lunes, mayo 21, 2007

Rorke's Drift por Carlos Roca

Libro dedicado a la célebre batalla Anglo-zulu. Cómpralo Chemita. Fue una masacre. El feroz combate colonial ocurrido en enero de 1897, entre casacas rojas del ejército británico (144 soldados) y 4.500 bravos guerreros zulues. Un día glorioso en la nación zulú, los espartanos negros.

La película Zulú (1964), producción inglesa, dirigida por Cy Endfield, trata el tema de forma sobresaliente. Protagonista Stanley Baker. Roba secuencias un novato y preciso Michael Caine.
Rorke's Drift, 1879 - The highest number of Victoria Crosses ...

Juan se descojona de una compi

Este dia 13 estaba mas contento. Un campeón.

Juan saluda a los niños


Mortgage Calculator

domingo, mayo 20, 2007

Se acabó

  • 81 victorias en tierra batida.
  • Desde el Masters de Montecarlo en 2005 hasta el de Hamburgo en 2007 (20 de mayo).
  • 56 partidos a tres sets y 25 a cinco. 52 rivales de 21 países diferentes.

domingo, mayo 13, 2007

El miedo

Retrato del monstruo como joven artista, o Coetzee sobre el último libro de Mailer.

En su doble biografía de dos de los carniceros más cruentos y peores monstruos morales del siglo XX, Stalin y Hitler (¿pero no está Mao a su altura? ¿Y Pol Pot no merece un análisis?), Alan Bullock reproduce, una junto a la otra, fotografías grupales escolares del pequeño Iosif y el pequeño Adolf tomadas en 1889 y 1899 respectivamente; en otras palabras, cuando ambos tenían unos diez años.(1) Al examinar ambos rostros, uno trata de percibir cierta esencia, un halo oscuro, algún indicio de los horrores futuros; pero las fotografías son viejas, la definición es pobre, no se puede tener ninguna certeza y, por otra parte, una cámara no es un instrumento adivinatorio.
La prueba de la fotografía grupal escolar —¿Cuál será el destino de esos chicos? ¿Cuál de ellos llegará más lejos?— tiene una significación especial en los casos de Stalin y Hitler. ¿Es posible que algunos seamos malos desde el momento en que abandonamos el útero materno? De lo contrario, ¿cuándo ingresa el mal en nosotros, y cómo? O, para plantear la pregunta en términos menos metafísicos, ¿cómo es que algunos nunca desarrollamos una conciencia moral restrictiva? ¿En el caso de Stalin y Hitler el problema residió en la forma en que los criaron? ¿En las prácticas educativas de Georgia y Austria de fines del siglo XIX? ¿O fue que los chicos desarrollaron una conciencia y que más adelante la perdieron? ¿Iosif y Adolf eran todavía muchachos dulces y normales en la época en que los fotografiaron y se convirtieron en monstruos después, tal vez como consecuencia de los libros que leyeron, de las compañías que frecuentaron o de la presión de su época? ¿O no tenían nada de especial, después de todo, ni antes ni después, y sólo fue que el guión de la historia exigía dos carniceros, un Carnicero de Alemania y un Carnicero de Rusia y, de no haber estado Iosif Dzhugashvili y Adolf Hitler en el lugar y el momento oportunos, la historia habría encontrado otro par de actores, tan buenos como ellos (vale decir, tan malos), para desempeñar esos papeles?
Por cierto que éstas no son preguntas que a los biógrafos les guste abordar. Existen límites a lo que podemos saber con certeza sobre el pequeño Stalin y el pequeño Hitler, sobre su entorno familiar, su educación, sus primeras amistades, sus influencias tempranas. El salto del mero registro fáctico a la vida interior es enorme, y es comprensible que historiadores y biógrafos (el biógrafo pensado como historiador del individuo) se muestren renuentes a practicarlo. Por lo tanto, si queremos saber qué pasaba en esas dos almas infantiles, tendremos que recurrir al poeta y al tipo de verdad que ofrece el poeta, que no es la misma que la del historiador.Es ahí donde Norman Mailer entra en escena. Mailer nunca consideró que la verdad poética fuera una verdad de una variedad inferior. Desde Un sueño americano, pasando por Los ejércitos de la noche y La canción del verdugo hasta Marilyn, se sintió en libertad de valerse del espíritu y los métodos de la investigación literaria para acceder a la verdad de nuestra época, en una empresa que, si bien puede ser más arriesgada que la del historiador, brinda mayores compensaciones. El tema de su nuevo libro es Hitler. Hitler puede pertenecer al pasado, pero el pasado al que pertenece sigue vivo, o por lo menos no está muerto. En The Castle in the Forest (El castillo en el bosque), Mailer escribe la historia del joven Hitler, y específicamente la historia de cómo el pequeño Hitler terminó poseído por las fuerzas del mal.
El árbol genealógico de Hitler es enmarañado y, para los parámetros de Nuremberg, no del todo adecuado. Su padre, Alois, era hijo ilegítimo de una mujer llamada Maria Anna Schicklgruber. El candidato más probable a su paternidad, Johann Nepomuk Hüttler, era también abuelo, a través de otra relación, de Klara Pölzl, sobrina y tercera esposa de Alois y madre de Adolf. Alois Schicklgruber se autolegitimó con el nombre de Alois Hitler (su opción de escritura) a los cuarenta años de edad, unos años antes de casarse con Klara, que era mucho más joven que él.Sin embargo, nunca se acallaron del todo los rumores de que el verdadero padre de Alois —y, por lo tanto, el abuelo de Adolf— era un judío llamado Frankenberger. Llegó a deslizarse incluso que Klara era hija natural de Alois. Una vez que ingresó a la vida política, en la década de 1920, Adolf Hitler hizo todo lo que pudo por ocultar y hasta falsear su genealogía. Eso puede haberse debido o no a que consideraba que tenía un antepasado judío. A principios de la década de 1930, los diarios opositores trataron de desacreditar al Hitler antisemita señalando que en su armario familiar había un judío oculto, intentos que llegaron a su fin de forma abrupta cuando los nazis tomaron el poder.
Mediante sus propios esfuerzos, Alois Hitler se elevó del campesinado al estrato medio del servicio aduanero austríaco. Tuvo tres hijos con Klara, y también incorporó a la familia a dos hijos de un matrimonio anterior. Uno de esos hijos, Alois, se escapó de la casa para llevar una vida errante y en parte ilegal (también bígamo). El hijo de ese Alois, William Patrick Hitler (de madre irlandesa) trató sin éxito de extorsionar al Führer en relación con secretos familiares antes de emigrar en 1939 a los Estados Unidos, donde, luego de pasar por el circuito de conferencias como especialista en su tío, se incorporó a la Marina.
En Mein Kampf (Mi lucha), el libro que escribió en la cárcel en 1924, Hitler da una versión muy diluida de sus orígenes. Nada de incesto, nada de ilegitimidad, por cierto nada de ancestros judíos, tampoco nada sobre hermanos. En lugar de ello, nos presenta la historia de un niño brillante que opone resistencia a un padre dominante (pero querido) que quiere que el hijo siga sus pasos en la administración pública. Decidido a convertirse en artista, el niño reprueba deliberadamente los exámenes escolares y frustra así los planes del padre. En este momento, el padre muere de forma providencial y, con el apoyo de la madre, el chico se encuentra en libertad de seguir su destino.
La historia del fracaso escolar deliberado es una evidente racionalización. Adolf era un chico inteligente pero no, como le gustaba pensar, un genio. Convencido de que tendría éxito tan sólo por ser quién era, despreciaba el estudio. Una vez que pasó de la escuela primaria a la Realschule, el colegio secundario técnico, se fue quedando cada vez más rezagado en relación con sus compañeros y terminaron por expulsarlo.
El mundo habría sido un lugar más feliz si Alois padre se hubiera salido con la suya y Adolf se hubiera transformado en un oficinista en los rincones más oscuros de la burocracia austríaca, pero no fue así. Sin duda Alois castigaba a su hijo; los golpes y otras muestras del poder paterno engendraron en el hijo la decisión de no convertirse en padre de familia sino de asumir en la imaginación del pueblo alemán la identidad del hijo rebelde implacable, objeto de la admiración de millones de otros hijos e hijas en cuyo pecho bullía el recuerdo de las humillaciones pasadas. La lección parece ser que el castigo corporal es una mala idea, que una cultura en la que se humilla el orgullo de los varones jóvenes corre el riesgo de provocar el retorno de lo reprimido, pero mil veces magnificado.
El conflicto entre Alois padre y Adolf está presente en la novela de Mailer, si bien esta vez tanto desde el punto de vista del padre como del hijo. Se describe al vilipendiado tirano doméstico Alois de forma más compasiva, como un sagaz funcionario aduanero, un marido orgulloso de su virilidad, un hombre de escasa educación que ascendía socialmente con gran esfuerzo. El Adolf de Mailer, en cambio, es un chico manipulador, llorón y nada atractivo, embargado por deseos incestuosos y celos edípicos, así como profundamente rencoroso. Tiene un mal olor del que no puede librarse; también tiene el hábito de evacuar el intestino cuando siente miedo. El más indignante de sus actos es contagiarle el sarampión a su hermano menor, un chico atractivo y muy querido. Edmund se muere, tal como estaba previsto. Adolf queda en plena posesión del nido.Cuando el joven Adolf decía que quería ser artista, no era porque sintiera una vehemente pasión por el arte, sino porque quería que se lo considerara un genio, y convertirse en un gran artista le parecía la forma más rápida de que un muchacho ignoto, de escaso dinero y sin relaciones obtuviera ese reconocimiento. Cuando ingresó a la política, en la década de 1920, ya había abandonado sus pretensiones artísticas y hallado un modelo más compatible. Hitler estaba obsesionado con su lugar en la historia, vale decir, con el tema de cómo se verían en el futuro sus actos del presente. "Para mí hay dos posibilidades", le dijo a Albert Speer: "triunfar por completo con mis planes o fracasar. Si triunfo, seré uno de los hombres más importantes de la historia. Si fracaso, me condenarán, rechazarán y maldecirán".
La conjugación del concepto de genio con la idea del gran hombre, contaminada aún más con el concepto del gran criminal, el rebelde cuyos actos luciferinos desafían las normas de la sociedad, tuvo un fuerte efecto formativo en el carácter de Hitler. Al llegar a los quince años, se sentía plenamente un genio. En cuando a los grandes crímenes (que, como señala Stavrogin, bien pueden ser crímenes en apariencia menores siempre y cuando sean lo suficientemente viles, miserables, perversos y sórdidos), la vida en la casa de Hitler, por lo menos en la versión de Mailer, le proporcionó al joven Adolf bastantes oportunidades de practicarlos. Hitler no tenía la conciencia histórica ni el distanciamiento de sí necesarios para reconocer hasta qué punto estaba inmerso en la teoría romántica del gran hombre. Tampoco es probable que, de haberlo reconocido, hubiera querido abandonarla.
Una vez que el padre dejó de estar presente para oponérsele, y con una madre complaciente que cubría sus necesidades, Adolf se tomó un descanso de dos años después del colegio secundario, durante los cuales se quedó en su casa y se dedicó a leer toda la noche, a levantarse tarde, dibujar y aporrear el piano sin método alguno. Es en ese punto donde The Castle in the Forest llega a su fin.Según sus editores, Mailer proyecta escribir una trilogía que cubrirá toda la vida terrenal de Hitler. De todos modos, lo que sugiere The Castle in the Forest es que el germen maligno de la calamidad que se desataría sobre el mundo ya estaba bien desarrollado para 1905, cuando Hitler tenía dieciséis años. Si buscamos la verdad de Adolf Hitler, la verdad poética, parecería decir Mailer, los años que van desde su concepción y nacimiento hasta la finalización de sus estudios proporcionan material suficiente.Sin duda es una trivialidad decir que el carácter se forma en los primeros años de vida, que el niño es el padre del hombre. Pero en Austria había miles de chicos que querían a su madre, se llevaban mal con el padre y tenían un mal rendimiento escolar, y no todos se convirtieron en asesinos masivos. A menos que se esté dispuesto a dar un salto como el que da Mailer, de la fidelidad a la realidad a una actitud intuitiva, ninguna investigación de los escasos documentos históricos sobre la infancia de Hitler revelará qué era lo que tenía de especial, qué lo diferenciaba de sus contemporáneos.
Hasta 1918 Hitler fue uno más de los miles de soñadores semieducados que tenían la cabeza llena de disparates místicos racistas. Después de 1918 se convirtió en un verdadero peligro para la humanidad. ¿Podemos decir, entonces, que a fines de 1918, en ocasión de su juramento de "a cualquier precio", hizo un pacto con el diablo y el mal ingresó a su alma?Esa pregunta puede tener poco sentido para el historiador. "La mayor parte de la gente educada —escribe Mailer a través de su portavoz anónimo— está dispuesta a rechazar la idea de algo como el Diablo. (...) No hay que extrañarse, entonces, de que el mundo tenga una comprensión muy pobre de la personalidad de Adolf Hitler. Aborrecimiento, sí, pero no comprensión. Después de todo, es el ser humano más misterioso del siglo." La pregunta: ¿Cuándo ingresó el mal en el alma de Hitler? tiene un indudable significado para Mailer. Su respuesta es: En el momento mismo de su concepción. En la historia de Mailer, el diablo estuvo en posesión de Adolf Hitler desde nueve meses antes de su nacimiento en abril de 1889 hasta el día de 1945 en que murió, y éste hizo siempre su voluntad en el mundo.
Una respuesta semejante exige cierto sostén teológico y metafísico que Mailer no duda en proporcionar. Así como hay un Dios, en la versión de Mailer, también hay un demonio en jefe al que sus subordinados llaman el Maestro.(2) Los doce años del Tercer Reich representan uno de los triunfos del Maestro. Sin duda también Dios tiene sus victorias, si bien ninguna aparece en el libro de Mailer. La historia del joven Adolf está narrada por uno de los demonios de rango medio de la organización infernal, un funcionario encargado de vigilarlo y asegurarse de que no abandone el camino del mal.
El tipo de existencia que llevan los inmortales nunca significa gran cosa para los mortales. El relato que hace Mailer, a través de su narrador, de una eterna lucha cotidiana entre las fuerzas celestiales e infernales y de enfrentamientos entre reparticiones de la burocracia infernal, está planteado con habilidad pero constituye el aspecto menos interesante de la novela. Sin embargo, por lo menos la respuesta que da a la pregunta por Adolf en la fotografía escolar es muy directa. Sí, Adolf era malo ya en 1899. Era un niño malo antes de ser un hombre malo, y era un bebé malo antes de ser un chico malo. Alois y Klara Hitler son retratos convincentes de personas que hacen su máximo esfuerzo como padres, teniendo en cuenta que son humanos y que la naturaleza humana es débil, y también que hay fuerzas sobrenaturales que conspiran en su contra. Adolf resulta igualmente convincente como un chico escalofriante y repulsivo. A pesar de las intervenciones sobrenaturales, Mailer no cae en escribir una novela de lo sobrenatural, una novela gótica. Las fuerzas siniestras podrán haber ingresado a su alma, pero Adolf sigue siendo siempre un ser humano, uno de nosotros.Mailer tiene ahora ochenta y tantos años. Su prosa puede no tener la intensidad eléctrica que la caracterizaba hace cuarenta años, pero no perdió nada de su audacia transgresora. Y sin duda hay que coincidir con él: ayudarnos a entender al "ser humano más misterioso del siglo" es sin duda una tarea oportuna. ¿Pero de qué forma la novela mejora nuestra comprensión? Al adentrarnos en la mente de un niño nada querible que se excita ante el espectáculo de abejas quemadas vivas y se masturba al escuchar la tos hemorrágica del padre, ¿Mailer está afirmando que empezamos a entender a Hitler cuando vemos que los actos viles del hombre adulto no son diferentes en esencia —si bien lo son, y mucho, en magnitud— de los actos de su infancia, y que ambos son expresión de una psicopatología intrincada, temible hasta el punto de la maldad? ¿Todo mal es en esencia banal, y caemos en una de las hábiles trampas del diablo cuando tratamos el mal con respeto, cuando lo tomamos en serio?
En otras palabras: ¿qué tan serio es el libro de Mailer sobre Hitler, que se publica después de El evangelio según el Hijo (1997), una biografía del representante terrenal de un Dios en absoluto todopoderoso, un joven atormentado que oye voces pero no siempre sabe con certeza de dónde proceden? ¿El tono de The Castle in the Forest, que por momentos es tan liviano que raya en lo cómico, es un indicio de que deberíamos tomar con reservas las alternativas celestiales e infernales? ¿Por qué, a pesar del demonio que lleva dentro, no parece haber motivos para temerle más al joven Adolf que a un perro bravo y traicionero? ¿Y por qué el Dios de Mailer es un inútil (los diablos se refieren a él con desprecio y lo llaman der Dummkopf)?(3)"La lección que nos enseña Adolf Eichmann —escribió Hannah Arendt en la conclusión de Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal— es la de "la temible banalidad del mal, que desafía a la palabra y el pensamiento" (el énfasis es de Arendt). Desde 1963, cuando Arendt la acuñó, la fórmula "la banalidad del mal" adquirió vida propia. En la actualidad tiene el valor de cliché que tuvo "gran criminal" en la época de Dostoievski.En el pasado Mailer manifestó una y otra vez sus sospechas en relación con esa fórmula. En su condición de liberal secular, dice Mailer, Arendt se muestra ciega a la fuerza del mal en el universo. "Pensar (...) que el mal es banal me parece dar muestras de una prodigiosa pobreza de imaginación." "Si Hannah Arendt tiene razón y el mal es banal, entonces eso es mucho peor que la posibilidad opuesta de que el mal sea satánico", peor en el sentido de que no hay lucha entre el bien y el mal y, por lo tanto, la existencia no tiene sentido.
No es exagerado decir que la discusión de Mailer con Arendt es un subtexto presente en The Castle in the Forest. ¿Pero Mailer le hace justicia a Arendt? En 1946 Arendt mantuvo un intercambio epistolar con Karl Jaspers a raíz del uso que éste hacía de la palabra "criminal" para caracterizar las políticas nazis. Arendt disentía. En comparación con la mera culpabilidad criminal, le escribió a Jaspers, la culpa de Hitler y sus cómplices "excede y frustra todos y cada uno de los sistemas legales".
Jaspers se defendió: si se sostiene que Hitler fue más que un criminal, dijo, se corre el riesgo de atribuirle la misma "grandeza satánica" a la que aspiraba. Arendt se tomó la crítica muy en serio. Cuando escribió el libro sobre Eichmann, trató de mantener viva la paradoja de que, si bien los actos de Hitler y sus cómplices pueden desafiar nuestra capacidad de comprensión, no había en ellos ningún pensamiento profundo, ninguna grandeza de intenciones. Eichmann, un hombre nada interesante en el plano humano, un burócrata de pies a cabeza, nunca tuvo ningún tipo de conciencia filosófica de lo que hacía. Lo mismo podría decirse, mutatis mutandis, del resto de la banda.
Tomar la frase "la banalidad del mal" para resumir el veredicto de Arendt sobre los actos del nazismo, como parece hacer Mailer, supone obviar la complejidad del pensamiento subyacente: lo que es peculiar a la banalidad cotidiana de una política de exterminio masivo organizada en términos industriales y administrada de forma burocrática, es que también "desafía la palabra y el pensamiento", que excede nuestra capacidad de comprensión o descripción.Ante la magnitud de la muerte, el sufrimiento y la destrucción de la que fue responsable el Adolf Hitler histórico, la comprensión humana retrocede aturdida. De forma diferente, nuestra comprensión puede retroceder cuando Mailer nos dice que Hitler fue responsable del Tercer Reich sólo en un sentido mediato, que en última instancia la responsabilidad recae en un ser invisible conocido como el Diablo o el Maestro. El problema aquí es la naturaleza de la explicación que se nos ofrece: "El Diablo lo obligó a hacerlo" no apela a la comprensión, sino sólo a cierto tipo de fe. Si se toma en serio la lectura que hace Mailer de la historia mundial como una guerra entre el bien y el mal en la que los seres humanos actúan como instrumentos de agentes sobrenaturales —vale decir, si se toma esa lectura de forma literal en lugar de como una metáfora extendida y no muy original de un conflicto no resuelto e insoluble de la psiquis humana—, entonces el principio de que los seres humanos son responsables de sus actos queda subvertido, y también la ambición de la novela de buscar y decir la verdad de nuestra vida moral.
Por suerte, The Castle in the Forest no exige una lectura literal. Más allá de la superficie, se advierte que Mailer está en lucha con la misma paradoja que Arendt. Al invocar lo sobrenatural, puede dar la impresión de que afirma que las fuerzas que animaban a Adolf Hitler eran más que simplemente criminales. Sin embargo, el joven Adolf Hitler que él resucita en estas páginas no es satánico, ni siquiera demoníaco, sino sólo desagradable. Mantener viva la paradoja infernal-banal con toda su carga insondable y angustiante puede ser el máximo logro de este considerable aporte a la ficción histórica.
Notas:
(1) Bullock, Alan. Hitler and Stalin: Parallel Lives. Londres: HarperCollins: 1991, p. 27. (Trad. esp.: Hitler y Stalin. Vidas paralelas. Barcelona: Plaza & Janés, 1994.)(2) (N. del T.: en castellano en el original.)(3) (N. del T.: el idiota.)








Ayn Rand


I am often asked whether I am primarily a novelist or a philosopher. The answer is: both. In a certain sense, every novelist is a philosopher, because one cannot present a picture of human existence without a philosophical framework. . . . In order to define, explain and present my concept of man, I had to become a philosopher in the specific meaning of the term. — Ayn Rand, “Preface,”  For the New Intellectual



Leo mucho de Ciudadela (incluyo dos portadas importantes) y me encuentro en Arquitectos de la cultura de la muerte y en La nueva revolución americana (este libro del gran José María Marco, guru de La Ilustración Liberal) referencias a esta mujer, que hasta tiene un The Ayn Rand Institute, y una vida que abarca de guionista de Hollywood fugada de Rusia a referencia esencial del liberalismo yankee. El mismo Marco me glosa su figura con este texto:

Ayn Rand -de nombre de pila, Alissa Rosenbaum- nació en San Petersburgo el 2 de febrero de 1905. Pronto decidió ser escritora, aunque, instintivamente ajena al misticismo y al colectivismo característicos de la cultura rusa, siempre tuvo como modelos los escritores europeos occidentales. Durante sus estudios en el instituto fue testigo del paso por el poder de Kerensky, al que apoyó, y de la Revolución bolchevique de 1917, que denunció como un golpe de Estado desde el primer momento. La familia huyó de los desórdenes y de la guerra civil a Crimea, donde Alissa terminó la enseñanza secundaria. Tras el triunfo bolchevique, la farmacia de los Rosenbaum fue confiscada y la familia sufrió privaciones.En 1921 Alissa se matriculó en la Universidad de San Petersburgo para estudiar Filosofía e Historia. Allí tuvo la oportunidad de conocer de primera mano la degradación de la Universidad y del saber impuesta por los comisarios políticos y descrita, como la expropiación del negocio familiar, en su primera novela, la autobiográfica We, the Living (Los que vivimos, Barcelona, Plaza y Janés, 1992). La protagonista, Kira Argounova, estudia ingeniería pero tiene que asistir a cursos sobre "Mujeres proletarias y analfabetismo", "Electrificación proletaria" y "El camarada Lenin y el camarada Marx". Kira Argounova, enfrentada a una vida sin perspectivas, intenta salir de la Unión Soviética pero es muerta a tiros por la policía fronteriza.
Alissa Rosenbaum tuvo más suerte y a finales de 1925 consiguió un permiso para visitar a unos familiares en Estados Unidos. El permiso era temporal, pero Alissa estaba decidida a no volver a pisar la Unión Soviética. A los 21 años está en Berlín y tras una breve estancia en París, llega a Chicago, donde pasa seis meses: los suficientes para que le amplíen el visado. Decidida a seguir su vocación de escritora, y fascinada por el cine, Ayn Rand -todavía Alissa Rosenbaum-, se muda a Los Ángeles con la intención de trabajar de guionista. Cecil B. De Mille le ofrece un trabajo como extra y más tarde como lectora de guiones.
En Hollywood conoce a Frank O'Connor, un joven actor con el que se casa pronto. El matrimonio duró hasta la muerte de Frank 50 años más tarde, a pesar de la larga relación que Ayn Rand mantuvo con un colaborador y discípulo suyo casado con Barbara Felden, autora de la excelente biografía The Passion of Ayn Rand. Como Frank pasa largas temporadas sin trabajar, Ayn Rand acepta cualquier trabajo, incluido uno en el departamento de vestuario de RKO, aunque por fin logra vender un primer guión a Universal. Termina Los que vivimos, un estremecedor retrato de los primeros años de socialismo real en San Petersburgo, pero no se lo publican hasta tres años después, en 1933, con un recibimiento reticente por parte de una crítica infestada de progresismo. Ayn Rand dirá más tarde, cuando preste testimonio ante el Comité de Actividades Antinorteamericanas en 1947:
"Es casi imposible dar a entender a personas libres lo que es la vida bajo una dictadura totalitaria... (El pueblo ruso) intenta vivir una vida humana, pero es una vida completamente inhumana. Intenten ustedes imaginar lo que es vivir bajo un terror permanente desde la mañana hasta la noche, y por la noche seguir esperando a que suene el timbre en cualquier momento, un país en el que se tiene miedo de todo y de todos, donde la vida no cuenta nada, menos aún que nada...".
En 1935 empezó a escribir The Fountainhead (El manantial, Barcelona, Orbis, 1988), para lo que se documentó en el estudio del arquitecto de origen estonio Louis Isadore Kahn. Howard Roark, el arquitecto protagonista de El manantial, es el primer gran protagonista épico de la obra de Ayn Rand, un hombre como "puede y ha de ser un hombre", que consigue triunfar imponiendo su propia concepción de la arquitectura. Rechazada por doce editoriales, este canto al individualismo y a la independencia fue publicado por fin en 1943 y se convirtió, sin apenas publicidad, en uno de los grandes best-sellers del siglo XX. Cinco años después se estrenó la versión cinematográfica, también titulada El manantial, con Gary Cooper como protagonista. Trabajando a tiempo completo de guionista, Ayn Rand empezó a escribir Atlas Shrugged (La rebelión de Atlas, en Obras Completas, Barcelona, Luis de Caralt, 1961) que se publicó en 1957, y tiene por protagonistas a dos empresarios, Dagny Taggart y Hank Rearden, que intentan sacar adelante sus respectivos negocios en una Norteamérica arrasada por la intervención gubernamental masiva y el caos social subsiguiente. A medida que se intensifica la devastadora intrusión del Estado, algunos eminentes empresarios, intelectuales y profesionales liberales empiezan a desaparecer. Negándose a colaborar con el totalitarismo, fundan en el Estado de Colorado una utopía capitalista con un símbolo: el signo del dólar. Además de ficción menor (entre la que se cuenta el relato Anthem, protagonizado por Equality 7-2521, un ser que ha de aprender a decir yo en un mundo dominado por la colectividad), Ayn Rand escribió numerosas colaboraciones periodísticas, conferencias y ensayos de muy diversa índole, entre los que están For the New Intellectual (1961), Capitalism: The Unknown Ideal (1966), The Romantic Manifesto (1970) y The New Left: The Anti-Industrial Revolution (1971). En ellos, como en su obra de ficción, fue elaborando un pensamiento que llamó "Objetivismo", basado en la afirmación de la razón como principio de conocimiento. Su defensa radical del "egoísmo racional", opuesto a la irracionalidad de cualquier altruismo, y la del capitalismo libertario como único medio de lograr el solo objetivo posible de la vida humana, que es la felicidad individual, le llevaron a distanciarse de los grandes grupos políticos y de las corrientes contraculturales e irracionalistas, presuntamente libertarias, de los años 60 y 70.
Fumadora impenitente, como muchos de sus personajes, falleció de una enfermedad pulmonar en Nueva York, el 6 de marzo de 1982 a los 77 años de edad. Su legado, de gran influencia en el pensamiento liberal norteamericano, ha venido siendo difundido y reivindicado por varias organizaciones, entre ellas el Ayn Rand Institute. Su obra se sigue reeditando con éxito, hasta tal punto que figura todavía en las listas de libros más vendidos. En las librerías españolas se encuentra aún alguna edición de Los que vivimos y de El manantial. El resto de la obra de Ayn Rand está agotado, o no ha sido publicado en España. Entre las muchas páginas web que le están dedicadas, destaca http://www.aynrand.org.
"Civilización es el proceso por el que el hombre se libera de los hombres.""La pobreza no es una hipoteca sobre el trabajo de los demás; la desventura no es una hipoteca sobre la felicidad: el fracaso no es una hipoteca sobre el éxito; el sufrimiento no es un cheque en blanco, y su alivio no es el fin de la existencia; el hombre no es un animal que haya de ser sacrificado en el altar de los demás; la vida no es un inmenso hospital.""Cuando el 'bienestar común' de una sociedad se contempla como algo aparte y superior al bienestar individual de sus miembros, el bienestar de algunos hombres prevalece sobre el bienestar de otros, y esos otros son destinados al sacrificio."
Capitalism: The Unknown Ideal
"El principio básico del altruismo es que el hombre no tiene derecho a vivir por su propio bien, que el servicio a los demás es la única justificación de su existencia, y que el sacrificio es el más alto deber moral, la más alta virtud, el valor más alto. No debemos confundir altruismo con generosidad, buena voluntad o respeto por los derechos de los demás. Estos no son valores primeros, sino consecuencias que el altruismo, de hecho, hace imposibles. El valor irreductible, primero y básico del altruismo es el sacrificio propio, que quiere decir: inmolación de uno mismo, abnegación, negación de uno mismo, autodestruccción, es decir: el yo es el mal y los demás el bien."
Philosophy: Who Needs It
"Si algunos hombres disfrutan de algún derecho sobre el producto del trabajo de los demás, entonces estos están despojados de sus derechos y condenados al esclavismo.""La mayor virtud: la capacidad de hacer dinero.""La riqueza es producto de la capacidad del hombre para pensar.""Cualquier compromiso entre el alimento y el veneno conduce a la victoria de la muerte. Cualquier compromiso entre el bien y el mal lleva a la victoria del mal."
Capitalism: The Unknown Ideal
"La racionalidad es el reconocimiento de que la existencia es un hecho en sí, que nada puede alterar la verdad y que nada puede prevalecer sobre el hecho de comprenderla, que es en lo que consiste el pensamiento."
La rebelión de Atlas
"El único propósito del gobierno es proteger los derechos del hombre, es decir, protegerlo de la violencia física. Un auténtico gobierno no es más que un policía, que actúa en nombre del derecho a la autodefensa del ser humano y, como tal, sólo puede recurrir a la violencia contra aquellos que han hecho uso de ella."
La rebelión de Atlas
"Quien quiere a todos los hombres odia a la humanidad. No espera nada de ella.""No hay que decirle a nadie que sea orgulloso; te odiarán. No lo dirán, pero te odiarán. Dirán que los odias a ellos."
El manantial
"El socialismo es la doctrina según la cual el hombre no tiene derecho a vivir por su propio bien, que su vida y su trabajo no le pertenecen a él, sino a la sociedad, que la única justificación de su existencia es el servicio a la sociedad, y que la sociedad puede disponer de él según le plazca, con tal de conseguir su propio bienestar colectivo, tribal."
The New Intellectual
"No hay diferencia entre comunismo y socialismo, salvo en los medios para conseguir un mismo objetivo final: el comunismo se propone esclavizar a los hombres por la fuerza; el socialismo, por el voto. Es la misma diferencia que existe entre el asesinato y el suicidio."
Foreign Policy Drains U.S. of Main Weapons
"El país que ha alcanzado los mayores logros, la mayor prosperidad, la mayor libertad, se construyó sobre el derecho del hombre a perseguir su felicidad. Su propia felicidad, no la de los demás."
El manantial.









sábado, mayo 12, 2007

HISTORIA rescatada por Arcadi


Arcadi lee un "impresionante reportaje del desconocido Edward Knoblaugh", corresponsal de la Associated Press en la guerra de España, que acaba de reeditar en español Áltera, con un título muy feo: "Última hora: Guerra en España", cuando estaba el original seco y sobrio, Correspondent in Spain, que debía haberse dejado en su inglés.
Percibo en la edición y en la recuperación de Knoblaugh el habitual tufillo revisonista, tan molesto, que confirma por otra parte la displicencia con que Preston y otros lo tratan aquí. Craso y graso error: La crónica de Edward Knoblaugh es excepcional. Jay Allen se retrató llamándole "analfabeto". Pobre Allen. Desconocido Knoblaugh. No sé encontrar de su paso por el mundo más que un pálido rastro internáutico. Escribo a la Associated Press. Quizá contesten. Tal vez Preston hable de él en el libro que acaba de publicar. Lo veré.
Tambien debo recordar referencia (en artículo de 31 de marzo) libro de Ian Buruma sobre la muerte de Theo Van Gogh y el estado de la libertad en Holanda, que ha traducido Debate. Claro, objetivo y meditado; pero ya te avanzo que tiene algo que me resulta desagradable. Pascal Bruckner, Christopher Hitchens y varios otros se han referido a él críticamente (y Timothy Garton Ash ha salido en su defensa), abriendo una polémica que ha recorrido (casi) toda Europa.
Acusan a Buruma de relativismo cultural y de desvirtuar el heroico compromiso de personas como Ayaan Hirsi y el propio Van Gogh. Puede que estas críticas, en algunas de sus versiones más feroces, tengan un punto de exageración. Y son difíciles de justificar in texto, porque Buruma es generalmente cuidadoso, a salvo de algún fragmento, como el que dedica al barrio rojo de Amsterdam donde, acosado de repente por una subida de tensión espiritualista, asocia con muy reaccionaria sutileza el sometimiento prostibulario de la mujer con el que padece en los países islámicos. Sin embargo, el problema del punto de vista del escritor no debe reducirse a sus decaimientos relativistas o sus apreciaciones sobre el carácter fundamentalista y provocador de Hirsi y Van Gogh. Como núcleo de sus propuestas persuasivas, el autor cree que Holanda debe darles un hogar (y sobre todo un calor de hogar) a los inmigrantes islámicos. Con un punto de dramático redondeo literato acaba así su libro: "Lo que aconteció en este pequeño rincón del noroeste de Europa podría suceder en cualquier otro lugar, mientras algunos jóvenes, hombres y mujeres, consideren que la muerte es la única vía para regresar al hogar." Metáforas al margen, se trata de un planteamiento idealista. Si es que hay Hogar, y si es que un país puede ser un Hogar, el emigrante partió de él. El camino que hizo hasta llegar a otro país es un rasgo de su psicología que le acompañará siempre. Este rasgo se manifestará a veces en forma melancólica respecto del pasado; otras con desprecio: pero el Hogar perdido sólo desaparecerá, precisamente, con la muerte. No hay una política pública capaz de subsanar esta brecha originaria. Un inmigrante es un Hogar perdido y a ninguna holanda pueden pedírsele otras cuentas que la aplicación, al caso que nos ocupa, del valor estructural de la sociedad democrática, es decir la igualdad ante la ley, que es, por cierto, de donde se desprende el cariño de mayor calidad y eficacia.
Buruma, y es pecado no venial en tierra de Spinoza, no incluye tampoco en este punto, ni aun como hipótesis, las cláusulas de la naturaleza humana. Hace algunas semanas, en Alicante, el profesor Roberto Gallego presentó ante mí, y otros muchos, las conclusiones de algunos estudios que demuestran cómo la amígdala cerebral se activa ante la irrupción del Otro igual que lo hace en presencia de una serpiente o una araña, animales especialmente aversivos para el hombre. El Otro puede ser un Negro o un Blanco. O una peculiar manera de hablar la misma lengua. O un Islamista. O un Holandés. Quiero decirte que la naturaleza humana también conspira contra el Hogar improvisado.
Buruma parece tener creencias que resultan algo pintorescas. Una, que lo es mucho, es su fe en el carácter holandés. "Una tragedia holandesa", titula con intención sinecdótica uno de sus capítulos; pero los ejemplos son diversos. El más extremo es el que relaciona a los asesinos de Pym Fortuyn y de Van Gogh. A pesar de que el primero era (sumariamente) un fanático vegetariano izquierdista y el segundo un fanático islámico, Buruma insiste en que eran holandeses. Víctimas, casi lo explicita así, de una cierta "vociferación holandesa". Uno lee eso y percibe que pesa más el adjetivo que el sustantivo. Más le habría valido a Buruma activar su sentido común y su gusto por lo empírico, resaltando que lo más importante que Volkert van der Graaf y Mohamed Bouyeri compartían era la vociferación, es decir el fanatismo. Tampoco habría estado de más añadir aquí, para despejar repulsivas sospechas, que el fanatismo criminal nada tiene que ver con la radicalidad que Fortuyn o Van Gogh imprimían a la defensa de sus convicciones. Lo importante y fatal, sin embargo, es que el ensayista desdeña en este punto la naturaleza humana y las recientes investigaciones sobre ella. Aunque se comprende la inercia. La literatura lleva siglos ocupándose de las ideas malignas. Pero apenas nadie escribe sobre las características biológicas de los sujetos donde prenden. El doble asesinato de Amsterdam era una ocasión excelente. Ideas malignas diferentes llevaron a una misma conclusión sobre dos víctimas hermanas. ¿Qué hay, entonces, de los sujetos? ¿No convendría relativizar el prestigio de los relatos malignos que algunos cerebros enfermos utilizan? Al fin y al cabo, siempre pueden encontrarse relatos: desde el odio a la mujer hasta la superioridad de una raza. Se me ocurre una analogía casi lacerante, pero tú sabrás disculparla. La gramática es innata, pero las lenguas son culturales. Se nace preparado para hablar, pero la lengua concreta que se acople a la gramática cerebral dependerá del grupo donde uno nazca. Bastantes neurocientíficos piensan la enfermedad de este modo. En Alicante le hice una pregunta concreta a Carlos Belmonte, el director del excelente Instituto de Neurociencias: "Psicópatas, terroristas, violadores, ¿pueden compartir una misma huella cerebral? ¿Podremos encontrarla?" Belmonte me contestó: "Aún tardaremos bastante tiempo. Pero mi hipótesis es que esa huella común existe".
No creo que la literatura de observación (¡qué magnífica expresión planiana, y qué estricto y concreto plan de vida estético sugiere!) deba renunciar a la deconstrucción de los relatos malignos para describir en exclusiva las excitaciones de la amígdala. Sin embargo, debe dejar de fantasear sobre el omnímodo poder de atracción de esos relatos, y especialmente sobre esa idée reçue, tan orteguiana e infecciosa, de que cualquier hombre puede convertirse en un bárbaro, según sea su circunstancia. Dicho con el cómico lugar común del periodismo: "Descuartizó en ocho trozos a su abuela, pero los vecinos aseguraron que era una persona normal".
E
n la disección del relato maligno, es decir, en el tradicional oficio del ensayista, donde Buruma se muestra más decepcionante. Dedica muchos esfuerzos a tratar de demostrar que el relato islámico es compatible con la paz, y que los musulmanes forman una comunidad éticamente diversa. Pero detrás del asesinato de Theo Van Gogh, como detrás del 11 de Septiembre o la matanza de Madrid, está la promesa de una vida eterna. Es decir, está Dios. Es probable que la idea de la trascendencia haya facilitado la evolución. Es incluso posible que el hombre no sepa vivir sin Religión. Pero es indiscutible que la Religión es responsable de una enorme cantidad de muerte humana. Esta evidencia describe mejor que nada la epopeya de Ayaan Hirsi, que no se libera sólo del Islam, sino de la Religión. Buruma demuestra una indiferencia gélida ante el tránsito rebelde de la somalí, y estoy tentado a pensar que no puede deberse a otra causa que no sea religiosa. A la religiosidad de Buruma, quiero decir. Como ateo práctico y antirelativista me guardaré mucho de decir que todas las religiones son iguales. Y de ignorar que en nuestro tiempo ya sólo se mata en nombre de una religión. Pero cuando Buruma escribe sobre las matanzas islámicas: "Todo lo que sabemos es que asesinaron en nombre de Alá y su Profeta. Lo que resulta más difícil es explicar por qué", resulta de una ingenuidad casi conmovedora. El porqué se autorregenera siempre y después de uno viene otro. Pero entre los que explican los asesinatos islámicos, y en el núcleo de la verdad irreductible, figura éste: "Porque Alá existe y es justo y misericordioso".

Europa y su aniversario amnésico. Samuel Gregg

El 26 de marzo, los europeos celebraron el 50° aniversario de la firma del Tratado de Roma, el comienzo de la integración que hoy es la Unión Europea. Habida cuenta de todo lo malo ocurrido en Europa a lo largo del siglo XX –dos guerras mundiales, surgimiento de ideologías asesinas como el marxismo y el nazismo, la exterminación de 6 millones de judíos–, estas cinco décadas de intercambio pacífico son un buen motivo de celebración.
Pero no todos los "eurócratas" están convencidos de que todo vaya bien. Jacques Delors, ex presidente de la Comisión Europea, y Jean-Claude Juncker, ex presidente de la UE, piensan que el proyecto de unificación está pasando por su peor crisis. Se refieren a que se está dando largas a la integración constitucional, rechazada por los votantes franceses y holandeses en 2005. Es poco probable que Bruselas trate de imponer de nuevo su infame tratado constitucional de 511 páginas. Es mucho más razonable esperar una estrategia subrepticia de cambios graduales con el objeto de centralizar el poder en Bruselas, a través de ratificaciones aportadas por las dóciles legislaturas nacionales, en lugar de aprobarlo por referendo popular.
La realidad es que, al margen de lo que suceda con la constitución, ésta no resolvería los dos grandes problemas de la Unión. El primero es el continuo malestar económico. Aunque los europeos suelen ser eficientes manejando sus negocios ya establecidos, numerosos informes indican una gran escasez de nuevas actividades y de espíritu emprendedor, especialmente si se compara con lo que está sucediendo en India y China.
Aunque 2006 fue uno de los mejores años para la economía de la UE, en la última década la economía se estancó, mientras aumentaba el desempleo. Eso pone en peligro la promesa política de seguridad económica para todos. Hay un mayor porcentaje de pobres actualmente en Suecia (país que se consideraba el paraíso socialdemócrata) que en Estados Unidos.
La Agenda de Lisboa sobre liberalización económica está paralizada. Los intentos de implementar pequeños cambios provocan una fuerte oposición, tanto de la derecha como de la izquierda, y vociferantes manifestaciones, logrando que se retiren las propuestas. Un símbolo de inercia política es que la mitad del presupuesto anual de la UE está destinado a subsidios agrícolas, para proteger a los agricultores europeos de la competencia de los países en desarrollo, los mismos que los líderes políticos europeos aseguran querer ayudar.
Pero el mayor problema es de amnesia. Como manifestó el Papa Benedicto XVI recientemente, durante la conmemoración del Tratado de Roma, la identidad tiene que ver directamente con la memoria. Así como los individuos no se comprenden a sí mismos sin saber dónde han estado y qué han hecho, tampoco lo logran las naciones y culturas. Dicho de otra manera: el Papa dice que la gente que sufre de amnesia se enfrenta a serios problemas a la hora de tomar decisiones sobre el futuro porque no saben de dónde vienen. Eso mismo se aplica a Europa.
El Papa no alega que haya que ser cristiano para ser verdaderamente europeo, sino que es importante reconocer los hechos que hay detrás del desarrollo de la civilización europea: que la cristiandad es una síntesis de sabiduría hebrea, pensamiento griego y derecho romano que fue decisiva en el desarrollo de la cultura europea; que pensadores cristianos como Tomás Moro aportaron contribuciones claves a la causa de la libertad contra el absolutismo; que el surgimiento del capitalismo entre europeos cristianos no fue casualidad; y que hasta el lema de la Revolución Francesa –liberté, egalité, fraternité– es incomprensible sin la influencia cristiana sobre tales conceptos.
Esta pequeña lista le resulta repugnante a la mayoría de la actual clase dirigente europea. Lamentablemente, el post-modernismo está de moda entre los apparatchiks y altos funcionarios de la Unión. Su determinación de ignorar la historia europea anterior a Rousseau no resulta un buen augurio para los próximos cincuenta años.
© AIPE -Samuel Gregg es director de investigaciones del Acton Institute.
(22-02-2007) La nueva batalla campal en Europa

viernes, mayo 11, 2007

Zodiac: esperando a Fincher











Pipe en Salamanca

Jajaja. IMPOSSIBLE IS NOTHING. Getafe.

jueves, mayo 10, 2007

Piji-progres, capitulo CXXVIII

Sting vino hace años como miembro de Amnistia Internacional y defendió a la ETA. Luego nos volvió locos con el rollo de adueñarse de la desgracia medioambiental (el jet privado de Al Gore contamina el equivalente a 2000 coches), el Amazonas, el hambre, los desaparecidos de Chile... restregandonos nuestra tranquila vida tranquila de currante 24 horas.
Ayer, el nene y su señora, ambos progre-pijos, fueron condenados por discriminación sexual a una empleada. Su cocinera jefe, Jane Martin, de 41 años, les había demandado por despedirla tras quedarse embarazada. Martin trabajó durante ocho años para el matrimonio, en los que cocinó para estrellas como Madonna, Elton John y Bob Geldof en la lujosa propiedad que la pareja posee cerca de Salisbury, en el sur de Inglaterra, según cuenta hoy el diario Daily Mirror.
La famosa pareja progre, defensora del bien en el mundo, deberá pagar una importante indemnización a su antigua cocinera. La defensa ha anunciado que apelará la decisión del tribunal, que Styler (esposa demócrata y respetuosa con los tribunales) ha calificado de "parodia".
Es la misma gente que acude a jugar al tenis en clubs de 6000 euros la acción, o pasa el verano con fascistas en Zahara de los Atunes, pero que tiene los santos cojones de hacer documentales sobre un médico que aniquiló a unos cuantos, con sentencia de despido procedente en los Tribunales, cuando debería estar en la carcel por mala praxis y, mas que nada, por la vergüenza que supone su pinta para el colectivo sacrosanto de los médicos.

Hacer algo con esto de Nogales... no eso de Achero



Manuel Chaves Nogales se definía a sí mismo como un burgués liberal, y traspuso la frontera así que el Gobierno republicano, que ya ni era republicano ni era Gobierno, huyó a Valencia. Su causa fue la de su jefe político, don Manuel Azaña, a quien entre bromas y veras llegaría a pedirle el Gobierno Civil de Sevilla. Nada de particular tendría que hubiera sido hermano suyo, o sea, "hijo de la Viuda", y el caso es que, frente a los dos totalitarismos de la época, a los que era opuesto por principio, acabó decantándose por el que compartía sus fobias masónicas, que era el comunista. 

Esa simpatía matizada –o a duras penas reprimida– que se trasluce en sus libros sobre la Rusia soviética y en sus juicios generales sobre la Europa de entreguerras no le hace perder clarividencia, de suerte que, al dar la Guerra Civil por perdida para los suyos y marchar al extranjero, asqueado por igual del terror rojo y de los bombardeos nacionales "asesinando a niños y mujeres inocentes", pronostica que el nuevo Estado que surja de la guerra no va a ser... "ni colonia fascista ni avanzada del comunismo. Ni tiranía aristocrática, ni dictadura del proletariado. En lo interior, un gobierno dictatorial que con las armas en la mano obligará a los españoles a trabajar desesperadamente y a pasar hambre sin rechistar durante veinte años, hasta que hayamos pagado la guerra. Rojo o blanco, capitán del Ejército o comisario político, fascista o comunista, probablemente ninguna de las dos cosas, o ambas a la vez, el cómitre que nos hará remar a latigazos hasta salir de esta galerna, ha de ser igualmente cruel e inhumano. En lo exterior, un Estado fuerte colocado bajo la protección de unas naciones y la vigilancia de otras".
 
Juan Belmonte Chaves Nogales
Juan Belmonte
  
Chaves Nogales pone esas palabras al frente de una serie de relatos agrios sobre la Guerra Civil de los que los más verosímiles y menos tendenciosos son los situados en el Madrid rojo. He aquí cómo describe una escena en una taberna vasca de la "capital de la gloria", donde ocupa una de las mesas un hombre joven "con la cabeza caída sobre el brazo doblado como si sollozase". Un camarero le explica que "es un francés que ha venido a España para batirse por la revolución". "Un grupo de intelectuales antifascistas en el que iban el poeta Alberti con su aire de divo cantador de tangos, Bergamín con su pelaje viejo y sucio de pajarraco sabio embalsamado, María Teresa León, Pallas rolliza con un diminuto revólver en la ancha cintura, fue a rodear solícito al desolado francés que instantáneamente cambió la expresión desesperada de su rostro por una forzada y pulida sonrisa". 
 
Manuel Chaves Nogales nació en Sevilla en 1897 y falleció en Londres en 1944. Hizo su primer aprendizaje junto a su padre en El Liberal, cuyo primer director fue su tío carnal José Nogales, hermano de su madre. Al quedar huérfano completaría una obra iniciada por Chaves Rey: Crónica abreviada o Registro de sucesos de la ciudad de Sevilla, aparecida en esta ciudad en 1915-16. De 1918 a 1921 trabajó como redactor en El Noticiero Sevillano y en La Noche, y en 1920 contrae matrimonio con una sevillanita que le dará cuatro hijos. De ese mismo año data su primera tentativa de meditación sobre la ciudad en la obra colectiva titulada Quien no vio Sevilla…, y al año siguiente marcha con su esposa por unos meses a Córdoba, donde procura sacar el periódico La Voz y les nace su primera hija. También en 1921 desarrolla en libro su ensayo sobre Sevilla, La Ciudad, impreso en los talleres cordobeses de La Voz. Al fundarse en Sevilla, en 1926, la revista Mediodía, Chaves, que desde 1922 ha emigrado a Madrid, figura entre sus primeros colaboradores. Allí trabaja en El Heraldo y en La Acción. En El Heraldo, que fue por cierto el periódico más amarillo de su tiempo, llegó a redactor jefe, y coincidió entre otros con César González Ruano, quien, al retratarlo, parece retratarse a sí mismo: "Yo creo que era en su tiempo de los que mejor hicieron un tipo de reportaje europeo, sensacionalista y siempre escrito con cierto garbo. Chaves Nogales era gitano, gitano rubiasco muy fuerte, violento, alegre y sin ningún sentimiento o concepto moral". Dos años atrás, en 1927, Chaves había ganado el Mariano de Cavia por un reportaje sobre la aviadora Ruth Elder, primera mujer en cruzar el Atlántico en vuelo solitario, con la que, en unión de otros periodistas, voló de Lisboa a Madrid. La aviación estaba entonces a la orden del día, y así fue como, por cuenta de El Heraldo, emprendió Chaves su audaz viaje a la Unión Soviética en avión, en el que, entre otras peripecias, sufrió dos aterrizajes forzosos y tuvo el honor de estrechar la mano de uno de sus "héroes populares": Ramón Casanellas, el asesino de don Eduardo Dato. Todo eso está en La vuelta al mundo en avión. 
 
Un pequeño burgués en la Rusia roja (Madrid, 1929). La bolchevique enamorada es también consecuencia de ese viaje. En 1930 vuelve a recorrer Europa, y el fruto son otros libros sobre la revolución rusa: Lo que ha quedado del imperio de los zares (1931) y la impresionante novela El maestro Juan Martínez, que estaba allí (1934). A fines de 1930 apareció el diario Ahora, del mismo dueño, Luis Montiel, de la revista Estampa. Chaves, factotum de ese periódico, ocupa su dirección casi al mismo tiempo que su jefe político la Presidencia de la República. El año anterior ha salido su obra cumbre: Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas, uno de los mejores y más amenos libros taurinos jamás escritos, en el que el autor se eclipsa tras el torero, igual que en El maestro Juan Martínez… se eclipsa tras el bailador flamenco. Sobre su cultivo de la crónica hay que volver a la autoridad y el testimonio de González Ruano, cuando escribe: "Creo de verdad que el artículo nunca se escribió ni probablemente volverá a escribirse tan inmejorablemente bien y tan como representación absoluta del valor literario como se ha escrito por nuestra generación". De esa generación González Ruano destaca tres nombres: Manuel Chaves Nogales, Ernesto Giménez Caballero y Víctor de la Serna. 
 
Al estallar el Alzamiento Nacional Chaves pone "el arma de [su] oficio" al servicio de la llamada "causa antifascista". El último reportaje que publica antes de salir de España se titula 'Bajo el signo de la svástica y el fascio de los lictores'. Ya en Francia, colabora en diarios de Hispanoamérica y publica en Chile, en 1937, sus relatos de la guerra civil, con el título de A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España. En 1940 huye a Inglaterra, dejando a su familia en París, con su mujer a punto de dar a luz. Marchan todos a un campo de refugiados cerca de Irún, y de allí a Sevilla, donde se hace cargo de ellos su hermano José, que tiene un negocio de radios y bicicletas. En Inglaterra dirige Chaves una agencia de noticias, y funda después la suya propia. Sobrevive al Blitz, como dicen los ingleses, pero sucumbe a una peritonitis en mayo de 1944.
Está enterrado en Londres.









lunes, mayo 07, 2007

Mas tetas para Natasha Henstridge

Los angeles fuman porros y se tiran pedos. Creen en la bondad del ser humano pero son ateos. No son católicos pero comulgan rosquillas. Odian las religiones pero piden mezquitas. Odian el ejercito pero quieren su casa segura con la nómina integra. Apoyan a Royal mientras no pagan el alquiler. Natasha tenia que llegar a este punto de cinismo universal que nos gobierna. Es marciana pero se ha cambiado las tetas.

Los niños con patines y el pobre Dino

Lorenzo pasa del Real Madrid-Sevilla