Parece una persona corriente. No es una estrella. Tiene algo de Clint Eastwood (lo tierno) y de Patti Smith (lo duro). Aires de filósoso francés postmoderno. Da la impresión de estar permanentemente roto. Escribe. Básicamente, escribe. El qué es lo de menos. Empezó por la poesía, como los héroes: Comparemos mitologías nació 22 años después que él, en 1956. Luego vinieron ocho o doce más: no es sencillo contar sus versos. Los hay bastante ortodoxos, casi normales, a pesar de llamarse Flores para Hitler (1964) o La energía de los esclavos (1972). Otros son más elusivos, al interactuar con las artes visuales (Libro del anhelo, 2006) o con la música. De hecho, su mejor poema es una canción. En Hallelujahcoinciden todos los hombres que él es: el poeta, el profeta, el rapsoda, el hombre que eclipsó a Handel. El místico. Su escritura es siempre palimpsesto de la Escritura: inmersión en el imaginario universal, no importa el credo, judío, cristiano, budista, todos, uno. Concibe la creación como la Creación: si los pitagóricos creían que la materia era numérica, si Yahvé inventó el mundo diciéndolo, él forja lo humano cantándolo, con o sin música. Para entender cuál es su religión, lo mejor es leer a Whitman. También su fe es el hombre. Cada poema, un templo. La construcción de su poesía se basa en las ruinas: es un discurso inacabado, siempre derrumbado. Las palabras esconden más de lo que comunican, abriendo monstruosos abismos en el texto y en nuestra mente. Surgen voces de no se sabe dónde, hombres y mujeres entran y salen de escena sin razón aparente, la narración es un silencio sólo aliviado por las vigas maestras, los puntos de anclaje: las ideas. Para contar la Historia, hay que callar la historia. Se considera un redactor de salmos, oraciones, apocalipsis. No es poeta para agradar, entretener, ser mediático. Es poeta porque puede. Asume que (como dice Spiderman) un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Evita manipularnos mostrándonos las piezas, no el puzzle. En sus versos se exhiben trozos de vida, pedazos de mundo, tragedias shakespearianas interrumpidas por anuncios de la tele. Leerle es un proceso de reconstrucción perpetua. Las combinaciones posibles se miden en cifras borgesianas: somos absolutamente libres de interpretarle o malinterpretarle a nuestro antojo. No podemos equivocarnos. Su complejidad nos salva de nuestra simpleza. Es un mito. Un ídolo. No tiene edad (77 años). No tiene patria (Canadá). Parece impermeable a su propia inmortalidad. Enseña que la poesía se escribe en vinilo, se escucha en el iPod. Nos ha redimido para siempre de nuestra manía de distinguir entre literatura y no literatura, ficción y realidad. Si uno pasa demasiado tiempo leyendo su poesía, acaba por sentirse un personaje, una voz de su poesía. Y al cerrar el libro y salir a la calle y disponerse a vivir, se da cuenta de que el libro sigue ahí, en la calle, en la vida, abierto de par en par. En España acaban de darle un premio. Es Leonard Cohen.
EL CULTURAL: 01/06/2011
Simone Weil: Escritos históricos y políticos. Trotta
He intentado leer varias veces el libro de Sylvie Cortine-Denamy Tres Mujeres En Tiempos Sombríos. Dicen que fue el sospechoso Brecht quien acuñó el término 'tiempos sombríos' para referirse a la década de 1933 a 1943. Y es que duele asistir a las vicisitudes de estas tres damas entregadas en soledad a sus hercúleas causas morales con semejante heroicidad, bajo el estigma añadido de ser judías y filósofas. Un artículo del gran Agapito Maestre sobre este libro de Trotta me hace revisitar las tres gigantescas figuras. Todas mantuvieron una relación muy estrecha con sus mentores (Alain, Jaspers y Heidegger) pero siempre desde el plano de la disquisición mas rigurosa, el intercambio de ideas igualitario y, en ocasiones, la disputa mas recia. No necesitaron la tutela de nadie, ni el amparo de ninguna institución del estado. Las tres fueron mentes brillantes desde la infancia. Ninguna abandonó jamas la defensa del pueblo judío.
Edith Stein, reconocida como autora de La ciencia de la cruz, era alumna de Husserl. Se convirtió al catolicismo (fue decisiva en su vida la figura de San Juan de la Cruz) y se hizo monja, uniéndose al Carmelo. En 1998, fue canonizada por Juan Pablo II y la convirtió en Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Era la primera vez en la historia que se convertía en santa a una judía. Para gran dolor del feminismo actual dedicó grandes esfuerzos a la lucha por los derechos de las mujeres, pero apenas si consta en el imaginario progresista por esta labor. Pereció en Auschwitz en 1942. Merece varios volúmenes.
Hannah Arendt, nacida Johanna Arendt, es la única que sobrevive a la oscura década. Es la que más ejerce la política. Destaca como un extraordinario talento desde su rebelde primera juventud. El régimen nacionalsocialista le retiró la nacionalidad en 1937 (tras encarcelarla brevemente en 1933), por lo que fue apátrida hasta que consiguió la nacionalidad estadounidense en 1951. Sus días terminaron en 1975 en Nueva York. Su intensa relación con el gran filósofo del siglo XX, Martin Heidegger, llena de admiración, respeto, crítica feroz (su admirado maestro se posicionó cerca del nazismo) y casi enamoramiento, es lo mas conocido de ella para el gran público. Su obra sobre el fin del nazismo (esencial su retrato del célebre juicio en Eichmann en Jerusalén ) y la banalidad del mal aporta una visión analítica, fría (criticó duramente la actitud de los propios consejos judíos en connivencia con Eichmann en los campos de exterminio) acerca de la condición humana. Su obra magna, que la situa entre los pensadores mas relevantes del siglo es Los orígenes del totalitarismo. Mantuvo también una intensa relación académica con Karl Jaspers en torno a la alemanidad y el sionismo como opciones vitales. Mantuvo viva su lucha política en defensa del pueblo judío (siempre desde el análisis incómodo) y su pasión filosófica hasta el final.
Y llegamos a la mujer que propicia estas lineas.
Hay quien dice que Simone Weil, se deja morir en un hospital inglés cuando en abril de 1943 se le diagnostica tuberculosis. Este desenlace explica mucho de la identidad de esta mujer. Se niega a consumir los alimentos que su enfermedad recomienda y muere el 24 de agosto, a los 34 años. Simone había huido hacia los Estados Unidos con su familia. Era 1942 y la ocupación alemana triunfaba en Francia. Weil pasó un tiempo en Harlem viviendo con los pobres. Luego retornaba hasta Londres y se unía a la resistencia francesa. Se sometió a una gran intensidad de trabajo y sacrificio. En 1943 contrajo tuberculosis. Weil se negó a recibir un trato diferente al que consideraba propio de los franceses sometidos a la ocupación alemana. Rechaza la comida que se le ofrecía y muere ese verano de insuficiencia cardíaca a los 34 años en el sanatorio británico de Kent.
El certificado de defunción decía: “la difunda se mató al negarse a comer al sufrír de trastornos mentales”. Se había negado a alimentarse como expresión de solidaridad hacia las víctimas de la guerra. Otros piensan que Weil murió de hambre luego de haber leído a Schopenhauer y sus capítulos sobre ascetismo y sacrificio santo (tal vez Parerga y Paralipómena). Las cartas del personal médico explicaban que Weil había pedido comida varias veces y que había comido días antes de morir y que fue la fragilidad de su salud la que impidió que Weil pudiera alimentarse adecuadamente. Falleció siendo una completa desconocida como autora.
Hannah Arendt, nacida Johanna Arendt, es la única que sobrevive a la oscura década. Es la que más ejerce la política. Destaca como un extraordinario talento desde su rebelde primera juventud. El régimen nacionalsocialista le retiró la nacionalidad en 1937 (tras encarcelarla brevemente en 1933), por lo que fue apátrida hasta que consiguió la nacionalidad estadounidense en 1951. Sus días terminaron en 1975 en Nueva York. Su intensa relación con el gran filósofo del siglo XX, Martin Heidegger, llena de admiración, respeto, crítica feroz (su admirado maestro se posicionó cerca del nazismo) y casi enamoramiento, es lo mas conocido de ella para el gran público. Su obra sobre el fin del nazismo (esencial su retrato del célebre juicio en Eichmann en Jerusalén ) y la banalidad del mal aporta una visión analítica, fría (criticó duramente la actitud de los propios consejos judíos en connivencia con Eichmann en los campos de exterminio) acerca de la condición humana. Su obra magna, que la situa entre los pensadores mas relevantes del siglo es Los orígenes del totalitarismo. Mantuvo también una intensa relación académica con Karl Jaspers en torno a la alemanidad y el sionismo como opciones vitales. Mantuvo viva su lucha política en defensa del pueblo judío (siempre desde el análisis incómodo) y su pasión filosófica hasta el final.
Y llegamos a la mujer que propicia estas lineas.
Hay quien dice que Simone Weil, se deja morir en un hospital inglés cuando en abril de 1943 se le diagnostica tuberculosis. Este desenlace explica mucho de la identidad de esta mujer. Se niega a consumir los alimentos que su enfermedad recomienda y muere el 24 de agosto, a los 34 años. Simone había huido hacia los Estados Unidos con su familia. Era 1942 y la ocupación alemana triunfaba en Francia. Weil pasó un tiempo en Harlem viviendo con los pobres. Luego retornaba hasta Londres y se unía a la resistencia francesa. Se sometió a una gran intensidad de trabajo y sacrificio. En 1943 contrajo tuberculosis. Weil se negó a recibir un trato diferente al que consideraba propio de los franceses sometidos a la ocupación alemana. Rechaza la comida que se le ofrecía y muere ese verano de insuficiencia cardíaca a los 34 años en el sanatorio británico de Kent.
El certificado de defunción decía: “la difunda se mató al negarse a comer al sufrír de trastornos mentales”. Se había negado a alimentarse como expresión de solidaridad hacia las víctimas de la guerra. Otros piensan que Weil murió de hambre luego de haber leído a Schopenhauer y sus capítulos sobre ascetismo y sacrificio santo (tal vez Parerga y Paralipómena). Las cartas del personal médico explicaban que Weil había pedido comida varias veces y que había comido días antes de morir y que fue la fragilidad de su salud la que impidió que Weil pudiera alimentarse adecuadamente. Falleció siendo una completa desconocida como autora.