martes, septiembre 09, 2008

¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE ISRAEL? VICENÇ VILLATORO

En la edición electrónica de La Vanguardia, de Barcelona, se ofrece a los lectores la posibilidad de votar en diversas encuestas de actualidad. Una de las encuestas pregunta textualmente: «En el conflicto de Oriente Medio, ¿quién cree usted que tiene razón? A) Israel. B) Los palestinos.» En los últimos días, los resultados de la encuesta —oscilantes en semanas anteriores— se han estabilizado en aproximadamente dos tercios a favor de los palestinos y un tercio a favor de Israel. Pero no es éste, a mi modo de ver, el dato más interesante. Esta encuesta aparece al lado de otras muchas, vinculadas a temas próximos y que ocupan grandes espacios en las páginas de actualidad: el terrorismo de ETA, el conflicto del Ulster, Gibraltar, temas de política y sociedad... Entre todos estos temas de encuesta, el que obtiene de largo mayor número de votantes es el que se refiere a Israel y los palestinos. Y las diferencias son más que sustanciales. En la encuesta sobre Próximo Oriente se han emitido aproximadamente 1.200.000 votos. En la que le sigue en número de votos, relacionada con el derecho de autodeterminación de Euskadi, han participado unos 125.000 votantes. Una décima parte. En la que se refiere al futuro de Gibraltar, unos 50.000. En encuestas de temas importantes de política interior o de carácter social, alrededor de 30.000. En cuestiones de política internacional, como el conflicto de Irlanda del Norte o la posibilidad de un bombardeo norteamericano sobre Irak, alrededor de 8.000 votos.
¿Qué tiene de especial el conflicto del Próximo Oriente para conseguir este grado de movilización de la opinión pública, este grado de implicación? ¿Por qué unos ciudadanos que en principio no están directamente implicados en este conflicto sienten la necesidad de conectarse a una encuesta electrónica y manifestar espontáneamente su posición? Y lo hacen, en relación con el conflicto entre Israel y los palestinos, diez veces más que en torno a conflictos próximos y propios, que figuran entre sus principales preocupaciones cotidianas, como es el problema vasco, y cien veces más que en torno a cualquier otro conflicto internacional. Nada parece movilizar tanto, polarizar tanto, implicar tanto a la opinión pública como un conflicto ajeno y complejo, pero ante el cual todo el mundo parece haber tomado partido, todo el mundo parece haber decidido quién tiene y quién no tiene razón. ¿Por qué? Ciertamente, en el Próximo Oriente hay violencia, pero la hay también en otras partes del mundo, y con consecuencias humanas todavía más graves. Ciertamente, en el Próximo Oriente hay situaciones de injusticia, pero seguro que no por encima y probablemente muy por debajo de las que puede haber en otros conflictos. Ciertamente, lo que pasa en el Próximo Oriente nos afecta y nos es cercano, pero eran más cercanos los conflictos balcánico o irlandés y no dieron lugar a la misma implicación. Ciertamente, en el Próximo Oriente parece que choquen civilizaciones, pero también lo puede parecer en Cachemira, en Sri Lanka o en Bosnia.
LA IMAGEN DE ISRAEL Y LA IMAGEN DE LO JUDÍO
Personalmente, tengo la convicción de que lo que tiene de especial el problema del Próximo Oriente, lo que lo diferencia de cualquier otro conflicto, lo que explica el grado de pasión que provoca, es que en él participa el hecho judío. Lo que apasiona no es la zona del planeta: ni la guerra entre Irak e Irán ni la guerra civil libanesa, en lo que tenía de autónoma respecto del conflicto árabe-israelí, suscitaron este grado de implicación. Lo que explica este nivel de pasión es que en el conflicto del Próximo Oriente se proyecta un elemento central y esencial de la cultura occidental a lo largo de casi dos mil años: la relación con lo judío. Para nosotros, para todo el conjunto del mundo occidental —incluida España, a pesar de ser un territorio sin judíos—, el debate sobre lo judío, el antisemitismo, el filojudaísmo, no han sido cuestiones exteriores, sino absolutamente internas, centrales en la propia definición y la propia identidad. En un cierto sentido, el debate sobre el Próximo Oriente —o, mejor dicho, aquello que el debate sobre el Próximo Oriente tiene de especial, de excepcional, de añadido de pasión y de implicación— es la prolongación del viejo debate sobre lo judío. Sin este componente, el conflicto del Próximo Oriente sería para nosotros como el de Cachemira o el de Irlanda del Norte o el del Timor Oriental: importantes, apasionantes, pero con ocho mil votos en la encuesta de La Vanguardia. Lo que le lleva, a mi modo de ver, hasta el millón largo de votos es la polarización en torno a lo judío, la herencia de más de mil años de debate en torno a uno de los componentes esenciales de nuestro paisaje cultural. Dicho en otras palabras, un porcentaje importante de la reprobación que existe respecto del Estado de Israel —respecto de su política, pero sobre todo respecto de su propia existencia—, tanto en el mundo occidental como en el mundo musulmán, se debe atribuir al hecho de ser precisamente el Estado judío. Tal vez sea injusto decir que detrás de cada antisionista hay un antisemita. Pero me parece evidente que el antisionismo adquiere el volumen que tiene en Occidente y en el mundo musulmán porque el antisemitismo suma elementos de rechazo a los elementos críticos que existirían respecto de Israel si no fuese el Estado judío. No todo antisionista es un antisemita, pero el antisemitismo es una de las puertas —y probablemente de las más concurridas— por las que se accede al antisionismo. Hay sin duda en el mundo Estados más injustos que Israel, políticas más totalitarias y más discriminadoras, regímenes más alejados de los valores democráticos que decimos defender. Ejemplos de estos Estados que merecen un alto grado de reprobación los encontraríamos sin ninguna dificultad en todo el planeta, pero particularmente en la zona del Próximo Oriente. El rechazo a Israel adquiere el volumen y el apasionamiento que demuestra la encuesta que mencionaba al principio, no tanto por ser un Estado discutiblemente injusto, un Estado más o menos alineado en uno de los bandos de la guerra fría, un Estado con políticas debatibles, sino, sobre todo, por ser el Estado judío. Se proyecta sobre Israel el rechazo y la simpatía sobre lo judío que el mundo occidental y el mundo musulmán han construido a lo largo de los últimos mil años y que forman una parte central de su cultura.
UNA REPROBACIÓN AÑADIDA: LOS REFLEJOS EN EL LENGUAJE
El lenguaje, siempre tan revelador, transparenta de una forma muy evidente esta proyección de la vieja cuestión judía en la valoración política del Próximo Oriente. No hay entrevista con cualquier personalidad judía del mundo, por poco vinculada que esté biográficamente y temáticamente con el problema del Próximo Oriente, en la que no se le pregunte qué piensa del conflicto árabe-israelí. Directores de orquesta, científicos, actores, escritores judíos, sean argentinos, norteamericanos o de cualquier otro lugar, tienen siempre como una pregunta fija de sus cuestionarios el posicionamiento respecto al Próximo Oriente. Ante la inauguración de una exposición sobre la vida judía en la Cataluña de la Edad Media, los oradores se sienten obligados a subrayar que esta evocación no supone un apoyo al actual estado de Israel y a su política. Evidentemente, cuando se entrevista a un escritor católico no se le pregunta imprescindiblemente sobre el conflicto entre católicos y protestantes en el Ulster o entre católicos y ortodoxos en los Balcanes. Cuando se entrevista a un músico musulmán no se considera imprescindible conocer su posición sobre Cachemira. Cuando se inaugura una exposición sobre los monasterios medievales nadie se considera en la obligación de decir que no se trata de una forma de apoyo al tribunal de la Inquisición o a la posición del Vaticano respecto a los anticonceptivos, pongamos por caso. Pero lo judío se presenta siempre íntimamente, inevitablemente asociado a Israel, aunque estemos hablando del Holocausto, de las comunidades medievales o de la música sinfónica ejecutada por judíos. En el universo de los entrevistadores, de los periodistas —es decir, de las sociedades a las que los periodistas representan—, Israel y judeidad son lo mismo, un continuo histórico, una totalidad indisociable.
Como decía, el lenguaje siempre acaba transparentando los mitos, las creencias profundas. Incluso hasta el ridículo. En el conflicto del Próximo Oriente se acaba hablando de los tanques judíos, de los helicópteros judíos, de los bulldozers judíos. Que yo recuerde, en la guerra de los Balcanes —por hablar de una guerra en la que se podían establecer en apariencia fronteras religiosas entre los contendientes— nadie hablaba de las bombas católicas o de los bombarderos ortodoxos. ¿Qué debe ser un tanque para ser judío? No es fácil saberlo. Hace algunos meses, un periódico titulaba así una noticia: «Cuatro soldados hebreos mueren en un atentado árabe». En el cuerpo del artículo se nos informaba de que los soldados muertos eran de hecho árabes israelíes, beduinos musulmanes que servían en el ejército de Israel. La falsedad manifiesta del titular transparenta, a mi modo de ver, tres constantes en el tratamiento del conflicto del Próximo Oriente. La primera, la ignorancia. La segunda, la voluntad de simplificación, de presentar una realidad sencilla y en blanco y negro —los judíos oprimen a los árabes—, contra la complejidad que la propia noticia representaba. El lector prefiere creer que entiende el conflicto antes que reconocer su complejidad. Si se le hubiese dicho: «Cuatro soldados árabes mueren en un atentado árabe», no habría entendido nada. Si se le dice: «Cuatro soldados hebreos mueren en un atentado árabe», cree entenderlo. El único problema es que no es verdad. Y, en tercer lugar, el titular transparenta la unificación ideológica entre lo judío y lo israelí, hasta tal punto que para el periodista un árabe israelí se convierte, en la medida en que es israelí, también en judío, también en hebreo.
Los ejemplos de esta confusión voluntaria son frecuentes y a menudo dolorosos. Recuerdo una crónica de un crítico particularmente sectario —que había criticado duramente La lista de Schindler por sionista y por ser una expresión de la conspiración judía mundial— que me pareció especialmente lamentable. A la hora de comentar el veredicto del Festival de Cannes que concedía el premio principal a una película de Roman Polanski sobre la destrucción nazi del gueto de Varsovia, el periodista se quejaba de la injusticia de la decisión y de su carácter intolerable en el marco de la situación del Próximo Oriente. ¿Qué tiene que ver la destrucción del gueto de Varsovia con la situación del Próximo Oriente? Pues simplemente que en un caso y en otro aparecen judíos. Recordar el Holocausto pasa a ser, para estos nuevos antisemitas, tomar posición en el conflicto del Próximo Oriente. Y en la medida que el antisionismo-antisemitismo ha dictaminado que lo que ocurre en el Próximo Oriente es un crimen israelí, recordar a las víctimas de los holocaustos equivale a convertirse en cómplice de un crimen. Una verdadera locura.
Por tanto, seguro que hay personas que se incorporan a la condena de Israel porque consideran que su existencia o su política son injustas. Pero hay en el mundo muchas más injusticias. Seguro que hay personas que se suman a esta condena porque delegan en el combatiente palestino una cierta épica revolucionaria. Pero hay otras causas en el mundo. Seguro que hay personas que son antisionistas porque son en general antioccidentalistas y antinorteamericanas y establecen un parangón entre los tres conceptos. Pero hay muchos más países en el mundo alineados con los Estados Unidos y, además, Israel nació con el respaldo del bloque entonces soviético. Por tanto, todo esto existe y sería injusto negarlo. Pero me parece que tampoco se puede negar que hay personas que condenan a Israel porque recelan de lo judío, porque participan de una manera u otra de la idea de la conspiración judía —«los judíos dominan la banca» o «los judíos dominan los medios de comunicación»— que nutre al antisemitismo desde los tiempos del Santo Niño de la Guardia hasta el 11 de Septiembre del 2001, pasando por los Protocolos de los sabios de Sión. Una parte de la condena añadida a Israel, una parte de lo que convierte la cuestión del Próximo Oriente en central y apasionada, es que el viejo antisemitismo se ha transmutado en antisionismo, de manera que se mantiene viva una de las corrientes más potentes de la cultura occidental —y también de la cultura musulmana— de los últimos mil años. No todo antisionista es un antisemita. Pero todo antisemita es antisionista. A veces, cuando la memoria reciente del Holocausto provoca una mínima vergüenza, el antisemita sustituye el antisemitismo antipático por un antisionismo simpático y aplaudido. Otras veces, simplemente lo suma: el antisionismo se presenta asociado a la idea del revisionismo o a la de la conspiración universal judía.
ANTISEMITISMO Y ANTISIONISMO EN LAS SOCIEDADES ESPAÑOLAS
La fuerza histórica, la centralidad del posicionamiento respecto de lo judío, puede detectarse incluso en sociedades sin judíos, como ha sido durante siglos la española. Y sin duda participa en la percepción presente del conflicto del Próximo Oriente. Los reinos hispánicos expulsaron a los judíos en el siglo XV y no han vuelto a tener comunidades importantes hasta entrado el siglo XX. Pero en el período intermedio el posicionamiento respecto de judíos y conversos ha sido central en el debate político e intelectual hispánico y se encuentra en la base, por ejemplo, de buena parte de la creación cultural barroca, magnífica desde el punto de vista artístico, enormemente reaccionaria desde el punto de vista político. A partir de un viejo antisemitismo religioso —el rechazo al pueblo deicida—, desde el barroco hasta el siglo XX se va construyendo un antisemitismo ideológico que afecta tanto al prototipo del judío como a la realidad progresivamente difuminada del converso.
Por decirlo de un modo rápido, entre el siglo XVI y el XX el judío pasa a ser el paradigma del pueblo económico y mercantil y se asocia con los valores de una modernidad peligrosa: la ciencia, el racionalismo, el materialismo —capitalista o marxista—, la ciudad, la industria... Los ejemplos literarios, desde Quevedo hasta Baroja, son apasionantes y no hay espacio aquí para recorrerlos de una manera pormenorizada. Baste como resumen una idea esencial: hay un pensamiento español que antepone el propio sistema de valores, centrado en el honor y el misticismo, con un sistema de valores contrario, centrado en el dinero y el racionalismo, del que el judío sería el máximo arquetipo. Este pensamiento español tiene una rama abiertamente reaccionaria, que llega hasta los teóricos de la Falange —de fuertes componentes antisemitas— y tiene una rama radical que simpatiza con el anarquismo y que se proclama también antimercantilista, contraria a los valores de la modernidad digamos burguesa. Las referencias a lo judío en Agustín de Foxá o en Valle-Inclán podrían ilustrar esta doble vía del antisemitismo hispánico.
En una concepción de la historia en la que se enfrentan siempre —desde la guerra del 98 hasta la propia guerra civil española— «un pueblo noble de guerreros», como es España, con una «raza vil de mercaderes», de la que el mundo judío sería la máxima expresión, no es extraño que la percepción contemporánea del estado de Israel quede teñida por los viejos tópicos antisemitas. Recomiendo especialmente la lectura de un poema de Agustín de Foxá titulado «Romance de Abdelacid», en el que el poeta falangista canta a las tropas marroquíes que combaten al lado de Franco porque considera que unos y otros, franquistas y marroquíes, tienen un combate común en nombre de la concepción religiosa y mística del mundo, frente a un mismo enemigo: «Que al otro lado del monte/ los hombres sin Dios te aguardan/ con tanques de oro judío/ y cien banderas de Asia.» Para el pensamiento conservador español, la España católica y el mundo islámico —e incluso el judío sefardita, rural y pintoresco— serían los defensores de un viejo orden teocrático, preindustrial, premoderno, mientras que enfrente existiría una modernidad presidida por la ciencia, la racionalidad y el mercantilismo —capitalista o marxista, tanto da—, específicamente judío y más concretamente judío centroeuropeo. No es extraño entonces que, ya en nuestros días, se levanten contra Israel todas las voces antioccidentalistas, contrarias por la derecha o por la izquierda a lo que se podría llamar la modernidad burguesa, todos los misticismos religiosos y pararreligiosos que hacen bandera de la crítica al racionalismo. El paso de la «conjura judeo-masónica», presente siempre en el lenguaje franquista, al antisionismo es sencillo: hay una continuidad en el antioccidentalismo, en el rechazo a los valores de la democracia moderna, en la visión conspirativa de la historia, en la que el judío es siempre el conspirador por excelencia, desde los Protocolos de los sabios de Sión hasta el lobby judío de Washington o de Hollywood. También es cierto que, entre nosotros, muchas de las actitudes favorables al Estado de Israel nacen de esta misma lógica, presentada en el espejo. En la medida en que hay un pensamiento que identifica a lo judío —y a lo israelí— con los valores de la modernidad, hay quien se convierte en filosemita o en filosionista precisamente porque comparte estos valores. En este sentido, es curioso el caso catalán. Cataluña comienza el siglo con un antisemitismo religioso y conservador generalizado. El trobador català, un poemario patriótico de principios de siglo, recoge un poema titulado «Anem a matar jueus» en el que se glosa una costumbre viva hasta hace pocos años: «matar» simbólicamente judíos con mazas y carracas en Viernes Santo. Pero a lo largo del siglo el pensamiento conservador español va identificando de forma progresiva a los catalanes con los judíos. Para Pío Baroja, los catalanes son los judíos de España, y no es un elogio. La Lliga de Cambó, pero también la Esquerra de Companys, es presentada como un producto político típicamente judío. Valle-Inclán habla de la Barcelona semítica. A partir de esta identificación, después del Holocausto y de la guerra civil española, una parte de la opinión pública catalana hace suya la metáfora: si a los catalanes se nos acusa de judíos porque compartimos el sistema de valores de la modernidad —ciencia, trabajo, industria, ciudad— con los judíos, hagamos de ellos la metáfora de nuestra situación o incluso de nuestra derrota. Nace un filosemitismo que ha pervivido muchos años y es todavía parcialmente visible, a partir del cual Cataluña concentra unas actitudes de simpatía hacia Israel por encima de España e incluso sorprendentes en el ámbito europeo. Algunas prosas de Gaziel o la poesía de Salvador Espriu —que escribe desde el pueblo judío: «Ara, rossí de lladres, poble meu Israel...»— nacerían en este contexto.
Por tanto, parece claro que, en muchísimos casos, cuando hablamos de Israel estamos, de hecho, hablando de lo judío. Que nuestra percepción de Israel y nuestra actitud respecto a Israel son de hecho nuestra percepción y nuestra actitud ante la cuestión judía. No es nada nuevo: en las duras posiciones de Jean Genet sobre el conflicto palestino-israelí no es difícil encontrar los prejuicios ante lo judío, que le llevan precisamente a escoger este conflicto como algo central en la propia vida. Porque, de hecho, el argumento tiene continuación: cuando hablamos de los judíos —por ejemplo en la sociedades españolas, donde el papel directo y visible de un mundo judío de carne y hueso ha sido mínimo en cinco siglos— estamos hablando de hecho de nosotros mismos, de nuestro sistema de valores, de lo que somos, de lo que creemos ser y de lo que queremos ser. Ante el conflicto entre Paquistán y la India —tan parecido en muchas cosas, como la cronología o el papel británico, al del Próximo Oriente—, la opinión pública occidental no se siente interpelada directamente, no escoge sentimentalmente un bando por razones propias ni de enorme calado histórico. Y vive por tanto las tragedias de este conflicto como tragedias lejanas y ajenas. El impacto de los desplazados en el 48 en el subcontinente indio es infinitamente menor que el de los desplazados en el Próximo Oriente. Y no es sólo proximidad geográfica: la guerra civil libanesa o el enfrentamiento entre Irán e Irak no provocan en la opinión pública occidental las emociones, el apasionamiento y la voluntad de implicación que inspira el conflicto árabe-israelí. Son, en cierto sentido, conflictos ajenos. El del Próximo Oriente es un conflicto propio. Es, de hecho, una guerra civil ideológica y sentimental en cada país, que se proyecta sobre un espacio cargado de simbolismo y de significación.
CONFLICTO EN LA DISTANCIA: UNA ÉPICA POR DELEGACIÓN
Dentro de este marco de mayor implicación y de mayor apasionamiento, el conflicto del Próximo Oriente permite a las opiniones públicas occidentales otra operación que sin duda participa en los posicionamientos que podemos observar todos los días en los medios: la posibilidad de participar, por delegación, en una épica revolucionaria, la sensación de tomar partido activo en una causa clara y justa. En este sentido, la opinión pública internacional demanda conflictos de apariencia comprensible, no excesivamente complejos, aparentemente explicables a partir de un enfrentamiento transparente entre el bien y el mal. Conflictos como el del Líbano resultan difícilmente comprensibles o explicables: los actores son complejos y desconocidos, la narrativa parece confusa, las causas, indefinidas. En cambio, el conflicto del Próximo Oriente permite una Vulgata sencilla y comprensible, con actores conocidos y sobre los que existe un arquetipo previo. En esta narración básica del problema del Próximo Oriente existe un conflicto, porque los judíos se han instalado en tierra árabe. O, en otras palabras, tras la Segunda Guerra Mundial, Europa manda a sus judíos a Palestina, sin saber que en Palestina ya vivían árabes. Este desplazamiento, esta sustitución de población, esta expulsión de los árabes palestinos que estaban en sus casas por judíos enviados desde Europa, ofrece una narración sencilla y comprensible del problema. En ella, además, todo el mundo cumple a la perfección el papel asignado: los árabes cumplen el papel de pueblo agrícola del Tercer Mundo que viviría en un paraíso idílico sin la intromisión de Occidente, los judíos desempeñan el papel habitual de nómadas desarraigados, de representantes de la civilización burguesa europea en el centro de un mundo premoderno ordenado por la religión, y la victoria judía es explicable por alguna de las formas de conspiración —imperialismo norteamericano, lobby judío internacional, etcétera— que corresponde a su papel. La narración es altamente satisfactoria: clara, contrastada y con los papeles bien distribuidos.
Ciertamente, esta narración tiene un problema: no es cierta. O, si se prefiere, no contempla todos los datos de la realidad. Hay judíos en Palestina desde siempre. La creación de Israel no hubiera sido posible sin el apoyo de la Unión Soviética. El mundo árabe posee una enorme complejidad. Hay árabes israelíes. Hay árabes drusos que pertenecen a la oficialidad del ejército israelí. La guerra del 48 ocasionó movimientos de población en las dos direcciones. Los movimientos de población y los refugiados provocados por la guerra del 48 serían perfectamente comparables con los que provocaron los conflictos greco-turco o indo-paquistaní, pero en estos casos no se han fosilizado los problemas de los refugiados... En cualquier caso, los factores que ilustran la complejidad del conflicto suelen tomarse poco en cuenta, mientras se subrayan —para esta necesidad de épica por delegación— todos los factores que ilustrarían la existencia de un conflicto sencillo y claro, con unos culpables perfectamente establecidos. Los conflictos complejos resultan poco épicos. Las realidades próximas suelen estar llenas de matices. Para el Oriente Próximo se ha elaborado una versión simplificada de la historia que permite una implicación épica en la distancia perfectamente adecuada. Desde el mundo árabe se ha alimentado, para el consumo interno —sobre todo—, pero también para el consumo exterior, una visión épica del conflicto, en la que aparecen muy a menudo términos políticos premodernos, que no aceptaríamos fácilmente en un debate político europeo, pero que se asumen a la perfección en el debate del Próximo Oriente. El mundo judío, e Israel como su representación moderna, se asocia a los valores de la modernidad: los intereses, la geopolítica, el racionalismo, la economía. Por el contrario, el mundo árabe queda asociado a los valores —más calderonianos, diríamos en la tradición de la literatura castellana— del honor, del martirio, del irredentismo, de la religiosidad. La misma expresión «tierra árabe» —como si la tierra fuese alguna cosa distinta a la población que vive en ella— no tendría equivalentes políticamente correctos en el debate europeo u occidental, pero es perfectamente aplicable al conflicto del Próximo Oriente. Dicho de otro modo, en el conflicto del Próximo Oriente chocan dos lenguajes, dos concepciones del mundo, dos formulaciones políticas. Israel aparece y asume el lenguaje del mundo occidental, racionalista, en el que es posible apelar a los intereses y, en la medida en que los intereses son contradictorios, es posible la negociación. El mundo árabe, y muy especialmente el liderazgo palestino, propone un lenguaje épico, poético, trufado de misticismos patrióticos y religiosos. Una parte del mundo occidental que añora o desea estos valores místicos, desde la derecha o desde la izquierda, que se enfrenta teóricamente con los valores democrático-burgueses de su propia sociedad, pero que vive dentro de ellos con un determinado grado de contradicción, encuentra en la causa árabe y en su lenguaje una forma cómoda y poco comprometida de vivir épicamente. En casa, el bienestar y la racionalidad impiden llevar a cabo la revolución pendiente o la revolución soñada. La causa palestina les permite un desahogo épico por delegación.
LA VÍA NEGOCIADA: HACE FALTA UN MICHAEL COLLINS
Tal vez es esta necesidad de un discurso épico, esta voluntad de alimentar la épica por delegación, este estar prisioneros del propio discurso, lo que ha llevado a la mayoría de los dirigentes del mundo árabe y especialmente del mundo palestino a no asumir en ningún caso un papel que resultaría imprescindible para la solución negociada del conflicto: el que podríamos llamar, para utilizar una metáfora popularizada por el cine, la función de Michael Collins en el conflicto irlandés. Recordemos el caso o, si prefieren, la película. Michael Collins es uno de los líderes de la insurrección irlandesa contra los británicos. Dirige militarmente, con éxito, la insurrección. Pero hay un momento en el que es necesario negociar, y negociar implica ceder. La plena victoria militar parece imposible. Hay que escoger: conseguir una buena parte de los propios objetivos a través de un acuerdo —aunque se deba renunciar a otros objetivos que se consideraban también esenciales— o eternizar un conflicto armado sin salida. Michael Collins negocia con los británicos la independencia de Irlanda, pero cede respecto a la soberanía de los condados del Norte. Algunos de los suyos lo consideran un traidor. Gracias a él, Irlanda es independiente. Pero acaba asesinado por los suyos, porque ha negociado y ha cedido. Sin negociación, probablemente los suyos no habrían obtenido nada. Pero paga con su vida el hecho de haber negociado.
Probablemente todo conflicto armado termina con la victoria militar de una de las partes o precisa de algún Michael Collins. Cualquier salida negociada a un conflicto exige que cada una de las partes abandone alguna de sus posiciones de salida y esto, casi inevitablemente, será considerado por los propios como una traición. Lo más difícil de las negociaciones no es llegar a un acuerdo con la otra parte, sino convencer a la propia parte de que las renuncias valen la pena, de que se obtiene más de lo que se deja. El conflicto del Próximo Oriente ha tenido sus Michael Collins. Lo fue evidentemente Sadat. Lo fue también Rabin. En los dos casos se cumplen perfectamente todos los paralelismos con Michael Collins: se sientan a una mesa de negociación después de haber sido líderes militares e incluso líderes militares victoriosos. Rabin es el vencedor de la guerra de los Seis Días. Sadat, quien provoca con la guerra del Yom Kipur la sensación de que Israel no es militarmente invencible. Pero en los dos casos, convencidos de que la victoria militar absoluta es imposible, se sientan a una mesa de negociaciones y toman decisiones duras que su propio bando, o los más extremistas de su bando, no están dispuestos a aceptar. Uno y otro acaban muriendo en manos de personas de su propio lado, que les reprochan la teórica traición.
En la estética política calderoniana, en la concepción de la política en la que «más vale honra sin barcos que barcos sin honra», Collins, Sadat y Rabin no son personajes simpáticos. Son personajes que ceden, personajes que a ojos de algunos de los suyos rozan la traición. Pero son los personajes que hacen posible la paz. En una concepción pragmática y no religiosa de la política, son personajes capitales. En una concepción irredentista, calderoniana, barroca de la política, en la que lo que importa no son las soluciones prácticas sino las grandes palabras altisonantes, la épica de la resistencia y la revolución a partir de verdades reveladas e incontrovertibles, los líderes políticos son los que no ceden, los que no se enfrentan nunca contra los suyos, los que no abandonan ni un palmo de terreno, físico ni ideológico. La parte de la opinión pública occidental que ha escogido la causa palestina para ejercer su derecho a la épica por delegación ha preferido liderazgos de este tipo y ha comprendido perfectamente a aquel líder de Hamás que —en perfecta sintonía con la Vulgata sobre el Próximo Oriente— afirmaba hace poco que el conflicto sólo tendría solución cuando los judíos volviesen a sus países. Y los líderes de una buena parte del mundo árabe —incluido el palestino— han optado también por esta vía del liderazgo heroico, de la épica de los mártires. El ejemplo de Sadat no ha tenido seguidores. No hace falta que acabaran como él. Barak siguió el ejemplo de Rabin y esto significó solamente su muerte política, acelerada por Arafat. Pero han faltado líderes capaces de volver a casa diciendo que una parte del viejo sueño es imposible y que tener mucho significa renunciar a algo. O que no renunciar a nada puede significar quedarse finalmente sin nada.
Arafat no ha querido ser Collins ni Rabin ni Sadat. Humanamente es comprensible. Políticamente, el resultado ha sido desastroso. Arafat no ha querido renunciar a nada, siempre ha dejado la puerta abierta para todo. Tuve ocasión de entrevistar a Arafat hace tiempo en Túnez, de madrugada. Es un personaje sin duda interesante. Me sorprendió su inmensa ambigüedad. No creo que la ambigüedad sea necesariamente un defecto para un político. Pero Arafat, ante preguntas concretas y tangibles, optaba por respuestas metafóricas, poéticas, a la manera del oráculo de Delfos. ¿Estaría dispuesto a negociar Jerusalén? Ni sí ni no, sino todo lo contrario. Arafat ha querido siempre estar con los moderados, guiñando un ojo a los radicales, sin que la historia pueda decir nunca que él ha cedido una parte del sueño del pueblo palestino. En Camp David estaba a punto de conseguirse la paz. Los israelíes cedían en cosas que serían difíciles de explicar a su propio pueblo. Por ejemplo, en la cuestión de Jerusalén. Si Arafat cedía parcialmente en el tema de los refugiados, el acuerdo era posible. Arafat no cedió. Al final se atrincheró en un aspecto para hacer imposible un acuerdo con cesiones mutuas. Lo habría hecho más antipático a los ojos de los suyos, lo habría enfrentado con Hamás, habría acabado con el mito del líder carismático e inflexible que exigen los que proyectan en Palestina su ración de épica delegada. Pero tal vez hubiéramos tenido la paz. En cualquier caso, sobre el conflicto del Próximo Oriente son posibles tantos debates y tantas controversias como respecto de cualquier otro conflicto complejo de política internacional. Pero el hecho objetivo es que, en la práctica, éste es el tema más debatido, con más pasión y con mayor implicación. ¿De qué habamos cuando hablamos de Israel? Probablemente de nosotros mismos, de aspectos fundamentales de nuestra cultura y de nuestra personalidad, de algunos de los grandes debates que nos afectan y que se encarnan en este conflicto. Y, en cualquier caso, hablamos de lo judío, de nuestros mitos y nuestras esperanzas sobre el mundo judío, construidos a lo largo de dos mil años de historia convulsa. Sería difícil de imaginar que una pulsión tan potente en la cultura occidental como ha sido el antisemitismo muriese de golpe después del Holocausto. Una parte de este antisemitismo se ha reencarnado en una parte del antisionismo. Una parte del rechazo histórico a lo judío se ha reencarnado en el rechazo añadido hacia lo israelí. Ciertamente, esto no explica todas las críticas, no ya a la política de Israel, sino a su simple existencia. Pero probablemente explica la intensidad, el volumen, la excepcionalidad que se suma a estas críticas y algunas de las formas que adopta.
Comentábamos al principio unas encuestas de La Vanguardia. Por su parte, El Periódico de Catalunya tiene abiertos una veintena larga de foros sobre temas de actualidad. El que se dedica al conflicto árabe-israelí no es el que tiene mayor participación: lo superan el dedicado a ETA y el que habla de los problemas de la inmigración. Pero, por descontado, el conflicto del Próximo Oriente está por encima de cualquier cuestión de política internacional, de deportes, de espectáculos... En el foro sobre ETA se encuentran intervenciones de una extremada violencia verbal. Pero sólo en el foro sobre el Próximo Oriente los organizadores se han visto en la obligación de colocar un aviso contundente: «El Periódico informa a todos los usuarios de este foro que debido a la avalancha de comentarios ofensivos e insultantes, y ante el nulo caso hecho a las peticiones de moderación y corrección, nos vemos obligados a convertir este foro en un espacio moderado. Los comentarios dejan de publicarse automáticamente.» ¿De qué debemos de estar hablando cuando hablamos —así— de Israel?
Permalink 28.08.08 @ 15:35

Los Diez Mandamientos del escritor de Heterodoxias.net de José García Domínguez

(Con la venia del Maestro Espada)
1. No beberás, ni fumarás, ni te drogarás. ("Para ser escritor necesitas todo el cerebro que tienes.")
2.No tendrás costumbres caras. (" Es preciso decidir qué es más importante para uno: vivir bien o escribir bien. No hay que atormentarse con ambiciones contradictorias")
3.Soñarás y escribirás; soñarás y volverás a escribir. ("No dejes a nadie decirte que estás perdiendo el tiempo cuando tienes la mirada perdida en el vacío. No existe otra forma de concebir un mundo imaginario...")
4. No serás vanidoso. ("Si crees ser sabio, racional, bueno, una bendición para el sexo opuesto, una víctima de las circunstancias(...)es porque no te conoces a ti mismo lo suficiente para escribir.")
5.No serás modesto. ("Nunca he conocido a un buen escritor que no intentara ser grande")
6.Pensarás sin cesar en los que son verdaderamente grandes.
7.No dejarás pasar un día sin releer algo grande ("...no se debe cometer el error de leerlo todo para estar "bien informado". Estar "bien informado" sirve para brillar en las fiestas, pero resulta absolutamente inútil para un escritor".)
8.No adorarás Londres-Nueva York-París ("...Si posees una buena colección de obras de grandes escritores y no dejas de releerlos, tienes acceso a más secretos de la literatura que todos los farsantes de la cultura que marcan el tono en las grandes ciudades...")
9 Escribirás por tu propio placer ("...si Shakespeare no puede complacer a todo el mundo ¿por qué intentarlo siquiera nosotros? Esto significa que no vale la pena que te esfuerces por interesarte por algo que te resulta aburrido.")
10. Serás difícil de complacer (" la mayoría de los libros nuevos que leo se me antojan a medio terminar...")

Books : Alex Cross | The Official James Patterson Web Site

Books : Alex Cross The Official James Patterson Web Site

lunes, septiembre 08, 2008

Mentiras o propaganda

La conspiración la reclama el que la conoce, el que la crea. Muertes heroicas por resbalones. Cambian libros de titulo. Eliminan compañeros de foto.






domingo, septiembre 07, 2008

Diadora lanza la zapatilla universal Mythos Axeler Ti

Runner's World

American top 40

Man on Wire

1974. Un joven francés, Philippe Petit, camina sobre un cable colocado ilegalmente entre las Torres Gemelas. Tras una hora de suspense, Petit cruzó de un edificio a otro, siendo arrestado al concluir su espectacular actuación. James Marsh es el director de ‘Man on Wire’. Glosa la historia de este acróbata hizo, cómo lo preparó todo y qué consecuencias tuvo su increíble actuación. No se estrena en España.
Man on Wire

Siempre contra alguien

Primeras imágenes que se pueden ver de "Camino", la nueva película de Javier Fesser, rodada y montada con mucho secretismo. Anti-Opus Dei. 
Una niña caerá enferma de cáncer mientras descubre por primera vez en su vida el amor. Su madre, militante del Opus Dei, tratará de hacerle ver que su enfermedad es una bendición de Dios. Ése es el punto de partida de ‘Camino’, la nueva película de Javier Fesser, quien se ha inspirado en el caso real de Alexia González-Barros, niña en proceso de beatificación en la actualidad. 
Estreno en el próximo Festival de San Sebastián. Fesser ha subrayado una y otra vez que no trata de herir susceptibilidades, aunque si las hay no es problema suyo. No trata de retratar los hechos en sí, sino que parte de ellos para contar la historia de una niña que se enfrenta a la gran contradicción de su vida. Según el director, su visión del Opus Dei será algo que nadie podrá negar porque “he hecho una radiografía por dentro y las radiografías no mienten”.

sábado, septiembre 06, 2008

future running


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Let Palin be Palin, let USA be USA

6 de Septiembre de 2008 - 12:38:00 - Federico Jiménez Losantos

El problema esencial de la izquierda y buena parte de la derecha europea con los Estados Unidos de América (USA) es que quisieran hacerlos desaparecer. Y como la empresa es vasta y se aventura difícil para una civilización de jubilados éticos y oportunistas políticos, abonada a la dictadura de lo cómodo y al despotismo de lo progre, que eso es la Unión Europea, sustituyen la extinción real de la primera potencia mundial por la realidad virtual de su desnaturalización. Lo que quieren es una América que no sea América, y utilizo aquí el concepto a la manera useña (© Pío Moa) y de muchos iberoamericanos, empezando por el heroico exilio cubano. Pero como parece que América no quiere dejar de ser América, muchos europeos y todos los izquierdistas del mundo quieren, al menos, que no se parezca en nada a los valores que la distinguen.

Si se hiciera un análisis de las encuestas europeas más fiables acerca del nivel de aceptación y esperanzas de victoria de todos los candidatos a la Presidencia de los USA, estoy convencido de que nunca ha ganado un republicano, y de que los demócratas, que en el último cuarto de siglo han perdido todas las elecciones menos dos, triunfaron en el ánimo del electorado europeo, que afortunadamente no puede votar en ese país al que odia cuanto envidia. Es un lugar común de la izquierda (adoptado, faltaría más, por la Derecha maricomplejines) que todos los ciudadanos del mundo tendríamos que votar en las elecciones useñas, puesto que lo que se decide en el Despacho Oval afecta a todo el mundo. Curiosamente, esto se dice desde finales de los 60 y principios de los 70, justo cuando los USA empezaron a dudar de sí mismos y acabaron por desertar de Vietnam. Pero a ninguno de los que decían que querían votar en Boston se le ocurría decir que quería votar en Moscú o en Pekín, que hubiera sido una forma mucho más rápida de liquidar la guerra, sin los millones de víctimas del sudeste asiático (Vietnam, Camboya, Laos) abandonadas a su suerte, y de apoyar a los disidentes que en la URSS, China y demás tiranías comunistas que de forma directa apoyaban al Vietcong, luchaban por la democracia renunciando a cualquier mejora en su trabajo y arriesgando su propia vida. Pero los progres y carcas antiamericanos de ayer y hoy no quieren ni han querido nunca votar en Washington. Lo que quieren es acabar con la primera democracia del mundo. O por lo menos, desfigurarla. Quieren lo contrario de lo que quería Ronald Reagan para una de las pocas naciones europeas vivas, aunque aún cautiva: "Let Poland be Poland."

Probablemente, los USA son el único país occidental que todavía cree en sí mismo. Sin duda, el único que renueva periódicamente, con mayor o menor acierto, sus propósitos fundacionales. El único que, veraz o fingidamente, obliga a sus mandatarios a explicar su comportamiento en clave ética y no sólo política e ideológica, como pasa en Europa. El único, además, en el que la política y la ética tienen a su alcance el uso de la fuerza necesaria para garantizar su seguridad y la de sus aliados, que suelen comportarse con ellos de forma vil, egoísta, hipócrita y miserable. Es verdad que los USA no son un buen aliado, pero los aliados de los USA, salvo Gran Bretaña, son muchísimo peores. Y a través de ese circo electoral que a mí me repele pero que a los americanos les encanta, prueban una y otra vez que su optimismo está justificado, que ese pueblo sigue siendo un gran pueblo y que esa nación sigue siendo una gran nación. En rigor, los USA son algo más que una nación para muchos millones de ciudadanos de, pongamos, Nowhere, Estado de Sitio, muchos de ellos iberoamericanos y españoles que han perdido o están perdiendo su nación, su libertad, su propiedad y su derecho a la igualdad ante la ley. No sé lo que dará de sí la carrera de Palin, que sigo fielmente en LD gracias al mejor blog liberal que sobre las elecciones USA se publica en español: Democracia en América. Lo que sí sé es que lo que más me gusta de ella es que se parece mucho, mucho a América.

viernes, septiembre 05, 2008

Drunk skinny runner

Descubrir miradas avinagradas corriendo por cañones lejanos. Un nuevo deporte. La ebriedad y la agonia. Ya que la tragedia está aqui, escribamos el guión.
Mi amigo Matt ha escrito el suyo:
A mi ya no se me conoce en esta multitud, salvo por la copa de vino:

Crisis


"Se traba de la quinta subida salarial en cuatro años que disfrutan los 14 asesores socialistas de la Diputación Provincial de Cádiz, una subida de 2650 euros para cada asesor. Aunque el más beneficiado por este incremento de emolumentos es el Director de Gabinete, Francisco Aído, padre de la ministra Bibiana Aído, quien ha visto incrementada su nómina en 3100 euros más desde que su hija es ministra. Aído cobra, gracias a esta nueva subida de sueldos aprobada en pleno agosto, algo más de 65.000 euros al años, casi 11 millones de las antiguas pesetas. Hace tan solo año y medio se produjo la penúltima subida de sueldo para estos asesores, que pasaron a cobrar 1200 euros más, medida que el Presidente de la Diputación, el socialista Francisco González Cabaña, intentó sin éxito extender a diputados y altos cargos, medida finalmente frustrada por la presión social. Medida que, sin embargo, no ha afectado a los asesores socialistas, y, en especial, a Francisco Aído". Bibiana, para promover el empleo, anuncian una LEY PARA PROTEGER EL NEGOCIO DE LA MUERTE. Entre la eutanasia y el aborto, la renta por ciudadano sa va a disparar.
Solo se ha permitido un capricho la ilustrada Bibiano. Ha cambiado (contraviniendo una Orden Ministerial del 99) el color amarillo obligatorio de todo logotipo o escrito institucional por el malva para darle un toque feminista. Como la Chacón con los uniformes, un gasto de hoy puede ser un ahorro de mañana. Adecuará los uniformes de las Fuerzas Armadas a la morfología del cuerpo femenino (: la pollez esa de cono...)

A su vez, José Bono, con su recién estrenado look peludo, ha anunciado que va a proponer a sus señorías congelarse el sueldo. Aseguran los propios socialistas a Garganta Profunda de El Semanal Digital que a Bono, de la intensidad de su propósito, le ha aparecido pelo, como por arte de magia, en el frontispicio en cuestión de unos meses.

Mas al sur (no hablo de los huevos de Bono), el alcalde de Sevilla nombra a una ex cuñada en Urbanismo sin ser licenciada. La ex cuñada del alcalde de Sevilla, el socialista Alfredo Sánchez Monteseirín, ha sido nombrada recientemente directora en la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento sin que reúna los requisitos básicos para ocupar un alto cargo en este departamento: un título de grado superior. Lo hace para ahorrar. Sus ganancias anuales solo serán superiores a los 100.000 euros brutos. Se trata, de hecho, del tercer sueldo más alto de esta delegación por detrás del gerente y del director técnico. Y todo ello, sin tener un título de licenciado.
Sáez fue cuñada del alcalde por ser esposa precisamente de Francisco José Ramírez -hermano de la primera mujer de Sánchez Monteseirín-, del que ayer se informaba en ABC por su pasado como director del Instituto del Taxi tras haberse modificado una convocatoria facilitando su acceso sin ser licenciado. No debemos ser clasistas. No son licenciados ni Montilla, ni Corbacho, (¿ni Aido?) ni Pepe Blanco (su CV cabe en el canto de un dedal); y el pais va muy bien a pesar de Bush, las subprime y el petroleo disparado.

Otro procer de la tesoreria es este señor. Garzón, ese gran juez que tambien ahorra. Aborda temas de hace 70 años y en territorios extranjeros pero debe ser porque tiene patrocinador que paga los gastos. ¿Verdad?. Un product placer bastante delgado. ¿Lo pillo?.






martes, septiembre 02, 2008

Sentido, paciencia, peso, Michelet.


Hace mucho frio. Aún 80 kilos (de previos 96) a pesar de los 7 kms. diarios en cuesta, la ingesta de casi nada, el castigo del dolor de cabeza (por la L-carn. included). Duelen las articulaciones de correr en estas condiciones del 6% y el recuerdo del trabajo de localizar con sobrepeso. Flexor, psoas y tendón de aquiles. Mi paso por MundoFicción y el encuentro con despojos de Alcoholicos/morosos anónimos sigue sin ser amortizado. Hoy leo a Doctor Barefoot y creo que he tirado el dinero. O no. Necesito esa operación. O matar a un tipo estilo Antonio Perez. O a todos los Perez, Antonio.
He rechazado empleos por esto pero creo que debo rechazar EL EMPLEO en si. Estoy tan desubicado que planeo sobre esa reedición que hace Ikusager (editor Ernesto Santolaya) de Jules Michelet, y La historia de la Revolución.



Y dijo George:

"América tiene esto. El asedio no para. Asedio como enfermedad. Y sientes mas obsesivamente el abandono. Lleva sin sonar un mes el llamador y he celebrado la fecha en solitario. Solo la santa. LA SANTA.

Con 43 aniversarios ya no cabe solución. La frenada representa lo patético, y entre eso y la masacre, la verdad, prefiero lo segundo. Aunque sea en un correr ebrio, que he inventado con tests intercontinentales y climas diversos.
La curiosidad ha sido la salvación pero los paréntesis áridos son cada vez mas largos. Teresa de Calcuta o Juan de la Cruz los llaman de forma mucho mas florida. Ellos tenían una meta y una demencia constructiva: el prójimo. Ya no hay viaje ni viejo."
A resultas: hay que asumir que nadie vendrá al rescate. Quiero decir nadie que importe algo, salvo la Santa. ¿No es patético decir esto mientras se lee a Descalzo? La biografía de San Francisco de Asis de la mano de Chesterton ha resultado lamentable y revisitan tanto a Merzel como a Burleigh. Pero Descalzo es digno del peor designio. En el fondo solo se esperó a Alario, un empleo lejano y bien largo. Desaparecer con la conciencia bien vengada.
Cielo Santo!! En la reedición veo que interviene la colaboración con la Fundación Pablo Iglesias (Alfonso Guerra, el que nos expulsó de un plató) y es en tres volúmenes. Yo no financio a los millonarios con 108 euracos. Perdón, a los socialistas (como me gusta redundar). Bebamos y corramos. Hasta desaparecer.



miércoles, agosto 27, 2008

+ sobre la memoria y el olvido: García-Alix.







viernes, agosto 22, 2008

Suicidarse y si morir en el intento: teorias mas allá de Durkheim


¿Existe relación entre la renuncia forzoso-voluntaria a la paternidad y la asunción del suicidio como una solución satisfactoria?: Como suicidarse y no morir en el intento lo trata pero hay que pensarlo mas.
Suicidarse por no tener trabajo o por tener uno. Estudiar lo de “nada cuesta más trabajo, que vivir sin trabajar”. El suicidio andaluz.
Cotiza a la seguridad social para lograr pensión y al ver que no llega, se mata. Señorito castellano de Salamanca, Burgos. No se puede vivir sin cash, sin camisas impecables.
La idea maravillosa de Judas como enviado real de Dios que perpetró Borges (en Tres versiones de Judas[Cuento. Texto completo]) El gigante ciego logically proves Judas to be the Son of God as a hyperbolic way to debunk dogmatic adherence to accepted interpretations of the Gospel Story. El suicidio es el mayor esfuerzo, el mas puro sacrificio por la humanidad.
Sobre todo, en un sentido muy amplio, uno se mata para descansar. Ante el tabú que se consuma, I mean que el disgusto familiar por semejante estigma, se escoge entonces un suicidio a largo plazo. Uno se va abandonando poco a poco. No come, no se toma bien la medicación o se mezcla con vino o se producen muchas ingestas en ayunas. El footing en plena ebriedad tiene mérito pero mas aún las pesas severas hasta las cejas de Protos o Muga, y valium. Un poco de clase.
Hay un patetismo del que me considero pleno campeón. Me mato pero es que no he dejado nada al mundo para que a posteriori valore el desastre que supone mi ausencia, cómo no me valoraron. Un suicida tiene su vanidad. Que lastima y que risa. La de comedias que existen ahí. Y es que es al reves: te matas porque no haces nada bien. El fracaso o se asume o se finiquita.
Otra sabia opción: el suicidio por gasto. Uno supone un gasto para la sociedad, la familia, el orbe. Inconveniente: matas a la familia por el disgusto. Entonces, esperas a que muera el miembro de la familia que mas puede verse afectado y obras en consecuencia.
Hay una fase muy honesta en el suicidio: uno debe morir antes en la memoria de todos. Nadie debe acordarse de que uno existió antes de proceder. Debes no recibir llamadas, o estimular recuerdos en conversaciones ajenas, convertirte en un fantasma lejano, sin facciones previsibles. Ese proceso es agotador para el suicida y lleno de tentaciones. Se produce lo inverso. Uno tiene a sus seres mas queridos muy cerca en la cabecita.
Que te quede claro: nadie fuera de la familia va a lamentar tu óbito voluntario. Ocupas su cerebro un instante. Compensan su mala gestión de tu ejecutoria con una sobrevaloración de todo lo tuyo (era mas bueno..., mas blablabla) y adiós. De ahí viene la idea de masacre. Cuando uno ve que todo eso es así, que eres un nada en la nada, te rebelas. Me llevo a todos por delante. Pero eso es tan cansado. Y el mayor riesgo de todos: puedes fallar.
Solución. Mátate disfrutando. Sin que nadie se de cuenta. Es normal querer morir si no tienes hijos, ni dejas en el paro a mil personas, etc. Entonces donas casi todo lo tuyo a quien proceda y empiezas a talar discretamente tu tallo, con un cortauñas. Mátate con simpatía, con estilo. Si puedes joder a alguien en el proceso, pues mejor. Amanecer en la cama sin poder levantarte, sonriente de gusto y tieso como la mojama, con Federico de fondo, Julian Rios en el DVD, un albariño en la mesilla, y la biografia de Samuel Johnson acabadita recién. Pues eso. Vale. Judas.
There seemed a certainity in degradation. -T. E. Lawrence: Seven Pillars of Wisdom, ciii

Ayuno y Foster.

El ayuno espiritual consiste en la abstinencia de alimentos con el fin de buscar a Dios (del libro -ALABANZAS_2.zip- Alabanza a la Disciplina de Richard Foster, con ISBN 0-06-062839-1).Tampoco es un ayuno con fines dietéticos o salutíferos, cuyo fin es el mejoramiento de la salud física. El ayuno bíblico siempre se centra en propósitos espirituales. Jamás podríamos obligar a Dios a hacer algo por medio de nuestro ayuno. Tampoco lo movemos a respondernos por lástima. El ayuno nos ayuda a nosotros, como veremos a continuación:
I. Tipos de ayuno
1. Ayuno normal: Consiste en abstenerse de toda clase de alimentos, sólidos o líquidos, pero no del agua. Puede durar desde unas pocas horas, hasta unos 40 días (por ejemplo, Lc. 4:2-13).
2. Ayuno parcial: En este caso, se restringe la dieta, pero no hay una abstención total (por ejemplo, Dn. 10:3).
3. Ayuno absoluto: Se refiere a una abstención total, tanto de alimentos como de agua. Como el cuerpo humano no puede permanecer sin agua más de 3 días, ese es el plazo máximo para este tipo de ayuno. Cuando en la Biblia se mencionan ayunos absolutos de más de tres días, como los de Moisés y Elías (Dt. 9:9, 1 R. 19:8), se entiende que Dios medió sobrenaturalmente para que esto fuera posible. Hay que destacar que el ayuno absoluto es excepcional y no debe practicarse a menos que uno reciba un mandamiento muy claro de parte de Dios, y no debe pasar de tres días.Cualquiera de estos ayunos pueden practicarse individual o colectivamente. Cuando Dios dirige a Su pueblo a ayunar, con el fin de buscarlo o resolver problemas, la unidad y el poder se incrementan notablemente. Son tiempos muy bendecidos por Dios.
Desde muy antiguo se practicaron ayunos regulares de una o dos veces a la semana (o al mes). Esa era la práctica tanto en tiempos del Antiguo Testamento (Zac. 8:19) como del Nuevo Testamento (Lc. 18:12). También en los primeros siglos de la Iglesia, así como en la época de la Reforma Protestante. Aunque muy beneficioso, hay que reconocer que el ayuno regular no es un mandato bíblico. Más bien, la norma es que Dios es el iniciador de nuestros ayunos, y es Él mismo quien establece la duración que debe tener. Un pueblo en comunión con Dios y sensible al Espíritu Santo sabrá cuándo ayunar individualmente y cuándo hacerlo colectivamente. La práctica del ayuno regular tiene por objetivo recibir sus beneficios espirituales, y estar así preparados para los tiempos en que Dios dirige a Su pueblo a ayunar. Richard Foster (Richard J. Foster is a Christian theologian and author in the Quaker tradition) dice lo siguiente:
Simplemente, no hay normas bíblicas que establezcan el ayuno regular. Nuestra libertad en el evangelio, sin embargo, no significa libertinaje, sino oportunidad. Puesto que no hay leyes que nos obliguen, estamos libres para ayunar cualquier día. Para el apóstol Pablo, la libertad significó que se dedicó a "muchos ayunos" (2 Corintios 11:27). Siempre debemos tener en mente el consejo apostólico: "... no uséis la libertad como ocasión para la carne, ... (Gálatas 5:3). (R. Foster, Alabanza a la Disciplina, p. 63-64).
II. ¿Quiere Dios que ayunemos?
Nuestra convicción es que el ayuno es una disciplina espiritual plenamente vigente en el cristianismo y muy beneficiosa para cada creyente.
Cuando Jesús habló sobre el tema, su intención fue restaurar el ayuno apropiado, nunca rechazarlo ni abolirlo (Mt. 6:16). En los días del ministerio terrenal de Jesús, sus discípulos no ayunaron, pero Él lo explicó como un tiempo de festejo de bodas por Su presencia. No obstante, vendrían días en que sí ayunarían (Mt. 9:15). Después del día de Pentecostés, los apóstoles practicaron el ayuno (Hch. 10:30, 2 Co. 6:5; 11:27), como también los discípulos después de ellos (Hch. 13:2-3). Así testifica también la historia de la Iglesia a través de los siglos.
Por lo tanto, no dudamos que el ayuno sea parte de la voluntad de Dios para Su pueblo en el presente. Pero caben las preguntas ¿con qué propósito ayunamos?, y ¿cómo hacerlo en medio de la vorágine de nuestra época?
III. ¿Por qué ayunar?
Hay que tener siempre presente que el ayuno no obliga a Dios a hacer lo que queremos. Tampoco es un medio para presionar a otros. Como dijo Richard Foster:
A veces se hace tanto hincapié en las bendiciones y en los beneficios del ayuno, que nos sentimos tentados a creer que con un poco de ayuno pudiéramos tener al mundo, e incluso a Dios, comiendo de lo que les demos con nuestra propia mano (R. Foster, Ibid., p. 67). El ayuno tiene que centrarse en Dios. De hecho, el verdadero ayuno no es una "práctica" de la Iglesia, sino un tiempo que Dios inicia y que Él mismo finaliza. Servimos o ministramos a Dios por medio del ayuno (Lc. 2:37: Hch. 13:2). Cualquier otro propósito debe ser subordinado a Dios. Como consecuencia, la presencia del Señor se hace más cercana a nuestros sentidos, nuestros corazones se acerca más que nunca a la Gloria de Dios.
Por eso, la primera pregunta que debemos responder es la que Dios hizo a Israel en tiempos de Zacarías: "Cuando ayunasteis... ¿habéis ayunado para mí?" (Zac. 7:5). Los beneficios físicos, el incremento de intimidad y poder en la oración, así como el mayor discernimiento espiritual, nunca deben reemplazar a Dios como el centro de nuestro ayuno. En resumen, por medio del ayuno, buscamos estar más cerca de Dios, estar con Él, amarlo a Él, mucho más que a las cosas que nos da.
Una vez que estamos firmemente parados en el propósito fundamental del ayuno, podemos entender también que hay objetivos secundarios: Más que cualquier otra disciplina, el ayuno pone de manifiesto las cosas que nos dominan. Cubrimos nuestras ataduras con alimentos y otras cosas placenteras. Pero en el ayuno, estas cosas salen a la superficie y, aunque es desagradable, reconocerlas es de gran ayuda para quien realmente quiere ser transformado a la Imagen de Jesucristo.
En primer lugar, podremos apreciar cosas que nos dominan como el orgullo, la ira, la amargura, la lascivia, etc. Al principio, pensaremos que estas cosas surgen porque tenemos hambre, pero en realidad, es el Espíritu trabajando en nosotros para que obtengamos nuestra santidad por el poder de Cristo (vea la experiencia de David en el Salmo 69:10).
Por otra parte, aparecerán aquellas cosas que nos han ido esclavizando y que en realidad no necesitamos (1 Co. 6:12; 9:27; Sal. 35:13). "Nuestros anhelos y deseos humanos son como un río que tiende a desbordarse; el ayuno ayuda a mantenerlos en su propio canal" (Foster, Ibid, p. 68). Finalmente, la práctica del ayuno, tanto individual como colectiva, producirá una mayor profundidad y eficiencia en la oración intercesora, así como revelación divina para tomar decisiones y para ministrar a Su pueblo.
IV. La práctica del ayuno
Como ocurre con otras disciplinas, conviene observar un desarrollo progresivo.
1. Comience con un ayuno parcial de 24 horas, suspendiendo dos comidas. Acompañe esos tiempos de ayuno con jugo de frutas frescas. Aproveche el tiempo que usaba para comer en oración, especialmente en adoración y acción de gracias.
Termine el ayuno con una comida liviana de frutas y verduras, y mucho regocijo interno.
Practique este ayuno parcial una vez por semana por dos o tres semanas.
2. Ayuno normal: Después de practicar el ayuno parcial, está listo para un ayuno normal de 24 horas, donde sólo beberá agua en buenas cantidades. El énfasis en la oración y la manera de levantar este ayuno serán iguales al ayuno parcial. Recuerde que estamos practicando.
Probablemente sienta algunos dolores o incomodidad por causa de la falta de ingesta. Eso no es hambre real. Lo que siente es simplemente el acondicionamiento del estómago de recibir alimentos a ciertas horas. En cierta forma, el estómago es como un niño malcriado. Pero no es necesario complacerlo; lo que necesita es disciplina.
Si aparecen dolores de cabeza, frecuentemente se debe a la costumbre de beber café, té y otros estimulantes. El ayuno le ayudará a descubrir cuán atado está a esas cosas y le guiará a dejarlas o a reducirlas al mínimo.
El apetito que reclama el estómago pasará bebiendo agua. Tenemos que ser señores, no esclavos de nuestros propios estómagos.
Recuerde dedicar el tiempo que usaría en comer a la oración y meditación. También recuerde seguir el consejo de Jesús y guardarse de llamar la atención hacia lo que está haciendo (Mt. 6:16-18). Si llama la atención, la gente se impresionará y, como dijo Jesús, esa será su recompensa.
3. Después de haber logrado varios ayunos con éxito espiritual (un sentido de mayor intimidad con Dios y de haberle servido), pase a ayunos de mayor duración (36 horas, 48 horas y hasta tres días). Cuando haya aprendido a ayunar en esos períodos de tiempo con gozo y fruto, es el momento de preguntarle a Dios si debe comenzar un ayuno por alguna causa en particular, y qué duración deberá tener dicho ayuno. Deje a Dios ser Dios.
Muchas veces, el Señor nos hablará de maneras creativas e inesperadas. Manténgase atento. Cuando Dios guía al liderazgo a períodos de ayuno, participe con gozo y compromiso, interiorizándose de los detalles necesarios para estar en unidad de propósito en la oración.
4. Conviene conocer el proceso por el que atraviesa el cuerpo (en condiciones normales) durante un ayuno prolongado.
Los primeros tres días son, generalmente, los más difíciles por la incomodidad física. Es el tiempo en que el cuerpo comienza a liberarse de los tóxicos por malos hábitos de alimentación, y eso no es agradable. Se forma sarro sobre la lengua y mal aliento. No se deje perturbar por los síntomas; más bien dé gracias por los beneficios para su salud. Para evitar el mal aliento procure masticar hojas de menta o algún dulce sin azúcar. No mastique goma de mascar, pues la salivación hará más desagradable el proceso. Si es un ávido bebedor de café, el dolor de cabeza puede ser intenso. Probablemente tendrá que beber algo de café al principio reduciéndolo cada vez más, hasta eliminarlo completamente. Dios le está mostrando cuán dominado está por esa sustancia.
Hacia el cuarto día, los dolores por causa del hambre comienzan a ceder, aunque puede sentir debilidad y desvanecimientos ocasionales. Son vértigos temporales y se evitan moviéndose un poco más lento, especialmente al levantarse o agacharse.
Hacia el sexto o el séptimo día, comenzará a sentirse más fuerte y despierto. Los dolores del hambre seguirán disminuyendo hasta ser una leve irritación hacia el noveno o décimo día. El cuerpo habrá eliminado las sustancias tóxicas y se sentirá mucho más sano. Se intensificará su capacidad de concentración y sentirá que puede seguir ayunando indefinidamente. Desde el punto de vista físico, es la parte del ayuno que más se disfruta. Desde el punto de vista espiritual, la concentración y profundidad en la oración se incrementarán notablemente.
En cualquier momento entre los días 21 y 40 de ayuno, lo cual depende del individuo, vuelven los dolores a causa del hambre. Esta es la primera etapa del síndrome clínico de hambre e indica que el cuerpo ha agotado todas las reservas que tenía en exceso y está comenzando a recurrir a la masa muscular. ¡Es tiempo de terminar el ayuno!
5. Algunas recomendaciones finales:
La pérdida de peso durante el ayuno varía según la persona. Es normal perder al principio 1 kg por día, lo cual va decreciendo a medida que avanza el ayuno hasta llegar a ½ kg diariamente.
Durante el ayuno sentirá frío porque el metabolismo del cuerpo no produce la acostumbrada cantidad de calor. Si uno tiene cuidado de permanecer abrigado, esto no causa problemas.
Antes de comenzar un ayuno prolongado, algunos se sienten tentados a ingerir una buena cantidad de comida para "almacenar". En realidad, eso hace más difícil el ayuno en los primero días. Es mejor comer algo más liviano que lo normal durante uno o dos días antes de comenzar el ayuno. También es recomendable dejar de tomar té o café unos tres ó cuatro días antes de iniciar un ayuno prolongado.
La primera comida después de un ayuno prolongado debe ser jugo de frutas o de verduras. Al principio se deben tomar pequeñas cantidades. El estómago se ha contraído y debe ponerse en funcionamiento lentamente. El segundo día después de haber levantado el ayuno debe comer frutas y luego leche o yogur. Después ensaladas y vegetales cocidos. Tenga cuidado de no comer en demasía.
Algunas personas no debieran ayunar por razones físicas. Los que padecen diabetes, o del corazón, así como las mujeres embarazadas, no deben ayunar. Si tiene dudas sobre su condición, consulte a un médico.
Es frecuente que en los tiempos de ayuno estemos involucrados en lucha espiritual. Necesitamos aprender a usar toda la armadura de Dios (Ef. 6). Uno de los períodos espirituales más críticos ocurre cuando finalizamos el ayuno, pues sobreviene la tendencia natural de relajarnos. Algunas personas experimentan una lucha espiritual severa durante un ayuno prolongado. Por ello, es recomendable pedir apoyo en oración y estar "reportándose" a una o varias personas de confianza en la Iglesia. Incluso algunos comienzan con cierta desconexión de la realidad en ayunos de más de siete días. Debe estar cubierto en oración y ser vigilado o monitoreado periódicamente por hermanos durante un ayuno prolongado.
Finalmente, en el ayuno hay "... justicia, paz y gozo en el Espíritu" (Ro. 14:17). El ayuno puede traer adelantos en la vida espiritual que no podríamos lograr de otra manera.

lunes, agosto 11, 2008

Jose Maria Cervelló. RIP.

Me saca del mutismo la realidad de las cosas. La muerte y el amor. Alario Carrera y Cervelló. Eros y thanatos. Ejemplo de amor es Amaya. Solo se explica viéndola actuar. Ejemplo de Cervelló es este artículo sobre el amor que relanzo tras su muerte injusta, por prematura. Seguramente no volveré a ver a ninguno de los dos. A ambos doy las gracias por el mero hecho de haber nacido, de haberme acompañado unos instantes. Breves. ETERNOS. Perfectos.
ALGO SOBRE EL AMOR Y OTRAS COSAS por JOSÉ MARÍA CERVELLÓ.

Hablar del amor es muy difícil porque todo esta dicho y se puede caer en toda clase de topicazos y tonterías.

Voy a intentar hablar de sus consecuencias.

Hace tiempo leí una teoría que me impactó y voy a intentar recordar (pese a no ser un experto en esta materia):

Los hombres no somos sujetos sino instrumentos de otra cosa que es la vida y su transmisión.

Veamos: el ADN sale de nosotros cuando estamos vivos y por medio de un espermatozoide fecunda un óvulo de un ser vivo. Cuando los padres mueren, son cenizas, pero hay una parte suya que sigue viva en otra persona, y así sucesivamente.

El objetivo esta cumplido: el ADN sigue y nosotros estamos muertos.

La vida sigue y nosotros no hemos sido más que un eslabón de la cadena, aunque algo nuestro siga vivo.

En la evolución de la especie humana primero apareció el instinto de reproducción al que siguió el placer sexual como estímulo.

No sé si el amor estaba desde el principio o apareció en un momento posterior del desarrollo cerebral. En todo caso, el amor es un sentimiento que radica en el cerebro.

Tenemos, pues, un procedimiento físico-químico, por una parte, y el amor como sentimiento controlado por el cerebro, por otro. Hay instinto y cerebro, como casi siempre.

En el principio de los tiempos surge algún tipo de matrimonio y con los hijos, la familia.

¿Qué pasaba en España en 1950?.

1-El matrimonio era religioso, con algunas excepciones civiles, mal vistas socialmente. Se rige por el derecho canónico, siendo indisoluble y sólo cabe la anulación.

2-Los hijos habidos fuera del matrimonio eran ilegítimos, con derechos casi inexistentes. Además había una clasificación pormenorizada y vejatoria según la situación de los padres. Jamás entendí que culpa tenían esos hijos.

3-La mujer casada no tenia, prácticamente, capacidad civil patrimonial.

4-Si la mujer casada cometía adulterio, estaba penado. Si era el marido, no era delito.

5-Los malos tratos quedaban en casa; había una especie de presunción de inocencia que podía llegar hasta el asesinato, siempre a favor del marido.

6-Los anticonceptivos no existían en España.

7-El aborto estaba penalizado.

8-Hubo modificaciones en el régimen civil de la mujer (1958) y sobre el acceso a nuevas profesiones (años sesenta), quedando muchas profesiones vetadas a la mujer.

La gran modificación de la Constitución de 1978:

La gran modificación vino con la constitución de 1978. De forma tácita a su entrada en vigor, y con todo el desarrollo legislativo posterior y los efectos de la entrada de España en las instituciones europeas.

Hasta llegar a la SITUACIÓN ACTUAL:

Si hemos sistematizado la situación en 1950, vamos a ver que ha pasado y cual es la situación ahora.

He puesto números que, en lo posible, se corresponden, para hacer más fácil la comparación.

1-El matrimonio canónico y civil está en plan de igualdad.

Se ha regulado el divorcio y, últimamente, el llamado divorcio express.

2-Los hijos son todos iguales sin que haya discriminación.

3 y 4- Hay igualdad entre el hombre y la mujer.

5-Ha habido un cambio radical en la legislación y en la reacción social en cuanto a los malos tratos.

6- El aborto está despenalizado y se anuncia una reforma más permisiva.

8-Como se ha dicho, hay igualdad entre ambos sexos y la mujer puede acceder a todas las profesiones.

9-Muchas barreras han caído, pero sigue habiendo tareas por hacer.

Por cierto, aprovecho para hacer una rectificación. En un articulo elogié a la Ministra de igualdad llamándola paisana. Hoy quiero matizar, somos de la misma provincia, pero ella no es de Cádiz y mucho menos de Cádiz, Cádiz.

ALGO SOBRE EL AMOR:

Creo que hay que recurrir a mi primer artículo y considerar que el amor es un sorteo más, aunque con un poco de margen de maniobra.

El amor hay que trabajarlo todos los días.

Dos personalidades diferentes conviviendo, tienen que ir acoplando sus cesiones para hacer una personalidad común, sin que cada una renuncie a lo esencial de ella misma.

LOS HIJOS:

Como no tenemos hijos y no me gusta hablar de cosas sobre las que no tengo experiencia, voy tratar solo de lo que es observable.

De acuerdo con el tipo de situaciones podemos hacer la siguiente lista:

-Hijos de familia católica o civil. -Hijos de familia numerosa o hijos únicos. -Hijos de madre soltera, conociendo al padre o sin conocerlo, y demás variantes. -Hijos de padres divorciados y vueltos a casar o no; con hijos de matrimonios anteriores, y con hijos comunes etc. -Hijos huérfanos de padre, de madre o de ambos. -Hijos adoptados. -Hijos de padres homosexuales y todas sus variantes: adoptados, por inseminación etc.

¿Alguien podría asegurar de donde saldrían los hijos mejor formados y más felices?

Volvemos a los sorteos y no se cuanto margen de maniobra tendremos.

Quiero decir algo sobre los hijos de padres divorciados (aunque sean obviedades). Lo fundamental es el interés de los niños, que son responsabilidad absoluta de los padres y que nunca termina. Los niños no tienen ninguna culpa de las desavenencias de los padres.

Lo que veo peor es la judicialización de los asuntos que impliquen a los hijos. Si los niños pasan unos años cruciales implicados en todas esas tensiones y presiones ¿Cómo serán al llegar a los 18 años? ¿Quién será el responsable?

Como siempre, cuanto más pienso, más preguntas me surgen.

Por cierto, ya que estamos hablando de estas cosas… habrá algún prudente lector que sepa decirnos que es el AMOR….

FIN

Paisajes perfectos


De la juventud...

lunes, julio 21, 2008

Carlos Rodríguez Braun sobre Gabriel Jackson

El historiador Gabriel Jackson, un darling del pensamiento único, afirma en El País: "el mercado no se preocupa por el destino de los individuos". Y añade: "el mercado, si no se regula, es completamente amoral...la competencia de mercado decide qué productos son los más atractivos para los consumidores...la crisis de las hipotecas basura...es un ejemplo perfecto de la amoralidad del mercado".

Es característica de los enemigos de la libertad la negación de la responsabilidad individual. Así, los individuos no pueden preocuparse por su destino, porque son obviamente irresponsables. Entonces, "el mercado" es visto como una entidad separada de las personas, a la que se adjudican toda suerte de deficiencias, para no tener que confesar abiertamente la tesis fundamental: como la gente es idiota, alguien tiene que preocuparse por ella. No pueden ser libres (o sea, el mercado) y por tanto es la alternativa la que vale, y la alternativa de la libertad es la coacción. Quienes deben preocuparse por el destino de los individuos no pueden ser los individuos libres, con lo cual el protagonismo debe ser para quien encarna la coacción: el poder político y legislativo.

Para sostener una tesis tan paternalista, repito, hay que despreciar al individuo, que no es capaz de elegir lo que le resulta más atractivo consumir. Como en realidad no es libre, sus decisiones no pueden ser morales, porque la moral es siempre voluntaria. Eso es lo que quieren decir los enemigos de la libertad cuando dicen que el mercado –o sea, la gente libre, la única que puede tener y tiene sentido moral– es amoral.

Si la libertad es amoral, entonces su opuesto es quien está provisto de sentido moral. Y de ahí la conclusión de que el Estado es quien encarna la ética. Tan disparatada noción debe ser acolchada por la ficción de que todo contratiempo es derivado de la libertad. Así, cuando aparecen los problemas en unos regímenes bancarios regulados públicamente dentro unos sistemas monetarios monopólicos y públicos, la corrección política corre en busca del obvio culpable: el mercado, es decir, la libertad.

miércoles, julio 16, 2008

Rif 1921

Dicen que al pre-estreno del documental acudieron, el productor Melchor Miralles, la directora de Casa Árabe, Gema Martín Muñoz, y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón. Me enteré por la prensa. Fue el inicio de mi final, de mi ruina.

martes, julio 15, 2008

Wordsworth para Amaya.

Wordsworth: «Aunque mis ojos/ ya no puedan ver ese puro destello/ que me deslumbraba,/ aunque ya nada pueda devolver la hora/ del esplendor en la hierba,/ de la gloria en las flores,/ no hay que afligirse/ porque la belleza/ siempre perdura en el recuerdo».

¿QUÉ ES OCCIDENTE? de Philippe Nemo. Gota a Gota. Reseña de Marco

Muchas veces escuchamos afirmar que en Francia no hay liberales y que la veta liberal del pensamiento francés se perdió en algún momento de mediados del siglo XX, hundida bajo el fascismo, los jacobinos, los comunistas, el socialismo y las diversas ramas de ultraizquierdismo que han venido floreciendo por aquellos pagos desde aquella cosa (cada vez más patética, a medida que pasan los años) que se llamó Mayo del 68.
Pues bien, no es verdad. A pesar de la casta de mandarines y caciques surgidos de las escuelas de políticos funcionarios, a pesar del conservadurismo y del miedo de los franceses, a pesar de la corrupción de la República sigue habiendo liberales en Francia, y el liberalismo sigue dando frutos en una tierra en la que siempre tuvo arraigo.
Tenemos ahora una nueva prueba en el libro, mejor dicho panfleto, aunque razonado, que acaba de publicar la editorial Gota a Gota. Se titula ¿Qué es Occidente? y su autor es Philippe Nemo, profesor y estudioso de las ideas políticas. En España se han publicado de él Job y el exceso del mal (1995), un ensayo a partir de la gran reflexión del francés Emmanuel Lévinas sobre el significado de "pecado original", y otro trabajo más breve, pero enjundioso, sobre
la oligarquía de la V República francesa.
Philippe Nemo también es el responsable de la edición de una monumental historia del liberalismo europeo, que saldrá en Francia dentro de unos meses y renovará bastantes perspectivas.
Como se ve, no es hombre falto de ambiciones. El solo título del libro ahora publicado en español indica que no se va a rendir. Se lo agradecemos.
No estamos ante una divagación más sobre un término particularmente confuso. Este panfleto no es una nueva lista de valores y convicciones, ni otra glosa sobre reflexiones anteriores ni, menos aún, un lamento elegíaco. Nemo propone, ni más ni menos, una definición de Occidente.
En los cinco primero capítulos el autor describe los cinco acontecimientos históricos que han hecho de Occidente lo que es, a saber: la invención de la ciudad, de la libertad bajo la ley, de la ciencia y la escuela (con los griegos); la invención, por los romanos, del derecho, de la propiedad privada, de la persona y del humanismo; la revolución ética y la invención del tiempo histórico que trajo la Biblia; lo que llama la "revolución papal" de los siglos XI y XII, que es la síntesis de los tres hechos anteriores –Atenas, Roma y Jerusalén– y que rescata para la Iglesia Católica parte de lo que muchos historiadores han atribuido a la Reforma; y, finalmente, la promoción de la democracia liberal.
Aplicando estos criterios rigurosamente, resulta una geografía de Occidente muy precisa, más de la que Huntington trazó en El choque de civilizaciones. La conforman los países que han vivido los cinco acontecimientos (los antiguos quince de la actual Unión Europea, salvo Grecia), además de las democracias anglosajonas (Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda). Cerca, pero no en el núcleo duro, están los países del este de Europa, donde no hubo revolución democrática, los hispanoamericanos e Israel. En el otro extremo están los países dominados por el Islam.
Nemo no niega la vocación universalista de Occidente en aras del multiculturalismo. Países no occidentales como Japón o la India han demostrado que los valores occidentales son transmisibles, adaptables y fecundos en otras circunstancias. Pero tampoco oculta las diferencias en aras de un mestizaje universal. Como no se hace ilusiones –con razón– acerca del fin de los conflictos, argumenta que más vale tener claras las ideas para entablar un diálogo en profundidad, no un simple intercambio de cortesías vanas, y menos aún un suicidio como el que preconiza el Gobierno socialista español.
Por eso mismo, Nemo se atreve a proponer, al final, una idea original. Se trata de la creación de una Unión Occidental. Sería algo distinto de la Unión Europea indefinidamente abierta que hemos conocido hasta ahora y ya ha entrado definitivamente en barrena. También sería algo distinto a cualquier tipo de zona controlada por una supuesta hegemonía norteamericana.
La Unión Occidental vendría a ser la alianza de un conjunto de países que comparten una identidad cultural esencial, un "espacio institucionalizado de concertación y coordinación, una libre República de países iguales en derechos".
¿Pura utopía? En parte sí, pero propuestas arriesgadas como éstas tienen la virtud de devolvernos a realidades esenciales: la necesidad de saber quiénes somos, si queremos defendernos, y cómo apuntalamos la base sobre la que se ha construido Occidente: la libertad.
Como el panfleto es corto, está bien escrito –sin los amaneramientos del francés actual– y bien traducido, se lee de un tirón. Y le hace a uno soñar con lo que podría llegar a ser, con los medios de que disponemos hoy, un Occidente dispuesto a promocionar los valores liberales, que son los suyos.
José María Marco