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domingo, abril 24, 2005

República y mentira en los años 30


Déjà vu del horror


Cesar Vidal satisface todas las reivindicaciones de la minoría ilustrada que reclama un pasado manipulado por un grupo determinado en beneficio propio y en demérito de una masa, informe y ágrafa, que encuentra en Crónicas Marcianas su referente cultural y que vota. 



La visión ilusionista de los años 30 por parte de ciertos irresponsables nos lleva a la repetición de los mismos errores mal digeridos de tan aciaga década. Como cita el autor: "La leyenda rosada de la II República no sólo ha insistido en el carácter absolutamente impecable de su proclamación, sino que además ha identificado a los republicanos con la democracia y desechado como antidemócratas a los monárquicos. "

Hoy más que nunca se rememoran esos años de fuerzas antisistema dotadas de una ideología utópica que solo fue capaz de asimilar iluminaciones. Inexpertos, minoritarios, antiparlamentarios, antimonarquícos, ansiosos de poder, disgregados, indisciplinados, delirantes, independentistas por regiones. Imposibles alianzas de huelguistas anarco-socialistas, con apoyo militar y catalanista o sindicalistas, siempre actuando en contra de algo; sin capacidad de obrar positivamente.



Cesar Vidal retrata fríamente a una tropa salvaje como la de Atila, cuya grotesca capacidad de organización, rencor y mínima sistematización intelectual avergonzaba a Ortega, Unamuno, Azaña o Alcalá Zamora, que otorgó capacidad incuestionable de negociación a sus lideres, manipuladores de una masa pobre de trabajadores, agricultores y analfabetos. Una oscura conspiración republicana actuaría desde Madrid en torno al comité revolucionario de Alcalá Zamora, militares golpistas y prorrepublicanos (López Ochoa, Batet, Riquelme, Fermín Galán...) y estudiantes de la FUE. La masonería apoyaba la determinación de la izquierda (diversa e inconexa, sin pactos firmes)  convencida de un nuevo régimen a hechura suya. La suma de afiliados de los sindicatos UGT y CNT apenas representaba al 20 por ciento de los trabajadores y el PCE, nacido unos años atrás de una escisión del PSOE, era minúsculo. Quisieron todo... Los defensores de la Monarquía constitucional quiso optar por el diálogo con los golpistas y fue su gran error. 




Azaña en sus memorias cree que la República es una posibilidad ignota. Se hizo realidad gracias a una curiosa mezcla de miedo y de falta de información. En las fatales elecciones municipales de 1931, los republicanos –que perdieron clamorosamente–, de manera antidemocrática, cambiaron de régimen. No eran demócratas sino ultras antisistema, utópicos, seres convencidos de que gozaban de una legitimidad derivada de su superioridad moral y política. Lo mismo que tenemos ahora. Como hoy.