jueves, septiembre 13, 2007

Amy Winehouse, grande y cracked

Dicen que es una borracha con la cabeza perdida...

Eterno retorno segun un Drexler

Cada uno da lo que recibe,
luego recibe lo que da
nada es mas simple
no hay otra norma.
nada se pierde
todo se transforma.
Ay Friedrich, como te versionan...

miércoles, septiembre 12, 2007

Una musa y mil traidores

Las tetas formidables de Bethanie Mattek

Bergman en EL MUNDO

El frágil hilo de la vida, de Carlos Saura en El Mundo

Es doloroso escuchar la noticia de la muerte de una persona admirada y querida. Con la desaparición de Ingmar Bergman, termina un ciclo de cine europeo de una creatividad sin parangón. Ya no están ni Luis Buñuel, ni Federico Fellini, dos visionarios que acompañaron a Bergman en la búsqueda de las profundas raíces de una tradición creativa. Suecia, Italia, España...

Cuando fui al Festival de Cannes con mi primera película, Los golfos, me encontré con que en aquella memorable edición del año 1960 participaban tres de los directores cinematográficos que más admiraba y que consideraba inabordables porque estaban en otro sistema planetario. Los tres tenían algo en común, una forma de ver la realidad sesgada utilizando la imaginación que sorprendía en una época en donde campeaban un realismo puro y duro. Por suerte, Luis Buñuel tuvo la amabilidad de venir a la proyección de mi película y fue el inicio de una amistad que duró hasta su muerte.

Fellini es para mí el amigo cálido al que nunca llegué a conocer bien, el excesivo y admirado, el hombre que generosamente dilapidó su vida mostrándonos un universo en donde lo cotidiano, lo epidérmico y visceral trasciende, añadiendo al cine un sabor pagano y oriental, una vuelta a ese cristianismo que tiene su norte en la extremosa rigidez puritana de Dreyer y Bergman y su sur en Federico Fellini. Descanse en paz, Federico Fellini en su siesta eterna.

Luis Buñuel fue mi amigo y compañero de viaje. El espacio en donde transitaban sus personajes eran en parte reflejos de las imágenes de su infancia: el paisaje austero y a veces desértico de Aragón; la vida cotidiana marcada por una Iglesia inquisitorial que recordaba con campanadas las horas, los oficios y también la muerte; la Semana Santa de Calanda, con sus tambores, ahora famosos, que se tocaban con enorme seriedad e intensidad hasta hacerse sangre en los nudillos, vestigios bárbaros, primitivas costumbres que Buñuel conservó en su mente toda la vida. Un erotismo soterrado y violento se escondía en los pliegues de una religión que hablaba de virginidad, del pecado y de la muerte. El mismo Buñuel dijo que los dos sentimientos básicos de su niñez fueron un profundo erotismo, al principio sublimado por una gran fe religiosa, y la conciencia de la muerte.

El director aragonés poco o nada tenía de Mediterráneo: más del terruño de una España de montes y llanos, de secarrales, calores asfixiantes y fríos esteparios. Espejos deformantes de una realidad, un cierto humor aragonés, una vuelta de tuerca a una tradición anclada en el pasado fueron sus armas. Tampoco Fellini, en su delirio de imágenes en donde el primer impulso colorido y fantasioso estaba colmado de mujeres-madres, de imágenes soñadas con el mar Mediterráneo al fondo, tiene que ver con Bergman. Ingmar Bergman representa al cine del norte, ese que desveló Carl Dreyer. Cine puritano de brumas y espejismos, de intensos sentimientos, de preguntas sobre la existencia: el sexo, la vida en pareja, la enfermedad y la muerte. Una tradición ya probada en el teatro de Ibsen, en la música de Grieg o de Sibelius, en la atormentada pintura de las telas de Munch...

En el universo de Ingmar Bergman los bosques de árboles se yerguen hasta el cielo en una fría bruma desorientadora, bosques interminables en donde uno se pierde para siempre, de no ser por el frágil hilo que dejamos para indicar el camino de vuelta, y que nos conducirá de nuevo al redil, al hogar acogedor que invita a la reflexión en los largas penumbras del invierno. Ese hilo frágil que conduce a la vida preocupaba a Ingmar Bergman hasta atormentarle.

Sus películas están ahí. Desde Fresas salvajes hasta Persona, Gritos y susurros o Fanny y Alexander... Ahí están, tan meticulosamente realizadas, con la magnífica fotografía de Sven Nykvist, que por cierto murió también no hace mucho.

Conocí personalmente a Ingmar Bergman porque era el presidente de la Academia Europea de Cinematografía y hablé con él en alguna ocasión, fue siempre amable y cariñoso conmigo y me halagaba que le gustaran mis películas. Recuerdo que cuando fui nominado para los Oscar por Carmen, Bergman envió a Los Angeles a su esposa para defender la candidatura de Fanny y Alexander. Ella me dijo, muy simpática, que el Oscar se lo iban a dar a Carmen porque les había gustado mucho. Yo sabía que el Oscar no iba a ser para mí, sino para Bergman. Y así fue.

Leí sus libros y redescubrí que él estaba en sus películas, como debe ser en cualquiera que hable de las cosas que le preocupan. Cineasta sincero y honesto, se buscaba a sí mismo a través de una obra densa y a veces atormentada, que reflejaba sus dudas y sus preocupaciones. Fue, además, director de maravillosas actrices que nos fascinaron dejándonos una huella difícil de olvidar: Liv Ullmann, Henriette Anderson, Ingrid Thulin... Mujeres bellas y también de intenso erotismo que trasladaron al cine las preocupaciones de Bergman con la magnificencia, la sabiduría y la sensibilidad de uno de los más grandes creadores del cinema de todos los tiempos.

Después del ensayo final, de Álvaro del Amo en El Mundo
Ningún cinéfilo sesentón puede olvidar la llegada de las películas de Ingmar Bergman a nuestro país. Terminaba la década de los 50 y el cineasta que irrumpía, enigmático y misterioso, nada tenía de principiante. Antes de El séptimo sello, El manantial de la doncella y Fresas salvajes, su filmografía contaba con una decena larga de títulos, que fueron asomando después, completando la primera impresión.
Bergman aparecía como un cineasta críptico y sombrío, preocupado por asuntos transcendentes, propietario de unas claves de extraordinaria complejidad, poco menos que imposibles de descifrar por el común de los mortales.
Tal impresión resulta sorprendente desde la perspectiva actual, que observa las películas supuestamente abstrusas como fábulas diáfanas en donde se habla, sí, de cosas muy serias, como la muerte, el sentido de la vida, la existencia de Dios, la angustia y la violencia, pero con un rigor dramático y una potencia plástica capaces de comunicar con cualquiera.
Pero entonces la cuestión religiosa se vivía con una contradicción, tan enriquecedora como desconcertante, capaz de exacerbar lo problemático y proclive a escudriñar más allá.
Vivíamos en un país confesionalmente católico, con todo lo que ello tenía de represivo, y al mismo tiempo la religión era objeto de una serie de interpelaciones que llegaban de la novela, del teatro y, con Bergman, también del cine. Las novelas del inglés Graham Greene, de los franceses François Mauriac, Georges Bernanos o Juliene Green, indagaban sobre las tensiones entre la fe y la moral, especulaban sobre lo que se llamó el silencio de Dios.
E igualmente, los dramaturgos italianos Ugo Betti y Diego Frabbri, también el español Alfonso Sastre, se zambulleron en un existencialismo de resonancia católica, que prepararía el terreno al cine de Bergman. En un local que programaba El séptimo sello se llegó a repartir una hoja explicativa destinada a orientar al público sobre el arcano que nada tenía de tal.
Pero el gran creador ha seguido en activo hasta casi el final de sus días y disponemos de su magna obra, rica, variada, múltiple en su coherencia y admirable en su capacidad para ahondar en el pobre ser humano.
Bergman ha sintetizado como nadie su doble vocación de director teatral y cinematográfico gracias al caudal dramático de su paisano Strindberg, el autor que con Chéjov abrió el camino del teatro moderno, y por el danés Dreyer, cuyas películas establecieron una estética donde lo sagrado y lo profano podían cohabitar en el mismo movimiento de cámara.
Con tales antecedentes, Bergman, autor de la mayoría de sus guiones, ha llevado el teatro, su tensión dramática, sus personajes de carne y hueso, su capacidad simbólica, a unas películas que entran por los ojos, a través de una plástica que atiende por igual la visión de un paisaje o la descripción de un interior.
Bergman ha seguido, como el caballero de El séptimo sello, increpando, interrogando, absorto ante un cielo mudo, al tiempo que se maravillaba, como el viejo profesor de Fresas salvajes, del milagro de la vida que, tras la muerte de la doncella, brotaba en forma de manantial.
Aunque quizá el gran tema de uno de los directores esenciales de la Historia no haya sido otro que la guerra de sexos, como Strindberg define la relación entre hombre y mujer.
Destinados el uno a la otra, amando u odiando la una al otro, todo el cine de Bergman es un doloroso, lacerante recorrido sobre la dificultad, casi se diría imposibilidad, de entenderse de la pareja de animales, sólo intermitentemente racionales. Él y ella, ella y él, buscándose, repeliéndose, adorándose, detestándose, reconciliándose, torturándose, exultando, ahogándose, levitando y continuamente en pie para volver a empezar, entregados ambos sin remedio a la más furiosa y gozosa desolación.
Séptimo sello por ELIAS QUEREJETA
Sesión de noche. Cine azul. Pocos espectadores. La pantalla se ilumina: El séptimo sello. He ido solo. Desde el principio me meto en la película y a lo largo de la narración no soy capaz de salir de ella. Fin. Luces que se encienden. Cruzo hacia la salida y me encuentro con Rafael. Ninguno de los dos se había dado cuenta de la presencia del otro. Caminamos juntos en silencio unos cuantos minutos. No se quién es el primero que comienza a hablar. Pero sí sé que a partir del silencio roto la conversación dura horas. Y pasado el tiempo, cada vez que nos vemos, continúa.
Ingmar Bergman ha llenado de pasión horas, pensamientos y sentimientos.
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martes, septiembre 11, 2007

lunes, septiembre 10, 2007

Federico olvidado en mis 42 ruinas


No he seguido al alemán loco en mis 42. La soledad solo duele en la derrota. En la victoria todo se soporta.

 






domingo, agosto 19, 2007

Me duele mucho

La tendinitis de Aquiles puede ser causada por:
  • uso excesivo del tendón de Aquiles
  • músculos tensos en la pantorrilla
  • tendón de Aquiles tenso
  • correr mucho en subidas
  • aumento de la cantidad o intensidad del entrenamiento deportivo, a veces usando calzado que tiene la suela poco elevada
  • pronación excesiva, un problema en el que los pies giran hacia adentro y se hacen más planos que lo normal cuando uno camina o corre
  • uso de tacos altos en el trabajo y zapatos de taco bajo para hacer ejercicio.
  • El tendón de Aquiles se puede romper cuando se comienza una actividad de golpe. Por ejemplo el tendón se puede romper cuando uno salta o empieza a correr.

Manu, el pobre y patético diablo

Memorandum de contradicciones o como ser un simbolo sin saber nada de nada y estando todo el día colgado.
Son las cinco de la tarde y Manu confiesa que acaba de levantarse.
"A veces, algún músico se queja. Puede que, tras seis horas de ensayo, hagamos un concierto de tres horas. Además, luego sigue la fiesta y podemos terminar a las siete de la mañana".
"Cuando me sienta demasiado seco o cansado, dejaré la música y estudiaré medicina, para curar dolores musculares, de huesos. Por ejemplo, los que trabajan en un estudio de grabación tienden a terminar con la espalda destrozada y yo sé arreglarlo. Lo hago de forma intuitiva, pero quisiera tener más conocimientos".
"Para grabar funciona muy bien algo de marihuana. Sin embargo, fumar no le viene bien al directo, es preferible un chupito de algo. El alcohol es peligroso en el estudio; al rato, lo que quieres es dejar la computadora e irte a un bar. La maría también tiene consecuencias: no te deja soñar, puede darte pesadillas".
"No les concedo el derecho a regular lo que yo hago con mi cuerpo".
"En Cuba funciono con ron, como todos los nativos. Sé que hay marihuana, y dicen que muy buena, pero nunca he hecho nada por conseguir algo".
"En Mexico, yo paseaba empeyotado por sus calles y nada me pasó".
"Yo he recurrido a un brujo cuando alguien me quería hacer mal. Me dijo que debía blindarme, para que el odio rebotara hacia quien me lo enviaba. Y resultó, te lo aseguro".
"Después de todo, yo también me formé con copias piratas, casetes que nos intercambiábamos".
"Estaba en Madrid con Fernando [León de Aranoa] y me puso su Princesas. Me quedé tan emocionado que inmediatamente, raaak, me salió la canción para la película, Me llaman calle. De un tirón, como un orgasmo. Lo menciono ya que no es lo normal".
"Las prostitutas son personas muy fuertes, con humor y un sentido auténtico de la solidaridad. Cuando vivía en Madrid, las veía en la calle del Desengaño -vaya sarcasmo- y me salió el tema Malegría. Diez años después estaba en la misma calle, donde ha abierto la sede su asociación, Hetaira. Iba a llevarles el goya que me dieron por su canción y aproveché para tocarles unas rumbitas. Uno de esos momentos en que sientes que hay una lógica en la vida".
"Celentano me mandó llamar a su casa del lago de Como, una mansión muy... celentanesca. Tiene el estudio de grabación en el salón, nada de sótanos sin luz. Charlamos de música, no tocamos la política. Para mí, Celentano está por encima del bien y del mal, como Elvis o Maradona".
"De Maradona me gustó su forma de ser: tiene interiorizados los códigos del barrio pobre donde creció. Y vive a flor de piel, vive al momento".
"Detesto que me consideren el líder de los antiglobalización, los altermundialistas o como quieras llamarlo. Primero, es un movimiento que no admite líderes. Perfecto: lo más fácil del mundo es corromper a un líder. Segundo, nadie me ve como líder, a algunos les gustará mi música y otros pensarán que soy un payaso. Tercero, es peligroso. Estuve en los actos contra el G-8, en Génova, donde la represión fue fortísima, hubo hasta un muerto. Ahora, los policías han reconocido que tenían orden de machacarnos. No quiero que me confundan con lo que no soy y vayan contra mí".
"En Mali descubrí que lo lento no es negativo, como nos enseñan en la escuela. Para un drogadicto de la velocidad como yo, supone una bofetada en la cara. Debes entender que quedar para tomar un té y comer puede ocuparte todo el día. Aprendí que dormir no es perder el tiempo; es un derecho, al que no voy a renunciar. Dormir diez horas, pasar un día sin hacer nada son libertades bonitas".
Y el gran remate de la irresponsabilidad en su entrevista (como no) en EL PAIS:
"Yo rechazaba la paternidad, no quería esa responsabilidad. Aún hoy, con 46 años, me niego a reconocerme como adulto: siempre odié la idea del núcleo familiar, los padres y el niño encerrados en su pisito o en su chalé. Tampoco creo que padres e hijos deban estar todo el tiempo juntos. Vi la última vez a mi niño en diciembre, pero sé que está bien y eso me basta. A veces, cuando voy allí, sólo me le encuentro a la hora de comer: tiene su vida, anda con su pandilla, va a la playa. Allí, igual que en África, los niños son un proyecto de la comunidad entera, los adultos cuidan de todos. A su lado he revivido algo que había perdido: el sentido poético de la existencia, la capacidad para vivir lo onírico, el reino de la fantasía. Veo una chispita en sus ojos que me maravilla: así era yo... Y me alegro de ser padre".

José Tomas el sábado 18 de agosto

DOS COGIDAS EN MALAGA Y SERENIDAD.

miércoles, agosto 15, 2007

Semana UFO

Me roban este sábado en mi coche en Lavapies, durante el curro y me quedo sin mi movil atómico. Rompieron dos ventanas. En Haiti aparece esto. Supongo que hay un sitio donde no pasan estas cosas. Mas allá de Marte. Al menos se ha confirmado la demencia de XIRINACS en la misma semana. Algo de certeza tenía que dar a luz en periodos tan oscuros.

miércoles, agosto 01, 2007

El sueco murió ayer. Y el italiano.

Muere el cineasta que dio voz al silencio
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Reseña de Los monstruos de la razón

En 1978 se suicidaron en la Guyana, "por la gloria del socialismo", 912 personas. Se trataba de los felices habitantes del Templo del Pueblo, Jonestown. Allí, en plena selva, había asentado su secta el antiguo pastor baptista James Jones, tras verse obligado a abandonar EEUU. Antes de darse al suicidio colectivo, Jones y los suyos asesinaron a Leo Ryan y a parte de quienes habían acompañado a este congresista hasta Jonestown para investigar las prácticas del reverendo. La tragedia comenzó a gestarse en 1956, cuando Jones fundó en Indianápolis su particular paraíso terrenal; "la primera sociedad comunista americana", según sus propias palabras. Semejante hazaña no hubiera sido posible sin la inestimable colaboración de esa izquierda exquisita magistralmente retratada por Tom Wolfe; de hecho, la esposa del presidente Carter contribuyó a recolectar los fondos para el traslado del Templo a la Guyana.
¿Que cómo vivían? La propiedad privada no existía (bueno, la del reverendo sí). Jones se ocupaba de la manutención de sus adeptos, así como de formalizar y disolver sus matrimonios. Naturalmente, Dios no existía. Los hijos se repartían según las necesidades del Templo, y todos trabajaban prácticamente de sol a sol –sobra decirlo, a las órdenes del reverendo–. Se promovía la delación, y se impartían lecciones de ruso, la lengua de la "tierra prometida".
La de Jonestown es una de las utopías, felizmente fracasadas o tan sólo planeadas, que se reseñan en Los monstruos de la razón, amenísima obra del periodista italiano Rino Cammilleri. No estamos ante una enciclopedia de las utopías y las sociedades secretas, sino ante un repaso personalísimo de algunas de ellas.
Desde la ironía y el "catolicismo militante" (tal adscripción corre por cuenta del prologuista de la obra, Vittorio Messori), Cammilleri se suma a lo postulado en su día por Tocqueville:
"Es preferible siempre un modesto administrador, un político mediocre, al más brillante de los intelectuales. Mejor, mucho mejor para todos es la prosa del burócrata que el brillo, por fascinante que sea, de aquello que por oficio hacen los inteligentes."
Al político se le censura en las urnas; en cambio, al intelectual utopista que interviene en política resulta casi imposible pasarle factura. Y ya se sabe que, como reza el célebre grabado de Goya en el que se inspira el título de esta obra, "el sueño de la razón produce monstruos".
Por estas páginas desfilan variopintas propuestas de ingeniería social, a cuál más extravagante y liberticida. Así, se nos habla de El testamento de Jean Meslier (a juicio de Voltaire, "un catecismo perfecto para Belcebú"), de El verdadero sistema y La voz de la razón de Deschamps; del reinado de los anabaptistas en Münster, con el sastre y tabernero Jan Bockelson en el trono (duró un año, de 1534 a 1535); hasta de la aterradora Reorganización de la sociedad europea propuesta por Saint-Simon, que también diseñó una sociedad tecnócrata en la que la no asistencia al Mausoleo de Newton, que habría de erigirse en Roma, sería objeto de "gravísimas sanciones" .
Como apunta Cammilleri, "la obstinación utópica ha tenido siempre las mismas connotaciones, siempre viene presentada como novedad, pero las ideas que subyacen en ella son muy antiguas". Por ejemplo, para parir al hombre nuevo siempre hace falta lo mismo: abolir la propiedad privada y el matrimonio, suprimir o modificar la religión, dejar el Gobierno en manos de los sabios, poner en marcha un ejército de comisarios y delatores...
Cammilleri dedica un capítulo especial a "las costumbres del joven Marx". Apoyado en las revelaciones del pastor protestante rumano
Richard Wurmbrand, en tiempos militante marxista, da cuenta del extraño cambio de comportamiento que experimentó aquél tras padecer una enfermedad que a punto estuvo de llevárselo a la tumba.
Durante su paso por las Escuelas Superiores, el joven Marx escribirá poesías como la "Invocación de un desesperado":
Quiero vengarme del que reina por encima de nosotros (...)Quiero construirme un trono en las alturas, su cima será glacial y gigantesca, tendrá por baluarte un terror supersticioso, por mariscal la agonía más tétrica.
En Sobre Hegel será aún más explícito: "Enseño palabras enroscadas en una confusión diabólica, así cada uno puede creer verdadero lo que quiera pensar". También en Oulanem (anagrama invertido de "Manuelo", Emmanuel): "Mira esta espada: el Príncipe de las tinieblas me la ha vendido".
Sociedades secretas, el mito de Esparta, la masonería, el polvorín francés prerrevolucionario... Cammilleri aborda decenas de personajes y delirios y nos muestra la perversidad de la pulsión liberticida que anida en la planificación social. Ahora bien, hay ocasiones en que desliza opiniones harto discutibles: así, deja entrever, por ejemplo, que no desautoriza la posibilidad de la existencia de un plan oculto desde la noche de los tiempos, y no descarta identificarlo con el mismísimo Apocalipsis... Además de esta más que opinable elucubración, cae en cierta confusión terminológica a la hora referirse al liberalismo y al capitalismo, y muestra cierta aversión a la revolución tecnológica. También resultan confusas sus reflexiones sobre la tecnocracia.
En fin, más allá de alguna que otra exageración, como por ejemplo citar a los Beatles en el contexto del satanismo, Cammilleri ha elaborado un particular, recomendable y divertido ensayo repleto de anécdotas y batallas de buena parte de "lo mejor de cada casa", esos que están siempre dispuestos a organizarnos la vida "dejando aparte los hechos", como quería Rousseau.
RINO CAMMILLERI: LOS MONSTRUOS DE LA RAZÓN. Homo Legens (Madrid), 2007, 228 páginas. MIGUEL GIL.

sábado, julio 21, 2007

Mojando el pan en la sangre

El autor de este saco de bobadas, o sea yo mismo, no puede encontrar satisfacción en la muerte de tan importante hacedor de empleos. Yo, al contrario que él, no negaré una calle a su memoria ni una beca con su nombre, o destruiré sus logros. Lo que si se hizo su gente con su beneplácito a Campmany, a Loyola de Palacio, al Juez Gomez de Liaño. Intimamente si puedo decir que me siento hoy mas libre, mas seguro. Ya nos joderá Cebrián.
  • Fallece Jesús de Polanco, presidente del Grupo PRISA
  • Zapatero: "Un hombre hecho a sí mismo, con mucho coraje, decisivo en la consolidación de las libertades públicas". Es Zapatero, no es humor. No sabe quienes son los Barreiros, Fraga, o el mismo Opus Dei, a traves de su gran valedor Ricardo Díez Hochleitner, en la trayectoria del difunto.

    Al observar esta foto no se que es peor en la herencia de Polanco, si esta foto que evoca el peligro, el miedo sectario o esa pléyade de basuras intelectuales que nos deja de la mano de Maruja Torres, la fusiladora Almudena Grandes, Millas, los propios fotografiados Estefania y Cebrian, Marina... cienes y cienes de ellos.

    Un tipo pretendidamente académico ha escrito esta hagiografía del hombre mas poderoso de España desde Franco. No vale reirse: 'Jesús', por JUAN LUIS CEBRIÁN (se le olvida añadir "del gran poder" y no puede evita poner al capo en minuscula y al autor en mayúscula, muy freudiano).

    "Todos sabíamos que pertenecía a la estirpe de los que mueren con las botas puestas"... y tu te las llevas, cara dura.

El testimonio de Simone Weil por Agapito Maestre y yo mismo





Simone Weil: Escritos históricos y políticos. Trotta


He intentado leer varias veces el libro de Sylvie Cortine-Denamy Tres Mujeres En Tiempos Sombríos. Dicen que fue el sospechoso Brecht quien acuñó el término 'tiempos sombríos'  para referirse a la década de 1933 a 1943. Y es que duele asistir a las vicisitudes de estas tres damas entregadas en soledad a sus hercúleas causas morales con semejante heroicidad, bajo el estigma añadido de ser judías y filósofas. Un artículo del gran Agapito Maestre sobre este libro de Trotta me hace revisitar las tres gigantescas figuras. Todas mantuvieron una relación muy estrecha con sus mentores (Alain, Jaspers y Heidegger) pero siempre desde el plano de la disquisición mas rigurosa, el intercambio de ideas igualitario y, en ocasiones, la disputa mas recia. No necesitaron la tutela de nadie, ni el amparo de ninguna institución del estado. Las tres fueron mentes brillantes desde la infancia. Ninguna abandonó jamas la defensa del pueblo judío.


Edith Stein, reconocida como autora de La ciencia de la cruz, era alumna de Husserl. Se convirtió al catolicismo (fue decisiva en su vida la figura de San Juan de la Cruz) y se hizo monja, uniéndose al Carmelo. En 1998, fue canonizada por Juan Pablo II y la convirtió en Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Era la primera vez en la historia que se convertía en santa a una judía. Para gran dolor del feminismo actual dedicó grandes esfuerzos a la lucha por los derechos de las mujeres, pero apenas si consta en el imaginario progresista por esta labor. Pereció en Auschwitz en 1942. Merece varios volúmenes.


Hannah Arendt, nacida Johanna Arendt, es la única que sobrevive a la oscura década. Es la que más ejerce la política. Destaca como un extraordinario talento desde su rebelde primera juventud. El régimen nacionalsocialista le retiró la nacionalidad en 1937 (tras encarcelarla brevemente en 1933), por lo que fue apátrida hasta que consiguió la nacionalidad estadounidense en 1951. Sus días terminaron en 1975 en Nueva York. Su intensa relación con el gran filósofo del siglo XX, Martin Heidegger, llena de admiración, respeto, crítica feroz (su admirado maestro se posicionó cerca del nazismo) y casi enamoramiento, es lo mas conocido de ella para el gran público. Su obra sobre el fin del nazismo (esencial su retrato del célebre juicio en Eichmann en Jerusalén ) y la banalidad del mal aporta una visión analítica, fría (criticó duramente la actitud de los propios consejos judíos en connivencia con Eichmann en los campos de exterminio) acerca de la condición humana. Su obra magna, que la situa entre los pensadores mas relevantes del siglo es Los orígenes del totalitarismo. Mantuvo también una intensa relación académica con Karl Jaspers en torno a la alemanidad y el sionismo como opciones vitales. Mantuvo viva su lucha política en defensa del pueblo judío (siempre desde el análisis incómodo) y su pasión  filosófica hasta el final.



Y llegamos a la mujer que propicia estas lineas.

Hay quien dice que Simone Weil, se deja morir en un hospital inglés cuando en abril de 1943 se le diagnostica tuberculosis. Este desenlace explica mucho de la identidad de esta mujer. Se niega a consumir los alimentos que su enfermedad recomienda y muere el 24 de agosto, a los 34 años. Simone había huido hacia los Estados Unidos con su familia. Era 1942 y la ocupación alemana triunfaba en Francia. Weil pasó un tiempo en Harlem viviendo con los pobres. Luego retornaba hasta Londres y se unía a la resistencia francesa. Se sometió a una gran intensidad de trabajo y sacrificio. En 1943 contrajo tuberculosis.  Weil se negó a recibir un trato diferente al que consideraba propio de los franceses sometidos a la ocupación alemana. Rechaza la comida que se le ofrecía y muere ese verano de insuficiencia cardíaca a los 34 años en el sanatorio británico de Kent.

El certificado de defunción decía: “la difunda se mató al negarse a comer al sufrír de trastornos mentales”. Se había negado a alimentarse como expresión de solidaridad hacia las víctimas de la guerra. Otros piensan que Weil murió de hambre luego de haber leído a Schopenhauer y sus capítulos sobre ascetismo y sacrificio santo (tal vez Parerga y Paralipómena). Las cartas del personal médico explicaban que Weil había pedido comida varias veces y que había comido días antes de morir y que fue la fragilidad de su salud la que impidió que Weil pudiera alimentarse adecuadamente. Falleció siendo una completa desconocida como autora.


Weil fue una estudiante precoz, como Stein y Arendt.  La pasión obsesiva acompañaba todos sus empeños. Así 1915, con seis años, no quiso tomar azúcar en solidaridad con las tropas atrincheradas en el frente occidental. En 1919, a los diez años, se declaró bolchevique. A los 12, dominaba el griego antiguo. Aprendió sánscrito luego de leer el Bhagavad Gita. Con dieciocho años se involucró en el movimiento de los trabajadores y se consideraba marxista, pacifista y gremialista. Se crió en un entorno intelectualmente privilegiado, con un padre médico y un único hermano, André Weil, que se convertiría en uno de los más prominentes matemáticos del siglo XX. A pesar de pertenecer a una familia intelectual, hebrea/judía y agnóstica, siempre sintió un gran interés por las religiones y las tradiciones en materia de sabiduría trascendente. Ese afán por la espiritualidad no resultó incompatible con lo cotidiano, con su lucha política en favor de trabajadores.


Tras estudiar filosofía y literatura clásica al abrigo del célebre Alain (Émile Chartier, un mentor que la llamaba la “virgen roja” e incluso “la marciana”). a los 19 años ingresa, con la calificación más alta, seguida por Simone de Beauvoir, en la Escuela Normal Superior de París. Se gradúa a los 22 años y comienza su carrera docente.


“Me intrigaba por su gran reputación de mujer inteligente y audaz. Por ese tiempo, una terrible hambruna había devastado China y me contaron que cuando ella escuchó la noticia lloró. Estas lágrimas motivaron mi respeto, mucho más que sus dones como filósofa. Envidiaba un corazón capaz de latir a través del universo entero”.  Simone de Beauvoir

Conoce a León Trotsky en París, con quien discute sobre la situación rusa, Stalin (se convirtió en antistalinista) y la doctrina marxista. A los 25 años, deja un tiempo su carrera docente e ingresa como obrera en Renault para conocer de primera mano el sentido de su vocación sindical. Su débil condición física forzó la renuncia tras unos meses. "Allí recibí la marca del esclavo", dirá . En 1935, retomó la enseñanza y donó gran parte de su salario a las causas políticas y las causas benéficas. Allí se significa como Sindicalista de la educación. 
Su lucha ideológica sufre un duro e íntimo revés cuando en 1936 decide unirse a las tropas republicanas españolas en completa contradicción con sus creencias pacifistas. Aunque Simone Weil se identificaba entonces como anarquista, el rechazo de la fuerza es una constante de su pensamiento. Y si tuvo al comienzo una percepción moderada sobre la no-iolencia preconizada por Gandhi  siempre tendrá presente a Lanza del Vasto. Empieza como periodista voluntaria en Barcelona y se incorpora al combate armado en Aragón. Su compromiso con la columna Durruti le deja un amargo sentimiento. Aprende a usar el fusil pero nunca se atreve a dispararlo.  Tras quemarse en la cocina deja España. Los horrores de la guerra llevan a la heroina a la profunda desilusión con las ideologías. Tomó conciencia de que el comunismo llevaba a la formación de dictaduras. Se inicia una visión  desideologizada de los conflictos humanos. Crítica ejemplar es su comparación entre el comunismo y el nacionalsocialismo: 
"Por sorprendente que pueda parecer, se encuentran semejanzas tan sorprendentes entre el movimiento hitleriano y el movimiento comunista que después de las elecciones la prensa hitleriana ha tenido que dedicar un largo artículo a desmentir el rumor de conversaciones entre hitlerianos y comunistas con vistas a un gobierno de coalición."


La entonces voluntaria anarquista Simone Weil, después del 19 de julio, reconoce que la mentira organizada también existe. La ocultación del crimen por razones de ideologización de los revolucionarios republicanos  (con la ayuda de la NKVD, el GRU y el amparo moral del propio Hemingway) es denunciada por Weil ya en 1936.  Su crítica no se dirige a los comunistas y socialistas, que aplicaban los mismos métodos que Lenin en Rusia durante la guerra civil para imponer la revolución, sino a sus compañeros anarquistas:

"Por desgracia también aquí en Cataluña vemos producirse formas de coacción, casos de inhumanidad directamente contrarios al ideal libertario y humanista de los anarquistas (...) Aquí se da la coacción militar. A pesar de la afluencia de voluntarios, se ha decretado la movilización (...) Hay constricciones en el trabajo. El consejo de la Generalitat, en el que nuestros camaradas detentan los ministerios económicos, acaba de decretar que los obreros que no produzcan con un ritmo determinado serán considerados como rebeldes y tratados como tales; lo cual significa, ni más ni menos, la aplicación de la pena de muerte en el sector de la producción industrial. 
Por lo que atañe a la coacción policial, la policía anterior al 19 de julio ha perdido casi todo su poder. Por el contrario, durante los tres primeros meses de la guerra civil, los militantes responsables y, con demasiada frecuencia, algunos individuos irresponsables, han venido ejecutando fusilamientos sin mediar el más mínimo simulacro de juicio y, por lo tanto, sin que pudiera darse algún control sindical o de cualquier otro orden." 

Durante la última parte de su vida, sólo fue capaz de entenderse intelectualmente con sacerdotes católicos. Su obra se gestará en un permanente vínculo con el cristianismo. Su camino de perfección es como siempre ovsesivo, y de tal exigencia que no llega a bautizarse por no considerarse digna de tal grandeza. Weil no tuvo formación judía alguna. Sus escritos religiosos son netamente cristianos, si bien sumamente heterodoxos, muy cercanos al gnosticismo cristiano, al catarismo. 


Tres grandes ideas vertebran su pensamiento: 1) sólo es posible pensar de verdad a contracorriente; 2) nada es compresible intelectualmente si no pasa por nuestra constitución ontológica: el sufrimiento; 3) quien desprecia la religión no sólo se instala en el oscurantismo, sino que trabaja a favor del totalitarismo. Persigue la reconciliación entre la modernidad y la tradición cristiana, tomando como brújula el humanismo griego. 

Es en este período final de su breve vida que encuentra el mensaje evangélico de Jesús de Nazareth. Es un descubrimiento como el de San Pablo en el camino de Damasco o el de Blas Pascal la noche del Memorial. 


Con los textos de Weil, comprobamos que España vivía antes del 18 de julio de 1936 una situación de violencia prerrevolucionaria, muy lejos de la idea de una república burguesa plenamente asentada en un ejemplar Estado de Derecho. A pesar de la violencia que soportaba la nación española, la fuerza de la propaganda republicana convirtió el Alzamiento en un acto singular y único de criminalidad, surgido de la mente perversa de unos pocos, contra una república idílica y pacífica. La realidad muestra lo contrario: que el Alzamiento, el golpe de Estado, surgió en un contexto de violencia revolucionaria generalizada y obtuvo el respaldo de millones de españoles. Los voceros de la propaganda republicana cuestionan la realidad apelando a múltiples formas de engaño. Un elemento central de esa propaganda consiste en resaltar que los intelectuales estuvieron con el Gobierno de la República. 
"Abandoné España a mi pesar y con la intención de regresar; más tarde no hice nada, tras decidirlo así voluntariamente. No sentía ninguna necesidad interior de participar en una guerra que ya no era, como me había parecido en un principio, una guerra de campesinos hambrientos contra los propietarios de las tierras y un clero cómplice de los latifundistas, sino una guerra entre Rusia, Alemania e Italia. He reconocido ese olor de guerra civil, de sangre y de terror que desprende vuestro libro; yo lo había respirado (...) Una última historia; ésta de la retaguardia: dos anarquistas me contaron en una ocasión cómo, con algunos camaradas, habían cogido a dos sacerdotes; mataron a uno allí mismo, en presencia del otro, de un pistoletazo, y luego le dijeron al otro que podía irse. Quien me contó la historia se extrañó enormemente de no verme reír. En Barcelona las expediciones de castigo mataban a una media de cincuenta personas cada noche (...) Mas las cifras no pueden ser lo esencial en casos así. Lo esencial es la actitud ante el asesinato. Nunca vi, ni entre los españoles, ni tampoco entre los franceses venidos ya para combatir, ya para pasearse –estos últimos solían ser intelectuales tiernos e inofensivos–, jamás vi –decía– a nadie expresar ni tan siquiera en la intimidad una muestra de repulsión, hastío o desaprobación (...) Hombres aparentemente valerosos (...) contaban con una sonrisa fraternal cuántos habían matado entre sacerdotes y "fascistas" (palabra que se utilizaba en un sentido extremadamente lato). Albergué el sentimiento de que, mientras las autoridades espirituales y temporales sigan estableciendo una categoría de seres humanos al margen de aquellos cuya vida tiene un valor, no hay nada más natural para el hombre que matar." 

SIMONE WEIL: ESCRITOS HISTÓRICOS Y POLÍTICOS. Trotta (Madrid), 2007, 539 páginas.

Estás muy tonto

Del Olmo la lía: Auto del juez (pdf).

domingo, julio 15, 2007

Visita a Juan y su amigo no-face

Sábado 14 de julio. Salamanca.
El golfo de Juanito y mi primo Toñuco.

LA CORRESPONDENCIA DE TOMÁS MORO. Reseña de Agapito Maestre

Sto. Tomás Moro sigue siendo un hombre ejemplar, por muchas razones. Pero si tuviera que elegir una entre todas las que se han proclamado a lo largo de la historia, me quedaría con la que habla de la coherencia entre su vida y su pensamiento, que aún hoy es un horizonte moral y político para quienes se dedican al servicio público. Acaso ésa fuera la principal causa por que Juan Pablo II lo nombró, en 2000, patrón de gobernantes y políticos. Su obra más destacable es Utopía, que representa un enriquecimiento al legado de la Humanidad. La redactó durante una de las misiones asignadas por el rey en Amberes..Uno de sus inspiradores fue su íntimo amigo Erasmo de Rotterdam..
En todo caso, parece obvio que este hombre ha pasado a la historia del pensamiento cristiano, aparte de por haber escrito la Utopía, una nueva fundamentación de la esperanza moderna, tras el Descubrimiento de América, por haber defendido su conciencia por encima de cualquier otra consideración espiritual y material.
Tomás Moro fue condenado a muerte por Enrique VIII. Éste ordenó ejecutarlo no tanto porque aquél no le sirviera lealmente, sino porque fue más fiel a su propia conciencia. Moro representa, por encima de todo, al político de principios que paga con su vida la fidelidad a la propia conciencia. Santo Tomás Moro es, sin duda alguna, el Sócrates de la modernidad cristiana.
Las cartas que escribió en la Torre de Londres, donde había sido encarcelado por no jurar el Acta de Sucesión, o mejor, por no aceptar completamente el Acta de Sucesión, que reconocía como herederos legítimos de Enrique VIII a los hijos de éste y de Ana Bolena, son comparables con la Apología de Sócrates de Platón. La superioridad moral del condenado, como han dicho cientos de comentaristas, contrasta con la insignificancia de sus jueces.
Los lores, las universidades, los obispos y el Parlamento prestaron juramento de obediencia al Acta de Sucesión, pero Moro se negó en rotundo; pues, aunque estaba dispuesto a reconocer a los hijos de Ana Bolena como herederos al Trono, no aceptó la nulidad del primer matrimonio del Rey con la española Catalina de Aragón ni hizo rechazo de la obediencia al Papa, como exigía el Acta.
A nada de eso se sometió Moro; sencillamente, porque no quería traicionar a su conciencia. Se trataba nada más y nada menos que de un asunto de conciencia. Por fidelidad a su conciencia, Moro no se sentía obligado a dar "fe, fidelidad y obediencia sólo a Su Majestad el Rey, y no a ninguna otra autoridad o potentado extranjero", o sea al Papa. La carta que Moro escribe a su hija el 17 de abril de 1534 es precisa. Su lección moral y, por supuesto, política para quienes creen que su conciencia está por encima de otras imposiciones sigue vigente:
Les expliqué que no era mi intención criticar el Acta o a su autor, ni tampoco el juramento o a ninguno de los que lo habían aceptado, ni condenar la conciencia de cualquier otro hombre. Pero, por lo que a mí se refería, en buena fe, mi conciencia de tal manera me movía en el asunto que, aunque no me negaría a jurar la Sucesión, no podía aceptar el juramento que ahí se me ofrecía sin poner mi alma en peligro de condenación eterna. Y que si dudaban que mi rechazo del juramento se debía tan sólo a cierta intranquilidad de mi conciencia o a algún otro capricho, estaba dispuesto a darles satisfacción en eso bajo juramento. Pero si no se fiaban de mí, entonces, ¿qué sentido tenía darme cualquier tipo de juramento? Y si pensaban que iba a jurar la verdad, confiaba entonces que por su buena voluntad no me harían tomar el juramento que me ofrecían, al percibir que hacerlo iba contra mi conciencia.
Tomás Moro fue, pues, ejecutado por fidelidad a su conciencia. Y también por su conciencia fue elevado a los altares:
Si no había ningún otro de mi parte sino yo solo, y todo el Parlamento de la otra, debería entonces temer mucho inclinarme hacia mi propia opinión sola contra tantos. Pero de otro lado, si en algunas cosas por las que rechazo el juramento tengo de mi lado (como creo tener) un consejo tan grande y más grande todavía, entonces no estoy obligado a cambiar mi conciencia y conformarla con el consejo de un reino en contra el consejo general de la Cristiandad.
¿Cristiandad? Sí, sí; Moro se refiere ahora al cristianismo sobre todo como una experiencia histórica. También en esto es actual. Contra quienes quieren reducir a algo insignificante la historia del cristianismo, Moro, como después harán Hegel y Bloch, muestra que la esperanza cristiana no es una apuesta más o menos razonable sino una experiencia histórica, que tiene su fundamento en la experiencia de la vida, muerte y resurrección de Cristo.
Así pues, si es en el ámbito de la historia donde el cristianismo se hace relevante, entonces resulta imposible estudiar la historia de Europa, quizá la historia del mundo, sin el cristianismo, según le gustaría hacer al salvajismo "laicista" y postmoderno. En este punto, no puedo dejar de reconocer que he leído estas cartas, en algún caso releído, bajo la influencia de esos padres y alumnos que han planteado reparos de conciencia a esa nueva asignatura impuesta por el Gobierno de Zapatero que se conoce por el nombre de "Educación para la Ciudadanía". En otras palabras, si la objeción de conciencia expresada por estos ciudadanos participa de una pizca de la que llevó a la muerte a Moro, entonces doy por finiquitada la nueva materia ministerial.
La edición de estas cartas de Moro es magnífica. Creo que están las mejores. Algunas son auténticas crónicas de su tiempo, especialmente de su encarcelamiento, proceso y condena a muerte. En todo caso, estas cartas serán inolvidables por la firmeza de Moro a la hora de defender su conciencia de católico. La selección es magnífica, el análisis histórico más que bueno y la edición, repito, de primera calidad; porque no sólo se presentan todas las cartas en versión bilingüe (latín-español e inglés-español), es que las anotaciones, a veces, alcanzan la calidad de una edición crítica.
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ANNA SARDARO: LA CORRESPONDENCIA DE TOMÁS MORO. ANÁLISIS Y COMENTARIO CRÍTICO-HISTÓRICO. Eunsa (Pamplona), 2007, 297 páginas.

viernes, julio 13, 2007

Grande nueva... Revel conoció a Gurdjieff!!


En su libro El ladron en la casa vacia, como reseña MARIO VARGAS LLOSA, a través de episodios y personajes claves, Revel evoca una vida intensa y trashumante, donde se codean lo trascendente -la resistencia al nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, los avatares del periodismo francés en el último medio siglo- y lo estrambótico, como la regocijante descripción que hace Revel del célebre gurú, George Gurdjieff, cuyo círculo de devotos frecuentó en sus años mozos a la captura de las enseñanzas del Cuarto Camino.

Esbozado a pinceladas de diestro caricaturista, el célebre iluminado que encandiló a muchos incautos y esnobs en su exilio parisino, aparece en estas páginas como una irresistible sanguijuela beoda, esquilmando las bolsas y las almas de sus seguidores, entre los que, por sorprendente que parezca, junto a gentes incultas y desprevenidas fáciles de engatusar, había intelectuales y personas leídas que tomaron la verborrea confusionista de Gurdjieff por una doctrina que garantizaba el conocimiento racional y la paz del espíritu. Retrata al místico negociante como un beodo propietario de un galimatias inescrutable. Tremendo.

Dicen que nada en Revel es recto, excepto su pensamiento. Con la razón y la libertad se construyó al término de un recorrido caótico y a veces doloroso, un camino decididamente personal, al margen de las instituciones, las modas y los prejuicios, abierto al gran horizonte, asumiendo deliberadamente el riesgo. Nada se deriva de la evidencia. Todo son líneas quebradas y rupturas. Ruptura con su familia, y sobre todo con su padre, a través de su compromiso con la Resistencia. Ruptura con la religión y con cualquier forma de dogma después de su rocambolesco camino junto a la secta de Gurdjieff. La Herencia de Gurdjieff ha destruido muchas vidas espirituales pero en el caso de Revel no le impedía reservar la posibilidad de la fe, como muestra el diálogo con su hijo Matthieu, convertido al budismo (Budismo y Política: fiesta de opium y éxtasis)

jueves, julio 12, 2007

¿Qué te has creído que es esto?



Annie Leibovitz es una progre-pija judía que se cree que la Reina de Inglaterra es Tom Cruise. Hace preciosas foticos a gente del pelaje de John Lennon en bolas, Hugh Hefner, Yoko Ono, Hillary Rodham Clinton, Donald Trump, David Byrne, Dan Aykroyd, Bob Dylan, Mick Jagger, Hunter S. Thompson, Andy Warhol, Brad Pitt, Demi Moore, Nicole Kidman, Mikhail Baryshnikov, Jamie Foxx, Patti Smith o su amante Susan Sontag. Gente importante. Esa furiosa frase de Su Majestad sintetiza mejor que todos los libros de historia lo que representa una corona, el peso de llevar a la espalda siglos de tradición... Her Royal Highness, Isabel II, de 81 años, no es Victoria Beckham, Elton John o Scarlett.
Isabel II es.