sábado, noviembre 20, 2010

La autoridad moral de Tolstoi

Cultural de ABC
Las epopeyas y la literatura de nuestro mundo clásico fueron obras de auténticos maestros: hombres que poseían una «autoridad moral». No escribían para entretener a un pueblo ocioso y aburrido, sino para comunicar a sus lectores una experiencia de la vida.
Presentar un debate sobre el Escritor como Autoridad Moral sería un acontecimiento en este centenario de Tolstói, porque nadie parece saber ya lo que eso significa. Ahí estamos los escritores, orgullosos de nuestros premios o nuestras cifras de venta. ¿Qué significamos para la fe de los hombres? ¿Qué valores proponemos a la sociedad? ¿Qué somos más que vendedores de historias de papel?

Un novelista sin fe en la ficción

Aniversario de la bestia.
La escritura, en particular la literaria, es francamente nociva para mí desde un punto de vista moral", escribe Tolstói en su (alarmante) diario de vejez. En la misma entrada confiesa haber sucumbido a un deseo de gloria mientras escribía Amo y criado; por suerte, añade enseguida, ya ha "comenzado a despertar moralmente". Era el 18 de marzo de 1895. A Tolstói le quedaban quince largos años de vida durante los cuales siguió despertando moralmente, lo cual equivalía a escribir menos ficción y a despreciarla -y despreciarse- cada vez que la escribía. Tiene que ser una de las grandes paradojas del arte que en esos años de descreimiento artístico, de total escepticismo sobre el poder de la ficción, saliera de su pluma una de las grandes ficciones de todos los tiempos: Hadjí Murat.

martes, noviembre 16, 2010

Mente que divaga, mente infeliz

El pensamiento errático tiene el honor de ser el responsable de grandes descubrimientos como la ley de la gravedad de Newton. Todos hemos experimentado alguna vez las bondades de dejar divagar a nuestra mente: la palabra en la punta de la lengua, dónde dejamos el destornillador, el apellido de un viejo amigo... Pero el precio que estamos pagando por pensar en lugar de centrarnos en lo que estamos haciendo podría ser alto. Ni más ni menos que la felicidad.

El cerebro es una especie de 'super ordenador', de funcionamiento complejo, del cual conocemos sólo una pequeña parte. Sabemos que tiene actividad consciente e inconsciente, ambas de igual importancia ya que permiten realizar acciones complejas a la vez y de forma fluida; y que es capaz de pensar en el menú de la cena mientras atendemos una llamada de trabajo, todo un logro evolutivo.

Esta capacidad de divagación "parece ser el modo operativo por defecto del cerebro", explican Matthew Killingsworth y Daniel Gilbert, de la Universidad de Harvard (Cambridge, EEUU), en las páginas de la revista 'Science'. Sin ella, ciertas situaciones serían terriblemente aburridas, como conducir durante horas, tomar el sol o correr. Pero parece que 'abusamos' un poco de este recurso.

Killingsworth y Gilbert, movidos por las enseñanzas de varias corrientes religiosas y espirituales que promulgan que la felicidad está en el 'carpe diem', se preguntaron si el famoso aforismo acuñado por el poeta Horacio escondía la clave de una vida feliz. Si centrarse en el 'ahora mismo' y dejar a un lado el pasado y el futuro es bueno para la salud emocional.

Sexo, reducto de paz

Gracias a una aplicación para el iPhone -que demuestra que este dispositivo sirve para muchas más cosas que para comunicarse- desarrollada por ellos mismos, los autores pudieron preguntar a miles de personas qué hacían y pensaban en varios momentos del día y a tiempo real. Para este estudio, analizaron los datos obtenidas a partir de 2.250 adultos representativos de las principales actividades laborales del mercado.

Pero, fuera lo que fuera lo que hacía cada uno de ellos, sus mentes se dedicaban a divagar una media del 46,9% de las horas de vigilia. Así que, "nuestra vida mental está dominada en un grado destacable por el no-presente", señala Killingsworth, que estudia Psicología en la prestigiosa universidad americana. Cuando menos nos invaden estos pensamientos es durante la actividad sexual, el ejercicio o en una conversación.

En esos instantes en los que los participantes se ceñían a lo que estaban haciendo, es cuando eran más felices. Este fenómeno era cierto incluso cuando la actividad realizada no era especialmente entretenida e independientemente de si los pensamientos versaban sobre temas placenteros, neutros o negativos, aunque estos últimos eran los de peores consecuencias. Divagar, 'per se', era una fuente de infelicidad.

"El pensamiento errático es una excelente forma de predecir la felicidad de la gente", subraya Killingsworth. "De hecho, la frecuencia con la que nuestras mentes abandonan el presente y hacia dónde tienden a ir es mejor factor predictivo que las actividades en las que estamos inmiscuidos", añade.

sábado, noviembre 13, 2010

Berlanga según Santiago Navajas

En el 2006 tuve la oportunidad de estrechar la mano de don Luis García Berlanga.

Participaba el cineasta, dentro del Congreso de Historia del Cine, como testigo de las que fueron lasConversacionesdeSalamancade hace cincuenta años. Fue un placer escuchar de nuevo al viejo e insobornable director valenciano. De talante individualista y escéptico, nos contó cómo había conseguido burlar con humor y astucia la doble censura que en la España de la post guerra asolaba el panorama cinematográfico español: la franquista, claro, y ¡la comunista! Inmediatamente después de su intervención tuvo que torear el aquelarre comunista que algunos de los asistentes al Congreso, profesores universitarios de rancias querencias en la extrema izquierda, le organizaron. Mi admiración por el viejo Maestro alcanzó niveles galácticos.
Tras las divertidas e informativas charlas de Manuel Rabanal y Eduardo Ducay intervinieron Luis García Berlanga y el crítico Miguel Rubio. Luis García Berlanga estuvo como siempre: dicharachero, ocurrente y entrañable. Contó que fue a Salamanca con Fernán Gómez. Se perdieron y pararon en un pueblecito. Se bajó Fernán Gómez y a voz en grito se dirigió a los allí presentes al grito de "¡Oye, cazurros!" Y claro, los cazurros que no estaban habituados a los modales extremos del actor casi los linchan.
Pero también allí, en la misma filmoteca y delante de nuestras narices, tuvo lugar un intento de linchamiento cuando García Berlanga insinuó que la reunión de Salamanca había sido organizada por los comunistas. En la sala de la filmoteca comenzaron los resoplidos contra él. Posteriormente el crítico Miguel Rubio denominó la dominación cultural de los comunistas en aquel periodo franquista como "una dictadura dentro de una dictadura" Los resoplidos se convirtieron en bufidos de algún cazurro académico. En el turno de intervenciones del público, los bufidos se convirtieron en gritos de los que protestaban de la "mancha" que se intentaba echar sobre el glorioso pasado de los comunistas, los únicos que hacían algo contra Franco.
Berlanga hizo ver, de nuevo genial y demostrando una rapidez mental increíble y una ironía a prueba de zarpazos, que en realidad su adscripción de la responsabilidad de la reunión de Salamanca a los comunistas era un piropo, y una crítica implícita a los socialistas que no hacían nada, al menos en la Universidad. El historiador Perucha, que presidía la mesa, fue más lejos y caracterizó a la participación comunista como "conspiración" y de estar dirigida desde la Komintern. Además Bardem, que fue la cabeza visible del célebre diagnósticodeloscincopuntosfue duramente criticado por sus modos estalinistas y sus ansias de gloria (soñaba, como buen antiamericano, por conseguir el Oscar)
Posteriormente Berlanga relató cómo la mafia comunista que actuaba dentro del franquismo, la dictadura dentro de la dictadura, le impidió trabajar durante seis años en España, saboteando sus proyectos, además de someterlo a un acoso terrible, llegando a influir en los responsable del Festival de Cannes que le dieron literalmente la espalda cuando Berlanga se dirigía a ellos para saludarlos.
Luis García Berlanga ha muerto pero su cine sigue tan vigente como cuando se estrenó. Pude hace un par de años comprobar cómo estudiantes de diecitantos años se partían de risas en una proyección de "El verdugo". Dentro de la Santísima Trinidad de cineastas españoles Luis Buñuel es el Padre, Luis García Berlanga es el Hijo y Víctor Erice es el Espíritu Santo. Afortunadamente Pedro Almodovar ha recogido el testigo de los tres, en diferente medida, y es por eso, por haberse subido a los hombros de esos tres gigantes, que él mismo es grande.
Enamorado de su sentimentalismo cero y su sensibilidad infinita, de su humor corrosivo que dejaba intacta una esencia de ternura y compasión por el sufriente animal humano me permito decir:

Luis García Berlanga ha muerto. ¡Viva el cine!

jueves, septiembre 30, 2010

Panikkar

Me entero hoy, un mes mas tarde, de la muerte de Don Raimon. Falleció a media tarde del 26 de agosto, en su casa del pueblo barcelonés de Tavertet, el escritor y filósofo Raimon Panikkar a los 91 años de edad, según informó la Fundación Vivarium.

Nació en Barcelona en 1918, hijo de un industrial indio y de madre catalana. Panikkar es un título nobiliario del sur de India y Raimon utilizaba el nombre indio, mientras su hermano Salvador, también filósofo, optó por el más castellano Pániker. Ligado en los últimos años a la ciudad que le vio nacer, su figura humana e intelectual dejó una indudable impronta, tal como recordó ayer el alcalde la Ciudad Condal, Jordi hereu, quien afirmó que el fallecido hizo del diálogo "la esencia de su vida y la manera de relacionarse con los otros". Ordenado sacerdote en 1946, a lo largo de su vida Panikkar publicó más de ochenta libros en los que defendió siempre el diálogo entre personas y religiones. Las diferentes religiones de sus padres, así como el hecho de haber vivido también en Roma, Estados Unidos y la India, favorecieron su mensaje tolerante y su defensa de la paz y el consenso. Enamorado de la India, nunca perdió el contacto con el país asiático desde que en 1955 lo visitase por primera vez. "Me fui cristiano, me descubrí hindú y vuelvo budista, sin haber dejado de ser cristiano", solía decir el filósofo en una aplicación práctica de su defensa de la convivencia entre religiones. Doctor en Filosofía, Química y Teología (Roma), enseñó en las universidades de Madrid, Montreal, Varanasi, Bangalore y Santa Barbara. Después de su ordenamiento, entró en el Opus Dei, aunque después lo abandonara. Después de su estancia en la India, marchó a Latinoamérica para impartir cursos sobre filosofía y religiones de India. Su periplo prosiguió en Roma, donde fue nombrado "Libero" docente, y Harvard, donde en 1966 fue nombrado profesor de la Harvard Divinity School, pasando 20 años a caballo entre los Estados Unidos e India. Entre 1971 y 1978 impartió clases de estudios religiosos en la Universidad de California, que más tarde creó un galardón con su nombre con el que cada año se premia al mejor estudiante en filosofía de las religiones. En 1987 volvió a Catalunya y se instaló en Tavertet, donde ha permanecido hasta su muerte. Nunca quiso confirmar que fuera corresponsal y consejero del papa Ratzinger. Entre sus complicidades, destaca su amistad con Jürgen Habermas y Hans Küng. La labor de Panikkar fue reconocida, entre otros, con el Premio Español de Literatura en 1961 y con la Creu de Sant Jordi de la Generalitat en 1999. Asimismo, el Ayuntamiento barcelonés le concedió en marzo de 2009 la Medalla d'Or al Mèrit Cultural durante la clausura del programa Barcelona Diàleg Intercultural. Su trabajo fue galardonado también en el extranjero: el año 2000 recibió el título de 'Chevalier des Arts et des Letres' de manos del Gobierno francés, y en 2001 fue el Gobierno italiano quien le otorgó la Medalla de la Presidencia de la Republica Italiana. Autor de 80 libros, Panikkar ostentaba la presidencia de la organización no gubernamental Inodep (París), del Center for Crosscultural Religious Studies (California), fundador y presidente de Vivarium, una fundación dedicada a promover el diálogo intercultural, del Centre d"Estudis Interculturals de Catalunya, de la Sociedad Española de las Religiones (Madrid), y era miembro del Institut Internacional de Philosophie (París) y del Tribunal Permanente de Pueblos (Roma), entre otras organizaciones. Entre sus publicaciones cabe destacar: "Invisible Harmony" (1955); "Il "daimon" delle politica" (1955); "The Vedic Experience" (1977); "The Intra-religious Dialogue" (1978) y "Myth, Faith an the Hermeneutics" (1979); "Der Wahrheit eine Wohnung bereiten" (1991). En castellano ha publicado, entre otras, "La trinidad y la experiencia religiosa" (1989); "El Cristo desconocido del hinduismo" (1994), "Ecosofía" (1994), "El silencio de Buddha. Una introducción al ateísmo religioso" (1996), "La experiencia trantropocósmica". "Filosofía y Mística". "Invitación a la Sabiduría"."La plenitud del hombre". "Elogío a la sencillez" (1993) o "La experiencia religiosa de la India" (1997).

Sergio Vila-Sanjuán: Siempre me pareció fascinante el que dos de las mayores figuras del pensamiento catalán - y español-contemporáneo fueran hermanos, y cuando supe que llevaban veinte años prácticamente sin hablarse, mi interés por su relación se acrecentó. A lo largo de los años había tratado a menudo a Salvador Pániker, el más joven de los dos, figura de la escena cultural y editorial barcelonesa, cuyo libro Aproximación al origen,defensor de una visión retroprogresiva, que mira a la vez al origen y al futuro, me había impresionado mucho.
Por otra parte, mientras cursaba un máster en EE. UU., había constatado el prestigio de Raimon Panikkar en los ámbitos teológicos y sociológicos internacionales, yel propio Peter Berger me había hablado con admiración de su trabajo de síntesis entre cristianismo e hinduismo. A mi vuelta de Boston en 1992 fui a visitar a Raimon al nido de águilas de Tavertet, donde se había instalado, y aunque su filosofía me convencía menos que la de su hermano, me impresionaron su vivacidad y su magnetismo.
A Raimon y Salvador, las circunstancias familiares, pero también las discrepancias intelectuales, les habían separado. Me costó un año y medio de gestiones de alta diplomacia convencerles para que protagonizaran un reencuentro que a la vez fuera un debate. Mediaron a favor Agustín Pániker, hijo de Salvador y editor de Kairós, y Jordi Pigem, próximo a ambos. Finalmente accedieron a verse en un punto intermedio, y este fue un "no lugar", un hotel de Vic neutro y anodino, sin el sabor y el carácter cultural que caracteriza a sus respectivas residencias.
¿De qué hablaron? De la conciliación entre Oriente y Occidente, a través de una perspectiva que no fuera monocultural; de la crisis del capitalismo, evidente y definitiva para Raimon, matizable y hasta superable para Salvador; de los valores universales y de los que no pueden serlo; de las Iglesias - Raimon seguía siendo sacerdote, aunque sin duda muy a su manera; Salvador abogaba por una "religión a la carta"-…Intentaron honestamente entenderse aquella mañana y también se lanzaron más de una pulla: Salvador reprochó a Raimon su "postura demagógica" en la denuncia de la ciencia, y Raimon a Salvador su "fe supersticiosa" en ella… Hubo una conclusión: "Raimundo y yo somos homo religiosus,cada cual a su manera" (Salvador dixit). El extracto de la conversación, ilustrado con magníficas fotos de Pedro Madueño, apareció en el suplemento Libro de La Vanguardia del 28 de abril del 2000. Tras transcribirla me reafirmé en que, como ocurre con los Mann o los Machado, el pensamiento de los Pániker es en cierta forma complementario, y desde luego más comprensible cuando se aborda en clave de familia.
Raimon Panikkar. 90 años entre Oriente y Occidente (Jordi Pigem - Cultura/s LaVanguardia)
Raimon Panikkar nació en Sarrià en 1918, en la noche del 2 al 3 de noviembre. "Nací precisamente a las doce de la noche", repitió cuando lo visité hace unos días. No sorprende que naciera a caballo entre dos fechas un hombre que iba a profundizar en disciplinas, culturas y tradiciones tan diversas que cabe decir que ha vivido varias vidas en una.
Al ser preguntado por su edad, Panikkar suele afirmar que tiene seis mil años, pues se siente plenamente heredero de loa acaecido en la historia. Goethe escribió que vive en la oscuridad quien no es consciente de los últimos tres milenios; Panikkar ha ido tres milenios más lejos para intentar abrazar al máximo el conjunto de la aventura humana sobre la Tierra. Ello le ha llevado a ser peregrino en las orillas del Ganges y catedrático en California; a obtener doctorados en Filosofía, en Ciencias y en Teología; a sumergirse en lenguas clásicas como el sánscrito, el griego y el latín; a escribir y a dar conferencias inspiradoras en inglés, alemán y francés, además del catalán materno y el español que hablaba con su padre, y a publicar cincuenta y siete libros de enorme rigor intelectual que cuentan con ediciones en más de una docena de idiomas. Existen tesis doctorales sobre Raimon Panikkar en diversas lenguas románicas así como en inglés, en alemán e incluso en chino.
Octavio Paz se refería a Panikkar en estos términos en "Vislumbres de la India": "Imposible no recordar a un catalán hindú, a un tiempo teólogo y ave viajera en todos los climas, de Benarés a Santa Bárbara". A continuación lo describía como "hombre de inteligencia eléctrica". Y es cierto. Los razonamientos e intuiciones de Panikkar a menudo se despliegan como relámpagos, uniendo en su luminoso zigzag temas e ideas que parecían inconexos. Sus dotes como orador también han sido excepcionales: maestro de la palabra y del silencio, capaz de hacer confluir las preguntas dispares de un auditorio en un río que da de beber a todos, con una memoria rebosante de citas precisas en nueve lenguas y de anécdotas injundiosas de todas las culturas.
Su pensar mandálico contrasta con el pensar lineal al que estamos más acostumbrados, pero es pertinente para una época en la que incluso la ciencia deja atrás las fórmulas simples y las dinámicas lineales. Panikkar considera que "la identidad humana es transcultural y no puede tener por tanto un único punto de referencia", y que una cultura no puede conocerse a fondo hasta que aprendemos a ver la vida con sus ojos y a oír cómo habla el mundo en su lengua. De ahí lo que el actual arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, ha elogiado como "el pluralismo cultural radical" de Panikkar: cada cultura es una fuente válida de conocimiento.
Hijo de madre catalana y católica y de padre indio e hindú, desde su infancia Raimon Panikkar se sintió impulsado a armonizar las dos tradiciones que convivían en su casa. Su madre, Carme Alemany, hija de una familia de la alta burguesía, fue una mujer culta y de ideas claras, asidua de las tertulias que Carles Riba lideraba en Viladrau. El padre, Ramun Paniker, originario de Kerala, había ido a Inglaterra a estudiar ingeniería química y al estallar la Guerra Europea se estableció en Barcelona. Ramun introdujo a Raimon en los fundamentos de la cultura india y prosperó en la industria de la piel hasta su muerte en 1954. A finales de aquel mismo año Raimon Panikkar marchó a la India.
Panikkar fue ordenado sacerdote en 1946 y lleva décadas adscrito a la diócesis india de Benarés. "Sigo creyendo en el sacerdocio, pero no en la Iglesia actual", afirma preocupado. Su estancia en India fue transformadora: "Marché cristiano, me descubrí hindú y vuelvo budista, sin haber dejado de ser cristiano". De hecho, Panikkar se declara simultáneamente cristiano, hindú, budista y secular, no en el sentido de un sincretismo o mestizaje sino como miembro de pleno derecho de cada una de estas tradiciones religiosas y de la tradición secular moderna.
Carme Alemany, amante de la música y de las artes, también era amante de la libertad. Jordi Pujol recuerda afectuosamente la visita que ella y Raimon Panikkar le hicieron en los años sesenta cuando estaba encarcelado en Zaragoza. Es también a partir de los años sesenta cuando el autor que hasta entonces era conocido como Raimundo Pániker empieza a firmar Raimon Panikkar, nombre y apellido más fieles a su doble raíz catalana y malayalam (lengua dravídica con treinta y seis millones de hablantes). Panikkar es un apellido relativamente común en el Estado indio de Kerala. Se transcribe de diversos modos en lenguas occidentales (como Paniker y Panickar), pero Panikkar parece la transcripción más precisa del nombre original. Entre los Panikkar famosos destaca en el siglo XIV Rama Panikkar, poeta que representa para la literatura en malayalam algo semejante a lo que Ramon Llull para las letras catalanas. Raimon Panikkar, por su parte, guarda también ciertos paralelismos con Llull. Los dos filósofos más radicalmente innovadores, prolíficos e internacionalmente reconocidos entre los surgidos del ámbito cultural catalán han sido ambos viajeros infatigables y visionarios multilingües, especialmente dedicados al encuentro entre culturas. No sorprende que Panikkar prologara la edición alemana del "Llibre del gentil e dels tres savis", la bella obra en la que Llull hace dialogar a las religiones judía, cristiana y musulmana.
Hace ahora veinte años, el 15 de octubre de 1988, Panikkar constituyó en Tavertet (Osona) la Fundació Vivarium, centro de estudios interculturales que ahora se encarga de administrar su legado. La enorme biblioteca intercultural de Panikkar, miles de volúmenes que durante dos décadas han respirado el aire del Collsacabra, será acogida en la Universitat de Girona gracias a la mediación del profesor Josep-Maria Terricabras, quien apadrinó a Panikkar el pasado 28 de abril cuando dicha universidad le concedió el título de doctor honoris causa. También hace veinte años desde que Panikkar impartió en Edimburgo las "Gifford Lectures", prestigiosa serie de conferencias que en su día pronunciaron William James, Bergson, Whitehead y Hannan Arendt. Panikkar ha estado revisando y puliendo durante dos décadas el texto que preparó para aquella ocasión, "The Rhythm of Being", testamento intelectual que verá la luz dentro de los dieciocho volúmenes de su "Opera Omnia".
En sintonía con diversas tradiciones de Oriente y Occidente, Panikkar a menudo ha descrito la realidad a partir de tríadas y estructuras triples. Y ha mostrado una especial predilección por la triple tríada: el nueve. Es común que sus artículos y conferencias se estructuren alrededor de nueve puntos clave. Ahora, cumplidas nueve décadas, su obra está completa.
- Metafísico y teólogo (Salvador Pániker).
Mi hermano Raimon y yo hemos discrepado en bastantes ocasiones -empezando por el apellido, Panikkar frente a Pániker-, pero nuestras diferencias han sido siempre desde el cariño y el respeto mutuo. Y bien mirado, intelectualmente hablando, puede que sea más lo que nos une que lo que nos separa.
Veamos. De entrada, mi hermano es un genuino metafísico, es decir, alguien capaz de asombrarse radicalmente frente a las cosas. Abundan poco los animales metafísicos, lo cual genera una cierta incomunicación entre ellos y los demás. En segundo lugar, mi hermano es un verdadero teólogo, es decir, un teólogo apofático. Un Dios que no sea ausente es un simple ídolo, escribe Raimon. En efecto, la misma palabra Dios -tan sobada y descastada- ya es un ídolo. Mi hermano se declara, a la vez, cristiano, hinduista y budista. Una manera de reconocer que nuestra identidad es siempre múltiple. Así, desde el cristianismo, Raimon pone el énfasis en la noción teológica de Trinidad para escapar el absolutismo piramidal monoteísta. En tanto que hinduista asume la doctrina de la no-dualidad ("advaita"), y confiesa que Jesucristo es para él su "Ishta Devata", algo así como su "dios favorito", el aspecto bajo el cual cada hindú elige representarse lo divino. En tanto que budista, explica que tampoco le es ajena la experiencia catártica del ateísmo. Añadiré que mi hermano ha recogido también la influencia jainista, y de ahí su profesión de la "anekantavada", doctrina del no-absolutismo, una actitud que constata que la realidad no se deja englobar bajo una sola perspectiva. No existen verdades absolutas ni teorías definitivas. Filosofía de la relatividad y el pluralismo. Finalmente, recordaré que mi hermano reivindica los tres ojos del conocimiento, el sensorial, el racional y el místico, para obtener una visión completa de lo real.
Pues bien, todo esto define al Raimon Panikkar del cual me siento próximo y cómplice, un genuino metafísico, un teólogo que sustituye la sustancia por la relación, un hombre que trata de vivir sin miedo.
Autorretrato de RAIMON PANIKKAR No puedo escribir sobre mí mismo. En primer lugar, por que no soy capaz. Ni siquiera tengo una lengua propia. En segundo lugar, soy demasiado consciente de que, si lo intentara, el yo acerca del cual escribiría no sería el yo que soy, puesto que soy un sujeto y no un objeto. En tercer lugar, escribir sobre aspiraciones y decisiones es como hacer proyectos. Puede ser interesante para los amigos o para las personas con las que tengo una relación personal, pero su interés se limita a este ámbito. Y sin embargo escribo. No sobre mí mismo, sino que me escribo a mí mismo. Todo aquello que escribo es, al menos, una parte de mi yo. Todo lo que escribo es autobiográfico. Sólo pongo por escrito pensamientos que yo mismo he pensado como palabras. Yo mismo soy aquello de que escribo y escribo como alguien que habla. Soy especialmente sensible a dejar que la palabra hable, a permitir que el lenguaje se desarrolle a sí mismo. El yo que también reside en el lenguaje (y que es diferente del ego), habla y se revela a sí mismo en la medida en que dice lo que ha de decir. Por eso el yo no se expresa completamente, y el proceso de devenir lenguaje no se produce automáticamente. El yo tiene necesidad de mí como de un mediador necesario. Soy un elemento activo de esta revelación; gran parte depende de mi transparencia, además de mi atención y otros factores. Recuerdo un ideal: cada párrafo que escribo, cada frase, debería reflejar, en la medida de lo posible, toda mi vida y ser expresión de mi ser. Se debería reconocer mi vida entera en una sola frase, del mismo modo que puede reconstruirse el esqueleto completo de un animal prehistórico a partir de un solo hueso.

martes, septiembre 28, 2010

Meister Eckhart

“Y digo además que todo sufrimiento proviene del amor por aquello de lo que nos ha privado el perjuicio. Si lo que me hace sufrir es un perjuicio por cosas exteriores, eso es un signo inequívoco de que de verdad me gustan las cosas exteriores y de que de verdad me gustan el sufrimiento y el desconsuelo. ¿Y qué tiene entonces de extraño que sufra si me gustan el sufrimiento y el desconsuelo?…En realidad, a a Dios y al mundo entero les resulta imposible hacer que el hombre encuentre el consuelo verdadero cuando busca consuelo en las criaturas"

martes, junio 15, 2010

La ultima cima

Trailer Película "La última cima" YA EN + 60 SALAS DE TODA ESPAÑA from infinitomasuno.org on Vimeo.

La iglesia debería mostrarse mas de este modo. No beatificando a oscuras a gente de hace mil años. Tres documentales así y los seminarios llenos. Nada oscuro. Todo lleno de vida corriente y conceptos simples. Pero cargados de transcendencia.
Una lastima ver como este hombre, Pablo Domínguez Prieto, joven decano de la Facultad de Teología de San Dámaso de Madrid, un genio espiritual, permaneció en el anonimato para el gran publico. La sinopsis del documental la escribió un enemigo: Pablo, sacerdote, sabía que iba a morir joven y deseaba hacerlo en la montaña. ¡Deduces que el pobre estaba terminal y que fué al monte a matarse!. Así tratan el producto.
La foto del cura asesinado en el 36 que comentaba Pablo es un descubrimiento. Los dos amiguetes de Pablo que recuerdan al cura confesando eran muy simpáticos (Padre, maté a mi madre. Muy bien hijo, muy bien. Sigue.). La anécdota de los anarquistas que le publicaron el libro y le acompañaron en la Feria del Libro durante la firma, todos melenudos y él de sotana, fué tronchante. ¡Ellos parecian los desubicados!. La sala estaba llena de abuelos y lloraban.

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lunes, junio 07, 2010

Kluge

Gary Marcus -- home page
How much would you pay to have a small memory chip implanted in your brain if that chip would double the capacity of your short-term memory? Or guarantee that you would never again forget a face or a name?
There’s good reason to consider such offers. Although our memories are sometimes spectacular — we are very good at recognizing photos, for example — our memory capacities are often disappointing. Faulty memories have been known to lead to erroneous eyewitness testimony (and false imprisonment), to marital friction (in the form of overlooked anniversaries) and even death (sky divers have been known to forget to pull their ripcords — accounting, by one estimate, for approximately 6 percent of sky-diving fatalities). The dubious dynamics of memory leave us vulnerable to the predations of spin doctors (because a phrase like “death tax” automatically brings to mind a different set of associations than “estate tax”), the pitfalls of stereotyping (in which easily accessible memories wash out less common counterexamples) and what the psychologist Timothy Wilson calls “mental contamination.” To the extent that we frequently can’t separate relevant information from irrelevant information, memory is often the culprit.
All this becomes even more poignant when you compare our memories to those of the average laptop. Whereas it takes the average human child weeks or even months or years to memorize something as simple as a multiplication table, any modern computer can memorize any table in an instant — and never forget it. Why can’t we do the same?
Much of the difference lies in the basic organization of memory. Computers organize everything they store according to physical or logical locations, with each bit stored in a specific place according to some sort of master map, but we have no idea where anything in our brains is stored. We retrieve information not by knowing where it is but by using cues or clues that hint at what we are looking for.
In the best-case situation, this process works well: the particular memory we need just “pops” into our minds, automatically and effortlessly. The catch, however, is that our memories can easily get confused, especially when a given set of cues points to more than one memory. What we remember at any given moment depends heavily on the accidents of which bits of mental flotsam and jetsam happen to be active at that instant. Our mood, our environment, even our posture can all influence our delicate memories. To take but one example, studies suggest that if you learn a word while you happen to be slouching, you’ll be better able to remember that word at a later time if you are slouching than if you happen to be standing upright.
And it’s not just humans. Cue-driven memory with all its idiosyncrasies has been found in just about every creature ever studied, from snails to flies, spiders, rats and monkeys. As a product of evolution, it is what engineers might call a kluge, a system that is clumsy and inelegant but a lot better than nothing.
If we dared, could we use the resources of modern science to improve human memory? Quite possibly, yes. A team of Toronto researchers, for example, has shown how a technique known as deep-brain stimulation can make small but measurable improvements by using electrical stimulation to drive the cue-driven circuits we already have.
But techniques like that can only take us so far. They can make memories more accessible but not necessarily more reliable, and the improvements are most likely to be only incremental. Making our memories both more accessible and more reliable would require something else, perhaps a system modeled on Google, which combines cue-driven promptings similar to human memory with the location-addressability of computers.
However difficult the practicalities, there’s no reason in principle why a future generation of neural prostheticists couldn’t pick up where nature left off, incorporating Google-like master maps into neural implants. This in turn would allow us to search our own memories — not just those on the Web — with something like the efficiency and reliability of a computer search engine.
Would this turn us into computers? Not at all. A neural implant equipped with a master memory map wouldn’t impair our capacity to think, or to feel, to love or to laugh; it wouldn’t change the nature of what we chose to remember; and it wouldn’t necessarily even expand the sheer size of our memory banks. But then again our problem has never been how much information we could store in our memories; it’s always been in getting that information back out — which is precisely where taking a clue from computer memory could help.
Gary Marcus, professor of psychology at New York University, is the author of “Kluge: The Haphazard Construction of the Human Mind.”

martes, junio 01, 2010

Permanecer en la provincia, en Martin H

En 1933 se ofreció a Heidegger por segunda vez una cátedra en la Universidad de Berlín, pero decidió quedarse en la pequeña Friburgo. Para justificar tal decisión escribió el texto cuya traducción ofrecemos. Este artículo de Heidegger apareció en 1934 en una obscura hoja periodística de provincia y no se volvió a publicar hasta los años 60.
En una abrupta cuesta de un amplio y alto valle de la Selva Negra, se levanta un pequeño refugio de esquiadores a 1.150 metros de altura sobre el nivel del mar. Su planta mide de seis a siete metros. El bajo techo recubre tres cuartos: la cocina, el dormitorio y un gabinete de estudio. En el estrecho fondo del valle y en la ladera opuesta, igualmente abrupta, yacen dispersos los cortijos de los campesinos, ámpliamente emplazados, con el gran techo que pende sobre ellos. Cuesta arriba se extienden las praderas y las dehesas hasta el bosque con sus viejos, enhiestos y oscuros abetos. Todo lo domina un claro cielo soleado en cuyo resplandeciente espacio dos azores se elevan trazando círculos.
Éste es mi mundo de trabajo visto con los ojos mirones del huésped o del veraneante. Yo mismo nunca miro realmente el paisaje. Siento su transformación contínua, de día y de noche, en el gran ir i venir de las estaciones. La pesadez de la montaña y la dureza de la roca primitiva, el contenido crecer de los abetos, la gala luminosa y sencilla de los prados florecientes, el murmullo del arroyo de la montaña en la vasta noche del otoño, la austera sencillez de los llanos totalmente recubiertos de nieve, todo esto se apiña y se agolpa y vibra allá arriba a través de la existencia diaria. Y, nuevamente, esto no ocurre en los instantes deseados de una sumesión gozosa o de una compenetración artificial, sino, solamente, cuando la propia existencia se encuentra en su trabajo. Sólo el trabajo abre el ámbito de la realidad de la montaña. La marcha del trabajo permanece hundida en el acontecer del paisaje.
Cuando en la profunda noche del invierno una bronca tormenta de nieve brama sacudiéndose en torno del albergue y oscurece y oculta todo, entonces es la hora propicia de la filosofía. Su preguntar debe entonces tornarse sencillo y esencial. La elaboración de cada pensamiento no puede ser sino ardua y severa. El esfuerzo por acuñar las palabras se parece a la resistencia de los enhiestos abetos contra la tormenta.
Y el trabajo filosófico no transcurre cual la apartada ocupación de un extravagante, sino que tiene una íntima relación con el trabajo de los campesinos. Mi trabajo se asemeja al del joven campesino cuando sube la pendiente remolcando el trineo de la montaña y luego, una vez bien cargado con leños de aya, lo dirije a su cortijo en peligroso descenso; al del pastor cuando con su andar lentamente meditabundo arrea su ganado pendiente arriba; al del campesino cuando en su cuarto dispone en forma adecuada las innumerables tablillas para su techo. Allí arraiga su inmediata pertenencia a los campesinos.
El hombre de la ciudad piensa que "se mezcla con el pueblo" tan pronto condesciende a entablar una larga conversación con un campesino. Por las tardes, cuando durante la pausa del trabajo me siento con los campesinos en torno de la estufa o en la mesa junto al rincón donde está la imagen del Señor, casi nunca hablamos. En silencio fumamos nuestras pipas. Entretanto quizá cruza una palabra. Que el trabajo se termina en el bosque, que en la noche anterior se metió una marta en el gallinero, que posiblemente mañana una vaca parirá, que el campesino Oehmi ha tenido un ataque, que el tiempo pronto "se muda". La íntima pertenencia del propio trabajo a la Selva Negra y a sus moradores viene de un centenario arraigo suabo-alemán a la tierra que nada puede reemplazar.
Al hombre de la ciudad una estadía en el campo, como se dice, a lo más, lo "estimula". Pero la totalidad de mi trabajo está sostenida y guiada por el mundo de estas montañas y sus campesinos. Ahora, mi trabajo allá arriba se ve interrumpido a menudo por largo tiempo debido a gestiones, viajes para dictar conferencias, discusiones y la actividad docente aquí abajo. Pero tan pronto retorno arriba se aglomera, ya desde las primeras horas de estadía en el albergue, todo el mundo de las antiguas preguntas y, por cierto, en el mismo cuño con que las dejé.
Sencillamente, soy trasladado al ritmo propio del trabajo y, en el fondo, no domino en ningún caso su ley oculta. Los hombres de la ciudad se maravillan a menudo de este largo y monótono quedarse solo entre los campesinos y las montañas. Sin embargo esto no es ningún mero quedarse solo; pero sí soledad. En verdad en las grandes ciudades el hombre puede quedarse solo como apenas le es posible en ninguna otra parte. Pero allí nunca puede estar a solas. Pues la auténtica soledad tiene la fuerza primigenia que no nos aísla, sino que arroja la existencia humana total en la extensa vecindad de todas las cosas.
Es posible convertirse en una "celebridad" en un santiamén mediante los periódicos y revistas. Éste es siempre, por cierto, el camino más seguro por el que el querer más auténtico sucumbe al malentendido y llega al olvido profunda y rápidamente.
Por el contrario, la memoria campesina tiene su fidelidad sencilla, segura e incesable. Hace poco le llegó la hora de la muerte a una campesina allá arriba. Ella conversaba conmigo a menudo y de buena gana, y me enseñaba viejas historias del pueblo. En su lenguaje enérgico y lleno de imágenes conservaba todavía muchas palabras viejas y diversas sentencias que habían llegado a ser ininteligibles para los actuales jóvenes del pueblo y, así, han desaparecido del lenguaje vivo. Todavía el año pasado, cuando yo vivía solo semanas enteras en el refugio, esta campesina con sus 83 años, subía a menudo la abrupta cuesta que conduce a él. Quería ver, como decía, si yo todavía estaba allí y si no me había robado de improviso "algún duende". La noche que murió la pasó conversando con sus parientes y, hora y media antes de su fin, envió todavía un saludo al "señor profesor". Tal recuerdo vale incomparablemente más que el más hábil "reportaje" de un periódico de circulación mundial sobre mi pretendida filosofía.
El mundo de la ciudad está en peligro de sucumbir a una falsa creencia corruptora. Una impertinencia muy ruidosa y muy activa y muy delicada parece, a menudo, preocuparse por el mudo y la existencia del campesino. Pero con ello se niega precisamente lo que ahora sólo hace falta: mantener la distancia de la existencia campesina; abandonarla -ahora más que nunca- a su propia ley; ¡fuera las manos!, para no arrastrarla en una falsa habladuría de literatos sobre lo popular y el amor a la tierra. El campesino ni quiere ni necesita en ningún caso esta exagerada amabilidad ciudadana. Lo que ciertamente necesita y quiere es el tacto reservado respecto a su propio ser y a su independencia. Pero muchos de los procedentes de la gran ciudad y de los transeúntes -y no en último término los esquiadores- se comportan a menudo en el pueblo o en la casa del campesino como si se "divirtieran" en sus salones de recreo de la gran ciudad. Tal ajetreo destruye en una noche más de lo que puede fomentar jamás un adocenamiento científico de varios decenios sobre lo popular y las costumbres y usos del pueblo.
Dejemos toda intimidación condescendiente y todo falso culto de lo popular; aprendamos a tomar en serio allá arriba aquella existencia sencilla y dura. Sólo entonces nos podrá volver a decir algo.
Hace poco recibí la segunda llamada de la Universidad de Berlín. En una ocasión semejante me retiro de la ciudad a mi refugio. Escucho lo que dicen las montañas, los bosques y los cortijos. En esto vengo a donde mi viejo amigo, un campesino de 73 años. En los periódicos ha leído sobre el llamado a Berlín. ¿Qué irá a decir? Lentamente desliza la segura mirada de sus claros ojos en los míos, mantiene los labios fuertemente apretados, me coloca su mano fielmente circunspecta sobre el hombro y sacude su cabeza en forma apenas perceptible. Esto quiere decir: ¡irrevocablemente no!
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domingo, mayo 02, 2010

Bloom, lecciones de ensayo. ABC




MICHEL DE MONTAIGNE (1533-1592) Hasta el advenimiento de Shakespeare, Montaigne es la gran figura del Renacimiento europeo, comparable en poder cognitivo y en influencia a Freud, en nuestros días. [...]
La crítica literaria del siglo XVI, dado que se inscribe en lo que bien podría llamarse manifiesto humanista, requiere que la lectura se haga desde un cierto espíritu de «desidealización» afectuosa. Los principales escritores del siglo se encargaron, ellos mismos, de la «desidealización», y si dicha actividad puede considerarse crítica (como en efecto se considera), entonces Montaigne se convierte en el gran crítico del Primer Renacimiento [...]. Decir que los Ensayos de Montaigne son una inmensa obra de crítica literaria es un juicio meramente revisionista, pero sólo en un sentido: ahora creemos que Sigmund Freud, que murió en 1939, parecía ser en 1987 el crítico más importante del siglo XX. La defensa que Montaigne hace del yo es también un análisis del yo y Montaigne parece ser ahora el predecesor no sólo de Emerson y Nietzsche, que reconocieron su valía, sino también de Freud, que no lo hizo. [...]
BLAISE PASCAL (1623-1662) Pascal nunca pierde su capacidad de ofender y, al mismo tiempo, de edificar. [...]
Pascal es, en esencia, un polemista, más que un escritor religioso o meditativo. Sus Pensées no son, en definitiva, menos tendenciosos que las Cartas provinciales. Un polemista cristiano de nuestro tiempo debería buscar a su auténtico antagonista en Freud, pero ninguno lo hace: o bien ignoran a Freud, o bien tratan de apropiarse de él. El Freud de Pascal fue Montaigne, al que no se podía ni evitar ni asumir, y que apenas puede ser refutado. [...]
Lo que resulta perturbador es que Pascal no huye de Montaigne ni lo enmienda: simplemente, lo repite, tal vez inconsciente de su sometimiento hacia el escéptico precursor. Y como el tono de Pascal es polémico, y el de Montaigne es de reflexión y especulación, el margen retórico es diferente. Pascal enfatiza la acción moral, mientras Montaigne se centra en el ser moral. [...]
SAMUEL JOHNSON (1709-1784) El doctor Samuel Johnson es, a juicio de muchos (incluido yo mismo), el mayor crítico de la variopinta Historia de la cultura literaria occidental. En la tradición angloamericana, el único rival que le iguala parece ser William Hazlitt, que tiene algo de la energía, el intelecto y el conocimiento de Johnson, pero carece del amplio abanico de cualidades humanas que tiene Johnson y, simplemente, no es tan sabio. Johnson nos muestra que la crítica, como arte literaria, se vincula al antiguo género de los escritos sapienciales [...].
Johnson nos enseña que la autoridad de la crítica como género literario depende de la sabiduría del crítico como ser humano y no de la corrección, o incorrección, de alguna teoría o praxis. [...]
Johnson, el más grande de los críticos, puede enseñarnos a todos nosotros que la esencia de la poesía es la invención. La invención es el impulso que activa el significado, y Johnson demuestra, de forma implícita, que Shakespeare, incluso más que Homero o que la Biblia, es el autor que más abunda en invención original. [...]
JEAN-JACQUES ROUSSEAU (1712-1778) Van den Berg atribuye a Emilio la invención del tropo de la «maduración» psíquica, asignando a Rousseau la autoría de la adolescencia como tal. Este puede ser, en parte, un irónico tributo de Van den Berg, pero a mí me parece acertado. Antes de Rousseau, ¿dónde encontramos representaciones de la adolescencia? [...]
El gran Rousseau [...] era simplemente un monstruo sagrado, especialmente pernicioso para las mujeres. En cuanto al poder literario de la representación de sí mismo, por la originalidad de su sensibilidad y por la fuerza de la influencia que tuvieron sobre todo lo que vino después, las Confesiones escapan a la comparación con cualquiera de sus posibles rivales de la literatura del siglo XVIII, independientemente de lo que cualquiera de nosotros piense de Rousseau como individuo. [...]
RALPH WALDO EMERSON (1803-1882) Emerson es un crítico experimental, y un ensayista, pero no es un filósofo trascendental. Nunca está de más reafirmar esta verdad obvia y, tal vez, es más necesario que nunca ahora que la crítica literaria está influida en exceso por los franceses, herederos de la tradición alemana de la filosofía trascendental o idealista. Emerson es la mente de nuestro clima, la principal fuente del toque americano en poesía, crítica y postfilosofía pragmática. Esta verdad es menos obvia, pero también es necesario reafirmarla, ahora y siempre. Emerson, en modo alguno el mejor escritor americano, tal vez mejor orador que escritor, es el teórico inevitable de toda la literatura americana posterior a él. Desde su tiempo al nuestro, los autores americanos han seguido su estela, o bien la contraestela que se originó en oposición a él. [...]
FRIEDRICH NIETZSCHE (1844-1900) Origen y propósito deben mantenerse separados, en aras de la vida. Esta firme exhortación constituye el centro de la obra de Nietzsche. Pero ¿pueden de verdad mantenerse separados durante mucho tiempo, en la psicología de cualquier individuo? El punto fuerte de Nietszche es su conocimiento de la psicología; pero lo que él nos pide es, en definitiva, algo que no nos exigiría ningún psicólogo, pues el retorno cíclico del objetivo, o el propósito, al origen, es algo que no puede dejarse de lado, una lección oscura que ya nos enseñaron poetas y especuladores a lo largo de la Historia. Los comienzos suelen tener algo más que prestigio: albergan la ilusión perpetua de la libertad, aunque invadir esa ilusión tenga como consecuencia la muerte.
La enseñanza más importante que obtengo de Nietzsche, cada vez que lo leo, es que el auténtico significado es doloroso y el dolor mismo es el significado. Entre el dolor y el significado se sitúa el recuerdo, un recuerdo de dolor que se convierte en un significado memorable [...].
SIGMUND FREUD (1856-1939) [...] un sueño, por elaborado que sea, no es más que un sustituto de un texto más real, un sustituto interpretativo en realidad y, por lo tanto, especialmente sospechoso.
En la visión freudiana, un sueño es un texto postergado, un comentario inadecuado a un poema que falta. Su argumento es, seguramente, irrelevante: lo que importa es algún elemento que sobresale, alguna imagen que resulta difícil de asociar al texto. Y en este sentido, Freud es el padre legítimo de Lacan y Derrida, con sus deconstrucciones del impulso, excepto en que él, Freud, les hubiera instado a ahondar en los abismos del sueño y no en sus propios textos. [...]
Los sueños, como el psicoanálisis, parodian y simplifican los poemas, si seguimos a Freud al tratar los sueños en términos de su contenido latente, o «significado». Pero los sueños, en su contenido manifiesto, en su argumento y en su imaginería, comparten los elementos poéticos que tienden a desafiar la simplificación y el reduccionismo.
Freud deseaba y necesitaba esta simplificación, porque su búsqueda era científica y terapéutica. Como terapeuta adivinador de sueños está más allá de toda comparación, antigua o moderna, aún más a pesar de su exceso de confianza interpretativa. [...]
ALDOUS HUXLEY (1894-1963) No se puede decir que Aldous Huxley consiguiera llegar a un lugar eminente en el que se haya mantenido, ni como novelista ni como guía espiritual. Sus mejores novelas fueron Danza de sátiros y Contrapunto, que yo disfruté en mi juventud, pero que ahora considero obras de su tiempo, si bien muy elaboradas. Su obra de ficción más famosa, Un mundo feliz, apenas resiste una relectura: su metáfora básica, en la que Henry Ford sustituye a Jesucristo, parece ahora forzada, incluso ingenua. La gran obra de Huxley son sus Ensayos, que incluyen ejemplos soberbios, como «Wordsworth en los trópicos», «La tragedia y toda la verdad» y «Música en la noche». [...]
Los nuevos tiempos siempre están abocados a convertirse en viejos tiempos, y la espiritualidad huxleiana ahora nos parece anticuada. Aldous Huxley era extraordinario como ensayista, pero no como novelista. Y tampoco era un sabio.
JEAN-PAUL SARTRE (1905-1980) El triunfo de Sartre comenzó en 1938, con su primera novela, La náusea. Pero en la actualidad, ¿qué queda de Sartre? Las modas pasan, y el Existencialismo ya no es más que un recuerdo borroso. Las novelas de Sartre, con la posible excepción de La náusea, ya no se leen. Mejor dramaturgo que narrador, sus obras de teatro aún tienen vida: A puerta cerrada se sigue representando, con cierto éxito.
Como pensador político y como moralista Sartre tuvo en tiempos una enorme repercusión, pero aquella supremacía ha decaído. ¿No fue, después de todo, una buena obra de su época, de gran éxito en los años cincuenta y principios de los sesenta, que dejó de ser relevante con el advenimiento de la Contracultura, entre 1967 y 1970?
[...] No hay mucho en la narrativa de Sartre que pueda resistir una comparación con Dostoievsky, con Conrad o Faulkner. Sartre siempre sabe demasiado bien lo que hace, y sus personajes nunca se alejan de él. En este sentido es como Camus, su amigo y rival, que escribió ensayos morales y los llamó «ficción». [...]
No se puede comparar a Sartre con Molière o Racine; él no era un gran dramaturgo. Tal vez debió dedicarse antes a la biografía literaria y a la autobiografía, pero su deseo de alterar las vidas de sus lectores era demasiado fuerte. La suya será sólo una supervivencia parcial, pero Las palabras bastará, por sí misma, para que le recordemos mientras pasamos a otra era.
ALBERT CAMUS (1913-1960) La auténtica influencia que se ve en El extranjero es, a mi juicio, la del Moby-Dick de Melville: Camus sustituye la blancura de la ballena por la del sol. Y Mersault no es un buscador, no es Ahab; Ahab no le hubiera dejado subir a bordo del Pequod. Pero el cosmos de El extranjero es en esencia el cosmos de Moby-Dick, aunque en muchos de sus aspectos externos el de Meursault se haya formado en el terror. [...]
Cuarenta años después de su publicación, La peste (1947) de Camus ha adquirido una especial intensidad en esta era de la nueva peste, de ambigua denominación, que es el SIDA. La peste es una novela tendenciosa, más parcial incluso que El extranjero. Un autor requiere una enorme exuberancia para sostener esa parcialidad; Dostoievsky la tenía, pero Camus no. O bien es un maestro de la evasión, como Kafka, que puede evadirse de sus propias compulsiones, pero Camus es demasiado fácil de interpretar. La comparación más oscura sería con Beckett, cuya trilogía de Molloy, Malone muere y El innombrable contiene ese aire de amenaza y de angustia, metafísica y psicológica, que deja en nada a La peste. [...]
Camus fue un admirable, aunque confundido, moralista, y el heredero legítimo de una larga tradición de lucidez racional. No escribió un Cándido, ni siquiera un Zadig, no consigo recordar ni siquiera un momento de humor en toda su ficción. El extranjero y La peste, como el resto de sus novelas, son grandes obras de su tiempo, reflejo crucial de la moral y las preocupaciones de Francia y de Occidente en los años 40, antes y después de la Liberación de los nazis, poderosas representaciones de una era que tienen su propio uso y justificación, y ofrecen valores que no son estéticos en sí mismos.


De la crítica a la caña por Juan Malpartida.
Este volumen de Harold Bloom reúne diversos ensayos sobre profetas y ensayistas. Aunque el subtítulo reza como El canon del ensayo, no lo es ni lo pretende. De canónico tiene la obsesión de Bloom, ya muy conocida por sus lectores, de jerarquizar y medir. Consiste en textos de distintas épocas a los que el autor ha querido dar alguna unidad, especialmente cronológica. Él mismo dice en una página introductoria que es difícil vincular a un ensayista con otro, «aunque Sartre y Camus eran amigos, hasta que discutieron». Se le cae a uno el alma a los pies al leer una frase así viniendo de un hombre de su cultura. La amistad o enemistad importa en lo biográfico, pero es evidente que ambos escritores son vinculables, al menos en cuanto a las actitudes intelectuales que mantuvieron ante la Historia.
Poética del fragmento. Además de Huxley y Freud, no hay más ensayistas pertenecientes al siglo XX. Por cierto, a Sartre le dedica tres páginas, y no precisamente a sus ensayos, y algunas más a Camus, pero para considerar algo de su narrativa. ¿Cómo justifica esto? Tampoco parece muy acertado que en el capítulo sobre Freud discuta con el libro de Charles Rycroft The Innocence of Dreams.
El mundo de los ensayistas lo empieza con Montaigne. Se deja llevar por su temperamento al recordarnos que el autor de los Ensayos reconoció sólo a dos maestros, Plutarco y Cicerón. No ignora que la mímesis de nuestro primer ensayista tiene el valor de convertirse en una poética del fragmento, además de tomar su propia vida como modelo de observación, opuesto a la idealización que el humanismo había infligido al sujeto.
Hermosa defensa. Hay una observación que revela su modernidad: al igual que Shakesperare, Montaigne «cambia porque escucha lo que él mismo ha dicho». Cervantes, cercano, le parece, igual que a Auerbach, un optimista, y poco problemático en su retrato de la vida cotidiana. Pero yo creía que una de las cosas que nos enseñó Cervantes fue el conflicto con la realidad. Bloom no descubre nada nuevo al señalar la enorme influencia de Montaigne sobre Pascal, y, como hombre religioso, sitúa a éste en la esfera de lo cordial.
Samuel Johnson: «El crítico más grande de la tradición occidental». Bueno, hombre. Su único «rival»: Haz- litt. Creo que Sainte-Beuve le debe de parecer poca cosa, o Baudelaire. Pero en estas páginas hay una hermosa defensa del crítico: «Johnson nos enseña que la autoridad de la crítica como género literario depende de la sabiduría del crítico como ser humano».
Invención de sí mismo. La tradición francesa más o menos reciente ha abogado por la objetividad crítica, y Bloom, apoyado en Johnson, es un defensor de la «subjetividad crítica», concepto valioso que roza lo ambiguo. Además, ve en él al gran lector de Shakesperare. Johnson nos muestra que Shakesperare, con mayor fuerza que los metafísicos y los moralistas barrocos, «inventó nuestra psicología». En cuanto al Johnson de Boswell, Bloom prefiere al que se deduce de su propia obra (porque Johnson es, sobre todo, una «invención de sí mismo»), pero considera que la de Boswell es la mejor biografía que se ha escrito en lengua inglesa.
Entre Montaigne y Freud, el puente es Rousseau en las Confesiones, pero ¿no es un error pensar que Hazlitt es el mejor intérprete del filósofo francés? ¿Y qué ocurre con Starobinski? Enamorado de los poetas, dramaturgos y novelistas, Bloom no perdona a los críticos que idealizan el texto, porque valora la dimensión creativa, fundante, de lo poético y prefiere a los críticos no ideológicos: ni a los norteamericanos apegados a los social studies ni a los europeos que, apoyados en la erudición o las ciencias humanas, hacen de la obra un pretexto para sus elucubraciones. Por eso le gusta Hazlitt, porque es lo opuesto. Aconsejo leer las largas citas que hace de este autor.
Todos los hombres. Emerson: no hay Historia, sólo biografía, con lo cual habría que conocer, a lo Unamuno, a todos los hombres. Claro que el maravilloso Emerson tenía una enorme idea de sí mismo. Ruskin (crítico y profeta) y Shelley, escritores atrapados por la obra de Wordsworth. El trabajo sobre Nietzsche es muy parcial, pero gira sobre la idea del dolor como significado profundo de su obra. Sin embargo, el autor de Más allá del bien y del mal creo que apostó, trágicamente, por la vivacidad. Nos habla de Du Bois, pero no del penetrante crítico francés sino del activista a favor de los negros. El apartado sobre Huxley es tan innecesario como parcial, pero recomiendo el dedicado a Scholem y la Cábala.