No existe un sólo caso de un país musulmán en el que se haya consolidado un sistema político mínimamente respetuoso de las libertades públicas y los derechos humanos, salvo la rarita situación turca. Según Pedro J., el arabista Bernard Lewis lo atribuye a una especie de cortocircuito cultural que sitúa a finales del XVII tras el fracaso del segundo sitio de Viena por los turcos. Es el momento en que el islam se enroca en torno a las interpretaciones más rígidas del Corán predicadas por la escuela wahabí y pierde el paso de un mundo occidental que llega al liberalismo a través de la ilustración y encara decididamente los procesos modernizadores de la edad industrial. Mientras en el orbe cristiano la máquina de vapor da paso al tren y al automóvil, en el islámico se persigue a los constructores de relojes. Esa es la realidad sobre la que el iluso espejismo de la Alianza de Civilizaciones sirve de enésima coartada para que la comunidad internacional olvide que media humanidad tiene asignaturas pendientes que hace ya varios siglos que aprobó la otra media. Bernard Lewis ve la relación del islam con la cristiandad en términos beligerantes. Su último trabajo, ‘From Babel to Dragomans: Interpreting the Middle East' [De la Torre de Babel a los dragomanes: Interpretando Oriente Medio], es una variada colección de ensayos escritos en un período de más de cincuenta años. En todos ellos subyace, sin embargo, la suposición de que hay dos fuerzas fijas y opuestas operando en la historia del mundo mediterráneo: por un lado, la civilización occidental, que él considera como un bloque judeo-cristiano; y, por otro, el mundo musulmán, muy diferente y a menudo hostil, empeñado en la conquista y conversión del Occidente. Como escribe en el ensayo ‘The Roots of Muslim Rage' [Las raíces del odio musulmán]:"La lucha entre estos sistemas rivales ha durado más de catorce siglos. Empezó con el advenimiento del islam en el siglo siete, y ha continuado prácticamente hasta hoy. Y ha presenciado una larga serie de ataques y contraataques, yihads y cruzadas, conquistas y reconquistas". Este ensayo contenía la frase "el choque de civilizaciones", tomada de prestado más tarde por Samuel Huntington para su polémico artículo y libro ‘Choque de civilizaciones'. Las mordaces opiniones de Lewis le han ganado varios enemigos, especialmente el difunto Edward Said, que escribió en ‘Orientalism' [Orientalismo] que el trabajo de Lewis "pretende ser conocimiento científico objetivo, pero en realidad está muy cerca de ser propaganda contra su objeto de estudio".5 Tras la ola de ataques musulmanes contra Estados Unidos la reputación de Lewis, sin embargo, ha vivido una especie de renacimiento. Dos de sus libros -‘What Went Wrong' [Qué salió mal] y ‘The Crisis of Islam' [La crisis del islam]- han sido no solamente superventas en Estados Unidos, sino además sus ideas han echado en gran parte los fundamentos intelectuales de la visión neo-conservadora del mundo musulmán. Lewis ha dictado charlas en la Casa Blanca, y Dick Cheney y Richard Perle han sido ambos nombrados como sus discípulos.Una serie de importantes y polémicos artículos en The Washington Post y The Wall Street Journal, incluido en esta compilación, otorga una idea de la especie de consejos que Lewis pudo haber dado a sus fans de la Casa Blanca. Lewis usó el ataque contra el World Trade Center para alentar a Estados Unidos a atacar a Saddam Hussein, estableciendo implícitamente un vínculo entre la operación de al-Qaeda y el secular régimen baazista iraquí, al mismo tiempo que aseguraba al gobierno que serían recibidos con alegría por la población que "quiere que la ayudemos a liberarse" y se ganarían la gratitud de otros gobiernos musulmanes cuyo "más grande deseo" secreto era que una invasión norteamericana derrocara y remplazara a Saddam.Lewis ha tenido tal profunda influencia que de acuerdo a The Wall Street Journal "la doctrina de Lewis se ha transformado, en efecto, en la política exterior de Estados Unidos". Si esa política exterior ha resultado ser fundamentalmente errónea y estar basada en un conjunto de suposiciones equivocadas, se sigue que a pesar de su erudición, la comprensión de Lewis de las sutilezas del mundo musulmán contemporáneo es, al menos en algunos respectos, peligrosamente deficiente.
Lo llamaban periodismo
Félix Martínez, redactor-jefe de El Mundo de Cataluña, ha escrito un artículo que concluye con estas palabras: Quizá ha llegado el momento de reivindicar a Carrillo. Toda España debió ser Paracuellos. Martínez se considera entre los vencidos de la guerra civil. Tenía siete años cuando murió Franco.
Como dice Espada "la socialdemocracia española ya no sabe vivir sin fascistas, de un modo sospechosamente parecido a cómo los nacionalistas no sobreviven sin traidores. Esta necesidad provoca que jóvenes delincuentes callejeros se vean repentinamente ennoblecidos con el grotesco apodo de antifascistas. O que los disidentes del apocalipsis climático vean cómo les prenden en la solapa la negra estrella amarilla de negacionistas. Un grave problema es que el desprecio del sentido y estas sombrías maneras liquidacionistas hayan pasado de la sudoración del mítin a las columnas de los periódicos".
El "periodista", creo que ya despedido de su cargo, dice de Blas Piñar:
Piñar, organizador de muchos de los atentados cometidos por el infame Batallón Vasco Español, responsable de los asesinatos de los abogados de Atocha, está no sólo vivo, sino sorprendentemente en libertad. Malhadados cánceres sufridos por los bondadosos, malditas las enfermedades que se ceban en los jóvenes y en los justos y permiten la longevidad pegajosa y repulsiva de malvados asesinos que merecen una muerte larga y dolorosa, como esa hidra que ayer llamaba a la unidad de los fascistas. Piñar protegió y fue socio de los neofascistas italianos a las órdenes del terrorista internacional Stefano DellaChiaie, autor de muchos de los asesinatos concebidos por la rata hija de cien padres que fundó en mala hora Fuerza Nueva.
Si eso es cierto, y viviendo hoy en esa democracia que tanto añoraba y peleaba su bando PERFECTO Y JUSTO, ¿por qué no le demanda? Luego ensalza a Pujol y, supongo que ebrio, deja a Losantos en la categoria de apolineo infante. Odio puro en 39 años perdidos. Hace poco añadía: "me vi obligado a abandonar mi trabajo en el diario El Mundo". Culpa a malas interpretaciones.