domingo, diciembre 30, 2007

Bernard Lewis

No existe un sólo caso de un país musulmán en el que se haya consolidado un sistema político mínimamente respetuoso de las libertades públicas y los derechos humanos, salvo la rarita situación turca.
Según Pedro J., el arabista Bernard Lewis lo atribuye a una especie de cortocircuito cultural que sitúa a finales del XVII tras el fracaso del segundo sitio de Viena por los turcos. Es el momento en que el islam se enroca en torno a las interpretaciones más rígidas del Corán predicadas por la escuela wahabí y pierde el paso de un mundo occidental que llega al liberalismo a través de la ilustración y encara decididamente los procesos modernizadores de la edad industrial. Mientras en el orbe cristiano la máquina de vapor da paso al tren y al automóvil, en el islámico se persigue a los constructores de relojes. Esa es la realidad sobre la que el iluso espejismo de la Alianza de Civilizaciones sirve de enésima coartada para que la comunidad internacional olvide que media humanidad tiene asignaturas pendientes que hace ya varios siglos que aprobó la otra media.
Bernard Lewis ve la relación del islam con la cristiandad en términos beligerantes. Su último trabajo, ‘From Babel to Dragomans: Interpreting the Middle East' [De la Torre de Babel a los dragomanes: Interpretando Oriente Medio], es una variada colección de ensayos escritos en un período de más de cincuenta años. En todos ellos subyace, sin embargo, la suposición de que hay dos fuerzas fijas y opuestas operando en la historia del mundo mediterráneo: por un lado, la civilización occidental, que él considera como un bloque judeo-cristiano; y, por otro, el mundo musulmán, muy diferente y a menudo hostil, empeñado en la conquista y conversión del Occidente. Como escribe en el ensayo ‘The Roots of Muslim Rage' [Las raíces del odio musulmán]:"La lucha entre estos sistemas rivales ha durado más de catorce siglos. Empezó con el advenimiento del islam en el siglo siete, y ha continuado prácticamente hasta hoy. Y ha presenciado una larga serie de ataques y contraataques, yihads y cruzadas, conquistas y reconquistas".
Este ensayo contenía la frase "el choque de civilizaciones", tomada de prestado más tarde por Samuel Huntington para su polémico artículo y libro ‘Choque de civilizaciones'.
Las mordaces opiniones de Lewis le han ganado varios enemigos, especialmente el difunto Edward Said, que escribió en ‘Orientalism' [Orientalismo] que el trabajo de Lewis "pretende ser conocimiento científico objetivo, pero en realidad está muy cerca de ser propaganda contra su objeto de estudio".5 Tras la ola de ataques musulmanes contra Estados Unidos la reputación de Lewis, sin embargo, ha vivido una especie de renacimiento. Dos de sus libros -‘What Went Wrong' [Qué salió mal] y ‘The Crisis of Islam' [La crisis del islam]- han sido no solamente superventas en Estados Unidos, sino además sus ideas han echado en gran parte los fundamentos intelectuales de la visión neo-conservadora del mundo musulmán. Lewis ha dictado charlas en la Casa Blanca, y Dick Cheney y Richard Perle han sido ambos nombrados como sus discípulos.Una serie de importantes y polémicos artículos en The Washington Post y The Wall Street Journal, incluido en esta compilación, otorga una idea de la especie de consejos que Lewis pudo haber dado a sus fans de la Casa Blanca. Lewis usó el ataque contra el World Trade Center para alentar a Estados Unidos a atacar a Saddam Hussein, estableciendo implícitamente un vínculo entre la operación de al-Qaeda y el secular régimen baazista iraquí, al mismo tiempo que aseguraba al gobierno que serían recibidos con alegría por la población que "quiere que la ayudemos a liberarse" y se ganarían la gratitud de otros gobiernos musulmanes cuyo "más grande deseo" secreto era que una invasión norteamericana derrocara y remplazara a Saddam.Lewis ha tenido tal profunda influencia que de acuerdo a The Wall Street Journal "la doctrina de Lewis se ha transformado, en efecto, en la política exterior de Estados Unidos". Si esa política exterior ha resultado ser fundamentalmente errónea y estar basada en un conjunto de suposiciones equivocadas, se sigue que a pesar de su erudición, la comprensión de Lewis de las sutilezas del mundo musulmán contemporáneo es, al menos en algunos respectos, peligrosamente deficiente.

martes, diciembre 25, 2007

Take me home, Phil

Vaya foto...

Para ver who is who: http://www.marca.com/70aniversario/foto-leyendas.html

Yo mismo

Bien temprano hable con ella en la carretera de Pradena a Puebla. Sola, como yo mismo. Por la tarde asistí a una charla de producción. A la mañana siguiente, fui a ver El Espia (Breach) y me aburría tanto que bebi cerveza, comi de Rodilla y paseé por la sala como una suerte de productor, cuando se avecinaba el sueño. Estaba solo en la sala. Como yo mismo. Satisfecho a veces.

lunes, diciembre 24, 2007

Certezas 2007



  • mmmmm


  • No tengo vida propia.


  • Sobrevivo para el instante BBVA.


  • Me he hecho más monarquico.


  • Me enamoro de desconocidas. Solo por su forma de caminar o mirar.


  • Peso casi 100 kilos y creo que si sigo así, reviento en dos años.


  • He perdido toda creatividad.


  • Tengo hemorroides y los pies cargados.


  • Espero algo pero no se qué cosa, y cada día con menos interes.


  • Rezo cada día más pero no se a quién


  • Rezo sin pudor muchas veces después de ver pornografía.


  • La oración con mayor calidad suele darse si voy bien cargadito de bebida. Muy sufi.


  • Escapo del amor testable. Y escapo diciendo: ay maja, si yo tuviera 20 años menos.


  • Soy un conservador.


  • No creo en el derecho a la soberania de muchos pueblos.


  • Sigo esta deriva con la certeza de que si encuentro la felicidad verdadera será ya en mi agonía. Como si fuera necesaria la inmolación para la redención pura.


  • Mañana mas. Sin mañana.


  • domingo, diciembre 23, 2007

    Piti o el bochorno de los jovenes españoles

    Cuando Javier de Paz Mancho (Piti) era secretario general de las Juventudes Socialistas (esos del pañuelo palestino de terrorista), exigió a la dirección del PSOE que incorporara jóvenes en sus listas a las elecciones generales y que, como consecuencia de aquella petición, un joven leonés llamado José Luis Rodríguez Zapatero llegó a diputado. Gran cagada inicial. Normal si vemos que De Paz tiene un curriculum de mierda y ha recibido miles de oportunidades solo por ser un toca cojones sindical de juventudes trepas. La hoz y el martini, hombre con pedigrí 'rojo', que acaba de entrar en Telefónica por la patilla. Comparan la incorporación del proletario a la de los amigos de Aznar. Solo que este gordito no sabe de nada.
    Su nombramiento suena a broma cuando se observa que se ve acompañado del de Manuel Pizarro. Dos hombres de empresa, pero con una fuerte y enfrentada adscripción política, dice EL PAIS. Uno es un coloso y el otro un conspirador. En un plato de la balanza, Pizarro, el ínclito ex presidente de Endesa, enemigo acérrimo del Gobierno durante meses. En el otro, Paz, un socialista de toda la vida, una persona muy cercana al presidente. Uno abogado del Estado. Del otro no se ven titulos ni meritos. Juega al basket con ZetaPeta.
    Javier de Paz es más conocido por su faceta política que empresarial. Su padre, tornero de Agromán que fue concejal socialista dos legislaturas, y su tío, el histórico líder ugetista Jesús Mancho, le metieron desde pequeño la bicha en el cuerpo. Pronto se afiliaría a UGT y a las Juventudes Socialistas (JJ SS) y participaría en tareas organizativas con su tío, descargador del mercado central de la ciudad. Paradojas de la ética progre, el sobrino llegaría a presidir Mercasa, empresa que agrupó todos los mercados de España. La ascendencia de su tío fue total. Mancho murió en 2002 dejando por hacer un último tramo del Camino de Santiago. Iba en un grupo en que también estaba Cándido Méndez, secretario general de UGT. De Paz completó, por su tío, esa última etapa. Que romantico.
    Piti no terminó Derecho por centrarse en las JJ SS; pobrecito proletario. Aunque tiene pocos enemigos, hay opiniones encontradas, desde los que dicen que era un maniobrero a los que le reconocen una profunda inteligencia y afanes constructivos.
    Emigró a Madrid en 1978 para entrar un año después en la ejecutiva nacional, de la que asumiría la secretaría general en 1983. Se enfrentó al Gobierno de Felipe González al anunciar que las JJ SS harían campaña en contra de la entrada a la OTAN, aunque luego se abstuvieron de hacerla. Que cagón, el progre.
    Ahora con Zapatero comparte la afición al fútbol (es del Barça menos cuando juega con el Valladolid) y al baloncesto, deporte que ha practicado con el presidente. Javier Gómez Navarro le enchufó hace siglos, sin estudios, en el cargo de director general de Comercio Interior. Allí cerró la venta de Galerías a El Corte Inglés y elaboró la Ley de Comercio Interior, que dejó abierta la polémica sobre los horarios comerciales. Por cierto, Galerias ¿de quien era?
    Luego, Gómez Navarro, su padre profesional, le colocó entre los notables del Consejo Superior de Cámaras. Su nombre aparece prácticamente en todas las mesas en las que se cuecen acuerdos de alto rango, aunque en realidad él no intervenga. Ahora le toca aconsejar a Telefónica y mostrar sus competencias.
    Critican en EL PAIS que Maximino Carpio, uno de los sustituidos ahora, llegó a consejero por ser profesor de Aznar. ¿Y este moñas de pañuelito palestino y cubierto de 15000 pelas de quien fue nada? Un cerullo de ese profesor no entra en su plato.

    Dinero

    Manual básico de Economía EMVI
    El dinero y la política monetaria
    La importancia del dinero en la economía es evidente para cualquier profano en la materia. Todas las personas de nuestro entorno, incluyéndonos a nosotros, estamos unánimemente de acuerdo en desear ganar dinero, mucho dinero, conseguir dinero, obtener dinero, que nos presten dinero o que nos devuelvan el dinero que hemos prestado. El caso es que, por mucho que en la vida cotidiana nos guste el dinero, si profundizamos en el estudio de nuestra ciencia, llegaremos a valorarlo aún más. Pero cuando profundizamos en su estudio, tendremos cada vez menos claro lo que es el dinero. ¿Tiene algo que ver con el oro? ¿Que es lo que respalda el valor de los billetes de papel que manejamos?
    Sea como sea, la manipulación de las variables monetarias es el principal instrumento de que se vale nuestra sociedad en la búsqueda de un crecimiento estable. ¿Cuáles son los efectos de que aumente o disminuya la cantidad de dinero en circulación? ¿Se pueden manipular los tipos de interés? ¿Cómo? ¿Que consecuencias tienen las variaciones en los tipos de interés? ¿Cómo se determinan los intereses de los créditos hipotecarios?
    Las cuestiones más importantes de este tema son, en cualquier caso, la descripción de los mecanismos que utiliza la autoridad monetaria para la implementación de su política. El alumno tiene que ser capaz de entender con absoluta claridad las operaciones monetarias. Para ello tiene que conocer bien qué es el dinero, cómo se crea, cómo se multiplica, cómo funciona y cómo actúan los bancos centrales.
    Textos básicos
    Textos complementarios Enlaces

     

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    martes, diciembre 18, 2007

    domingo, diciembre 16, 2007

    Arcadi sobre Federico

    Por faltarle lectores al libro le falta el principal, el hombre contra el que este libro ha sido escrito (y al que debería estar dedicado), que no es otro que el difunto Montalbán.

    10 MINUTOS DE AMERICAN GANSTER DE MR. SCOTT

    Y EL TRAILER Y MUCHO MAS EN YOUTUBE Y YO QUE SE... MR. CROWE DEBERIA MORIR.

    domingo, diciembre 09, 2007

    Idiocia sin fronteras: descojonante

    Calle de Jose-Manuel Thomas Arthur Chao

    La bestia

    Locating Fago 2

    El vicio

    Ella llamó Sayoya a la terrorista Saioa, dijo bufet en lugar de bufete y calificó al gitano Farruquito como "bailador". Que yo perdone eso y sienta melancolia por su inminente ausencia solo puede ser por el viejo vicio. Ella anda lacónica fuera del cuadro, arrastrando las extremidades, mirando al suelo. Se ha abandonado y está ganando peso. Sigo perdonando. El vicio milenario.

    sábado, diciembre 08, 2007

    España Paracuellos


    Lo llamaban periodismo

    Félix Martínez, redactor-jefe de El Mundo de Cataluña, ha escrito un artículo que concluye con estas palabras: Quizá ha llegado el momento de reivindicar a Carrillo. Toda España debió ser Paracuellos. Martínez se considera entre los vencidos de la guerra civil. Tenía siete años cuando murió Franco.



    Como dice Espada "la socialdemocracia española ya no sabe vivir sin fascistas, de un modo sospechosamente parecido a cómo los nacionalistas no sobreviven sin traidores. Esta necesidad provoca que jóvenes delincuentes callejeros se vean repentinamente ennoblecidos con el grotesco apodo de antifascistas. O que los disidentes del apocalipsis climático vean cómo les prenden en la solapa la negra estrella amarilla de negacionistas. Un grave problema es que el desprecio del sentido y estas sombrías maneras liquidacionistas hayan pasado de la sudoración del mítin a las columnas de los periódicos".
    El "periodista", creo que ya despedido de su cargo, dice de Blas Piñar:
    Piñar, organizador de muchos de los atentados cometidos por el infame Batallón Vasco Español, responsable de los asesinatos de los abogados de Atocha, está no sólo vivo, sino sorprendentemente en libertad. Malhadados cánceres sufridos por los bondadosos, malditas las enfermedades que se ceban en los jóvenes y en los justos y permiten la longevidad pegajosa y repulsiva de malvados asesinos que merecen una muerte larga y dolorosa, como esa hidra que ayer llamaba a la unidad de los fascistas. Piñar protegió y fue socio de los neofascistas italianos a las órdenes del terrorista internacional Stefano DellaChiaie, autor de muchos de los asesinatos concebidos por la rata hija de cien padres que fundó en mala hora Fuerza Nueva.
    Si eso es cierto, y viviendo hoy en esa democracia que tanto añoraba y peleaba su bando PERFECTO Y JUSTO, ¿por qué no le demanda? Luego ensalza a Pujol y, supongo que ebrio, deja a Losantos en la categoria de apolineo infante. Odio puro en 39 años perdidos. Hace poco añadía: "me vi obligado a abandonar mi trabajo en el diario El Mundo". Culpa a malas interpretaciones. 

    jueves, diciembre 06, 2007

    Spe Salvi

    Introducción
    1. « SPE SALVI facti sumus » – en esperanza fuimos salvados, dice san Pablo a los Romanos y también a nosotros (Rm 8,24). Según la fe cristiana, la « redención », la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino. Ahora bien, se nos plantea inmediatamente la siguiente pregunta: pero, ¿de qué género ha de ser esta esperanza para poder justificar la afirmación de que a partir de ella, y simplemente porque hay esperanza, somos redimidos por ella? Y, ¿de qué tipo de certeza se trata?
    La fe es esperanza
    2. Antes de ocuparnos de estas preguntas que nos hemos hecho, y que hoy son percibidas de un modo particularmente intenso, hemos de escuchar todavía con un poco más de atención el testimonio de la Biblia sobre la esperanza. En efecto, « esperanza » es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto de que en muchos pasajes las palabras « fe » y « esperanza » parecen intercambiables. Así, la Carta a los Hebreos une estrechamente la « plenitud de la fe » (10,22) con la « firme confesión de la esperanza » (10,23). También cuando la Primera Carta de Pedro exhorta a los cristianos a estar siempre prontos para dar una respuesta sobre el logos –el sentido y la razón– de su esperanza (cf. 3,15), « esperanza » equivale a « fe ». El haber recibido como don una esperanza fiable fue determinante para la conciencia de los primeros cristianos, como se pone de manifiesto también cuando la existencia cristiana se compara con la vida anterior a la fe o con la situación de los seguidores de otras religiones. Pablo recuerda a los Efesios cómo antes de su encuentro con Cristo no tenían en el mundo « ni esperanza ni Dios » (Ef 2,12). Naturalmente, él sabía que habían tenido dioses, que habían tenido una religión, pero sus dioses se habían demostrado inciertos y de sus mitos contradictorios no surgía esperanza alguna. A pesar de los dioses, estaban « sin Dios » y, por consiguiente, se hallaban en un mundo oscuro, ante un futuro sombrío. « In nihilo ab nihilo quam cito recidimus » (en la nada, de la nada, qué pronto recaemos),1 dice un epitafio de aquella época, palabras en las que aparece sin medias tintas lo mismo a lo que Pablo se refería. En el mismo sentido les dice a los Tesalonicenses: « No os aflijáis como los hombres sin esperanza » (1 Ts 4,13). En este caso aparece también como elemento distintivo de los cristianos el hecho de que ellos tienen un futuro: no es que conozcan los pormenores de lo que les espera, pero saben que su vida, en conjunto, no acaba en el vacío. Sólo cuando el futuro es cierto como realidad positiva, se hace llevadero también el presente. De este modo, podemos decir ahora: el cristianismo no era solamente una « buena noticia », una comunicación de contenidos desconocidos hasta aquel momento. En nuestro lenguaje se diría: el mensaje cristiano no era sólo « informativo », sino « performativo ». Eso significa que el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva.
    3. Pero ahora se plantea la pregunta: ¿en qué consiste esta esperanza que, en cuanto esperanza, es « redención »? Pues bien, el núcleo de la respuesta se da en el pasaje antes citado de la Carta a los Efesios: antes del encuentro con Cristo, los Efesios estaban sin esperanza, porque estaban en el mundo « sin Dios ». Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza. Para nosotros, que vivimos desde siempre con el concepto cristiano de Dios y nos hemos acostumbrado a él, el tener esperanza, que proviene del encuentro real con este Dios, resulta ya casi imperceptible. El ejemplo de una santa de nuestro tiempo puede en cierta medida ayudarnos a entender lo que significa encontrar por primera vez y realmente a este Dios. Me refiero a la africana Josefina Bakhita, canonizada por el Papa Juan Pablo II. Nació aproximadamente en 1869 –ni ella misma sabía la fecha exacta– en Darfur, Sudán. Cuando tenía nueve años fue secuestrada por traficantes de esclavos, golpeada y vendida cinco veces en los mercados de Sudán. Terminó como esclava al servicio de la madre y la mujer de un general, donde cada día era azotada hasta sangrar; como consecuencia de ello le quedaron 144 cicatrices para el resto de su vida. Por fin, en 1882 fue comprada por un mercader italiano para el cónsul italiano Callisto Legnani que, ante el avance de los mahdistas, volvió a Italia. Aquí, después de los terribles « dueños » de los que había sido propiedad hasta aquel momento, Bakhita llegó a conocer un « dueño » totalmente diferente –que llamó « paron » en el dialecto veneciano que ahora había aprendido–, al Dios vivo, el Dios de Jesucristo. Hasta aquel momento sólo había conocido dueños que la despreciaban y maltrataban o, en el mejor de los casos, la consideraban una esclava útil. Ahora, por el contrario, oía decir que había un « Paron » por encima de todos los dueños, el Señor de todos los señores, y que este Señor es bueno, la bondad en persona. Se enteró de que este Señor también la conocía, que la había creado también a ella; más aún, que la quería. También ella era amada, y precisamente por el « Paron » supremo, ante el cual todos los demás no son más que míseros siervos. Ella era conocida y amada, y era esperada. Incluso más: este Dueño había afrontado personalmente el destino de ser maltratado y ahora la esperaba « a la derecha de Dios Padre ». En este momento tuvo « esperanza »; no sólo la pequeña esperanza de encontrar dueños menos crueles, sino la gran esperanza: yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa. A través del conocimiento de esta esperanza ella fue « redimida », ya no se sentía esclava, sino hija libre de Dios. Entendió lo que Pablo quería decir cuando recordó a los Efesios que antes estaban en el mundo sin esperanza y sin Dios; sin esperanza porque estaban sin Dios. Así, cuando se quiso devolverla a Sudán, Bakhita se negó; no estaba dispuesta a que la separaran de nuevo de su « Paron ». El 9 de enero de 1890 recibió el Bautismo, la Confirmación y la primera Comunión de manos del Patriarca de Venecia. El 8 de diciembre de 1896 hizo los votos en Verona, en la Congregación de las hermanas Canosianas, y desde entonces –junto con sus labores en la sacristía y en la portería del claustro– intentó sobre todo, en varios viajes por Italia, exhortar a la misión: sentía el deber de extender la liberación que había recibido mediante el encuentro con el Dios de Jesucristo; que la debían recibir otros, el mayor número posible de personas. La esperanza que en ella había nacido y la había « redimido » no podía guardársela para sí sola; esta esperanza debía llegar a muchos, llegar a todos.
    El concepto de esperanza basada en la fe en el Nuevo Testamento y en la Iglesia primitiva
    4. Antes de abordar la cuestión sobre si el encuentro con el Dios que nos ha mostrado su rostro en Cristo, y que ha abierto su Corazón, es para nosotros no sólo « informativo », sino también « performativo », es decir, si puede transformar nuestra vida hasta hacernos sentir redimidos por la esperanza que dicho encuentro expresa, volvamos de nuevo a la Iglesia primitiva. Es fácil darse cuenta de que la experiencia de la pequeña esclava africana Bakhita fue también la experiencia de muchas personas maltratadas y condenadas a la esclavitud en la época del cristianismo naciente. El cristianismo no traía un mensaje socio-revolucionario como el de Espartaco que, con luchas cruentas, fracasó. Jesús no era Espartaco, no era un combatiente por una liberación política como Barrabás o Bar-Kokebá. Lo que Jesús había traído, habiendo muerto Él mismo en la cruz, era algo totalmente diverso: el encuentro con el Señor de todos los señores, el encuentro con el Dios vivo y, así, el encuentro con una esperanza más fuerte que los sufrimientos de la esclavitud, y que por ello transforma desde dentro la vida y el mundo. La novedad de lo ocurrido aparece con máxima claridad en la Carta de san Pablo a Filemón. Se trata de una carta muy personal, que Pablo escribe en la cárcel, enviándola con el esclavo fugitivo, Onésimo, precisamente a su dueño, Filemón. Sí, Pablo devuelve el esclavo a su dueño, del que había huido, y no lo hace mandando, sino suplicando: « Te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado en la prisión [...]. Te lo envío como algo de mis entrañas [...]. Quizás se apartó de ti para que le recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino mucho mejor: como hermano querido » (Flm 10-16). Los hombres que, según su estado civil se relacionan entre sí como dueños y esclavos, en cuanto miembros de la única Iglesia se han convertido en hermanos y hermanas unos de otros: así se llamaban mutuamente los cristianos. Habían sido regenerados por el Bautismo, colmados del mismo Espíritu y recibían juntos, unos al lado de otros, el Cuerpo del Señor. Aunque las estructuras externas permanecieran igual, esto cambiaba la sociedad desde dentro. Cuando la Carta a los Hebreos dice que los cristianos son huéspedes y peregrinos en la tierra, añorando la patria futura (cf. Hb 11,13-16; Flp 3,20), no remite simplemente a una perspectiva futura, sino que se refiere a algo muy distinto: los cristianos reconocen que la sociedad actual no es su ideal; ellos pertenecen a una sociedad nueva, hacia la cual están en camino y que es anticipada en su peregrinación.
    5. Hemos de añadir todavía otro punto de vista. La Primera Carta a los Corintios (1,18-31) nos muestra que una gran parte de los primeros cristianos pertenecía a las clases sociales bajas y, precisamente por eso, estaba preparada para la experiencia de la nueva esperanza, como hemos visto en el ejemplo de Bakhita. No obstante, hubo también desde el principio conversiones en las clases sociales aristocráticas y cultas. Precisamente porque éstas también vivían en el mundo « sin esperanza y sin Dios ». El mito había perdido su credibilidad; la religión de Estado romana se había esclerotizado convirtiéndose en simple ceremonial, que se cumplía escrupulosamente pero ya reducido sólo a una « religión política ». El racionalismo filosófico había relegado a los dioses al ámbito de lo irreal. Se veía lo divino de diversas formas en las fuerzas cósmicas, pero no existía un Dios al que se pudiera rezar. Pablo explica de manera absolutamente apropiada la problemática esencial de entonces sobre la religión cuando a la vida « según Cristo » contrapone una vida bajo el señorío de los « elementos del mundo » (cf. Col 2,8). En esta perspectiva, hay un texto de san Gregorio Nacianceno que puede ser muy iluminador. Dice que en el mismo momento en que los Magos, guiados por la estrella, adoraron al nuevo rey, Cristo, llegó el fin para la astrología, porque desde entonces las estrellas giran según la órbita establecida por Cristo.2 En efecto, en esta escena se invierte la concepción del mundo de entonces que, de modo diverso, también hoy está nuevamente en auge. No son los elementos del cosmos, la leyes de la materia, lo que en definitiva gobierna el mundo y el hombre, sino que es un Dios personal quien gobierna las estrellas, es decir, el universo; la última instancia no son las leyes de la materia y de la evolución, sino la razón, la voluntad, el amor: una Persona. Y si conocemos a esta Persona, y ella a nosotros, entonces el inexorable poder de los elementos materiales ya no es la última instancia; ya no somos esclavos del universo y de sus leyes, ahora somos libres. Esta toma de conciencia ha influenciado en la antigüedad a los espíritus genuinos que estaban en búsqueda. El cielo no está vacío. La vida no es el simple producto de las leyes y de la casualidad de la materia, sino que en todo, y al mismo tiempo por encima de todo, hay una voluntad personal, hay un Espíritu que en Jesús se ha revelado como Amor.3
    6. Los sarcófagos de los primeros tiempos del cristianismo muestran visiblemente esta concepción, en presencia de la muerte, ante la cual es inevitable preguntarse por el sentido de la vida. En los antiguos sarcófagos se interpreta la figura de Cristo mediante dos imágenes: la del filósofo y la del pastor. En general, por filosofía no se entendía entonces una difícil disciplina académica, como ocurre hoy. El filósofo era más bien el que sabía enseñar el arte esencial: el arte de ser hombre de manera recta, el arte de vivir y morir. Ciertamente, ya desde hacía tiempo los hombres se habían percatado de que gran parte de los que se presentaban como filósofos, como maestros de vida, no eran más que charlatanes que con sus palabras querían ganar dinero, mientras que no tenían nada que decir sobre la verdadera vida. Esto hacía que se buscase con más ahínco aún al auténtico filósofo, que supiera indicar verdaderamente el camino de la vida. Hacia finales del siglo III encontramos por vez primera en Roma, en el sarcófago de un niño y en el contexto de la resurrección de Lázaro, la figura de Cristo como el verdadero filósofo, que tiene el Evangelio en una mano y en la otra el bastón de caminante propio del filósofo. Con este bastón Él vence a la muerte; el Evangelio lleva la verdad que los filósofos deambulantes habían buscado en vano. En esta imagen, que después perdurará en el arte de los sarcófagos durante mucho tiempo, se muestra claramente lo que tanto las personas cultas como las sencillas encontraban en Cristo: Él nos dice quién es en realidad el hombre y qué debe hacer para ser verdaderamente hombre. Él nos indica el camino y este camino es la verdad. Él mismo es ambas cosas, y por eso es también la vida que todos anhelamos. Él indica también el camino más allá de la muerte; sólo quien es capaz de hacer todo esto es un verdadero maestro de vida. Lo mismo puede verse en la imagen del pastor. Como ocurría para la representación del filósofo, también para la representación de la figura del pastor la Iglesia primitiva podía referirse a modelos ya existentes en el arte romano. En éste, el pastor expresaba generalmente el sueño de una vida serena y sencilla, de la cual tenía nostalgia la gente inmersa en la confusión de la ciudad. Pero ahora la imagen era contemplada en un nuevo escenario que le daba un contenido más profundo: « El Señor es mi pastor, nada me falta... Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo... » (Sal 22,1-4). El verdadero pastor es Aquel que conoce también el camino que pasa por el valle de la muerte; Aquel que incluso por el camino de la última soledad, en el que nadie me puede acompañar, va conmigo guiándome para atravesarlo: Él mismo ha recorrido este camino, ha bajado al reino de la muerte, la ha vencido, y ha vuelto para acompañarnos ahora y darnos la certeza de que, con Él, se encuentra siempre un paso abierto. Saber que existe Aquel que me acompaña incluso en la muerte y que con su « vara y su cayado me sosiega », de modo que « nada temo » (cf. Sal 22,4), era la nueva « esperanza » que brotaba en la vida de los creyentes.
    7. Debemos volver una vez más al Nuevo Testamento. En el capítulo undécimo de la Carta a los Hebreos (v. 1) se encuentra una especie de definición de la fe que une estrechamente esta virtud con la esperanza. Desde la Reforma, se ha entablado entre los exegetas una discusión sobre la palabra central de esta frase, y en la cual parece que hoy se abre un camino hacia una interpretación común. Dejo por el momento sin traducir esta palabra central. La frase dice así: « La fe es hypostasis de lo que se espera y prueba de lo que no se ve ». Para los Padres y para los teólogos de la Edad Media estaba claro que la palabra griega hypostasis se traducía al latín con el término substantia. Por tanto, la traducción latina del texto elaborada en la Iglesia antigua, dice así: « Est autem fides sperandarum substantia rerum, argumentum non apparentium », la fe es la « sustancia » de lo que se espera; prueba de lo que no se ve. Tomás de Aquino,4 usando la terminología de la tradición filosófica en la que se hallaba, explica esto de la siguiente manera: la fe es un habitus, es decir, una constante disposición del ánimo, gracias a la cual comienza en nosotros la vida eterna y la razón se siente inclinada a aceptar lo que ella misma no ve. Así pues, el concepto de « sustancia » queda modificado en el sentido de que por la fe, de manera incipiente, podríamos decir « en germen » –por tanto según la « sustancia »– ya están presentes en nosotros las realidades que se esperan: el todo, la vida verdadera. Y precisamente porque la realidad misma ya está presente, esta presencia de lo que vendrá genera también certeza: esta « realidad » que ha de venir no es visible aún en el mundo externo (no « aparece »), pero debido a que, como realidad inicial y dinámica, la llevamos dentro de nosotros, nace ya ahora una cierta percepción de la misma.
    A Lutero, que no tenía mucha simpatía por la Carta a los Hebreos en sí misma, el concepto de « sustancia » no le decía nada en el contexto de su concepción de la fe. Por eso entendió el término hipóstasis/sustancia no en sentido objetivo (de realidad presente en nosotros), sino en el sentido subjetivo, como expresión de una actitud interior y, por consiguiente, tuvo que comprender naturalmente también el término argumentum como una disposición del sujeto. Esta interpretación se ha difundido también en la exégesis católica en el siglo XX –al menos en Alemania– de tal manera que la traducción ecuménica del Nuevo Testamento en alemán, aprobada por los Obispos, dice: « Glaube aber ist: Feststehen in dem, was man erhofft, Überzeugtsein von dem, was man nicht sieht » (fe es: estar firmes en lo que se espera, estar convencidos de lo que no se ve). En sí mismo, esto no es erróneo, pero no es el sentido del texto, porque el término griego usado (elenchos) no tiene el valor subjetivo de « convicción », sino el significado objetivo de « prueba ». Por eso, la exegesis protestante reciente ha llegado con razón a un convencimiento diferente: « Ahora ya no se puede poner en duda que esta interpretación protestante, que se ha hecho clásica, es insostenible ».5
    La fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una « prueba » de lo que aún no se ve. Ésta atrae al futuro dentro del presente, de modo que el futuro ya no es el puro « todavía-no ». El hecho de que este futuro exista cambia el presente; el presente está marcado por la realidad futura, y así las realidades futuras repercuten en las presentes y las presentes en las futuras.
    8. Esta explicación cobra mayor fuerza aún, y se conecta con la vida concreta, si consideramos el versículo 34 del capítulo 10 de la Carta a los Hebreos que, desde el punto de vista lingüístico y de contenido, está relacionado con esta definición de una fe impregnada de esperanza y que al mismo tiempo la prepara. Aquí, el autor habla a los creyentes que han padecido la experiencia de la persecución y les dice: « Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes (hyparchonton – Vg: bonorum), sabiendo que teníais bienes mejores y permanentes (hyparxin – Vg: substantiam) ».
    Hyparchonta son las propiedades, lo que en la vida terrenal constituye el sustento, la base, la « sustancia » con la que se cuenta para la vida. Esta « sustancia », la seguridad normal para la vida, se la han quitado a los cristianos durante la persecución. Lo han soportado porque después de todo consideraban irrelevante esta sustancia material. Podían dejarla porque habían encontrado una « base » mejor para su existencia, una base que perdura y que nadie puede quitar. No se puede dejar de ver la relación que hay entre estas dos especies de « sustancia », entre sustento o base material y la afirmación de la fe como « base », como « sustancia » que perdura. La fe otorga a la vida una base nueva, un nuevo fundamento sobre el que el hombre puede apoyarse, de tal manera que precisamente el fundamento habitual, la confianza en la renta material, queda relativizado. Se crea una nueva libertad ante este fundamento de la vida que sólo aparentemente es capaz de sustentarla, aunque con ello no se niega ciertamente su sentido normal. Esta nueva libertad, la conciencia de la nueva « sustancia » que se nos ha dado, se ha puesto de manifiesto no sólo en el martirio, en el cual las personas se han opuesto a la prepotencia de la ideología y de sus órganos políticos, renovando el mundo con su muerte. También se ha manifestado sobre todo en las grandes renuncias, desde los monjes de la antigüedad hasta Francisco de Asís, y a las personas de nuestro tiempo que, en los Institutos y Movimientos religiosos modernos, han dejado todo por amor de Cristo para llevar a los hombres la fe y el amor de Cristo, para ayudar a las personas que sufren en el cuerpo y en el alma. En estos casos se ha comprobado que la nueva « sustancia » es realmente « sustancia »; de la esperanza de estas personas tocadas por Cristo ha brotado esperanza para otros que vivían en la oscuridad y sin esperanza. En ellos se ha demostrado que esta nueva vida posee realmente « sustancia » y es una « sustancia » que suscita vida para los demás. Para nosotros, que contemplamos estas figuras, su vida y su comportamiento son de hecho una « prueba » de que las realidades futuras, la promesa de Cristo, no es solamente una realidad esperada sino una verdadera presencia: Él es realmente el « filósofo » y el « pastor » que nos indica qué es y dónde está la vida.
    9. Para comprender más profundamente esta reflexión sobre las dos especies de sustancias hypostasis e hyparchonta y sobre los dos modos de vida expresados con ellas, tenemos todavía que reflexionar brevemente sobre dos palabras relativas a este argumento, que se encuentran en el capítulo 10 de la Carta a los Hebreos.
    Se trata de las palabras hypomone (10,36) e hypostole (10,39). Hypomone se traduce normalmente por « paciencia », perseverancia, constancia. El creyente necesita saber esperar soportando pacientemente las pruebas para poder « alcanzar la promesa » (cf. 10,36). En la religiosidad del antiguo judaísmo, esta palabra se usó expresamente para designar la espera de Dios característica de Israel: su perseverar en la fidelidad a Dios basándose en la certeza de la Alianza, en medio de un mundo que contradice a Dios. Así, la palabra indica una esperanza vivida, una existencia basada en la certeza de la esperanza. En el Nuevo Testamento, esta espera de Dios, este estar de parte de Dios, asume un nuevo significado: Dios se ha manifestado en Cristo. Nos ha comunicado ya la « sustancia » de las realidades futuras y, de este modo, la espera de Dios adquiere una nueva certeza. Se esperan las realidades futuras a partir de un presente ya entregado. Es la espera, ante la presencia de Cristo, con Cristo presente, de que su Cuerpo se complete, con vistas a su llegada definitiva. En cambio, con hypostole se expresa el retraerse de quien no se arriesga a decir abiertamente y con franqueza la verdad quizás peligrosa. Este esconderse ante los hombres por espíritu de temor ante ellos lleva a la « perdición » (Hb 10,39). Por el contrario, la Segunda Carta a Timoteo caracteriza la actitud de fondo del cristiano con una bella expresión: « Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio » (1,7).
    La vida eterna – ¿qué es?
    10. Hasta ahora hemos hablado de la fe y de la esperanza en el Nuevo Testamento y en los comienzos del cristianismo; pero siempre se ha tenido también claro que no sólo hablamos del pasado; toda la reflexión concierne a la vida y a la muerte en general y, por tanto, también tiene que ver con nosotros aquí y ahora. No obstante, es el momento de preguntarnos ahora de manera explícita: la fe cristiana ¿es también para nosotros ahora una esperanza que transforma y sostiene nuestra vida? ¿Es para nosotros « performativa », un mensaje que plasma de modo nuevo la vida misma, o es ya sólo « información » que, mientras tanto, hemos dejado arrinconada y nos parece superada por informaciones más recientes? En la búsqueda de una respuesta quisiera partir de la forma clásica del diálogo con el cual el rito del Bautismo expresaba la acogida del recién nacido en la comunidad de los creyentes y su renacimiento en Cristo. El sacerdote preguntaba ante todo a los padres qué nombre habían elegido para el niño, y continuaba después con la pregunta: « ¿Qué pedís a la Iglesia? ». Se respondía: « La fe ». Y « ¿Qué te da la fe? ». « La vida eterna ». Según este diálogo, los padres buscaban para el niño la entrada en la fe, la comunión con los creyentes, porque veían en la fe la llave para « la vida eterna ». En efecto, ayer como hoy, en el Bautismo, cuando uno se convierte en cristiano, se trata de esto: no es sólo un acto de socialización dentro de la comunidad ni solamente de acogida en la Iglesia. Los padres esperan algo más para el bautizando: esperan que la fe, de la cual forma parte el cuerpo de la Iglesia y sus sacramentos, le dé la vida, la vida eterna. La fe es la sustancia de la esperanza. Pero entonces surge la cuestión: ¿De verdad queremos esto: vivir eternamente? Tal vez muchas personas rechazan hoy la fe simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable. En modo alguno quieren la vida eterna, sino la presente y, para esto, la fe en la vida eterna les parece más bien un obstáculo. Seguir viviendo para siempre –sin fin– parece más una condena que un don. Ciertamente, se querría aplazar la muerte lo más posible. Pero vivir siempre, sin un término, sólo sería a fin de cuentas aburrido y al final insoportable. Esto es lo que dice precisamente, por ejemplo, el Padre de la Iglesia Ambrosio en el sermón fúnebre por su hermano difunto Sátiro: « Es verdad que la muerte no formaba parte de nuestra naturaleza, sino que se introdujo en ella; Dios no instituyó la muerte desde el principio, sino que nos la dio como un remedio [...]. En efecto, la vida del hombre, condenada por culpa del pecado a un duro trabajo y a un sufrimiento intolerable, comenzó a ser digna de lástima: era necesario dar un fin a estos males, de modo que la muerte restituyera lo que la vida había perdido. La inmortalidad, en efecto, es más una carga que un bien, si no entra en juego la gracia ».6 Y Ambrosio ya había dicho poco antes: « No debemos deplorar la muerte, ya que es causa de salvación ».711. Sea lo que fuere lo que san Ambrosio quiso decir exactamente con estas palabras, es cierto que la eliminación de la muerte, como también su aplazamiento casi ilimitado, pondría a la tierra y a la humanidad en una condición imposible y no comportaría beneficio alguno para el individuo mismo. Obviamente, hay una contradicción en nuestra actitud, que hace referencia a un contraste interior de nuestra propia existencia. Por un lado, no queremos morir; los que nos aman, sobre todo, no quieren que muramos. Por otro lado, sin embargo, tampoco deseamos seguir existiendo ilimitadamente, y tampoco la tierra ha sido creada con esta perspectiva. Entonces, ¿qué es realmente lo que queremos? Esta paradoja de nuestra propia actitud suscita una pregunta más profunda: ¿qué es realmente la « vida »? Y ¿qué significa verdaderamente « eternidad »? Hay momentos en que de repente percibimos algo: sí, esto sería precisamente la verdadera « vida », así debería ser. En contraste con ello, lo que cotidianamente llamamos « vida », en verdad no lo es. Agustín, en su extensa carta sobre la oración dirigida a Proba, una viuda romana acomodada y madre de tres cónsules, escribió una vez: En el fondo queremos sólo una cosa, la « vida bienaventurada », la vida que simplemente es vida, simplemente « felicidad ». A fin de cuentas, en la oración no pedimos otra cosa. No nos encaminamos hacia nada más, se trata sólo de esto. Pero después Agustín dice también: pensándolo bien, no sabemos en absoluto lo que deseamos, lo que quisiéramos concretamente. Desconocemos del todo esta realidad; incluso en aquellos momentos en que nos parece tocarla con la mano no la alcanzamos realmente. « No sabemos pedir lo que nos conviene », reconoce con una expresión de san Pablo (Rm 8,26). Lo único que sabemos es que no es esto. Sin embargo, en este no-saber sabemos que esta realidad tiene que existir. « Así, pues, hay en nosotros, por decirlo de alguna manera, una sabia ignorancia (docta ignorantia) », escribe. No sabemos lo que queremos realmente; no conocemos esta « verdadera vida » y, sin embargo, sabemos que debe existir un algo que no conocemos y hacia el cual nos sentimos impulsados.812. Pienso que Agustín describe en este pasaje, de modo muy preciso y siempre válido, la situación esencial del hombre, la situación de la que provienen todas sus contradicciones y sus esperanzas. De algún modo deseamos la vida misma, la verdadera, la que no se vea afectada ni siquiera por la muerte; pero, al mismo tiempo, no conocemos eso hacia lo que nos sentimos impulsados. No podemos dejar de tender a ello y, sin embargo, sabemos que todo lo que podemos experimentar o realizar no es lo que deseamos. Esta « realidad » desconocida es la verdadera « esperanza » que nos empuja y, al mismo tiempo, su desconocimiento es la causa de todas las desesperaciones, así como también de todos los impulsos positivos o destructivos hacia el mundo auténtico y el auténtico hombre. La expresión « vida eterna » trata de dar un nombre a esta desconocida realidad conocida. Es por necesidad una expresión insuficiente que crea confusión. En efecto, « eterno » suscita en nosotros la idea de lo interminable, y eso nos da miedo; « vida » nos hace pensar en la vida que conocemos, que amamos y que no queremos perder, pero que a la vez es con frecuencia más fatiga que satisfacción, de modo que, mientras por un lado la deseamos, por otro no la queremos. Podemos solamente tratar de salir con nuestro pensamiento de la temporalidad a la que estamos sujetos y augurar de algún modo que la eternidad no sea un continuo sucederse de días del calendario, sino como el momento pleno de satisfacción, en el cual la totalidad nos abraza y nosotros abrazamos la totalidad. Sería el momento del sumergirse en el océano del amor infinito, en el cual el tempo –el antes y el después– ya no existe. Podemos únicamente tratar de pensar que este momento es la vida en sentido pleno, sumergirse siempre de nuevo en la inmensidad del ser, a la vez que estamos desbordados simplemente por la alegría. En el Evangelio de Juan, Jesús lo expresa así: « Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría » (16,22). Tenemos que pensar en esta línea si queremos entender el objetivo de la esperanza cristiana, qué es lo que esperamos de la fe, de nuestro ser con Cristo.
    EL RESTO DE LA ENCICLICA: AQUÍ

    martes, diciembre 04, 2007

    John Stossel sobre Calentamiento global: dejen hacer al libre mercado

    Ya tenemos otro escéptico en materia de calentamiento global que se ha atrevido a hablar. El meteorólogo John Coleman, fundador del Weather Channel, ha dicho que lo del calentamiento global es "el mayor fraude la historia".
    Los fundamentalistas del medioambiente, entre los que se cuentan algunos políticos notables (...), han creado un escenario "científico" tremebundo sobre las consecuencias que tendrá el calentamiento global a menos que suscribamos su agenda radical (...) He leído decenas de artículos científicos. He hablado con numerosos científicos (...) No se está produciendo un cambio climático drástico. El impacto de la actividad humana sobre el clima no es catastrófico. Nuestro planeta no se encuentra en peligro. En cuestión de una o dos décadas, este escandaloso fraude quedará en evidencia.
    Sospecho que el señor Coleman tiene razón. Aun así, ¿qué pasaría si estuviera equivocado? A mi juicio, incluso si el calentamiento global fuera un asunto digno de preocupación, sería peligroso recurrir al Estado para que se ocupara de ello. El Estado es una herramienta roma y corroída por los intereses políticos y de los grupos de presión. Esperar que haga algo tan complejo como calibrar las regulaciones y los impuestos para ajustar el clima sin empobrecer a la mayoría y enriquecer a los amigotes es del género ingenuo.
    Lo anterior no quiere decir que no podamos hacer cosa alguna. De hecho, tenemos a mano un poderoso generador de soluciones: el libre mercado. Pero, claro, hay que dejarle trabajar.
    Antes de la Era del Atomóvil, las ciudades de Norteamérica padecían las acometidas de un terrible agente contaminante que generaba enfermedades y desprendía un hedor nocivo: la bosta de caballo.
    "A principios del siglo XX había en la ciudad de Nueva York 200.000 caballos, que defecaban en cualquier parte –ha escrito el premio Nobel
    Robert Fogel–. Cuando dabas un paseo (...), con el aire respirabas partículas de estiércol". Debido a dicha contaminación, que afectaba tanto al aire como al agua, la gente contraía enfermedades mortales como el cólera y el tifus".
    Con la llegada del motor de combustión interna, el aire y la tierra pasaron a estar mucho más limpios. Los ecologistas hablan maravillas de los días previos a la llegada del automóvil, pero ¿quién quiere volver a vivir rodeado de inmundicia y enfermedades?
    ¿Cómo podría el mercado, que depende del consentimiento, no de la coacción, encarar mejor que el Estado la cuestión del calentamiento global?
    Para el comentarista político
    Gene Callahan, el Estado es parte, una gran parte, del problema, dado que fomenta el abuso de los combustibles fósiles. Pongamos un ejemplo: como el uso de las autopistas no está sujeto a precios de mercado, se tiene la impresión de que hacerlo sale gratis; pues bien, los atascos resultantes de ello son perjudiciales para el medio ambiente. Pongamos otro: si el Estado no pusiera tantas trabas a la energía nuclear, utilizaríamos menos carbón.
    Si no se le asfixiara con regulaciones y subsidios, el mercado descubriría combustibles alternativos que los burócratas no tienen presente ni cuando están soñando. Hoy en día, los disidentes energéticos pueden acabar teniendo problemas con el
    Estado, como bien sabe Bob Teixeira, un tipo que cometió la osadía de poner su Mercedes a funcionar con aceite de soja. Si lo del cambio climático resulta un peligro real, el incentivo de los beneficios moverá a los empresarios a dar con tecnologías que reduzcan las emisiones de CO2.
    Los mercados eclipsan a los Estados cuando se trata de innovar y dar muestras de flexibilidad. "El sector financiero podría plasmar en nuevos valores y mercados de derivados el conocimiento disperso de una pluralidad de expertos y, así, coordinar y poner en funcionamiento la respuesta global de la Humanidad al calentamiento", sostiene Callahan; y añade: "Los pronósticos meteorológicos pueden servir para extender el riesgo más allá de las zonas afectadas por el mal tiempo. Quizá pudiera surgir un mercado en que se crucen apuestas sobre las zonas que quedarán permanentemente inundadas. Puede que suene fatal, pero lo cierto es que, si finalmente sobreviniera el diluvio, aquéllos que apostaron por que tendría lugar en su zona podrían compensar el coste de reubicación".
    Si el sector de los seguros estuviera menos regulado, tendría sustanciosas razones para anticiparse a cualquier problema relacionado con el calentamiento y fijar convenientemente el precio de cobertura de las distintas propiedades. Las aseguradoras prestarían una gran atención a la mejor información científica, ya que un error les podría costar la bancarrota, problema que jamás se le plantea al Estado.
    Lo mejor y más importante que podemos hacer es no dificultar la creación de riqueza. Como decía el difunto
    Aaron Wildavsky en su maravilloso libro Searching for Safety (En busca de la seguridad), "más rico quiere decir más sano".
    Las sociedades ricas están en disposición de plantar cara a una amenaza imprevista. En cambio, los habitantes de los países en desarrollo necesitan desesperadamente alcanzar la prosperidad. Bloquear su desarrollo con promesas deleznables de "soluciones" medioambientales no hará sino hacerles aún más dura la vida. Sus entornos primitivos les están matando.
    © JFS Productions. Distributed by Creators Syndicate

    domingo, diciembre 02, 2007

    Joseph Conrad, 150

    MADRID. EL MUNDO- Cuando se cumplen 150 años del nacimiento de Joseph Conrad, el escritor regresa 'más humano' que nunca gracias a la biografía de John Stepe, 'Las vidas de Joseph Conrad', en la que ha intentado subsanar los errores de biógrafos anteriores.
    Los mitos sobre Joseph Conrad (3 de diciembre de 1857-3 agosto de 1924) abundaron ya durante su vida, y sólo a partir de 1950, con la biografía de Jocelyn Baines, se empezó a separar ficción y realidad.
    La editorial Lumen publica una biografía que repasa las tres vidas que el mismo Conrad decía haber vivido: "como polaco, como marino y como escritor".
    A esas tres, John Stape, investigador de la obra de Conrad en el St. Mary's University College de Londres, suma "otros aspectos más íntimos de su persona, otras vidas como marido, padre y amigo, papeles que influyeron de algún modo y enriquecieron su ficción".
    Este biógrafo ha tenido a su disposición toda la correspondencia del autor de 'El corazón de las tinieblas', así como todos los archivos que se abrieron a partir de la década de 1980.
    El objetivo del nuevo libro ha sido, según el propio autor, no olvidar las palabras de Conrad cuando alguien se refería a él como escritor: "Sí, soy un escritor, pero también soy un ser humano. ¡No olviden esa faceta, por favor!".
    Conrad era hijo de padres polacos y, antes de que adoptara la nacionalidad británica y renunciara a la rusa, "fue un súbdito del zar y vivió en los Imperios astro-húngaro y ruso, no en Polonia, entonces ausente del mapa europeo", explica John Stape del escritor que quedó huérfano a los once años.
    Aunque se conocen pocos detalles de la educación de Conrad, sí se sabe que "desatendía las tareas escolares para pasarse horas leyendo sobre la exploración ártica y la cartografía de África, dibujando mapas y cultivando su imaginación", quizá porque una tía abuela suya editaba atlas geográficos.
    El mar, explica Stape, suponía para Conrad "una liberación del pasado" y poco después de su decimoséptimo cumpleaños partió rumbo a Marsella y a las Antillas Francesas. "El contraste con la fría Cracovia, anclada en el pasado y preocupada por su futuro, no pudo ser más llamativo".
    Joseph Conrad ascendería de aprendiz y oficial hasta capitán, viviría aventuras más o menos peligrosas, aprendería inglés, escribiría en los barcos entre fríos inviernos y, al llegar a los 37 años, nació en él "el deseo de crear lazos y establecerse".
    Tras abandonar la navegación escribió sus dos primeras novelas, 'La locura de Almayer' (1895) y 'Un vagabundo de las islas' (1896) y propuso matrimonio a Jessie George, una joven mecanógrafa con la que tendría dos hijos. A partir de entonces la vida de Joseph Conrad es retratada por John Stape a través de un minucioso trabajo de investigación sobre sus viajes, su vida en Londres y sus numerosos libros, e incluye fotografías del escritor y su entorno más cercano, así como árboles genealógicos, mapas y notas sobre "un quién es quién seleccionado".
    La editorial Mondadori completa el aniversario del nacimiento de Conrad con una nueva traducción de 'Lord Jim' (1900), una de las obras más conocidas de Conrad, quien en boca del protagonista llegó a concluir: "Nunca tenemos tiempo de decir nuestra última palabra: nuestra última palabra de amor, deseo, fe, remordimiento, sumisión y revuelta".

    sábado, diciembre 01, 2007

    Documental de Carlos García-Álix sobre Felipe Sandoval

    Arcadi alaba la historia FILMADA por Alix de un pistolero anarquista que actuó en épocas de gran violencia política. Imagina que maldades otros podían hacer con semejante historia:
    Para empezar, ipso facto, habría dejado de ser un pistolero y aparecería, en la mejor de las hipótesis, como un ambiguo combatiente por la libertad. En el caso de haber caído en las manos del productor Jaume Roures habría resultado, además, una película puramente diabética: el azúcar mezcla muy bien con la sangre. El mérito de García-Álix es haber hecho el retrato de un criminal, tout court, y permitir que el espectador se pregunte por qué pierde el tiempo con criminales, aunque éstos hayan actuado en un tiempo infectadamente romántico.
    A pesar de esta épica desnuda, el cineasta no acaba de evitar por completo la tentación de "explicar" el caso Sandoval en razón del ecosistema humillante, indigno de un hombre, donde el pistolero se formó. De ahí el título: El honor de las injurias, del que el espectador no comprende toda su completa carga polisémica hasta que no aprende que Las Injurias era el nombre de un terrible arrabal de Madrid. Utilizar "el ambiente" para explicar los comportamientos criminales es el punto de vista dominante, todavía hoy, en la mayor parte del arte y en cualquier forma de sociología, especialmente la periodística. Parece lógico pensar que el lugar donde uno nace y se desarrolla no es del todo indiferente de la conducta que uno lleve en el futuro. Pero ha de tenerse en cuenta que de los miles de habitantes de Las Injurias sólo uno salió hecho un sandoval. Y por otro lado, y ciñéndonos a la historia que nos ocupa: Sandoval logró "salir" de Las Injurias. De hecho empezó a robar en el palacete de un adinerado parisino, donde trabajó de mayordomo; y no robó al señor, sino a una pobre y enamorada criada que, tonta, se lo dio todo.
    Sin abandonar "el ambiente" hay otra cuestión que merecería tener, al menos, la misma importancia que las casuchas de Las Injurias. Son las ideas. Es decir, aquello que, generalmente, suele aportar el grupo, entendiendo por grupo los compañeros de escuela, de barrio, los amigos o los familiares al margen de la madre, el padre y los abuelos. En la peripecia de Felipe Sandoval, como en tantas otras de su estilo, el impacto negativo de las ideas queda escasamente subrayado. La "acción directa" del anarquismo, el terrorismo, al fin, fue una de las más catastróficas ideas decimonónicas. El anarquismo tiene su versión amable, ligada a los falansterios, al naturismo y a cualquier forma de vegetalidad. Pero ni siquiera esa versión, que convive sin demasiados aspavientos con la radicalidad terrorista y el brusco ademán de la sangre, escapa de la infección global de la idea: la superstición de que el mundo puede cambiar de golpe.
    Todas las circunstancias ambientales, sumadas y tejidas, no acaban de explicar, sin embargo, los crímenes de Felipe Sandoval. ¡Quia! El crimen estaría, entonces, al alcance de todos los españoles. Pero es que, además, está el misterioso caso alemán. El propósito de Rosa Sala, a través del elegante ensayo que ha publicado Alba es "llamar a la literatura a declarar" en un nuevo juicio contra el régimen nazi, para ver si de la declaración surge una posibilidad de comprensión del crimen. La comprensión está, obviamente, emparentada con la pregunta que éticos y estéticos de toda condición llevan haciéndose desde Auschwitz: ¿cómo es posible que por la mañana se dedicaran a gasear judíos y por la tarde escucharan a Bach, acariciando los rubios rizos de los hijitos tendidos sobre su regazo? Basta mirarla para darse cuenta de que la pregunta tiene la misma raíz que el supuesto honor de Las Injurias, y la posibilidad de que el barrio de charcas y adobe moviese el brazo asesino de Sandoval. Dado que el ambiente hace al hombre, la pregunta alemana es obvia: ¿cómo es posible que de un gabinete mecido por Bach surja un monstruo?
    Por suerte, el ensayo de Rosa Sala no se deja deslumbrar por los tópicos y avanza en una dirección ambiental interesante, a la busca y captura de las ideas malignas que la literatura (es decir, el único arte que podía transportarlas) diseminó en torno al caso alemán. Entre ellas, desde luego, la evidencia de que lo Ario era la superación de lo heleno y lo germánico, la ardiente fluidez con que el Destino alemán debía expandirse entre la bárbara civilización, la Mayúscula superioridad de la lengua propia a la hora de exhibir las obras del espíritu, o cómo el Judío acabó desplazando al Francés en los arquetipos negativos del pueblo. Su viaje, limpio y lúcido, tiene un par de momentos extraordinarios y pedagógicos. El primero cuando observa que los alemanes dejaron de reír y que el único que lo hacía, el judío Heine, maestro de nuestro Julio Camba, tuvo que exiliarse para seguir viviendo. No hay humor en el misterioso caso. Y no hay, tampoco, realismo. Escribe Rosa Sala: "Hasta la unificación de 1871, Alemania fue, en definitiva un pueblo sin mirada para el presente. ¿Cómo esperar de él que fuera realista? Necesitaba, más que ningún otro, que la literatura le proveyera de ficciones."
    BUSCAR AMBOS: LIBRO Y DOCUMENTAL.

    Mira que te mira Dios. Ignacio del Valle



    Me recomiendan esto. Invierno de 1943. Frente de Leningrado. Un soldado de la División Azul es hallado sin vida en un lago, con una enigmática frase grabada en su pecho: «Mira que te mira Dios». Será el primero de una cadena de crímenes tan brutales como inconexos. La División Azul da para grandes historias pero aquí está maldita.
    Un soldado de oscuro pasado y un fiel sargento del Ejército reciben la misión de encontrar el móvil y al culpable, pero no hallarán facilidades de parte de una cúpula militar llena de secretos... De su mano se irán despejando los misterios de una historia en la que nada es lo que parece, y donde los pasos nos encaminan hacia un lugar en el que reina el horror, el vacío, el absurdo, los emperadores extraños.
    Ignacio del Valle integra historia y ficción en una trama dominada por el suspense y de una intensidad que nunca decae. Los inquietantes rituales masónicos que rodean los crímenes, las intrigas del poder militar, una serie de personajes a quienes la guerra despojó de toda humanidad llenan las páginas de esta sorprendente novela. Pero sólo en una se halla la respuesta al enigma. Todo ello a cuarenta grados bajo cero.

    Locating Fago

    Valdemanco
    Pradena del Rincón

    Und ich träume

    Llevo malos días. Pero una camisa me basta. La mente es el enemigo y es adicta a esta oscuridad. Y una camisa te basta para crear oasis vacios entre tanta reja oxidada.

    Diogenes falló

    Hoy, en la libreria de toda la vida me han reñido por hacer fotos de los libros y así recordar cuales deseo comprar. Me disgustó la forma. Creo que El Corte Ingles ha ganado un cliente.