercusiones". Estas definiciones no son de Flaubert, sino del personaje Flaubert creado por Maupassant. Que, hélas, ha acabado sobreimponiéndose a la comprensión de la obra de Flaubert, mucho más compleja y bastarda.El mérito de Maupassant, al menos en su ensayo de 1884, es otro: atreverse, por primera vez, a abarcar con la mirada toda la obra narrativa de Flaubert. Pero tampoco aquí supo resistirse a la tentación de crear un tipo psicológico. Para explicar lo dispares que son Salambó y La tentación de San Antonio, por un lado, y, por otro lado, Madame Bovary y La educación sentimental, Maupassant cede a la facilidad de la polaridad. Flaubert se habría pasado la vida oscilando, "como consecuencia de una de esas reacciones instintivas de su mente", entre la descripción "sobria y perfecta" de la "minuciosa existencia" cotidiana y el "lirismo", lo "poético" y "operático" de ambiciosos temas históricos.
En suma: el Flaubert de Maupassant era una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde que, en bata y pantuflas encerrado en su gabinete de Croisset, se consagró a la búsqueda del elixir de la literatura pura, libre al fin de escorias sentimentales y naturalistas. Este titán doméstico habría dado con su fórmula magistral en su última tentativa, que la muerte, a sus 59 años, dejó inconclusa: Bouvard y Pécuchet.
Parece mentira, pero este personaje de ficción sigue fatigando las páginas de los manuales escolares de literatura al uso en Francia. Aderezado con las canónicas referencias biográficas (padre prestigioso y distante, madre dominadora y fría, hermanos más listos y exitosos) y una temprana epilepsia que proporciona el conveniente toque de malditismo que sólo las personas sanas se atreven a atribuir a los estados patológicos, este es el Flaubert de manual: genio solitario, oficiante de la literatura pura (y dura), alejado a conciencia y sabiamente del mundanal ruido.
Hubiese sido interesante, además de estos dos textos fundacionales de San Flaubert, recoger otras miradas, tal vez menos imaginativas pero no menos prestigiosas. Por ejemplo, la que pasea Sainte-Beuve por Madame Bovary en una de sus Causeries du lundi (4 de mayo de 1857). Cargada de moral, como siempre en este crítico, pero también, como a menudo, de observaciones muy pertinentes. Por ejemplo, en esta pregunta, que me parece que fue Sainte-Beuve el primero en hacerse, sobre la dichosa "impersonalidad" de la más famosa novela de Flaubert: ¿por qué, entre tantos personajes "tan reales y llenos de vida, no hay uno solo al que pueda suponérsele que su autor haya querido parecerse"? O en este apunte sobre la obsesiva fidelidad de Flaubert a "la verdad": "Puestos a buscarla y a no buscar otra cosa, no es verdad que hayamos de encontrarla siempre ni necesariamente en el mal, o en la estupidez y la perversidad humana".
Y está, desde luego, el gran prefacio de Henry James a Madame Bovary, de 1902, retomado infinidad de veces (la primera, en Notes on Novelists, dos años antes de la muerte de James). Que es mucho más que eso, ya que su autor aprovecha la ocasión para repasar toda la obra de Flaubert y, además, relatar los breves encuentros que sostuvieron en París. Como James tiene fama, no inmerecida, de haber aprendido dos o tres lecciones del maestro de Croisset, el prefacio tiene el atractivo añadido de que, a diferencia de los panegíricos de Maupassant, es un repaso crítico de toda la obra, escrito con la acostumbrada ironía de James y alguna que otra genialidad. Justamente, sobre la "dualidad" de la obra de Flaubert, o su aspecto Dr. Jekyll y Mr. Hyde, se le ocurre a James esta tremenda imagen: el caparazón de un escarabajo, "un insecto raro y espléndido, que se apoya en dos alas de diferentes colores: la de la derecha, pongamos, de un rojo encendido, y la de la izquierda de un no menos explícito amarillo". Por supuesto, afecto a las simetrías como era James, decidió que "Bouvard et Pécuchet podría hacer las veces de cola (en caso de que los escarabajos llegaran algún día a tenerla) de nuestro análogo insecto. Sólo que, en tal caso, habríamos de rematar su punta con el pequeño tomo de los Tres cuentos, esencialmente de un color dramáticamente imaginativo".Y por qué no incluir, en esta imaginaria colección de textos sobre Flaubert, las tremendas reconvenciones de Paul Valéry. A quien era imposible que le gustara Flaubert, sencillamente porque no podía ver en él a un clásico. Y clásico, para Valéry, es "todo arte que se impone la tarea de dominar una teoría o unos principios definidos, y que no se basa enteramente en la búsqueda del efecto, sino en una especie de aparente convención e higiene". En sus Cahiers dejó dichas cosas tremebundas sobre Flaubert, que no repetiré aquí para no ofuscar a los "corazones sencillos", pero también la más inteligente nota sobre la imperfección de Bouvard y Pécuchet (una obra que había conseguido otorgarle a la ironía de Flaubert, decía James, "la sequedad de la arena y la pesadez del plomo"): ¿qué interés puede haber en exponer la idiotez de dos idiotas? Lo interesante, añade Valéry, habría sido atreverse a exponer la de Pascal o la de Kant, y en su propio terreno.
En todo caso, bienvenidos al castellano estos dos ensayos de ficción de Maupassant.
GUY DE MAUPASSANT: TODO LO QUE QUERÍA DECIR SOBRE GUSTAVE FLAUBERT. Periférica (Cáceres), 2009, 132 páginas.
El jueves y viernes fueron de trabajo a destajo, hasta las 4:00 y 6:00 de la mañana. Hoy, tras calarme anoche en la tormenta, no me atreví a correr. El Biloba tiene contraindicaciones para mí y se hizo todo mas dificil. La carrera última tuvo lugar el 21 de mayo (antes de ayer por la mañana) y fue buena y por 39:03. Me preparo para la carrera del 31 de mayo, que haré solito. Trato de lograr el magma perfecto para el máximo rendimiento y las pocimas forman parte de la solución. EL 17 hice 43:12 con algo menos de calidad. Vencer al cansancio para dar todo con mas finezza es el propósito. Que el Gólgota se asuma sin mal sabor de boca y el via crucis cristiano desaparezca como amargura.