domingo, diciembre 09, 2007

Idiocia sin fronteras: descojonante

Calle de Jose-Manuel Thomas Arthur Chao

La bestia

Locating Fago 2

El vicio

Ella llamó Sayoya a la terrorista Saioa, dijo bufet en lugar de bufete y calificó al gitano Farruquito como "bailador". Que yo perdone eso y sienta melancolia por su inminente ausencia solo puede ser por el viejo vicio. Ella anda lacónica fuera del cuadro, arrastrando las extremidades, mirando al suelo. Se ha abandonado y está ganando peso. Sigo perdonando. El vicio milenario.

sábado, diciembre 08, 2007

España Paracuellos


Lo llamaban periodismo

Félix Martínez, redactor-jefe de El Mundo de Cataluña, ha escrito un artículo que concluye con estas palabras: Quizá ha llegado el momento de reivindicar a Carrillo. Toda España debió ser Paracuellos. Martínez se considera entre los vencidos de la guerra civil. Tenía siete años cuando murió Franco.



Como dice Espada "la socialdemocracia española ya no sabe vivir sin fascistas, de un modo sospechosamente parecido a cómo los nacionalistas no sobreviven sin traidores. Esta necesidad provoca que jóvenes delincuentes callejeros se vean repentinamente ennoblecidos con el grotesco apodo de antifascistas. O que los disidentes del apocalipsis climático vean cómo les prenden en la solapa la negra estrella amarilla de negacionistas. Un grave problema es que el desprecio del sentido y estas sombrías maneras liquidacionistas hayan pasado de la sudoración del mítin a las columnas de los periódicos".
El "periodista", creo que ya despedido de su cargo, dice de Blas Piñar:
Piñar, organizador de muchos de los atentados cometidos por el infame Batallón Vasco Español, responsable de los asesinatos de los abogados de Atocha, está no sólo vivo, sino sorprendentemente en libertad. Malhadados cánceres sufridos por los bondadosos, malditas las enfermedades que se ceban en los jóvenes y en los justos y permiten la longevidad pegajosa y repulsiva de malvados asesinos que merecen una muerte larga y dolorosa, como esa hidra que ayer llamaba a la unidad de los fascistas. Piñar protegió y fue socio de los neofascistas italianos a las órdenes del terrorista internacional Stefano DellaChiaie, autor de muchos de los asesinatos concebidos por la rata hija de cien padres que fundó en mala hora Fuerza Nueva.
Si eso es cierto, y viviendo hoy en esa democracia que tanto añoraba y peleaba su bando PERFECTO Y JUSTO, ¿por qué no le demanda? Luego ensalza a Pujol y, supongo que ebrio, deja a Losantos en la categoria de apolineo infante. Odio puro en 39 años perdidos. Hace poco añadía: "me vi obligado a abandonar mi trabajo en el diario El Mundo". Culpa a malas interpretaciones. 

jueves, diciembre 06, 2007

Spe Salvi

Introducción
1. « SPE SALVI facti sumus » – en esperanza fuimos salvados, dice san Pablo a los Romanos y también a nosotros (Rm 8,24). Según la fe cristiana, la « redención », la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino. Ahora bien, se nos plantea inmediatamente la siguiente pregunta: pero, ¿de qué género ha de ser esta esperanza para poder justificar la afirmación de que a partir de ella, y simplemente porque hay esperanza, somos redimidos por ella? Y, ¿de qué tipo de certeza se trata?
La fe es esperanza
2. Antes de ocuparnos de estas preguntas que nos hemos hecho, y que hoy son percibidas de un modo particularmente intenso, hemos de escuchar todavía con un poco más de atención el testimonio de la Biblia sobre la esperanza. En efecto, « esperanza » es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto de que en muchos pasajes las palabras « fe » y « esperanza » parecen intercambiables. Así, la Carta a los Hebreos une estrechamente la « plenitud de la fe » (10,22) con la « firme confesión de la esperanza » (10,23). También cuando la Primera Carta de Pedro exhorta a los cristianos a estar siempre prontos para dar una respuesta sobre el logos –el sentido y la razón– de su esperanza (cf. 3,15), « esperanza » equivale a « fe ». El haber recibido como don una esperanza fiable fue determinante para la conciencia de los primeros cristianos, como se pone de manifiesto también cuando la existencia cristiana se compara con la vida anterior a la fe o con la situación de los seguidores de otras religiones. Pablo recuerda a los Efesios cómo antes de su encuentro con Cristo no tenían en el mundo « ni esperanza ni Dios » (Ef 2,12). Naturalmente, él sabía que habían tenido dioses, que habían tenido una religión, pero sus dioses se habían demostrado inciertos y de sus mitos contradictorios no surgía esperanza alguna. A pesar de los dioses, estaban « sin Dios » y, por consiguiente, se hallaban en un mundo oscuro, ante un futuro sombrío. « In nihilo ab nihilo quam cito recidimus » (en la nada, de la nada, qué pronto recaemos),1 dice un epitafio de aquella época, palabras en las que aparece sin medias tintas lo mismo a lo que Pablo se refería. En el mismo sentido les dice a los Tesalonicenses: « No os aflijáis como los hombres sin esperanza » (1 Ts 4,13). En este caso aparece también como elemento distintivo de los cristianos el hecho de que ellos tienen un futuro: no es que conozcan los pormenores de lo que les espera, pero saben que su vida, en conjunto, no acaba en el vacío. Sólo cuando el futuro es cierto como realidad positiva, se hace llevadero también el presente. De este modo, podemos decir ahora: el cristianismo no era solamente una « buena noticia », una comunicación de contenidos desconocidos hasta aquel momento. En nuestro lenguaje se diría: el mensaje cristiano no era sólo « informativo », sino « performativo ». Eso significa que el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva.
3. Pero ahora se plantea la pregunta: ¿en qué consiste esta esperanza que, en cuanto esperanza, es « redención »? Pues bien, el núcleo de la respuesta se da en el pasaje antes citado de la Carta a los Efesios: antes del encuentro con Cristo, los Efesios estaban sin esperanza, porque estaban en el mundo « sin Dios ». Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza. Para nosotros, que vivimos desde siempre con el concepto cristiano de Dios y nos hemos acostumbrado a él, el tener esperanza, que proviene del encuentro real con este Dios, resulta ya casi imperceptible. El ejemplo de una santa de nuestro tiempo puede en cierta medida ayudarnos a entender lo que significa encontrar por primera vez y realmente a este Dios. Me refiero a la africana Josefina Bakhita, canonizada por el Papa Juan Pablo II. Nació aproximadamente en 1869 –ni ella misma sabía la fecha exacta– en Darfur, Sudán. Cuando tenía nueve años fue secuestrada por traficantes de esclavos, golpeada y vendida cinco veces en los mercados de Sudán. Terminó como esclava al servicio de la madre y la mujer de un general, donde cada día era azotada hasta sangrar; como consecuencia de ello le quedaron 144 cicatrices para el resto de su vida. Por fin, en 1882 fue comprada por un mercader italiano para el cónsul italiano Callisto Legnani que, ante el avance de los mahdistas, volvió a Italia. Aquí, después de los terribles « dueños » de los que había sido propiedad hasta aquel momento, Bakhita llegó a conocer un « dueño » totalmente diferente –que llamó « paron » en el dialecto veneciano que ahora había aprendido–, al Dios vivo, el Dios de Jesucristo. Hasta aquel momento sólo había conocido dueños que la despreciaban y maltrataban o, en el mejor de los casos, la consideraban una esclava útil. Ahora, por el contrario, oía decir que había un « Paron » por encima de todos los dueños, el Señor de todos los señores, y que este Señor es bueno, la bondad en persona. Se enteró de que este Señor también la conocía, que la había creado también a ella; más aún, que la quería. También ella era amada, y precisamente por el « Paron » supremo, ante el cual todos los demás no son más que míseros siervos. Ella era conocida y amada, y era esperada. Incluso más: este Dueño había afrontado personalmente el destino de ser maltratado y ahora la esperaba « a la derecha de Dios Padre ». En este momento tuvo « esperanza »; no sólo la pequeña esperanza de encontrar dueños menos crueles, sino la gran esperanza: yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa. A través del conocimiento de esta esperanza ella fue « redimida », ya no se sentía esclava, sino hija libre de Dios. Entendió lo que Pablo quería decir cuando recordó a los Efesios que antes estaban en el mundo sin esperanza y sin Dios; sin esperanza porque estaban sin Dios. Así, cuando se quiso devolverla a Sudán, Bakhita se negó; no estaba dispuesta a que la separaran de nuevo de su « Paron ». El 9 de enero de 1890 recibió el Bautismo, la Confirmación y la primera Comunión de manos del Patriarca de Venecia. El 8 de diciembre de 1896 hizo los votos en Verona, en la Congregación de las hermanas Canosianas, y desde entonces –junto con sus labores en la sacristía y en la portería del claustro– intentó sobre todo, en varios viajes por Italia, exhortar a la misión: sentía el deber de extender la liberación que había recibido mediante el encuentro con el Dios de Jesucristo; que la debían recibir otros, el mayor número posible de personas. La esperanza que en ella había nacido y la había « redimido » no podía guardársela para sí sola; esta esperanza debía llegar a muchos, llegar a todos.
El concepto de esperanza basada en la fe en el Nuevo Testamento y en la Iglesia primitiva
4. Antes de abordar la cuestión sobre si el encuentro con el Dios que nos ha mostrado su rostro en Cristo, y que ha abierto su Corazón, es para nosotros no sólo « informativo », sino también « performativo », es decir, si puede transformar nuestra vida hasta hacernos sentir redimidos por la esperanza que dicho encuentro expresa, volvamos de nuevo a la Iglesia primitiva. Es fácil darse cuenta de que la experiencia de la pequeña esclava africana Bakhita fue también la experiencia de muchas personas maltratadas y condenadas a la esclavitud en la época del cristianismo naciente. El cristianismo no traía un mensaje socio-revolucionario como el de Espartaco que, con luchas cruentas, fracasó. Jesús no era Espartaco, no era un combatiente por una liberación política como Barrabás o Bar-Kokebá. Lo que Jesús había traído, habiendo muerto Él mismo en la cruz, era algo totalmente diverso: el encuentro con el Señor de todos los señores, el encuentro con el Dios vivo y, así, el encuentro con una esperanza más fuerte que los sufrimientos de la esclavitud, y que por ello transforma desde dentro la vida y el mundo. La novedad de lo ocurrido aparece con máxima claridad en la Carta de san Pablo a Filemón. Se trata de una carta muy personal, que Pablo escribe en la cárcel, enviándola con el esclavo fugitivo, Onésimo, precisamente a su dueño, Filemón. Sí, Pablo devuelve el esclavo a su dueño, del que había huido, y no lo hace mandando, sino suplicando: « Te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado en la prisión [...]. Te lo envío como algo de mis entrañas [...]. Quizás se apartó de ti para que le recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino mucho mejor: como hermano querido » (Flm 10-16). Los hombres que, según su estado civil se relacionan entre sí como dueños y esclavos, en cuanto miembros de la única Iglesia se han convertido en hermanos y hermanas unos de otros: así se llamaban mutuamente los cristianos. Habían sido regenerados por el Bautismo, colmados del mismo Espíritu y recibían juntos, unos al lado de otros, el Cuerpo del Señor. Aunque las estructuras externas permanecieran igual, esto cambiaba la sociedad desde dentro. Cuando la Carta a los Hebreos dice que los cristianos son huéspedes y peregrinos en la tierra, añorando la patria futura (cf. Hb 11,13-16; Flp 3,20), no remite simplemente a una perspectiva futura, sino que se refiere a algo muy distinto: los cristianos reconocen que la sociedad actual no es su ideal; ellos pertenecen a una sociedad nueva, hacia la cual están en camino y que es anticipada en su peregrinación.
5. Hemos de añadir todavía otro punto de vista. La Primera Carta a los Corintios (1,18-31) nos muestra que una gran parte de los primeros cristianos pertenecía a las clases sociales bajas y, precisamente por eso, estaba preparada para la experiencia de la nueva esperanza, como hemos visto en el ejemplo de Bakhita. No obstante, hubo también desde el principio conversiones en las clases sociales aristocráticas y cultas. Precisamente porque éstas también vivían en el mundo « sin esperanza y sin Dios ». El mito había perdido su credibilidad; la religión de Estado romana se había esclerotizado convirtiéndose en simple ceremonial, que se cumplía escrupulosamente pero ya reducido sólo a una « religión política ». El racionalismo filosófico había relegado a los dioses al ámbito de lo irreal. Se veía lo divino de diversas formas en las fuerzas cósmicas, pero no existía un Dios al que se pudiera rezar. Pablo explica de manera absolutamente apropiada la problemática esencial de entonces sobre la religión cuando a la vida « según Cristo » contrapone una vida bajo el señorío de los « elementos del mundo » (cf. Col 2,8). En esta perspectiva, hay un texto de san Gregorio Nacianceno que puede ser muy iluminador. Dice que en el mismo momento en que los Magos, guiados por la estrella, adoraron al nuevo rey, Cristo, llegó el fin para la astrología, porque desde entonces las estrellas giran según la órbita establecida por Cristo.2 En efecto, en esta escena se invierte la concepción del mundo de entonces que, de modo diverso, también hoy está nuevamente en auge. No son los elementos del cosmos, la leyes de la materia, lo que en definitiva gobierna el mundo y el hombre, sino que es un Dios personal quien gobierna las estrellas, es decir, el universo; la última instancia no son las leyes de la materia y de la evolución, sino la razón, la voluntad, el amor: una Persona. Y si conocemos a esta Persona, y ella a nosotros, entonces el inexorable poder de los elementos materiales ya no es la última instancia; ya no somos esclavos del universo y de sus leyes, ahora somos libres. Esta toma de conciencia ha influenciado en la antigüedad a los espíritus genuinos que estaban en búsqueda. El cielo no está vacío. La vida no es el simple producto de las leyes y de la casualidad de la materia, sino que en todo, y al mismo tiempo por encima de todo, hay una voluntad personal, hay un Espíritu que en Jesús se ha revelado como Amor.3
6. Los sarcófagos de los primeros tiempos del cristianismo muestran visiblemente esta concepción, en presencia de la muerte, ante la cual es inevitable preguntarse por el sentido de la vida. En los antiguos sarcófagos se interpreta la figura de Cristo mediante dos imágenes: la del filósofo y la del pastor. En general, por filosofía no se entendía entonces una difícil disciplina académica, como ocurre hoy. El filósofo era más bien el que sabía enseñar el arte esencial: el arte de ser hombre de manera recta, el arte de vivir y morir. Ciertamente, ya desde hacía tiempo los hombres se habían percatado de que gran parte de los que se presentaban como filósofos, como maestros de vida, no eran más que charlatanes que con sus palabras querían ganar dinero, mientras que no tenían nada que decir sobre la verdadera vida. Esto hacía que se buscase con más ahínco aún al auténtico filósofo, que supiera indicar verdaderamente el camino de la vida. Hacia finales del siglo III encontramos por vez primera en Roma, en el sarcófago de un niño y en el contexto de la resurrección de Lázaro, la figura de Cristo como el verdadero filósofo, que tiene el Evangelio en una mano y en la otra el bastón de caminante propio del filósofo. Con este bastón Él vence a la muerte; el Evangelio lleva la verdad que los filósofos deambulantes habían buscado en vano. En esta imagen, que después perdurará en el arte de los sarcófagos durante mucho tiempo, se muestra claramente lo que tanto las personas cultas como las sencillas encontraban en Cristo: Él nos dice quién es en realidad el hombre y qué debe hacer para ser verdaderamente hombre. Él nos indica el camino y este camino es la verdad. Él mismo es ambas cosas, y por eso es también la vida que todos anhelamos. Él indica también el camino más allá de la muerte; sólo quien es capaz de hacer todo esto es un verdadero maestro de vida. Lo mismo puede verse en la imagen del pastor. Como ocurría para la representación del filósofo, también para la representación de la figura del pastor la Iglesia primitiva podía referirse a modelos ya existentes en el arte romano. En éste, el pastor expresaba generalmente el sueño de una vida serena y sencilla, de la cual tenía nostalgia la gente inmersa en la confusión de la ciudad. Pero ahora la imagen era contemplada en un nuevo escenario que le daba un contenido más profundo: « El Señor es mi pastor, nada me falta... Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo... » (Sal 22,1-4). El verdadero pastor es Aquel que conoce también el camino que pasa por el valle de la muerte; Aquel que incluso por el camino de la última soledad, en el que nadie me puede acompañar, va conmigo guiándome para atravesarlo: Él mismo ha recorrido este camino, ha bajado al reino de la muerte, la ha vencido, y ha vuelto para acompañarnos ahora y darnos la certeza de que, con Él, se encuentra siempre un paso abierto. Saber que existe Aquel que me acompaña incluso en la muerte y que con su « vara y su cayado me sosiega », de modo que « nada temo » (cf. Sal 22,4), era la nueva « esperanza » que brotaba en la vida de los creyentes.
7. Debemos volver una vez más al Nuevo Testamento. En el capítulo undécimo de la Carta a los Hebreos (v. 1) se encuentra una especie de definición de la fe que une estrechamente esta virtud con la esperanza. Desde la Reforma, se ha entablado entre los exegetas una discusión sobre la palabra central de esta frase, y en la cual parece que hoy se abre un camino hacia una interpretación común. Dejo por el momento sin traducir esta palabra central. La frase dice así: « La fe es hypostasis de lo que se espera y prueba de lo que no se ve ». Para los Padres y para los teólogos de la Edad Media estaba claro que la palabra griega hypostasis se traducía al latín con el término substantia. Por tanto, la traducción latina del texto elaborada en la Iglesia antigua, dice así: « Est autem fides sperandarum substantia rerum, argumentum non apparentium », la fe es la « sustancia » de lo que se espera; prueba de lo que no se ve. Tomás de Aquino,4 usando la terminología de la tradición filosófica en la que se hallaba, explica esto de la siguiente manera: la fe es un habitus, es decir, una constante disposición del ánimo, gracias a la cual comienza en nosotros la vida eterna y la razón se siente inclinada a aceptar lo que ella misma no ve. Así pues, el concepto de « sustancia » queda modificado en el sentido de que por la fe, de manera incipiente, podríamos decir « en germen » –por tanto según la « sustancia »– ya están presentes en nosotros las realidades que se esperan: el todo, la vida verdadera. Y precisamente porque la realidad misma ya está presente, esta presencia de lo que vendrá genera también certeza: esta « realidad » que ha de venir no es visible aún en el mundo externo (no « aparece »), pero debido a que, como realidad inicial y dinámica, la llevamos dentro de nosotros, nace ya ahora una cierta percepción de la misma.
A Lutero, que no tenía mucha simpatía por la Carta a los Hebreos en sí misma, el concepto de « sustancia » no le decía nada en el contexto de su concepción de la fe. Por eso entendió el término hipóstasis/sustancia no en sentido objetivo (de realidad presente en nosotros), sino en el sentido subjetivo, como expresión de una actitud interior y, por consiguiente, tuvo que comprender naturalmente también el término argumentum como una disposición del sujeto. Esta interpretación se ha difundido también en la exégesis católica en el siglo XX –al menos en Alemania– de tal manera que la traducción ecuménica del Nuevo Testamento en alemán, aprobada por los Obispos, dice: « Glaube aber ist: Feststehen in dem, was man erhofft, Überzeugtsein von dem, was man nicht sieht » (fe es: estar firmes en lo que se espera, estar convencidos de lo que no se ve). En sí mismo, esto no es erróneo, pero no es el sentido del texto, porque el término griego usado (elenchos) no tiene el valor subjetivo de « convicción », sino el significado objetivo de « prueba ». Por eso, la exegesis protestante reciente ha llegado con razón a un convencimiento diferente: « Ahora ya no se puede poner en duda que esta interpretación protestante, que se ha hecho clásica, es insostenible ».5
La fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una « prueba » de lo que aún no se ve. Ésta atrae al futuro dentro del presente, de modo que el futuro ya no es el puro « todavía-no ». El hecho de que este futuro exista cambia el presente; el presente está marcado por la realidad futura, y así las realidades futuras repercuten en las presentes y las presentes en las futuras.
8. Esta explicación cobra mayor fuerza aún, y se conecta con la vida concreta, si consideramos el versículo 34 del capítulo 10 de la Carta a los Hebreos que, desde el punto de vista lingüístico y de contenido, está relacionado con esta definición de una fe impregnada de esperanza y que al mismo tiempo la prepara. Aquí, el autor habla a los creyentes que han padecido la experiencia de la persecución y les dice: « Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes (hyparchonton – Vg: bonorum), sabiendo que teníais bienes mejores y permanentes (hyparxin – Vg: substantiam) ».
Hyparchonta son las propiedades, lo que en la vida terrenal constituye el sustento, la base, la « sustancia » con la que se cuenta para la vida. Esta « sustancia », la seguridad normal para la vida, se la han quitado a los cristianos durante la persecución. Lo han soportado porque después de todo consideraban irrelevante esta sustancia material. Podían dejarla porque habían encontrado una « base » mejor para su existencia, una base que perdura y que nadie puede quitar. No se puede dejar de ver la relación que hay entre estas dos especies de « sustancia », entre sustento o base material y la afirmación de la fe como « base », como « sustancia » que perdura. La fe otorga a la vida una base nueva, un nuevo fundamento sobre el que el hombre puede apoyarse, de tal manera que precisamente el fundamento habitual, la confianza en la renta material, queda relativizado. Se crea una nueva libertad ante este fundamento de la vida que sólo aparentemente es capaz de sustentarla, aunque con ello no se niega ciertamente su sentido normal. Esta nueva libertad, la conciencia de la nueva « sustancia » que se nos ha dado, se ha puesto de manifiesto no sólo en el martirio, en el cual las personas se han opuesto a la prepotencia de la ideología y de sus órganos políticos, renovando el mundo con su muerte. También se ha manifestado sobre todo en las grandes renuncias, desde los monjes de la antigüedad hasta Francisco de Asís, y a las personas de nuestro tiempo que, en los Institutos y Movimientos religiosos modernos, han dejado todo por amor de Cristo para llevar a los hombres la fe y el amor de Cristo, para ayudar a las personas que sufren en el cuerpo y en el alma. En estos casos se ha comprobado que la nueva « sustancia » es realmente « sustancia »; de la esperanza de estas personas tocadas por Cristo ha brotado esperanza para otros que vivían en la oscuridad y sin esperanza. En ellos se ha demostrado que esta nueva vida posee realmente « sustancia » y es una « sustancia » que suscita vida para los demás. Para nosotros, que contemplamos estas figuras, su vida y su comportamiento son de hecho una « prueba » de que las realidades futuras, la promesa de Cristo, no es solamente una realidad esperada sino una verdadera presencia: Él es realmente el « filósofo » y el « pastor » que nos indica qué es y dónde está la vida.
9. Para comprender más profundamente esta reflexión sobre las dos especies de sustancias hypostasis e hyparchonta y sobre los dos modos de vida expresados con ellas, tenemos todavía que reflexionar brevemente sobre dos palabras relativas a este argumento, que se encuentran en el capítulo 10 de la Carta a los Hebreos.
Se trata de las palabras hypomone (10,36) e hypostole (10,39). Hypomone se traduce normalmente por « paciencia », perseverancia, constancia. El creyente necesita saber esperar soportando pacientemente las pruebas para poder « alcanzar la promesa » (cf. 10,36). En la religiosidad del antiguo judaísmo, esta palabra se usó expresamente para designar la espera de Dios característica de Israel: su perseverar en la fidelidad a Dios basándose en la certeza de la Alianza, en medio de un mundo que contradice a Dios. Así, la palabra indica una esperanza vivida, una existencia basada en la certeza de la esperanza. En el Nuevo Testamento, esta espera de Dios, este estar de parte de Dios, asume un nuevo significado: Dios se ha manifestado en Cristo. Nos ha comunicado ya la « sustancia » de las realidades futuras y, de este modo, la espera de Dios adquiere una nueva certeza. Se esperan las realidades futuras a partir de un presente ya entregado. Es la espera, ante la presencia de Cristo, con Cristo presente, de que su Cuerpo se complete, con vistas a su llegada definitiva. En cambio, con hypostole se expresa el retraerse de quien no se arriesga a decir abiertamente y con franqueza la verdad quizás peligrosa. Este esconderse ante los hombres por espíritu de temor ante ellos lleva a la « perdición » (Hb 10,39). Por el contrario, la Segunda Carta a Timoteo caracteriza la actitud de fondo del cristiano con una bella expresión: « Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio » (1,7).
La vida eterna – ¿qué es?
10. Hasta ahora hemos hablado de la fe y de la esperanza en el Nuevo Testamento y en los comienzos del cristianismo; pero siempre se ha tenido también claro que no sólo hablamos del pasado; toda la reflexión concierne a la vida y a la muerte en general y, por tanto, también tiene que ver con nosotros aquí y ahora. No obstante, es el momento de preguntarnos ahora de manera explícita: la fe cristiana ¿es también para nosotros ahora una esperanza que transforma y sostiene nuestra vida? ¿Es para nosotros « performativa », un mensaje que plasma de modo nuevo la vida misma, o es ya sólo « información » que, mientras tanto, hemos dejado arrinconada y nos parece superada por informaciones más recientes? En la búsqueda de una respuesta quisiera partir de la forma clásica del diálogo con el cual el rito del Bautismo expresaba la acogida del recién nacido en la comunidad de los creyentes y su renacimiento en Cristo. El sacerdote preguntaba ante todo a los padres qué nombre habían elegido para el niño, y continuaba después con la pregunta: « ¿Qué pedís a la Iglesia? ». Se respondía: « La fe ». Y « ¿Qué te da la fe? ». « La vida eterna ». Según este diálogo, los padres buscaban para el niño la entrada en la fe, la comunión con los creyentes, porque veían en la fe la llave para « la vida eterna ». En efecto, ayer como hoy, en el Bautismo, cuando uno se convierte en cristiano, se trata de esto: no es sólo un acto de socialización dentro de la comunidad ni solamente de acogida en la Iglesia. Los padres esperan algo más para el bautizando: esperan que la fe, de la cual forma parte el cuerpo de la Iglesia y sus sacramentos, le dé la vida, la vida eterna. La fe es la sustancia de la esperanza. Pero entonces surge la cuestión: ¿De verdad queremos esto: vivir eternamente? Tal vez muchas personas rechazan hoy la fe simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable. En modo alguno quieren la vida eterna, sino la presente y, para esto, la fe en la vida eterna les parece más bien un obstáculo. Seguir viviendo para siempre –sin fin– parece más una condena que un don. Ciertamente, se querría aplazar la muerte lo más posible. Pero vivir siempre, sin un término, sólo sería a fin de cuentas aburrido y al final insoportable. Esto es lo que dice precisamente, por ejemplo, el Padre de la Iglesia Ambrosio en el sermón fúnebre por su hermano difunto Sátiro: « Es verdad que la muerte no formaba parte de nuestra naturaleza, sino que se introdujo en ella; Dios no instituyó la muerte desde el principio, sino que nos la dio como un remedio [...]. En efecto, la vida del hombre, condenada por culpa del pecado a un duro trabajo y a un sufrimiento intolerable, comenzó a ser digna de lástima: era necesario dar un fin a estos males, de modo que la muerte restituyera lo que la vida había perdido. La inmortalidad, en efecto, es más una carga que un bien, si no entra en juego la gracia ».6 Y Ambrosio ya había dicho poco antes: « No debemos deplorar la muerte, ya que es causa de salvación ».711. Sea lo que fuere lo que san Ambrosio quiso decir exactamente con estas palabras, es cierto que la eliminación de la muerte, como también su aplazamiento casi ilimitado, pondría a la tierra y a la humanidad en una condición imposible y no comportaría beneficio alguno para el individuo mismo. Obviamente, hay una contradicción en nuestra actitud, que hace referencia a un contraste interior de nuestra propia existencia. Por un lado, no queremos morir; los que nos aman, sobre todo, no quieren que muramos. Por otro lado, sin embargo, tampoco deseamos seguir existiendo ilimitadamente, y tampoco la tierra ha sido creada con esta perspectiva. Entonces, ¿qué es realmente lo que queremos? Esta paradoja de nuestra propia actitud suscita una pregunta más profunda: ¿qué es realmente la « vida »? Y ¿qué significa verdaderamente « eternidad »? Hay momentos en que de repente percibimos algo: sí, esto sería precisamente la verdadera « vida », así debería ser. En contraste con ello, lo que cotidianamente llamamos « vida », en verdad no lo es. Agustín, en su extensa carta sobre la oración dirigida a Proba, una viuda romana acomodada y madre de tres cónsules, escribió una vez: En el fondo queremos sólo una cosa, la « vida bienaventurada », la vida que simplemente es vida, simplemente « felicidad ». A fin de cuentas, en la oración no pedimos otra cosa. No nos encaminamos hacia nada más, se trata sólo de esto. Pero después Agustín dice también: pensándolo bien, no sabemos en absoluto lo que deseamos, lo que quisiéramos concretamente. Desconocemos del todo esta realidad; incluso en aquellos momentos en que nos parece tocarla con la mano no la alcanzamos realmente. « No sabemos pedir lo que nos conviene », reconoce con una expresión de san Pablo (Rm 8,26). Lo único que sabemos es que no es esto. Sin embargo, en este no-saber sabemos que esta realidad tiene que existir. « Así, pues, hay en nosotros, por decirlo de alguna manera, una sabia ignorancia (docta ignorantia) », escribe. No sabemos lo que queremos realmente; no conocemos esta « verdadera vida » y, sin embargo, sabemos que debe existir un algo que no conocemos y hacia el cual nos sentimos impulsados.812. Pienso que Agustín describe en este pasaje, de modo muy preciso y siempre válido, la situación esencial del hombre, la situación de la que provienen todas sus contradicciones y sus esperanzas. De algún modo deseamos la vida misma, la verdadera, la que no se vea afectada ni siquiera por la muerte; pero, al mismo tiempo, no conocemos eso hacia lo que nos sentimos impulsados. No podemos dejar de tender a ello y, sin embargo, sabemos que todo lo que podemos experimentar o realizar no es lo que deseamos. Esta « realidad » desconocida es la verdadera « esperanza » que nos empuja y, al mismo tiempo, su desconocimiento es la causa de todas las desesperaciones, así como también de todos los impulsos positivos o destructivos hacia el mundo auténtico y el auténtico hombre. La expresión « vida eterna » trata de dar un nombre a esta desconocida realidad conocida. Es por necesidad una expresión insuficiente que crea confusión. En efecto, « eterno » suscita en nosotros la idea de lo interminable, y eso nos da miedo; « vida » nos hace pensar en la vida que conocemos, que amamos y que no queremos perder, pero que a la vez es con frecuencia más fatiga que satisfacción, de modo que, mientras por un lado la deseamos, por otro no la queremos. Podemos solamente tratar de salir con nuestro pensamiento de la temporalidad a la que estamos sujetos y augurar de algún modo que la eternidad no sea un continuo sucederse de días del calendario, sino como el momento pleno de satisfacción, en el cual la totalidad nos abraza y nosotros abrazamos la totalidad. Sería el momento del sumergirse en el océano del amor infinito, en el cual el tempo –el antes y el después– ya no existe. Podemos únicamente tratar de pensar que este momento es la vida en sentido pleno, sumergirse siempre de nuevo en la inmensidad del ser, a la vez que estamos desbordados simplemente por la alegría. En el Evangelio de Juan, Jesús lo expresa así: « Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría » (16,22). Tenemos que pensar en esta línea si queremos entender el objetivo de la esperanza cristiana, qué es lo que esperamos de la fe, de nuestro ser con Cristo.
EL RESTO DE LA ENCICLICA: AQUÍ

martes, diciembre 04, 2007

John Stossel sobre Calentamiento global: dejen hacer al libre mercado

Ya tenemos otro escéptico en materia de calentamiento global que se ha atrevido a hablar. El meteorólogo John Coleman, fundador del Weather Channel, ha dicho que lo del calentamiento global es "el mayor fraude la historia".
Los fundamentalistas del medioambiente, entre los que se cuentan algunos políticos notables (...), han creado un escenario "científico" tremebundo sobre las consecuencias que tendrá el calentamiento global a menos que suscribamos su agenda radical (...) He leído decenas de artículos científicos. He hablado con numerosos científicos (...) No se está produciendo un cambio climático drástico. El impacto de la actividad humana sobre el clima no es catastrófico. Nuestro planeta no se encuentra en peligro. En cuestión de una o dos décadas, este escandaloso fraude quedará en evidencia.
Sospecho que el señor Coleman tiene razón. Aun así, ¿qué pasaría si estuviera equivocado? A mi juicio, incluso si el calentamiento global fuera un asunto digno de preocupación, sería peligroso recurrir al Estado para que se ocupara de ello. El Estado es una herramienta roma y corroída por los intereses políticos y de los grupos de presión. Esperar que haga algo tan complejo como calibrar las regulaciones y los impuestos para ajustar el clima sin empobrecer a la mayoría y enriquecer a los amigotes es del género ingenuo.
Lo anterior no quiere decir que no podamos hacer cosa alguna. De hecho, tenemos a mano un poderoso generador de soluciones: el libre mercado. Pero, claro, hay que dejarle trabajar.
Antes de la Era del Atomóvil, las ciudades de Norteamérica padecían las acometidas de un terrible agente contaminante que generaba enfermedades y desprendía un hedor nocivo: la bosta de caballo.
"A principios del siglo XX había en la ciudad de Nueva York 200.000 caballos, que defecaban en cualquier parte –ha escrito el premio Nobel
Robert Fogel–. Cuando dabas un paseo (...), con el aire respirabas partículas de estiércol". Debido a dicha contaminación, que afectaba tanto al aire como al agua, la gente contraía enfermedades mortales como el cólera y el tifus".
Con la llegada del motor de combustión interna, el aire y la tierra pasaron a estar mucho más limpios. Los ecologistas hablan maravillas de los días previos a la llegada del automóvil, pero ¿quién quiere volver a vivir rodeado de inmundicia y enfermedades?
¿Cómo podría el mercado, que depende del consentimiento, no de la coacción, encarar mejor que el Estado la cuestión del calentamiento global?
Para el comentarista político
Gene Callahan, el Estado es parte, una gran parte, del problema, dado que fomenta el abuso de los combustibles fósiles. Pongamos un ejemplo: como el uso de las autopistas no está sujeto a precios de mercado, se tiene la impresión de que hacerlo sale gratis; pues bien, los atascos resultantes de ello son perjudiciales para el medio ambiente. Pongamos otro: si el Estado no pusiera tantas trabas a la energía nuclear, utilizaríamos menos carbón.
Si no se le asfixiara con regulaciones y subsidios, el mercado descubriría combustibles alternativos que los burócratas no tienen presente ni cuando están soñando. Hoy en día, los disidentes energéticos pueden acabar teniendo problemas con el
Estado, como bien sabe Bob Teixeira, un tipo que cometió la osadía de poner su Mercedes a funcionar con aceite de soja. Si lo del cambio climático resulta un peligro real, el incentivo de los beneficios moverá a los empresarios a dar con tecnologías que reduzcan las emisiones de CO2.
Los mercados eclipsan a los Estados cuando se trata de innovar y dar muestras de flexibilidad. "El sector financiero podría plasmar en nuevos valores y mercados de derivados el conocimiento disperso de una pluralidad de expertos y, así, coordinar y poner en funcionamiento la respuesta global de la Humanidad al calentamiento", sostiene Callahan; y añade: "Los pronósticos meteorológicos pueden servir para extender el riesgo más allá de las zonas afectadas por el mal tiempo. Quizá pudiera surgir un mercado en que se crucen apuestas sobre las zonas que quedarán permanentemente inundadas. Puede que suene fatal, pero lo cierto es que, si finalmente sobreviniera el diluvio, aquéllos que apostaron por que tendría lugar en su zona podrían compensar el coste de reubicación".
Si el sector de los seguros estuviera menos regulado, tendría sustanciosas razones para anticiparse a cualquier problema relacionado con el calentamiento y fijar convenientemente el precio de cobertura de las distintas propiedades. Las aseguradoras prestarían una gran atención a la mejor información científica, ya que un error les podría costar la bancarrota, problema que jamás se le plantea al Estado.
Lo mejor y más importante que podemos hacer es no dificultar la creación de riqueza. Como decía el difunto
Aaron Wildavsky en su maravilloso libro Searching for Safety (En busca de la seguridad), "más rico quiere decir más sano".
Las sociedades ricas están en disposición de plantar cara a una amenaza imprevista. En cambio, los habitantes de los países en desarrollo necesitan desesperadamente alcanzar la prosperidad. Bloquear su desarrollo con promesas deleznables de "soluciones" medioambientales no hará sino hacerles aún más dura la vida. Sus entornos primitivos les están matando.
© JFS Productions. Distributed by Creators Syndicate

domingo, diciembre 02, 2007

Joseph Conrad, 150

MADRID. EL MUNDO- Cuando se cumplen 150 años del nacimiento de Joseph Conrad, el escritor regresa 'más humano' que nunca gracias a la biografía de John Stepe, 'Las vidas de Joseph Conrad', en la que ha intentado subsanar los errores de biógrafos anteriores.
Los mitos sobre Joseph Conrad (3 de diciembre de 1857-3 agosto de 1924) abundaron ya durante su vida, y sólo a partir de 1950, con la biografía de Jocelyn Baines, se empezó a separar ficción y realidad.
La editorial Lumen publica una biografía que repasa las tres vidas que el mismo Conrad decía haber vivido: "como polaco, como marino y como escritor".
A esas tres, John Stape, investigador de la obra de Conrad en el St. Mary's University College de Londres, suma "otros aspectos más íntimos de su persona, otras vidas como marido, padre y amigo, papeles que influyeron de algún modo y enriquecieron su ficción".
Este biógrafo ha tenido a su disposición toda la correspondencia del autor de 'El corazón de las tinieblas', así como todos los archivos que se abrieron a partir de la década de 1980.
El objetivo del nuevo libro ha sido, según el propio autor, no olvidar las palabras de Conrad cuando alguien se refería a él como escritor: "Sí, soy un escritor, pero también soy un ser humano. ¡No olviden esa faceta, por favor!".
Conrad era hijo de padres polacos y, antes de que adoptara la nacionalidad británica y renunciara a la rusa, "fue un súbdito del zar y vivió en los Imperios astro-húngaro y ruso, no en Polonia, entonces ausente del mapa europeo", explica John Stape del escritor que quedó huérfano a los once años.
Aunque se conocen pocos detalles de la educación de Conrad, sí se sabe que "desatendía las tareas escolares para pasarse horas leyendo sobre la exploración ártica y la cartografía de África, dibujando mapas y cultivando su imaginación", quizá porque una tía abuela suya editaba atlas geográficos.
El mar, explica Stape, suponía para Conrad "una liberación del pasado" y poco después de su decimoséptimo cumpleaños partió rumbo a Marsella y a las Antillas Francesas. "El contraste con la fría Cracovia, anclada en el pasado y preocupada por su futuro, no pudo ser más llamativo".
Joseph Conrad ascendería de aprendiz y oficial hasta capitán, viviría aventuras más o menos peligrosas, aprendería inglés, escribiría en los barcos entre fríos inviernos y, al llegar a los 37 años, nació en él "el deseo de crear lazos y establecerse".
Tras abandonar la navegación escribió sus dos primeras novelas, 'La locura de Almayer' (1895) y 'Un vagabundo de las islas' (1896) y propuso matrimonio a Jessie George, una joven mecanógrafa con la que tendría dos hijos. A partir de entonces la vida de Joseph Conrad es retratada por John Stape a través de un minucioso trabajo de investigación sobre sus viajes, su vida en Londres y sus numerosos libros, e incluye fotografías del escritor y su entorno más cercano, así como árboles genealógicos, mapas y notas sobre "un quién es quién seleccionado".
La editorial Mondadori completa el aniversario del nacimiento de Conrad con una nueva traducción de 'Lord Jim' (1900), una de las obras más conocidas de Conrad, quien en boca del protagonista llegó a concluir: "Nunca tenemos tiempo de decir nuestra última palabra: nuestra última palabra de amor, deseo, fe, remordimiento, sumisión y revuelta".

sábado, diciembre 01, 2007

Documental de Carlos García-Álix sobre Felipe Sandoval

Arcadi alaba la historia FILMADA por Alix de un pistolero anarquista que actuó en épocas de gran violencia política. Imagina que maldades otros podían hacer con semejante historia:
Para empezar, ipso facto, habría dejado de ser un pistolero y aparecería, en la mejor de las hipótesis, como un ambiguo combatiente por la libertad. En el caso de haber caído en las manos del productor Jaume Roures habría resultado, además, una película puramente diabética: el azúcar mezcla muy bien con la sangre. El mérito de García-Álix es haber hecho el retrato de un criminal, tout court, y permitir que el espectador se pregunte por qué pierde el tiempo con criminales, aunque éstos hayan actuado en un tiempo infectadamente romántico.
A pesar de esta épica desnuda, el cineasta no acaba de evitar por completo la tentación de "explicar" el caso Sandoval en razón del ecosistema humillante, indigno de un hombre, donde el pistolero se formó. De ahí el título: El honor de las injurias, del que el espectador no comprende toda su completa carga polisémica hasta que no aprende que Las Injurias era el nombre de un terrible arrabal de Madrid. Utilizar "el ambiente" para explicar los comportamientos criminales es el punto de vista dominante, todavía hoy, en la mayor parte del arte y en cualquier forma de sociología, especialmente la periodística. Parece lógico pensar que el lugar donde uno nace y se desarrolla no es del todo indiferente de la conducta que uno lleve en el futuro. Pero ha de tenerse en cuenta que de los miles de habitantes de Las Injurias sólo uno salió hecho un sandoval. Y por otro lado, y ciñéndonos a la historia que nos ocupa: Sandoval logró "salir" de Las Injurias. De hecho empezó a robar en el palacete de un adinerado parisino, donde trabajó de mayordomo; y no robó al señor, sino a una pobre y enamorada criada que, tonta, se lo dio todo.
Sin abandonar "el ambiente" hay otra cuestión que merecería tener, al menos, la misma importancia que las casuchas de Las Injurias. Son las ideas. Es decir, aquello que, generalmente, suele aportar el grupo, entendiendo por grupo los compañeros de escuela, de barrio, los amigos o los familiares al margen de la madre, el padre y los abuelos. En la peripecia de Felipe Sandoval, como en tantas otras de su estilo, el impacto negativo de las ideas queda escasamente subrayado. La "acción directa" del anarquismo, el terrorismo, al fin, fue una de las más catastróficas ideas decimonónicas. El anarquismo tiene su versión amable, ligada a los falansterios, al naturismo y a cualquier forma de vegetalidad. Pero ni siquiera esa versión, que convive sin demasiados aspavientos con la radicalidad terrorista y el brusco ademán de la sangre, escapa de la infección global de la idea: la superstición de que el mundo puede cambiar de golpe.
Todas las circunstancias ambientales, sumadas y tejidas, no acaban de explicar, sin embargo, los crímenes de Felipe Sandoval. ¡Quia! El crimen estaría, entonces, al alcance de todos los españoles. Pero es que, además, está el misterioso caso alemán. El propósito de Rosa Sala, a través del elegante ensayo que ha publicado Alba es "llamar a la literatura a declarar" en un nuevo juicio contra el régimen nazi, para ver si de la declaración surge una posibilidad de comprensión del crimen. La comprensión está, obviamente, emparentada con la pregunta que éticos y estéticos de toda condición llevan haciéndose desde Auschwitz: ¿cómo es posible que por la mañana se dedicaran a gasear judíos y por la tarde escucharan a Bach, acariciando los rubios rizos de los hijitos tendidos sobre su regazo? Basta mirarla para darse cuenta de que la pregunta tiene la misma raíz que el supuesto honor de Las Injurias, y la posibilidad de que el barrio de charcas y adobe moviese el brazo asesino de Sandoval. Dado que el ambiente hace al hombre, la pregunta alemana es obvia: ¿cómo es posible que de un gabinete mecido por Bach surja un monstruo?
Por suerte, el ensayo de Rosa Sala no se deja deslumbrar por los tópicos y avanza en una dirección ambiental interesante, a la busca y captura de las ideas malignas que la literatura (es decir, el único arte que podía transportarlas) diseminó en torno al caso alemán. Entre ellas, desde luego, la evidencia de que lo Ario era la superación de lo heleno y lo germánico, la ardiente fluidez con que el Destino alemán debía expandirse entre la bárbara civilización, la Mayúscula superioridad de la lengua propia a la hora de exhibir las obras del espíritu, o cómo el Judío acabó desplazando al Francés en los arquetipos negativos del pueblo. Su viaje, limpio y lúcido, tiene un par de momentos extraordinarios y pedagógicos. El primero cuando observa que los alemanes dejaron de reír y que el único que lo hacía, el judío Heine, maestro de nuestro Julio Camba, tuvo que exiliarse para seguir viviendo. No hay humor en el misterioso caso. Y no hay, tampoco, realismo. Escribe Rosa Sala: "Hasta la unificación de 1871, Alemania fue, en definitiva un pueblo sin mirada para el presente. ¿Cómo esperar de él que fuera realista? Necesitaba, más que ningún otro, que la literatura le proveyera de ficciones."
BUSCAR AMBOS: LIBRO Y DOCUMENTAL.

Mira que te mira Dios. Ignacio del Valle



Me recomiendan esto. Invierno de 1943. Frente de Leningrado. Un soldado de la División Azul es hallado sin vida en un lago, con una enigmática frase grabada en su pecho: «Mira que te mira Dios». Será el primero de una cadena de crímenes tan brutales como inconexos. La División Azul da para grandes historias pero aquí está maldita.
Un soldado de oscuro pasado y un fiel sargento del Ejército reciben la misión de encontrar el móvil y al culpable, pero no hallarán facilidades de parte de una cúpula militar llena de secretos... De su mano se irán despejando los misterios de una historia en la que nada es lo que parece, y donde los pasos nos encaminan hacia un lugar en el que reina el horror, el vacío, el absurdo, los emperadores extraños.
Ignacio del Valle integra historia y ficción en una trama dominada por el suspense y de una intensidad que nunca decae. Los inquietantes rituales masónicos que rodean los crímenes, las intrigas del poder militar, una serie de personajes a quienes la guerra despojó de toda humanidad llenan las páginas de esta sorprendente novela. Pero sólo en una se halla la respuesta al enigma. Todo ello a cuarenta grados bajo cero.

Locating Fago

Valdemanco
Pradena del Rincón

Und ich träume

Llevo malos días. Pero una camisa me basta. La mente es el enemigo y es adicta a esta oscuridad. Y una camisa te basta para crear oasis vacios entre tanta reja oxidada.

Diogenes falló

Hoy, en la libreria de toda la vida me han reñido por hacer fotos de los libros y así recordar cuales deseo comprar. Me disgustó la forma. Creo que El Corte Ingles ha ganado un cliente.

viernes, noviembre 30, 2007

Garzón, juez o parte










Este martes llega a las librerías Garzón: juez o parte, de José Díaz Herrera (La Esfera de Los Libros, 2007), un retrato no autorizado, exhaustivo e implacable (el que se merece) del juez estrella/do. LD se asomó a esta novedad editorial con un amplio resumen.



Roman Gorchacov, fotógrafo

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jueves, noviembre 29, 2007

Carcel a la historia

El historiador Pío Moa se defendió este jueves en LDTV de la campaña iniciada por el entorno de Izquierda Unida para meterle en la cárcel por tener una visión de la Guerra Civil distinta a la de ellos. Moa califica de "chequista" esta mentalidad, que es la mentalidad del Gobierno, porque en democracia "se me puede criticar, debatir, discutir, pero ellos lo primero que hacen es intentar meterme en la cárcel". Dice el historiador que estas personas, "hacen el trabajo sucio al gobierno".
  • IU se desmarca de la campaña contra Pío Moa aunque "comparte su sensibilidad"
  • Un portavoz de IU en Madrid espera que la cárcel "permita a Pío Moa estudiar Historia"
  • Pío Moa: "Mis opiniones son lícitas, aunque los chequistas no lo entiendan"
  • (Libertad Digital) Pío Moa explicó que la tormenta se desencadenó por un error de interpretación en una entrevista que concedió al diario Público sobre la represión franquista. "Les explique que el franquismo quería un escarmiento a las izquierdas y los separatistas y el periodista tituló con que Pío Moa dice que Franco no liquidó a los rojos, los escarmentó. Puso en mi boca palabras que yo puse en boca del franquismo", explicó. "No es mi punto de vista, pero aunque lo fuera, es defendible en democracia". En su opinión sería un punto de vista más defendible que el de la Memoria Histórica, que "ensalza a los asesinos chequistas como victimas del franquismo al lado de los inocentes. En la represión murieron inocentes y culpables, igualarlos es denigrar a los inocente y ensalzar a los culpables. La gente que hizo la Memoria Histórica se identifica con los asesinos".
    Las personas que han iniciado la campaña para meter a Moa en la cárcel pertenecen al entorno de Izquierda Unida. "A estos señores no les gusta mi versión de la guerra y la represión porque contradice a la suya", constata Moa. Pero considera que en democracia lo normal es que le criticaran, debatieran, discutieran "pero lo primero es meterme en la cárcel". "Tienen mentalidad chequista y esto es el gobierno. Hacen el trabajo sucio del Gobierno, aplastar la opinión contraria a sus fantasías, porque la Memoria Histórica atenta contra la ética más elemental al igualar inocentes y asesinos". Además, el historiador considera que la Memoria Histórica atenta también contra el régimen actual, porque al "deslegitimar el franquismo deslegitima la reforma tras el franquismo, han obligado al Rey a firmar su propia deslegitimación, una ruina total de lo construido desde la transición".
    El historiador no cree que la denuncia vaya a salir adelante, pero admite que la campaña "al puro estilo del País Vasco" le provoca "inquietud personal y familiar por el ambiente que va creando".
    Pío Moa también se refirió a la situación del Alcaraz, que este jueves tuvo que ir a declarar a la Audiencia Nacional. "Alcaraz dijo la verdad, el precio de la negociación era la Constitución y el Estado de Derecho. Desde el principio el PSOE se propuso enterrar a Montesquieu, la independencia judicial y ahora maniobran para convertir al Constitucional en una oficina al servicio del Gobierno. La denuncia contra Alcaraz es una denuncia a favor de ETA". Para el escritor, esta situación ha provocado que la confianza del ciudadano en la Justicia sea cada vez menor. "Lo normal es que se plante cara a los que me han denunciado, pero si ésta cae en manos de jueces para la democracia te pueden amargar. Estamos en una situación en la que el ciudadano pierde la confianza en la justicia, en un proceso que destruye la herencia de la Transición".
    Si la situación se hubiera producido al revés, que el atacado fuera un intelectual de izquierdas " se hubiera puesto el grito en el cielo", dice Pío Moa, que cree que la derecha tiene la tradición de "callar, aguantar todo, y por ello son responsables de lo que está pasando". "Los ataques desde la izquierda son siempre comprensibles, cosas menores, ellos pueden provocar, calumniar, no pasa nada pero si sucede a la inversa se arma un terrible escándalo". También culpa de esta situación a los medios de comunicación, porque si no hubiera sido por la COPE y Libertad Digital las amenazas sufridas por defender tesis distintas a las oficiales hubieran pasado desapercibidas.
    Insiste en que el periódico manipuló sus palabras, pero "aunque lo hubiera dicho no creo que haya que llevar a nadie a la cárcel. Sí dije que los autores de la Memoria Histórica se identifican con los criminales de las checas, pero eso un hecho. No se puede igualar a la gente que cayó en la represión con los asesinos y ladrones que también cayeron".
    Considera que en IU están sorprendidos con la reacción que han provocado sus amenazas porque no se lo esperaban. "Esperaban el silencio de la víctima, que se lo trague todo. De repente hay una reacción muy intensa y esto les ha puesto a la defensiva". Y comparó esta situación con lo que ocurre en el País Vasco, donde "no hay democracia, la Constitución no se cumple, la oposición va con guardaespaldas, hay ataques permanentes a la libertad de expresión, algo que también sucede en Cataluña. Esta situación se está extendiendo al conjunto país y empezó con Zapatero y las manifestaciones estilo kale borroka".
    Concluyó Moa desmitificando la historia de las Trece Rosas, ahora en película. El historiador explicó que lo ocurrido fue un "asesinato legal, la respuesta feroz del régimen" al asesinato de un coronel de la Guardia Civil, pero no eran mártires. "Lo que no se puede hacer es falsificar mártires de la libertad y la democracia. Eran estalinistas y aspiraban a ese régimen. Los estalinistas que las honren, pero no se puede meter el embuste de que son mártires de la libertad".

miércoles, noviembre 28, 2007

Que el tiempo nos cambie por Horacio Vázquez-Rial

Una de las grandes diferencias entre Oriente y Occidente es la diversa concepción de la historia que domina en cada uno de esos grandes bloques culturales. En Oriente prima la noción de circularidad: la historia se repite cíclicamente. En nuestro universo judeo-cristiano prima lo teleológico: la historia tiene una finalidad y, por tanto, es un proceso de cambios sucesivos; en el peor de los casos, con retornos a determinados puntos pero en un nivel distinto, es decir, en espiral.
Una de las características de las izquierdas del pasado siglo, hasta los años 70, más o menos, era la fidelidad de sus intelectuales a la idea de progreso: todo marchaba hacia un mundo y una humanidad nuevos y superiores. Eso ha cambiado radicalmente, y las izquierdas han pasado a negar no sólo la idea de progreso, sino la de proceso, como se puede ver en los libros de texto para la educación secundaria.
Como he analizado este asunto largamente en mi libro
La izquierda reaccionaria, voy ahora al último logro publicitario del zapaterismo: la recuperación en un mitin, como consigna de campaña, de una canción del grupo Tequila titulada "Que el tiempo no te cambie". Es algo absolutamente contradictorio con la dialéctica marxista, pero perfectamente coherente con los marxistas españoles reales que hasta la fecha han sido, y de manera muy especial con el ectoplasma zapaterista, que no sólo ha decidido guerracivilizar nuestra vida cotidiana, sino repetir la historia de manera puntual.
Expliqué en LD
hace un tiempo la forma en que Zapatero reiteró, paso a paso, los errores de Azaña en relación con los nacionalistas catalanes, empezando por la promesa prematura de hacer aprobar en las Cortes el estatuto que ellos quisieran. Azaña terminó profundamente arrepentido: comprobó que los nacionalistas catalanes eran insaciables, y hasta apuntó en su diario (aunque atribuyendo la idea a Negrín) que era más fácil negociar con Franco que con ellos.
Ahora, leyendo el
Franco de Pío Moa, reencuentro algunas frases que me ponen los pelos de punta y que vienen a coincidir con situaciones actuales.
"Media nación no se resigna a morir", dijo Gil-Robles en las Cortes, cuando ya se avecinaba la guerra, la "guerra civil a fondo" que pedía Largo Caballero. (Porque Largo Caballero quería una guerra civil). El Pacto del Tinell, que se extendió desde Cataluña al resto de España como orden tácita de apartar al PP de toda decisión importante, reitera el propósito de gobernar sin las derechas, es decir, de construir no un sistema democrático, señalado por la alternancia, sino un régimen, fundado, ahora como entonces, en pactos extorsivos con los nacionalismos catalán y vasco.
"Allí donde el enemigo se presente [...] iremos a aplastarlo", anunció Casares Quiroga, cuyos méritos mayores fueron la aprobación del estatuto de autonomía de Galicia (para eso era galleguista) y su hija, la gran actriz María Casares, que murió insistiendo en que su padre no se había negado a entregar las armas al pueblo en 1936: durante la guerra, al parecer, Casares, apartado de todo cargo de relieve después de haber sido ministro de una u otra cosa, sobre todo de Gobernación, en varios Gobiernos republicanos entre 1931 y 1936, no aplastó a nadie. Me asombra constatar que, en el momento en que escribo este artículo, lo hago desde la media nación que no se resigna a morir, y que hay unos cuantos que, por eso, preferirían verme muerto, aplastado, aunque después posterguen la decisión.
Quiere el zapaterismo ser régimen. Escribe Moa que la aplicación del programa del Frente Popular debía asegurar la conservación del poder. "Que la República no salga nunca más de nuestras manos, que son las manos del pueblo –proclamaba Azaña–. Tenemos la República y nadie nos la arrebatará". Continúo preguntándome por qué tantos políticos de hoy insisten en reivindicar la memoria y, lo que es aún más grave, el modelo de Azaña. Hasta Aznar cayó en ello. Azaña es un político sobrevalorado, de cuyos errores hay que aprender más de lo que él mismo aprendió, y al que en modo alguno hay que imitar. Ni siquiera, desde luego y sobre todo, en lo literario.
Pues bien: Zapatero piensa que sus manos, en las que ahora está el Gobierno, son las manos del pueblo. No es retórica, lo cree realmente, y está dispuesto a que nadie se lo arrebate. No puede ir más allá porque formamos parte de la Unión Europea y nuestros vecinos y socios no están por la labor revolucionaria. Diré más: una parte sustancial de sus votantes creen lo mismo: que el Gobierno en manos de los socialistas zapateristas está en manos del pueblo. Las del PP son, naturalmente, las manos de la burguesía. En esas condiciones nos acercamos a las urnas. Y si ganan estarán varios pasos más cerca de ser régimen.
Uno de los elementos que caracterizan a un régimen es la escasa independencia del Poder Judicial. O, si se prefiere, unas fronteras imprecisas entre los tres poderes. Ya en la II República, Joan Ventosa, catalanista de la Lliga y hombre Cambó, denunció en las Cortes –nos recuerda Moa– "la republicanización de la justicia", orientada a "destruir la independencia judicial, sin la cual no podría existir ni la vida en un Estado democrático ni aun las propias libertades individuales". ¿No fue Alfonso Guerra, en tiempos no muy lejanos, si bien anteriores a Zapatero, quien dijo: "Montesquieu ha muerto"? Y eso que en los Gobiernos socialistas en que Guerra fue vicepresidente no había personajes tan patéticos como Conde Pumpido o Fernández Bermejo, ni asuntos tan sangrantes como el de la ilegalización de ANV, la liberación de De Juana Chaos o el proceso del 11-M.
Las diversas propuestas de reforma de la Constitución que circulan por ahí, entre el PP y UPD, tendrían que recoger mayores garantías para la división de poderes, de modo de asegurar que los partidos políticos parlamentarios no pudieran decidir la composición de los altos tribunales (lo cual nos ahorraría espectáculos tan bochornosos como el del Constitucional frente al Estatut) y que la justicia no se fracccionara territorialmente, como pretenden, y están consiguiendo, los nacionalistas.
¿Sería mucho pedir que al menos una parte de los jueces fuera elegida directamente por los ciudadanos? ¿O que, al menos, el sistema de oposiciones (y la justicia toda) fuese más transparente? Conocemos poco a los diputados y senadores, ignoramos los nombres de la mayoría, elegidos por los partidos para formar en listas cerradas, pero menos aún sabemos de los jueces. Y existe, sin duda, una clase judicial, como existe una clase política. Y en ocasiones no se distingue el límite entre una y otra.
De modo que uno acaba preguntándose si no tendrán razón los que dicen que la historia es circular y se repite indefinidamente. Yo espero que el tiempo nos cambie, pero reconozco que está tardando mucho. Y más tardará si se concede su deseo a los que le cantan a Zapatero la canción de Tequila. Tengo un amigo que siempre pregunta por qué Dios no lo habrá hecho nacer en Canadá o en Australia, y no en un país tan principal como éste.
Pinche aquí para acceder a la página web de HORACIO VÁZQUEZ-RIAL.
vazquez-rial@telefonica.net
  • Ojo, Llamazares por Juan Carlos Girauta
  • A estas alturas de la democracia, gentes organizadas de IU se han permitido convertir a un ciudadano en caricatura para, una vez objetualizado, ponerlo dentro de una señal de tráfico que es el trasunto de una diana. La campaña es una amenaza en toda regla. Trata de amedrentar, aislar y, eventualmente, aterrorizar (es decir, bloquear, anular, anihilar, aniquilar) a Pío Moa.
  • Pío Moa no tiene cargos políticos ni representativos. Escribe libros. Ejercita su libertad de expresión y de opinión. Pero supone un grave problema para progres y nacionalistas, pues esos libros se venden por centenares de miles, aportan copiosa información en muchos casos inédita, denuncian los esquemas de la historiografía marxista (reconocida o no como tal) y beben en las fuentes de los denunciados, partidos totalitarios y golpistas de los años treinta. Partidos cuyas siglas perviven y cuyas ignominias de antaño intentan sus actuales gestores vendernos hogaño como glorias democráticas.
  • Bien. Pío Moa ya está dentro de una diana implícita. Una señal de tráfico con toda la redondez de una diana, con todo su rojo sangriento y con todo el obsceno uso del nombre del maldito. Y ya están ahí los pareados de parvulario con su nombre y apellido. De parvulario soviético. ¿Y ahora, qué?
  • Pues ahora pueden suceder varias cosas. Que lleguen a los jueces unas cuantas denuncias o querellas, o una sola acción judicial con decenas o centenares de denunciantes. Jamás se le condenará, y eso lo saben muy bien los neoestalinistas. No les importa porque la campaña no persigue, como se ha dicho, encarcelarle. Nadie ignora que eso es imposible. El fin es otro.
  • El fin es destruirle personalmente, excitar el odio contra él en una masa cuyos componentes, por supuesto, no se tomarán la molestia de leer a Moa. El fin es la muerte civil del hombre que tras largo y concienzudo trabajo ha acabado con el monopolio progre de la interpretación de la Segunda República y de la Guerra Civil.
  • Interpretación que apenas merecía el calificativo de histórica, pues había devenido pura y simple prolongación –discretamente actualizada– de la propaganda del Comintern. Cansina repetición de consignas, tópicos y hechos sin contrastar a través de las décadas.
  • Hay otra posibilidad. Que las fieras que azuza la izquierda española actúen de acuerdo con el mensaje subyacente de esa señal que contiene la caricatura de Moa, y acaben de convertir en objeto al objeto mediante el atentado personal. No sé si Llamazares se da cuenta de la responsabilidad en que puede estar incurriendo su formación.
    Juan Carlos Girauta es uno de los autores del blog Heterodoxias.net.